INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS DE LAS MUJERES Y DEL GÉNERO.

 Introducción a los Estudios de las Mujeres y del Género





Concepto de Género

  • Concepto elemental en la teoría feminista para explicar los procesos de dominación, exclusión y subordinación de las mujeres a lo largo de la historia.

  • Desvela los mecanismos de la diferenciación sexual y, sobre todo simbólica y social, entre las mujeres y los hombres.

  • El uso de este concepto no se agota en una mera descripción de tales diferencias sino que prevé un análisis crítico de los significados e implicaciones políticas subyacentes, las cuales justifican y perpetúan los privilegios de un determinado grupo social sobre otro.

Oposiciones Binarias

“Los sistemas de género, sin importar su periodo histórico, son sistemas binarios que oponen el hombre a la mujer, lo masculino a lo femenino, y esto, por lo general, no en plan de igualdad sino en un orden jerárquico. Mientras que las asociaciones simbólicas relativas al género han variado mucho, han tendido a contraponer el individualismo a las relaciones mutuas, lo instrumental o artificial a lo naturalmente procreativo, la razón a la intuición, la ciencia a la naturaleza, la creación de nuevos bienes a la prestación de servicios, la explotación a la conservación, lo clásico a lo romántica, las características humanas universales a la especificidad biológica, lo político a lo doméstico, y lo público a lo privado. (…) Al estudiar los sistemas de género aprendemos que no representan la asignación funcional de papeles sociales biológicamente prescritos sino un medio de conceptualización cultural y organización social”.
Conway, Jill K., Susan C. Bourque, Joan W. Scott. Introduction: The Concept of Gender" (1996/2013: 32)

Esencialismo

  • Adoptamos una identidad de género en función de la identificación con lo femenino y lo masculino, que frecuentemente se asocian al sexo mujer y hombre respectivamente.

  • Adoptar una definición estable, acrítica y universal de lo que es ser mujer y hombre supone no solo incurrir en reduccionismos históricos y culturales sino caer en un terreno muy inhóspito para el feminismo como es el esencialismo.

  • Es precisamente la definición patriarcal o construcción de una determinada idea de mujer (ej. como esposa, madre) lo que ha sido causa primaria de su desigualdad. De ahí la necesidad de deconstrucción y cuestionamiento permanente de toda categoría.

  • No obstante, el feminismo de la diferencia reivindica la existencia de la feminidad como contrapunto a la masculinidad, que tradicionalmente encarna la violencia, la dominación y el poder.

  • Por otro lado, las mujeres del llamado feminismo de color u otras minorías han rechazado fuertemente el feminismo (“blanco”) por sustentarse en una idea de mujer con serias implicaciones de raza, clase y orientación sexual.

  • Necesidad de mantener la categoría de mujer sobre la que poder nombrar las discriminaciones sufridas y articular las luchas por la igualdad.

  • En la actualidad, se habla de las identidades fluidas y las alianzas como conceptos que aúnan y no contraponen la identidad y la diferencia.

Sistema sexo/género


GÉNERO: DEFINICIÓN

  • Diferencias culturales y sociales asignadas a las personas en función de su sexo:
    • “No se nace mujer, se llega a serlo” (El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir, 1949).
    • “performatividad” del género (Judith Butler)

  • Conjunto de valores, símbolos y metáforas que definen lo masculino y lo femenino.

  • Relaciones de poder basadas en la asimetría social entre mujeres y hombres.

 GÉNERO: USOS INAPROPIADOS

  • Sustituir “sexo” por “género”.

  • Sustituir “mujeres” por "género". (Género masculino: el género no marcado)

  • Sustituir “feminismo” por “género”.

  • Sustituir “jerarquía” (o desigualdad) por “complementariedad”.

  • Olvidar relacionarlo con la clase, etnia/raza, edad y orientación sexual. (Interseccionalidad)

Androcentrismo

Androcentrismo

  • “Identificación de lo masculino con lo humano en general y, a su vez, equiparación de todo lo humano con lo masculino: hacer de lo masculino la norma”.

  • “Utilizar una perspectiva de investigación que responde a la experiencia social y a los intereses dominantes de los varones en una sociedad patriarcal”.

Ortiz, Teresa. El papel del género en la construcción histórica del conocimiento científico sobre la mujer”  (2002: 30, 33)

Feminismo 1era ola: Revolución Francesa y Feminismo Ilustrado

Revolución Francesa (1789)

  • Pretendida universalización de los derechos jurídicos previamente reservados a los estamentos más privilegiados durante las sociedades estamentales del Antiguo Régimen.

  • Graves limitaciones: contradicción de querer universalizar las libertades y derechos al negárselos a las mujeres.

  • Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1979): el término “hombre” no era extensible al conjunto de seres humanos.


Feminismo ilustrado

  • A mediados del siglo XIX desembocaría en la segunda ola o sufragismo, materializado en arduas luchas por la igualdad jurídica de las mujeres y cuyo principal objetivo era el voto.

  • Más de cien años para conquistar el derecho al voto, desde que las mujeres comenzaran sus reivindicaciones y protestas en los albores de la Revolución Francesa hasta que, finalmente, les fue reconocido: año 1918, en Inglaterra, a las mayores de 30 años.

Feminismo 1era ola: Olympe de Gouges

Olympe de Gouges

  • Contestación fundamental a esa gran contradicción revolucionaria de negar a las mujeres la igualdad universal que proclamaba.

  • En 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que interpelaba y completaba las omisiones de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789.


“Si la mujer tiene derecho a subir al patíbulo, también ha de tener el de subir a la tribuna”


La Ilustración olvidada:

  • “El feminismo se constituye así en una forma peculiar de ilustración de la Ilustración, en el Pepito Grillo de las propuestas emancipatorias de esa Ilustración (...) que asignó a las mujeres el lugar de la Cenicienta. ” Amorós, Celia. “Olympe de Gouges o la radicalización de los ideales ilustrados (1993: 3).

  • “Su trágico final [guillotinada en 1793] es un símbolo de la suerte corrida por el movimiento feminista surgido de la Revolución francesa y de sus ideales de igualdad y libertad. El mismo año de su muerte son prohibidos los clubes y sociedades populares de mujeres. La igualdad revela sus límites (…) El único derecho que el gobierno revolucionario otorgará a esta defensora de las ideas de igualdad entre los sexos será el reconocido en el artículo X de su Declaración, el de subir al cadalso como los hombres.” (Amorós 1993: 154).


Feminismo 1era ola: Mary Wollstonecraft

Mary Wollstonecraft

"El feminismo ha sido, como movimiento social, una de las manifestaciones históricas más significativas de la lucha emprendida por las mujeres para conseguir sus derechos. Aunque la movilización a favor del voto, es decir, el sufragismo, haya sido uno de sus ejes más importantes, no puede equipararse sufragismo y feminismo. Este último tiene una base reivindicativa muy amplia que, a veces, contempla el voto, pero que, en otras ocasiones, también exige demandas sociales como la eliminación de la discriminación civil para las mujeres casadas o el acceso a la educación, [o] al trabajo remunerado".
Nash, Mary y Susanna Tavera. “Derechos del hombre, derechos de la mujer. Los orígenes del feminismo histórico” (1995: 58).


  • Precursora de la diferencia construida entre los sexos.

  • Base de la desigualdad: educación diferenciada

Las mujeres son educadas para ser esposas y en el ideal de belleza:

  • “la mujer no fue creada simplemente para satisfacer el apetito del hombre o para ser la sirvienta más elevada, que le proporciona sus comidas y atiende su ropa”

  • "más artificiales y débiles de carácter de lo que de otra forma podrían haber sido"

  • "nociones erróneas sobre la belleza y la excelencia femenina".

Wollstonecraft, Mary. Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792)
  • “Las primeras feministas pensaban que una misma educación para hombres y mujeres daría lugar a la igualdad entre ambos sexos, pero Mary Wollstonecraft va más allá, pidiendo que las leyes del Estado se usaran para terminar con la tradiciones de subordinación femenina, y fuera el Estado quien garantizara un sistema nacional de enseñanza primaria gratuita universal para ambos sexos”. 

  • “Reta al gobierno revolucionario francés a que instaure una educación igualitaria que permitiría a las mujeres llevar vidas más útiles y gratificantes”.


Defensa de otra educación para las mujeres en el lenguaje revolucionario al uso:

“las mujeres han sido aisladas, por así decirlo. Y cuando se las ha despojado de las virtudes que visten a la humanidad, se las ha engalanado con gracias artificiales que les posibilitan ejercer una breve tiranía. Como el amor ocupa en su pecho el lugar de toda pasión más noble, su única ambición es ser hermosa para suscitar emociones en vez de inspirar respeto; y este deseo innoble, igual que el servilismo en las monarquías absolutas, destruye toda fortaleza de carácter. La libertad es la madre de la virtud y si por su misma constitución las mujeres son esclavas y no se les permite respirar el aire vigoroso de la libertad, deben languidecer por siempre y ser consideradas como exóticas y hermosas imperfecciones de la naturaleza”.
Wollstonecraft, Mary. Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792)

Defensa universal de los derechos civiles y de la educación:

“la educación de las mujeres siempre debe ser relativa a los hombres. Agradamos, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos de adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables: éstas son las obligaciones de las mujeres durante todo el tiempo y lo que debe enseñárseles en la infancia.”
Rousseau, Jean-Jacques. Emilio; o, sobre la educación, 1762.

Igualdad y Diferencia

Igualdad y diferencia


  • Los orígenes del feminismo toman como premisa fundamental la idea de igualdad y se sitúan en el pensamiento ilustrado: se defiende o propone el concepto de universalidad, que trasciende las diferencias que pueda tener cada sujeto.

  • No obstante, como señala Celia Amorós, en este proceso de establecer ese conjunto de normas universalizables, los dos códigos existentes (el femenino y masculino) han de equipararse y se igualan, por tanto, al sistema dominante que ostenta los derechos civiles y sociales. Por ello, en la práctica,la universalización implica una asimilación de los códigos femeninos al “otro” masculino.

  • Esta igualdad supone, por tanto, acceder a ese orden dominante antes vedado en condición autónoma y de sujeto, pero también aceptar el orden simbólico y de valores que establece y que pueden ser igualmente opresivos, lo que será rechazado por el llamado feminismo de la diferencia.

  • Frente al “derecho al mal” del pensamiento feminista ilustrado, surge uncuestionamiento de los valores patriarcales inherentes en ese pretendido orden universal.

  • El feminismo de la diferencia se encarga de repensar esa atribución de lo universal asociada a lo masculino, reconceptualizando las experiencias y valores previamente situados fuera del orden simbólico de lo humano y fuertemente ligados a lo que se conoce como la esencia femenina o la categoría de mujer.

  • Se pone de manifiesto cómo en las cualidades representativas de lo humano se produce en realidad un deslizamiento de lo masculino al ser el orden simbólico y social dominante que, por esta misma razón, tiene el poder de instaurarse como el único válido y admitido.

  • Se da un doble proceso de naturalización y de olvido de la construcción misma de ese orden simbólico y social que hacen que la existencia de otros órdenes alternativos, en este caso la historia y cultura de las mujeres, no solo queden relegados u ocultos sino que se perciban también como discordantes, anómalos.

  • Lo femenino es aquello que tiene que ser siempre explicado, justificado en su particularidad y especificidad, ocupando un espacio diferenciado. Por el contrario, lo masculino es la norma que, en tanto naturalizada e interiorizada, resulta invisible a sus propias marcas de género, sin disociarse de su alianza intrínseca y legítima pero excluyente con lo humano.

  • Por otro lado, los grupos dominantes también recurren a la racionalización del poder que los legitima aún cuando exista una “contradicción entre sus planteamientos de universalidad formal y la imposibilidad de su realización”, como dejó patente el periodo de la Ilustración .

El Sufragismo

“El sufragismo aparece como una forma de encuadramiento de mujeres de todas las clases sociales, a pesar de sus distintas ideologías y objetivos, pero coincidentes en reclamar el derecho a la participación política, uno de cuyos requisitos es el voto, para reformar la legislación y la costumbre y, en consecuencia, la sociedad (...)
El sufragismo surgió en los países que adoptaron el régimen capitalista, países de clase media poderosa y con unos ideales democráticos asentados en sus instituciones políticas (...)
En los países nórdicos apenas se dio sufragismo debido a la mentalidad progresista imperante y al peso social de la mujer, que facilitaron la equiparación jurídica de los sexos.
Una evolución diferente presentó el mosaico de países del este procedentes de los Imperios centrales: austro-húngaro y alemán, turco y ruso. El desmoronamiento de los primeros tras la Primera Guerra Mundial (Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia) trajo reformas muy progresistas, el voto femenino entre ellas, sin existencia previa del sufragismo (...)
En Rusia fue posible después de una auténtica revolución, la bolchevique, que trastocó los fundamentos del orden tradicional.
En el caso de los estados surgidos del Imperio turco, Yugoslavia, Grecia y Bulgaria, el peso de la tradición era todavía muy fuerte y no hubo sufragismo ni reformas tocantes a la situación femenina.
Por último, en los países occidentales cabría diferenciar entre los protestantes (Inglaterra, Holanda...): más modernos y evolucionados, y más prósperos económicamente, y los católicos (Italia, España, Portugal...) : atrasados, tradicionales y conservadores (...) En los países protestantes hubo un movimiento sufragista fuerte, y sólo gracias a su lucha se consiguieron las reformas y el voto. En los católicos apenas se dio el movimiento sufragista y sólo tras mucha batalla femenina y muy tarde, caso de Italia, o por el reformismo de sus gobernantes, caso de España, se obtuvieron estas conquistas".
FRANCO RUBIO, Gloria Ángeles

'Suffragettes', la lucha por el voto femenino

Emmeline Pankhurst


Declaración de Seneca Falls (1848)

DECIDIMOS: 
Que todas aquellas leyes que sean conflictivas en alguna manera con la verdadera y sustancial felicidad de la mujer, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y no tienen validez, pues este precepto tiene primacía sobre cualquier otro. 

Que todas las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la posición que su conciencia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a la del hombre, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto, no tienen ni fuerza ni autoridad. 

Que la mujer es igual al hombre - que así lo pretendió el Creador- y que por el bien de la raza humana exige que sea reconocida como tal. 

Que las mujeres de este país deben ser informadas en cuanto a las leyes bajo la cuales viven, que no deben seguir proclamando su degradación, declarándose satisfechas con su actual situación ni su ignorancia, aseverando que tienen todos los derechos que desean. 

Que puesto que el hombre pretende ser superior intelectualmente y admite que la mujer lo es moralmente, es preeminente deber suyo animarla a que hable y predique en todas las reuniones religiosas. 

Que la misma proporción de virtud, delicadeza y refinamiento en el comportamiento que se exige a la mujer en la sociedad, sea exigido al hombre, y las mismas infracciones sean juzgadas con igual severidad, tanto en el hombre como en la mujer. 

Que la acusación de falta de delicadeza y de decoro con que con tanta frecuencia se inculpa a la mujer cuando dirige la palabra en público, proviene, y con muy mala intención, de los que con su asistencia fomentan su aparición en los escenarios, en los conciertos y en los circos. 

Que la mujer se ha mantenido satisfecha durante demasiado tiempo dentro de unos límites determinados que unas costumbres corrompidas y una tergiversada interpretación de las Sagradas Escrituras han señalado para ella, y que ya es hora de que se mueva en el medio más amplio que el Creador le ha asignado. 

Que es deber de las mujeres de este país asegurarse el sagrado derecho del voto. 

Que la igualdad de los derechos humanos es consecuencia del hecho de que toda la raza humana es idéntica en cuanto a capacidad y responsabilidad. 

Que habiendo sido investida por el Creador con los mismos dones y con la misma conciencia de responsabilidad para ejercerlos, está demostrado que la mujer, lo mismo que el hombre, tiene el deber y el derecho de promover toda causa justa por todos los medios justos; y en lo que se refiere a los grandes temas religiosos y morales, resulta muy en especial evidente su derecho a impartir con su hermano sus enseñanzas, tanto en público como en privado, por escrito o de palabra, o a través de cualquier medio adecuado, en cualquiera asamblea que valga la pena celebrar; y por ser esto una verdad evidente que emana de los principios de implantación divina de la naturaleza humana, cualquier costumbre o imposición que le sea adversa, tanto si es moderna como si lleva la sanción canosa de la antigüedad, debe ser considerada como una evidente falsedad y en contra de la humanidad. 

Que la rapidez y el éxito de nuestra causa depende del celo y de los esfuerzos, tanto de los hombres como de las mujeres, para derribar el monopolio de los púlpitos y para conseguir que la mujer participe equitativamente en los diferentes oficios, profesiones y negocios. 



TEXTO DE REFERENCIA Discurso de Clara Campoamor en las Cortes el 1 de octubre de 1931 


Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos. 

Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres? ¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

 Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis –fijaos bien– afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo. 

 No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, VictorConsiderant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto – que en España existe– no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio –cosa dolorosa para un abogado–, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España. Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho. Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer. A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros. Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer. Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino. No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención. Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella. Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española. 


1) Muchas mujeres de hoy, que han tenido la suerte de ver cómo se les restituían todos los privilegios del ser humano, pueden permitirse el lujo de la imparcialidad: incluso experimentamos la necesidad de ello. Ya no somos combatientes, como nuestras mayores; en general, hemos ganado la partida; en las últimas discusiones sobre el Estatuto de la Mujer, la ONU no ha dejado de reclamar imperiosamente que termine de realizarse la igualdad de los sexos, y ya muchas de nosotras no hemos tenido nunca que sentir nuestra feminidad como un estorbo o un obstáculo; muchos problemas nos parecen más esenciales que los que nos conciernen de manera singular, y ese mismo desprendimiento nos permite abrigar la esperanza de que nuestra actitud será objetiva. No obstante, conocemos más íntimamente que los hombres el mundo femenino, porque en él tenemos nuestras raíces; aprehendemos de manera más inmediata lo que significa para un ser humano el hecho de ser femenino, y nos preocupamos más de saberlo. He dicho que hay problemas más esenciales, lo cual no impide que este conserve a nuestros ojos cierta importancia: ¿en qué habrá afectado a nuestra existencia el hecho de ser mujeres? ¿Qué oportunidades, exactamente, nos han sido dadas y cuáles nos han sido negadas? ¿Qué suerte pueden esperar nuestras hermanas más jóvenes y en qué sentido hay que orientarlas? Es chocante que el conjunto de la literatura femenina esté animado en nuestros días mucho menos por una voluntad de reivindicación que por un esfuerzo de lucidez; al salir de una era de desordenadas polémicas, este libro es una tentativa, entre otras, de recapitular la cuestión.

2) La mística de la feminidad afirma que el valor más alto y la única misión de las mujeres es la realización de su propia feminidad. Asegura que esta feminidad es tan misteriosa e intuitiva y tan próxima a la creación y al origen de la vida, que la ciencia creada por el hombre tal vez nunca llegue a entenderla (...) La nueva mística hace del ama-de-casa-madre-de-la-familia que nunca ha tenido ocasión de llegar a ser otra cosa, el modelo de todas las mujeres. Gracias a esa refinada trampa logra sencillamente convertir ciertas facetas domésticas, concretas y limitadas de la vida femenina –tal y como era la vida para aquellas mujeres cuya existencia estaba limitada por necesidad a cocinar, limpiar, lavar y tener hijos-, es una religión, en un modelo por el cual todas las mujeres deben regirse de ahora en adelante, o renunciar a su feminidad. La plena realización de una mujer con tal mujer sólo tuvo una definición para las mujeres norteamericanas a partir de 1949: ama de casa = madre de familia. Tan rápidamente como se desvanece un sueño, el modelo de la mujer norteamericana, como un ser que crece y evoluciona en un mundo que también evoluciona, fue hecho añicos. Su vuelo solitario para hallar su propia identidad fue olvidado en la prisa por conseguir la seguridad de la vida en común. Su mundo ilimitado se fue encogiendo, hasta reducirse a los confortables muros del hogar. La transformación, reflejada en las páginas de las revistas femeninas, era claramente visible en 1949 y siguió progresando durante los años cincuenta (...) A finales de 1949, solamente una de cada tres protagonistas de las novelas femeninas era mujer de carrera; y se la representaba en el acto de renunciar a su carrera y darse cuenta de lo que realmente deseaba era convertirse en ama de casa. En 1958 y de nuevo en 1959, me dediqué a revisar, número a número, las tres revistas femeninas más populares (la cuarta, Woman´s Home Companion, ya no existía) sin encontrar una sola protagonista que tuviese carrera, ni cometido alguno en el mundo de las finanzas, el arte o actividad profesional, ni ninguna otra misión sino la de “ama decasa”. Solamente una de cada cien protagonistas tenía un empleo; incluso las jóvenes solteras habían dejado de trabajar, como no fuese en su intento por atrapar un marido (...) Deben seguir teniendo hijos, puesto que la mística de la feminidad afirma que no existe otra manera de realizarse para la mujer.

(…) De este modo, la lógica de la mística de la feminidad volvió a constituir la verdadera naturaleza del problema de la mujer. Cuando se consideraba a la mujer como un ser con potencial humano ilimitado igual al hombre, cualquier cosa que impidiese al completo desarrollo de esa potencia se consideraba como un problema que debía ser solucionado: las barreras puestas a la instrucción superior y a la participación en la política, la discriminación o los prejuicios con respecto a la ley o la moral. Pero ahora, cuando sólo se ve a la mujer desde el punto de vista de su papel sexual, las barreras que se oponían al desarrollo de todas sus capacidades en potencia, los prejuicios que la privaban de participar en el mundo plenamente, ya no son tales problemas. Ahora, los únicos problemas son los que podrían entorpecer su acoplamiento como ama de casa. Así, pues la carrera es un problema, la educación es un problema, el interés político e incluso el reconocimiento de la inteligencia y de la individualidad de las mujeres son problemas. Y, finalmente, existe el problema que no tiene nombre, un vago deseo indefinido de “algo más” que lavar platos, planchar y castigar o premiar a los niños. En las revistas femeninas esto se soluciona bien tiñéndose el cabello rubio o bien teniendo otro hijo.


Mirada y representación: poder y subjetividad en la historia visual

Tradición pictórica occidental

“Los hombres actúan y las mujeres aparecen. Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí mismas mientras son miradas. Esto determina no sólo la mayoría de las relaciones entre hombre y mujeres sino también la relación de las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de sí es masculino: la supervisada es femenina. De este modo se convierte a sí misma en un objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión” (Berger 2000: 2)


Construcción o representación de las mujeres para un espectador/propietario masculino


De la representación opresiva del cine clásico

Cine Hollywoodiense (años 30 y 40)
  • Narratividad lineal: efectos naturalizadores en tanto asume la premisa de realidad respecto a lo representado - construcción marcadamente misógina de los personajes femeninos

  • Rransmisión del modelo patriarcal de mujer sumisa y pasiva (ej. mediante el castigo de las heroínas como recurso narrativo típico)

  • Construcción binaria de las mujeres buenas frente a las mujeres malas

“El discurso cinematográfico, principalmente el llamado cine narrativo clásico, tiende a través de su estructura narrativa y representacional a dividir el papel de la mujer en: mujeres negociables (madres, hijas, esposas…) y mujeres consumibles (prostitutas, vampiresas, golfas…) y coloca a las primeras por encima de las segundas, estableciendo así una jerarquía de valores en los papeles otorgados” (Gañán Pérez 2014: 77)

Mirada y representación: poder y subjetividad en la historia visual

3) Crítica de la mirada masculina

El cine codifica lo erótico en el lenguaje del orden dominante patriarcal” (Mulvey 1988: 4).

La mirada no es inocua -> Carga de roles y de valores al asignar al hombre, poseedor fundamental de la mirada que la cámara privilegia con la equiparación a la del espectador, el soporte activo de la historia” (11), y a la mujer, receptora u objeto de esa mirada, una imagen silenciosa . . . portadora del sentido, no como constructora del mismo” (2).

hombre=voyeur (sujeto que ostenta el placer de la mirada)
mujer=fetiche (objeto sobre el que esa mirada actúa)

Doble efecto de exclusión real y simbólica: “negación” de las espectadoras (Kuhn 1994: 9).

Trascender la inversión de roles: “cuando el hombre sale de su papel tradicional de ser quien domina toda la acción y se sitúa como objeto sexual, la mujer adopta el papel 'masculino' de portadora de la mirada e iniciadora de esa acción. Y, al hacerlo, […] es, con frecuencia, fría, dominante, ambiciosa, manipuladora, exactamente como los hombres cuya posición ha usurpado” (Kaplan 1998: 61).

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