LOS VIAJES DE CERVANTES A TRAVÉS DEL LICENCIADO VIDRIERA.

LOS VIAJES DE CERVANTES A TRAVÉS DEL LICENCIADO  VIDRIERA.


El mapa de los viajes cervantinos



  1. En el espacio leemos el tiempo. El arte de cartografiar los libros recrea el mundo.
  2. Nos aporta inesperadas lecturas acerca de su contenido. Nos permite ver en imágenes
  3. la geografía escondida. Aquella que el escritor convierte en geopoética para deleite de sus lectores.
  4. La que en su día reunimos en el "Atlas de la literatura universal. La vuelta al mundo en 35 obras",

  5. publicado el 2018. En la creencia de que los mapas nos hablan y debemos aprender a escucharlos.
  6. Que los mapas esconden secretos y debemos aprender a descifrarlos. Por tanto, no nos paremos
  7. en su belleza estética. Sigamos indagando. Descubramos detalles desapercibidos. Sabedores, como decía Julio Verne, de que “ver es una ciencia”. El viaje y el mapa son complementarios.

  8. Los humanistas del Renacimiento ya se planteaban el dilema entre viajar por el mapa o viajar llevando un mapa.
  9. Desplazarse con la imaginación sin moverse del sitio o recorrer mundo
  10. arrostrando sus peligros. La opción personal de Cervantes queda clara en su biografía andariega
  11. y en el rechazo de don Quijote de la comodidad sedentaria en favor de su vocación aventurera:
  12. Tracemos, pues, el mapa de los viajes de Cervantes y el de los viajes del licenciado Vidriera.

  13. Superpongamos uno sobre el otro. Albergamos dudas acerca de si el escritor pasó por Salamanca y si,
  14. ejerciendo el oficio de recaudador de alcabalas por Andalucía, llegó a tierras malacitanas,
  15. porque ambas estancias no están documentadas. Sin embargo, el itinerario del personaje Tomás Rueda
  16. hizo bueno el refrán: “España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura”.
  17. Pues bien, la ruta en la que ambos coinciden es en la del llamado “viaje a Italia” que, en el apogeo del
  18. Renacimiento, fue obligado para artistas, literatos, humanistas y soldados buscavidas.
  19. Durante este periplo hacia la cuna de la civilización clásica se mezclaron las armas y las letras
  20. con la alegría de vivir. El excelso poeta Garcilaso de la Vega compaginó la milicia con sus Églogas.
  21. Tras sus heroicas empresas recaló en Nápoles, donde frecuentó la Academia Pontaniana,
  22. en la que trató con escritores de la talla de Bernardo Tasso y Mario Galeota.
  23. El Virrey de Nápoles, Pedro Álvarez de Toledo, mecenas de una corte artista, envió el “piccolo socorro”
  24. que salvó Malta del asedio turco. De ahí que los caballeros le enviasen un halcón maltés por Todos los Santos.
  25. Y su hija, doña Leonor de Toledo, casó con el futuro duque de Toscana, Cosme de Médici,
  26. pasando a ser los animadores culturales del ducado de Toscana en el Cinquecento.
  27. Nuestros hermanos italianos ganaron merecida fama de saber vivir la vida. Los carnavales de Venecia,
  28. el espíritu artístico de Florencia, la grandeza de Roma y el bullicio de Nápoles y Palermo hicieron
  29. bueno el cultivo del “dolce far niente”. Esta máxima derivaría del "carpe diem "latino impregnaría a
  30. todas las clases sociales. La prostituta Aldonza, la Lozana andaluza, llevó una vida picaresca entre
  31. el barrio de los sefardíes expulsados y los bajos fondos de Roma.
  32. Tomás Rodaja, "alger ego" de ese joven Cervantes que huye a Italia para acabar enrolándose en la Liga Santa,
  33. que lucha en Lepanto, solo tiene elogios para las mujeres, los vinos y el embozado de la capa
  34. para echarse a la calle en busca de aventuras. Es por eso que, a mediados del siglo XVI surgió en Italia
  35. el género literario del "ars apodémica" o arte de viajar. Unos manuales que daban consejos
  36. para comportarse como un buen viajero y poner por escrito las experiencias vividas.
  37. De esta forma, lo que empezó siendo un periplo cultural se convirtió en un ejercicio autobiográfico,
  38. pues en el diario de campo no sólo había que describir las ciudades y los artistas conocidos,
  39. sino también contar las peripecias humanas, en particular las amorosas y los cotilleos.
  40. La costumbre de viajar en busca del pasado clásico durará ciento cincuenta años.
  41. A partir del "Viaje a Italia" del francés Richard Lassels, en 1670, se empieza a hablar del Grand Tour, esto es,
  42. del periplo que los jóvenes de la aristocracia británica cursaban por Italia y Grecia
  43. para empaparse de la Antigüedad clásica. El allegro final lo entonará Stendhal en sus "Memorias de un turista":
  44. “De todas mis pasiones muertas -escribió a su hermana Pauline- la única que me queda es ver cosas nuevas”.
  45. ¿Y qué mejor destino que empezar por el viaje a Italia?

La República de las Letras en el Siglo de Oro


  1. El caldo de cultivo literario en el que nace "El licenciado Vidriera" fue el de la República de las
  2. Letras en su esplendor. En la España del Siglo de Oro se daba la divulgación oral de la cultura
  3. escrita. La lectura de un lector que, en voz alta se dirigía a un público en atento silencio,
  4. era una práctica común desde el mundo clásico hasta la regla de San Benito en los monasterios.
  5. Esa circulación literaria entre relatores y oyentes aparece en muchos pasajes cervantinos.
  6. En el "Coloquio de los perros", Berganza le confiesa a su amigo Cipión cómo le gustaba oírla leer
  7. a la dama de su amo. Y en un capítulo de El Quijote un ventero le confiesa al cura que él y su familia
  8. eran muy aficionados a las novelas de caballerías:
  9. “Cuando es tiempo de la siega -dice- se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno
  10. que sabe leer, y le rodeamos más de treinta, y le estamos escuchando con tanto gusto”.
  11. La obra de Cervantes rebosa oralidad. Escribe como si contara una historia a un corrillo de gente en la plaza o en el mercado.
  12. Como el buen cuentacuentos que cautiva al auditorio modulando el tono de la voz y gesticulando con muecas, risas y llantos.
  13. Y es que nuestro escritor vivió en primera persona el tránsito de la lectura
  14. pública a la lectura privada. Los ingenios de la República de las Letras -Lope de Vega,
  15. Triso de Molina, Quevedo, Calderón de la Barca, etc.- serán los primeros “lectores
  16. silenciosos” de la Historia. Aquéllos que leían en solitario un texto en voz baja, para sus adentros,
  17. apenas moviendo la comisura de sus labios. En los siglos XVI y XVII conviven la oralidad
  18. y el libro en la cultura literaria. De ahí que estén estrechamente relacionados los conceptos de
  19. “leer y oír”; las figuras del “lector y el oidor”; los ejercicios de la lectura y de la escucha.
  20. Lo evidencian abundantes testimonios coetáneos. Mateo Alemán, en su novela Guzmán de Alfarache (de 1599),
  21. nos dice que en sus tiempos mozos “leíamos libros y contábamos novelas”. Lope de Vega,
  22. en La Filomena, una obra de 1621, recuerda que “en tiempos menos discretos que los de ahora,
  23. aunque de hombres más sabios, se llamaban a las novelas cuentos”. Y Miguel de Cervantes,
  24. en la dedicatoria a sus Novelas ejemplares (de 1613), no las llama novelas, sino cuentos:
  25. “Solo suplico que advierta Vuestra Excelencia que le envío, como quien no dice nada, doce cuentos”.
  26. Las antepasadas más ilustres de estas narraciones cortas fueron las "novelle" italianas. Al modo del
  27. Decamerón de Boccaccio y de los Cuentos de Canterbury de Chaucer. No olvidemos que el
  28. término novela deriva de novus, que quiere decir nuevo, lo que revela el carácter innovador del género,
  29. en el que se encadenan bromas ingeniosas, lecciones vitales y experiencias eróticas.
  30. En este sentido, del mismo modo que había lectores y oidores,
  31. los preceptistas distinguían entre cuentos y novelas. Los cuentos eran pequeños relatos orales
  32. que un narrador debía decir con cierta gracia y acierto verbal a un grupo de oyentes.
  33. Las novelas eran historias más largas que, compuestas por un escritor, eran dadas a la imprenta para su
  34. consumo por parte de los “lectores silenciosos”. Los unos eran menospreciados por los círculos
  35. cultos y pertenecían a la oralidad propia de la cultura popular. Las otras eran apreciadas
  36. por las personas letradas y se asociaban a la cultura escrita de las élites. Aunque
  37. a veces se intercalaban los cuentos y los refranes en las novelas y en las comedias,
  38. como hacen Cervantes, Lope y Quevedo, dando lugar una circularidad cultural entre estamentos.
  39. Sin embargo, el género colectivo por excelencia era el teatro. La gente tenía su sentido del oído
  40. educado en la voz pública merced a los sermones desde el púlpito, la lectura en torno al hogar,
  41. la recitación en las calles y los cuentos que los ciegos de memoria
  42. prodigiosa narraban en las plazas. De manera que los asistentes a las
  43. representaciones en los corrales de comedias iban predispuestos más a oír que a ver: eran más
  44. oyentes que espectadores. Ahora entendemos mejor por qué los grandes genios áureos escribían para
  45. los letrados y para los plebeyos. Cervantes se dirige en el prólogo del Quijote “a los simples y
  46. a los discretos”. Lope compone sus comedias para “los que no saben” y para “los que entienden”.
  47. El teatro de los corrales de comedias fue disfrutado por todas las clases sociales: el vulgo
  48. oía y veía las mismas obras que los discretos. Por fin, la tercera forma de expresión cultural
  49. en la España moderna fue la imagen, que hizo de intermediaria entre la cultura escrita y la
  50. cultura oral. Las bellas artes quedaron reservadas para las élites cortesanas y los mecenas
  51. aristocráticos. Esos frescos, cuadros, esculturas y tapices que decoraban las arquitecturas
  52. palaciegas sólo eran vistos por los reyes, la nobleza y los embajadores. Sin embargo, las capas
  53. populares, muchas de ellas iletradas, aprendieron a leer las imágenes de los grabados impresos en
  54. libros o sueltos, los relieves de las portadas de las iglesias, los cartelones de los ciegos
  55. en las plazas públicas y las estampas de propaganda política y religiosa. De forma que los lectores
  56. modernos demandarán cada vez más la inclusión de ilustraciones en los libros. Lo que Jerónimo Nadal
  57. definió en su libro "Imágenes de Historia Evangélica" (de 1593) como “servirse de los ojos por lengua”.

Una trilogía cervantina sobre la locura


  1. En la España del Siglo de Oro, Cervantes nos ha legado una trilogía literaria sobre la locura.
  2. La primera es la locura fingida, (forma de agudeza satírica en el lenguaje para llegar al mundo ignorante e hipócrita) la de los aldeanos que protagonizan su novela
  3. El retablo de las maravillas, los cuales simulan ver lo que no existe
  4. para proteger su honor y limpieza de sangre.

    La segunda es la locura justiciera de El Quijote,
  5. donde el hidalgo manchego profesa en la orden de la caballería andante, librando por esos caminos
  6. de Dios hazañas que son desventuras. Combates con los que pretende reparar los abusos de los
  7. poderosos mediante la “razón de la sinrazón”.

    Y en la tercera, habla de la locura sabia por boca
  8. de El licenciado Vidriera, quien, a causa de un filtro de amor, encadena una serie
  9. de sentencias juiciosas sobre oficios y tipos pintorescos de la sociedad barroca.

  10. Al cabo, los tres ejemplos de delirio pasajero en los personajes cervantinos
  11. son castigados por la vida misma. Los vecinos de El retablo de las maravillas
  12. quedan como unos estúpidos ante los cómicos que les han engañado.
  13. Además de sufrir en su fuero interno la vergüenza de saber que mintieron por hipocresía social.
  14. Don Quijote sale malparado de cada aventura, apaleado en cada encrucijada de caminos,
  15. devuelto a su aldea en la jaula de un carro como si de una bestia se tratara.
  16. Al final es derrotado en batalla singular por un adversario farsante que le obliga a renunciar a su cruzada redentora.
  17. El licenciado Vidriera, olvidada su agudeza como hombre de letras iluminado, acaba por irse a la
  18. guerra de Flandes a ganar honor por las armas. Todos ellos tienen una biografía común:
  19. ¡viven locos y mueren cuerdos! La sociedad de la Europa moderna
  20. mantuvo una actitud ambigua frente a estos “espíritus destemplados” que eran los locos:
  21. ora les marginó, arrojándoles a la deriva del río de la vida;
  22. ora les atrajo, al pensar que, en el fondo, eran hombres y mujeres hondamente sabias.
  23. De manera que la "stultifera navis", el navío en el que se recluía a los enfermos mentales,
  24. existió realmente en el curso del  Rin.
  25. Las autoridades que les habían embarcado pensaban que navegando rumbo a un puerto azaroso,
  26. al que les guiaría el estado mágico de la enajenación, llegarían a buen destino.
  27. El cuadro "La nave de los locos" de El Bosco, refleja este manicomio flotante, en el que, de acuerdo a la
  28. arquitectura hospitalaria diseñada para la necedad, los médicos ingresaban a los pacientes de entendimiento trastocado.

  29. En uno de los deliciosos dibujos que Julio Caro Baroja hacía con rotuladores, reunidos en el
  30. libro "Los mundos soñados", podemos ver que entre la tripulación de esa nave destacan don Quijote y Sancho.
  31. Otras veces, las opiniones de personajes que habían ganado fama de estultos eran escuchadas
  32. con atención por la gente lúcida, pues trascendían las apariencias sociales en las que se mueve
  33. la cordura. De ahí vienen dos expresiones del idioma español que ofrecen lecturas distintas,
  34. pues hablamos de que “sólo los locos dicen la verdad” para señalar una clarividencia
  35. libre de prejuicios. Y hablamos de “hacerse el loco” para referirnos a desentenderse de responsabilidades.
  36. La enajenación mental fue considerada consejera de estados, oficios y conductas en el nuevo discurso
  37. médico que trajo consigo el Renacimiento: bien a través de los ejemplos que Sebastián Brant
  38. selecciona en "La nave de los necios", o bien, mediante la sátira de Erasmo de Rotterdam en el "Elogio de la locura".
  39. En ocasiones, los locos fueron convertidos en personajes literarios,
  40. a los que se pintó extrayéndoles la piedra de la locura o bogando a la deriva en una nave.
  41. El delirio, del rey loco al bufón de la corte, del caballero andante al comediante trotamundos,
  42. afectó a todos los estamentos por igual. La imagen del loco en la Edad Media había
  43. sido la antítesis de lo divino y, como hijo del vicio, fue rechazado por la sociedad. La lepra,
  44. la enfermedad más temida, era producto de la locura y estaba producida por el mal venéreo.
  45. En cambio, a partir del Renacimiento muda el rostro de la locura hacia la fascinación y la
  46. simpatía de los hombres cuerdos. Aunque esa melancolía es tratada con una doble moral:
  47. los locos no deben vivir en nuestras casas ni compartir nuestros espacios,
  48. pero la locura ha de permanecer en el mundo porque se considera fuente de sabiduría.
  49. Es en esa España del siglo XVI donde surgen los primeros tratados médicos sobre el padecimiento
  50. de la melancolía que hoy hemos simplificado en la depresión: el Examen de Ingenios de
  51. Juan Huarte de San Juan (de 1575) y el Libro de la melancolía de Andrés Velasquez (de 1585),
  52. son los primeros tratados de psiquiatría del mundo.
  53. El antropólogo Roger Bartra, en su libro "Melancolía y cultura:
  54. las enfermedades del alma en la España del Siglo de Oro" (que se publicó en el 2001)
  55. estudia los tipos de locura que padecieron el ingenioso Tomás y el hidalgo manchego:
  56. “La tristeza artificial de don Quijote –escribe Roger Bartra- sintetiza la nueva medicina,
  57. el misticismo, la dramaturgia y la cortesía”. Los mejores ejemplos literarios de la
  58. locura melancólica son, pues, el Licenciado Vidriera y el Caballero de la Triste Figura.

Por las riberas del Tormes



  1. El viajero baja desde la Plaza Mayor hasta las orillas del Tormes.
  2. Unas nubes pasajeras hurtan retazos de azul al cielo de septiembre. Un olor a café y
  3. dulcería aroma la mañana al paso de los bares. Un hormigueo de estudiantes le hace zigzaguear
  4. por callejuelas afluentes del río. Atrás queda la nostalgia de las vacaciones. El porvenir
  5. se abre a la par que las aulas. Unos pueblos miden el tiempo por los movimientos del sol. Otros lo
  6. hacen por las fases de la luna. En Salamanca los años se cuentan en cursos académicos.
  7. Tras acariciar al verraco milenario,

    cruza el puente romano que, desde antiguo,
  8. hermosea el paso de la Vía de la Plata.

    Pocas veces se tiene tan a mano un mito fundacional. Un icono que luce en el escudo de la ciudad antes de que ésta tuviera escudo.
  9. Algunas casuchas y cobertizos bañan sus paredes mohosas en el cauce sereno: llovido por lágrimas
  10. doradas de los álamos, ribeteado por lanzas de juncos salvajes. La silueta de las catedrales
  11. aparece invertida en sus aguas trémulas: es un reflejo místico del cielo. El parpadeo de su
  12. imagen mecida por la brisa confunde los sentidos. Un silencio sonoro ahoga los ruidos de los coches
  13. desbocados por la carretera y aun el roce de la maleza y el chasquido de las ramas bajo sus pies.
  14. Estas riberas le recuerdan los primeros pasos que dio en la vida el Lazarillo mozalbete. Ese
  15. pobre de orfandad recién estrenada que sufrió en sus carnes las bromas malvadas que le gastaba el
  16. ciego ¡Vete a saber si debido a la amargura por no ver o a la mala uva de sus entrañas!
  17. Los meandros le llevan unas leguas más allá a la granja de La Flecha,

    el remanso agustino donde
  18. Fray Luis de León cultivaba la vida retirada, versificando: “Del monte en la ladera, por mi
  19. mano plantado tengo un huerto”. En ese momento, el paseante es incapaz de separar la vida real
  20. de la literatura. Por eso viene llamando a este tipo de visiones sensoriales paisajes geopoéticos.
  21. La otra orilla acuna tempranas hojas caídas: huellas amarillentas que anticipan el otoño.
  22. Y desde el arrabal contempla el perfil urbano de Salamanca. Eso que desde el atentado contra
  23. las Torres Gemelas de Nueva York, los periodistas dieron en llamar el "skyline" en inglés. Lo compara
  24. con el del siglo XVI, que es el que debió ver Tomás Rodaja al aproximarse a la ciudad,
  25. antes de quedarse dormido tras la dura caminata. Desde aquí retrató Salamanca en 1570 el dibujante
  26. flamenco Anton Van den Wyngaerde. Y la verdad sea dicha, no hay muchas diferencias en las eminencias
  27. urbanas de antaño y hogaño, pues el panorama muestra el peso eclesiástico de sus catedrales,
  28. junto a los edificios universitarios y los palacios señoriales. Mientras el caserío
  29. de los vecinos sigue derramando sus tejados rojos hacia la cinta enverdecida del Tormes.
  30. En primer plano aparece el castillete central llamado “la puente mayor”: símbolo de tránsito de un mundo
  31. a otro; rito de paso entre dos estados. No en vano el papa de Roma recibe el nombre de Pontífice,
  32. del latín Pontifex, esto es, “el hacedor de puentes” entre dios y los hombres. Esa era la frontera
  33. cultural que deseaba atravesar Tomás Rodaja cuando dejó el pueblo y se plantó en las puertas de la
  34. ciudad universitaria hace cuatrocientos años. El bueno de Miguel de Cervantes escribió
  35. su historia en la novela ejemplar "El licenciado Vidriera", editada en 1613,
  36. entre las dos partes del Quijote. El relato daba comienzo en este paraje ameno, donde dos
  37. caballeros estudiantes hallaron adormecido bajo un árbol "a un muchacho de hasta edad de once años,
  38. vestido como labrador". Llevaría ropas pardas de paño basto, y los nobles, atuendo cubierto
  39. por el polvo del camino, antes de mudarse al uniforme negro de los alumnos. El viajero,
  40. sabe que, en la España del Siglo de Oro, las acepciones de la palabra “campesino”
  41. respondían a distintos grupos sociales: desde los labradores a los arrendatarios y los jornaleros.
  42. Nuestro protagonista era hijo de “algún labrador pobre”.
  43. Los grandes labradores, a los que las comedias del teatro llamaban “villanos ricos”,
  44. administraban las tierras y rentas de los propietarios asentistas, esto es, ausentes de
  45. la ciudad. Además, poseían heredades propias que alquilaban, vendían la cosecha y formaban parte de
  46. los cargos municipales. De eso que conocemos como las “fuerzas vivas” del lugar. En el caso de Tomás
  47. sus padres serán pequeños labriegos “pecheros”, esto es, que pagaban pechos o impuestos,
  48. poseían casa y parcelas. El sueño de este grupo social era que sus hijos estudiasen y ganasen
  49. hidalguía para quedar exentos de cargas fiscales y medrar en la vida. Unos lo conseguían y otros,
  50. como el bachiller Sansón Carrasco, volvían al pueblo con estudios, pero sin oficios ni rentas.
  51. Esa posición de intermediarios entre campo y ciudad les daba un dominio real sobre la vida
  52. del pueblo y, al ser los únicos que acumulaban capital, lo invertían en las únicas máquinas
  53. preindustriales: los molinos. Los labradores manchegos acababan de sembrar las colinas de
  54. Campo de Criptana y Consuegra de molinos cuando don Quijote y Sancho, recién salidos de una aldea
  55. profunda, divisaron el manoteo de sus aspas en el horizonte ¿Cómo no iba a deducir el ingenioso
  56. hidalgo que eran gigantes? ¿Cómo no resistirse a alancearlos en lo que sería la primera de
  57. sus empresas bélicas que le harían cobrar fama eterna? Solo restaba picar espuelas y atacar.

Una algarabía juvenil


  1. Los orígenes labradores del Licenciado Vidriera presuponían que el muchacho tenía
  2. la cultura elemental que se podía adquirir en una villa. La que impartían en la escuela local,
  3. si es que la había, algún gramático lego o un clérigo sin parroquia: maestros sin oficio ni
  4. beneficio que ejercían por comida y cobijo. No obstante, los caballeros se lo peguntaron,
  5. a lo que les respondió que “sabía leer y escribir” y las cuatro reglas. Y que
  6. se dirigía a Salamanca “para buscar un amo a quien servir, por solo que le diese estudio”.
  7. Hablaba de una relación contractual no escrita que se denominaba pupilaje, por la que unos
  8. estudiantes ricos mantenían a otros pobres y les pagaban los estudios a cambio de sus servicios.
  9. Estos abarcaban un amplio abanico que iba desde recaderos a alcahuetes de sus amoríos.
  10. Estaríamos a finales de septiembre, en ciernes del otoño, porque el curso empezaba el 18 de octubre,
  11. festividad de San Lucas. En vísperas de la lección inaugural los estudiantes iban
  12. llegando a la ciudad charra para acomodarse en un alojamiento colegial o privado.
  13. Se daba un algarabía juvenil, de voces y mudanzas Y a continuación, los jóvenes nobles le preguntaron
  14. a Tomás por su tierra natal, lo que entonces se denominaba “su patria”, contestando que tanto el
  15. nombre de sus padres como su cuna “se le había olvidado hasta que yo pueda honrarlos a ellos y
  16. a ella”. Este olvido geográfico es muy propio de Cervantes, quien lo inició en El Quijote,
  17. con la archisabida frase: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.
  18. “De qué suerte los piensas honrar”, le preguntó uno de los caballeros. “Con mis
  19. estudios -respondió el muchacho, siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los
  20. hombres se hacen los obispos”. Parece claro que fiaba su ascenso social hasta la honra
  21. en cursar una carrera universitaria, creyendo que se podía mejorar de estatus mediante el
  22. esfuerzo. Hacía bueno el dicho ·El que quiera saber que vaya a Salamanca”.
  23. El matiz está en “así se hacen los obispos”. En aquella sociedad estamental cada súbdito
  24. solía nacer y morir noble, clérigo o villano, pero donde se daba la mayor movilidad social
  25. era en la Iglesia. Ahí están los ejemplos del cardenal Cisneros que, de origen hijodalgo,
  26. llegó a regente de la unión de coronas entre Castilla y Aragón. Y el ejemplo de Fray Luis de Granada,
  27. hijo de panaderos pobres, al que consideramos uno de los mejores oradores y retóricos del siglo XVI.
  28. Este canal de ascenso personal se fue frenando a medida que se aprobaron los estatutos de
  29. limpieza de sangre para obtener un cargo en las instituciones, como sucedió a partir de 1522 en
  30. las universidades de Valladolid y Salamanca, lo que reservó el estudio para los cristianos
  31. viejos. Luego nuestro muchacho labriego no tendría “mancha de converso, judío o moro”.
  32. El caso fue que los caballeros tomaron a Rodaja en pupilaje, le matricularon y le vistieron de negro
  33. con la loba (sotana corta sin mangas), el manteo (capa con cuello) y el bonete (o gorra de cuatro picos,

  34. similar al que porto en estos momentos). Al poco, se mostró tan servicial con sus señores como juicioso en sus estudios,
  35. dejando de ser “criado de sus amos, sino su compañero”. Le aguardaban ocho años de estudio
  36. en Salamanca, haciéndose famoso en la ciudad “por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo
  37. género de gentes era estimado y querido”. Serán sus años estudiantiles que pasan por
  38. estimarse como los más alegres de nuestra vida. El viajero vuelve sobre sus pasos. Entre los
  39. fresnos del río y las encinas de los pastizales discurre una franja verde,
  40. un espacio natural protegido que frecuentan senderistas, familias con niños y ciclistas.
  41. En la época áurea los vecinos no se alejaban tanto. Las posadas, bodegas -y burdeles,
  42. todo hay que decirlo- para estudiantes solo llegaban hasta el puente, como el famoso
  43. Mesón del Estudio. Hoy han sido sustituidas por bares, tiendas de ropa y comercios de barrio,
  44. a donde van a morir las incursiones de los turistas desde su zona de confort en el centro.
  45. Este peaje pagado al desarrollo no resta ni un ápice la mirada poética de Salamanca.
  46. La despierta el atardecer visto desde las riberas del Tormes. Las nubes algodonosas son movidas por un
  47. viento fresco hasta acostarlas en su dormitorio de estrellas. Los ruidos mecánicos se van silenciando
  48. y despiertan los de las criaturas del campo y de la noche. Al declinar el sol, cuyos débiles rayos
  49. apenas entibian, estalla un juego fugaz entre los colores del río reflejados en el cielo:
  50. el rojo cae de lo alto en haces anaranjados; el violeta, escala peldaños etéreos desde el agua.
  51. De pronto, como si uno se adentrara en un viñedo poblado de luciérnagas,
  52. la ciudad enciende sus luces artificiales. Los contornos de los monumentos se dibujan como una
  53. cenefa amarilla sobre negro. El viajero descruza el puente romano ensimismado por este espectáculo
  54. de linterna mágica: una promesa de luces y colores al salir de las sombras. El verraco
  55. le hace un guiño cómplice antes de perderse entre el callejero animado de bohemia y embrujo.

La ciudad universitaria


  1. Amanece sobre la ciudad universitaria de renombre universal. Unos haces de sol amarillo atraviesan
  2. el colador anubarrado del cielo. La luz naciente se desliza por los pináculos de la catedral,
  3. hace parteluz en el esquinazo de la Casa de las Conchas y se enreda en las cresterías caladas
  4. del palacio de Monterrey. Un aura dorada baña la piedra franca de los monumentos
  5. y las calles conforme se desperezan del sueño. El viajero se cruza con una procesión laica.
  6. Son los turistas mañaneros siguiendo a los paraguas de colores que enarbolan sus guías como banderas de batalla.
  7. Los grupos se agolpan en el Patio de las Escuelas y, dando la espalda a la estatua de
  8. un Fray Luis de León al que desconocen, buscan la famosa rana en la fachada del Estudio salmantino.
  9. En la España del Siglo de Oro las universidades más prestigiosas eran las de Salamanca y Alcalá de Henares.
  10. En el caso salmantino, el plan de estudios contemplaba un primer curso en
  11. la Facultad de Artes, donde se combinaban las materias escolásticas con la lógica y el latín.
  12. Sus aprobados recibían el título de bachiller. Como el Sansón Carrasco del Quijote. Los estudios se proseguían
  13. en cuatro Facultades profesionales: dos eclesiásticas (Teología y Cánones) y otras dos seglares (Leyes y Medicina).
  14. Los Colegios Mayores y Menores servían, además de hospederías, para prolongar la enseñanza universitaria.
  15. Las salidas laborales de los licenciados eran la administración y el sacerdocio,
  16. en pleno debate sobre las armas y las letras:
  17. unas en alza por la demanda de burócratas y otras precipitándose hacia un desencanto de milicia.
  18. Nuestros estudiantes cervantinos comenzaron a la vez el curso académico y la carrera que les titularía.
  19. Los libros de matrícula, como si se tratase de la foto tamaño carné que se hace
  20. ahora a los alumnos, describen a unos jóvenes desdentados, calvos, picados de viruelas, etc.,
  21. como correspondía a la esperanza de vida de la época. Los estudiantes juiciosos y
  22. aplicados contrastaban con los donjuanes, pícaros y holgazanes que se burlaban de toda autoridad.
  23. El ambiente en una clase de aquella Universidad de Salamanca ha sido muy bien retratado por
  24. Martín Cervera en su pintura "Lección de teología" (de 1614). La imagen, pintada en las puertas
  25. de un armario barroco, no puede ser más coetánea de El licenciado Vidriera, pues
  26. la novela se había publicado un año antes. Por eso, nos muestra una “instantánea” del quehacer
  27. docente en un día cualquiera del curso académico. El aula es muy parecida a la de Fray Luis de León
  28. que todavía hoy conservamos. En ella, vemos al profesor impartiendo cátedra desde su estrado
  29. a modo de púlpito. Mientras los alumnos son carmelitas de hábito blanco y marrón
  30. y laicos de loba negra. Algunos lucen la cruz de la Orden de San Juan o de Malta para hacer pública
  31. su condición de pertenecer a la nobleza generosa. Están sentados en bancos corridos y en un escaño
  32. junto a la pared curva que rodea al maestro. Escuchan la lección, toman apuntes mojando
  33. su pluma en el tintero y parlotean, por lo que son reprendidos por el llamado alguacil del silencio.
  34. Si nos fijamos en sus actitudes, no difieren mucho de una clase actual, aunque ésta se dé en un
  35. edificio inteligente y se usen nuevas tecnologías. Unos se muestran aplicados. Otros comentan por lo
  36. bajo con el de al lado. Otros, distraídos, vuelven la cabeza hacia los compañeros de atrás. Y hasta
  37. hay uno que está dormido en la última fila. La condición estudiantil, como la humana,
  38. no ha cambiado tanto como se pudiera suponer. Las obligaciones de los caballeros estudiantes
  39. y de su pupilo Rodaja consistían en ir a clase, escuchar las lecciones de sus profesores y tomar
  40. apuntes. Los alumnos del siglo XVII “hacían novillos”, como se dice coloquialmente cuando
  41. nos referimos al absentismo del aula, pero debían cubrir un mínimo de lecciones, porque el aprobado
  42. se obtenía por asistencia y no mediante exámenes. Aunque la imprenta ya estaba extendida por la
  43. geografía ibérica desde hacía un siglo largo, los manuales de los catedráticos
  44. podían comprarse en formato de libro, aunque lo más barato era estudiar con los apuntes
  45. que uno mismo había tomado o adquirirlos a bajo precio a un copista profesional.
  46. La impronta de la Universidad de Salamanca en la historia de la cultura gozaba de un prestigio en
  47. la España áurea que está apagando el desprecio actual de las humanidades.

"Lo que natura non da, Salamanca non presta"


  1. ¿Cuáles fueron las condiciones de vida que tuvo Tomás Rodaja sirviendo a sus amos? 

  2. La literatura de la época se hace eco del pupilaje. Recordemos que la madre de Lázaro de Tormes servía comida a
  3. este tipo de estudiantes. Y que Cisneros, cuando de joven aún no soñaba con llegar a cardenal,
  4. era “bachiller de pupilos”, es decir, encargado del hospedaje de algunos de sus condiscípulos.
  5. El lexicógrafo Sebastián de Covarrubias, que había estudiado en Salamanca, en su obra Tesoro de la lengua
  6. castellana (publicada en el año 1611), define a los pupilos como criados a las órdenes de un bachiller: “que les
  7. da lo que han menester para su sustento y gobierno por un tanto, y a esta casa llaman de pupilaje”.
  8. La propia Universidad de Salamanca regulaba esta modalidad de hospedaje, disponiendo el
  9. cuidado que debía tener el pupilero en aspectos como los estudios, la alimentación y la buena
  10. moral de sus pupilos. Pero los propios Libros de Visitas de Pupilajes de la Universidad son
  11. pródigos en incumplimientos: escasa y mala comida, suciedad en las casas y en la higiene personal,
  12. frío por ausencia de braseros, oscuridad por falta de velas, quebranto de la buena moral y
  13. toda suerte de estrecheces en el día a día. Luego en la literatura del Siglo de Oro se
  14. asocia el pupilaje a las privaciones, sobre todo al hambre que pasaban unos estudiantes
  15. que sorbían sopas de caldo aguado, por lo que se les motejaba de sopistas.
  16. Las estrecheces materiales de Tomás no fueron óbice para que tras ocho años de estudios
  17. "se hiciera tan famoso en la universidad por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo
  18. género de gentes era admirado y querido”. Una vez que superó el curso común de Artes,
  19. se especializó en Leyes, aunque su querencia se inclinaba hacia las “letras humanas”, esto es,
  20. el estudio del latín, el griego y la gramática, que constituían la base de cualquier humanista
  21. que se preciase. En esta vocación clásica coincidía con las enseñanzas que recibió el
  22. propio Cervantes en el madrileño Estudio de la Villa de López de Hoyos. Y sucedió
  23. que en todas las asignaturas Tomás “tenía una feliz memoria que era cosa de espanto”.
  24. De manera que, nuestro recién licenciado hizo bueno el lema popular en latín macarrónico:
  25. “Lo que natura non da, Salamanca non presta”. La cualidad de la inteligencia es innata,
  26. y sólo se desarrolla si se cultiva mediante el esfuerzo, pero no la puede transferir
  27. ni la más prestigiosa de las universidades. Por eso, cuando se suprimieron los exámenes
  28. y los cursos se ganaban con certificados de asistencia, el catedrático Pedro de Valencia,
  29. que era el cronista oficial de Felipe III, temió que: “el estudiante, cumpliendo sus cursos,
  30. aunque sea un leño lo han de graduar”. La vida estudiantil, entonces como ahora,
  31. estaba llena de diversiones, retos y desmadres. Las fiestas eran numerosas, desde las cotidianas
  32. en el garito, la taberna y el burdel, hasta las oficiales que marcaba en rojo el calendario
  33. académico. Entre ellas destacaban las fiestas de grados con motivo de graduaciones y doctorados,
  34. cuando se pintaban vítores en las paredes y se daban serenatas a los amigos, cuando se
  35. salía por la puerta grande o se salía por la de carros. De hecho, para salvaguardar la buena moral,
  36. en vísperas de las procesiones de Semana Santa y el rigorismo de la cuaresma,
  37. se obligaba a las prostitutas a residir en la otra orilla del Tormes.
  38. Las peleas por un roce sin importancia eran el pan nuestro de cada día. Esta lacra,
  39. pues a veces corría la sangre, venía de antiguo. El propio Alfonso X el Sabio,
  40. al instituir el Estudio General, prohibió -sin éxito, por cierto- que se permitiera armar a los “estudiantes
  41. peleadores”. Sin embargo, los duelos se siguieron dando por honor, alborotos y
  42. rivalidades entre naciones, como se llamaba a los alumnos agrupados según su procedencia geográfica.
  43. También se exacerbaban ante la provisión de las cátedras, y eso que, entonces como ahora,
  44. el sueldo del titular era modesto y el cargo sólo daba algo de prestigio.
  45. El viajero compara las diversiones de entonces y de ahora y concluye que el repertorio festivo
  46. de los estudiantes se ha multiplicado "ad infinitum". No dan abasto. El botellón es
  47. preceptivo los fines de semana, incluido el periodo de confinamiento durante la pandemia,
  48. y se han puesto de moda los llamados“adelantos”. Es decir, cualquier excusa es buena para adelantar
  49. las francachelas: ya sean los días de los patronos de las Facultades, ya la Nochevieja universitaria,
  50. que se celebra en la Plaza Mayor el penúltimo jueves lectivo de diciembre.
  51. El caso es que el viajero, parado en la velada de la Plaza Mayor, observa a la tuna rondando a
  52. unos turistas en la terraza del café Novelty. La imagen de unos cantantes talludos,
  53. las cintas de sus capas, la pandereta, la bandurria y hasta Rosita la del clavel,
  54. forman una estampa más propia del Barroco que del siglo XXI. La indumentaria de los tunos
  55. (capa negra, jubón y beca con el color facultativo) nos traslada a la época del
  56. Licenciado Vidriera y a las serenatas rondando a una chica. Una estética pintoresca que contrasta
  57. con las ropas desgalichadas y los pelos teñidos de los estudiantes entregados
  58. a las libaciones y al reguetón. “Lo que natura non da, Salamanca non presta”.


De vuelta a la patria de origen


  1. El cielo de Salamanca en junio está despejado. Las nubes pasajeras, algodones de azúcar en la feria
  2. del viento, son pinceladas blancas sobre un lienzo azul. Los vecinos aligeran sus ropas y sus pasos
  3. a medida que crecen las horas de sol. El casco antiguo está animado por un gentío dicharachero.
  4. Mientras, en el aula magna, se imparte la lección de clausura y, tras el rito solemne,
  5. el coro entona el canto goliardo Gaudeamus igitur (“¡Alegrémonos pues!”). Y los alumnos
  6. ya lo creo que se alegran. Menudean por doquier las fiestas de fin de curso. Son los fuegos de
  7. artificio previos a los abrazos de despedida y las promesas ilusorias.
  8. Los estudiantes alzan el vuelo hacia lugares más cálidos.
  9. Esa misma melancolía invadió a los caballeros estudiantes y a su pupilo Tomás cuando acabaron
  10. sus estudios. Unos a los veintitantos años y el otro, Tomás, asomándose a la década. Atrás quedaba su alma
  11. mater juvenil. Adelante, el porvenir adulto en su patria de origen. Que no era otra que Málaga,
  12. “una de las mejores ciudades de Andalucía”, a la que marcharon a lomos de caballería los amos y
  13. a pie los criados, pero en grupo para protegerse de los peligros que acechan en las encrucijadas.
  14. Los gentilhombres viajeros solían ponerse un rico traje, aderezado con sombrero de
  15. plumas y calzas de colores, llevando a la vista la espada y la daga como atributo
  16. noble y disuasorio para los bandidos. Pero también se rodeaban de toda una serie de
  17. complementos para combatir las inclemencias del tiempo, como capotes y botas en invierno
  18. y sombrillas en verano, así como antifaces y pañuelos para no tragar el polvo del camino.
  19. El gasto suntuario en esta ropa de tránsito fue muy criticado por los moralistas,
  20. que pedían a los gobernantes que promulgaran leyes antilujo.
  21. Al cruzar el puente romano que vadea el Tormes emprendieron el descenso hacia su tierra andaluza.
  22. El mapa del Repertorio de todos los caminos de España de Juan Villuga (publicado 1546) nos muestra las
  23. dos rutas que pudieron tomar.

    La más probable seguía el itinerario de la Vía de la Plata,
  24. la antigua calzada romana que enlazaba Salamanca con Sevilla a través de tierras extremeñas,
  25. desde donde podían desviarse a Osuna, Antequera y Málaga. El otro trayecto, orientado hacia el este,
  26. permitía hacer etapas más cortas entre ciudades como Ávila -incluyendo la opción de desvío hacia
  27. la Villa y Corte para trámites oficiales-, Toledo, Ciudad Real, Córdoba o Jaén y la meta malacitana.
  28. El caso fue que, revestidos con ropa de muda tras unas fatigosas jornadas de viaje,
  29. enharinados por la polvareda levantada por el trote de los caballos, volvieron a su Málaga natal.
  30. La capital del valle del Guadalhorce, rodeada de montañas protectoras, gozaba
  31. de cierta prosperidad en el Siglo de Oro gracias al puerto, cuyas obras del nuevo dique acababa de
  32. ordenar Felipe II. Sin embargo, a comienzos del siglo XVII estaba sufriendo una etapa inestable,
  33. a causa de las razias de los berberiscos, las inundaciones fluviales, las malas cosechas y las
  34. epidemias que se repetían cada poco. De ahí que la catedral todavía estuviese a medio construir y que
  35. los necesitados se apiñaran en los arrabales extramuros de La Trinidad y Los Capuchinos.
  36. En la panorámica del Civitates Orbis Terrarum (de 1572) podemos ver una actividad portuaria
  37. frenética a través de las galeras que zarpan y arriban de continuo. La ciudad se extiende pegada
  38. a la costa desde la alcazaba hasta la falda del monte, y desde ahí, a la playa donde faenan los pescadores.
  39. A través de fuentes mercantiles, como son el London Port Book y los registros de Livorno, sabemos que
  40. se exportaban productos locales (pasas, almendras, alcaparras, pescado y vasijas vidriadas) y alguno
  41. venido de países islámicos (como cueros norteafricanos y sedas turcas). Las plazas de destino de los
  42. fletes eran Flandes, Inglaterra, Francia e Italia. El viajero deambula hoy por una ciudad dinámica,
  43. donde conviven las actividades profesionales con el turismo de sol y playa. La marina mercante
  44. ha dejado su sitio a los cruceros que atracan en el muelle y los viajantes de comercio a los pasajeros
  45. que llegan en vuelos al aeropuerto Costa del Sol. Y, sin embargo, no todo son paseos con palmeras
  46. y algarabía de terrazas, sino que se ha urdido un tejido cultural a base de museos sucursales
  47. de casas madres prestigiosas, un reconocido festival de cine y una joven universidad.
  48. Por eso, el viajero prefiere ver esa luz radiante flotando entre el cielo y el mar, que enverdece
  49. los jardines de azahares y biznagas de jazmines, que ilumina el litoral bañado por la espuma blanca
  50. de las olas. Entonces sabe que está en la “ciudad del Paraíso” que cantara Vicente Aleixandre.

Una recluta sobre la marcha


  1. Al bueno del Licenciado Vidriera no le cautivaron los trajines comerciales de Málaga. Le tiraban más
  2. los estudios en esa Salamanca, “que hechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la
  3. apacibilidad de su vivienda han gustado”. De manera que pidió licencia a sus amos,
  4. los cuales, agradecidos por sus servicios y liberales de carácter,
  5. se la concedieron junto a unos dineros para mantenerse tres años.
  6. Ahora bien, el azar es caprichoso y, nada más emprender el camino de vuelta, al bajar la cuesta
  7. de la Zambra que enlaza con Antequera, se cruzó con un jinete gentilhombre y con sus criados.
  8. Ignoraba que ese encuentro cambiaría el rumbo de sus pasos hacia latitudes latinas entrando en filas.
  9. El caballero de aspecto bizarro y trato cortés era el capitán de infantería don Diego de Valdivia,
  10. cuyo alférez estaba reclutando una compañía por tierras salmantinas. Este oficial alabó a
  11. Tomás “la vida libre del soldado y la liberalidad de Italia” y le invitó a gozarla sin pensarlo mucho.
  12. La verdad era que en esos lares italianos se daba la llamada pax hispánica, esto es,
  13. una calma sólo interrumpida por la defensa de la costa frente a las incursiones desde
  14. unas guarniciones llamadas “presidios”. El capitán de la novela sólo habló a nuestro
  15. graduado de la cara buena de la moneda, del dolce far niente en el bello país, pero le ocultó la cruz
  16. de la vida militar. El señuelo hizo su efecto y, calculando que sería un breve paréntesis antes
  17. del retornar a Salamanca, Rodaja manifestó “que sería bueno ver Italia y Flandes, y
  18. otras diversas tierras y países, pues las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos”.
  19. En esa época, el prestigio de las armas estaba declinando ante el de las letras,
  20. entendiendo por éstas el derecho y no la literatura. En pleno apogeo del Imperio
  21. hispánico de los Habsburgo, bajo los reinados de Carlos V y Felipe II, la administración militar
  22. funcionó como un reloj bien engrasado. Una burocracia eficaz nutría de soldados
  23. y abastos el teatro de operaciones europeo y los espacios que se iban abriendo en el Nuevo Mundo.
  24. En ese tiempo de bonanza económica y éxitos políticos el reclutamiento se basó en la
  25. incorporación de voluntarios. De ahí que, junto a los soldados que hacían de la milicia una
  26. profesión duradera, hubiese también soldados pasajeros, enrolados para campañas singulares
  27. en Italia, en Flandes, en Francia y en África, después de las cuales recobraban su condición civil.
  28. Sin embargo, la merma demográfica y el aumento del gasto militar para frentes cada vez más
  29. numerosos y dispersos, condujeron al cambio de método de recluta en 1586.
  30. El Consejo de Guerra puso el acento en la figura de los comisarios, la selección de
  31. buenos capitanes y la disciplina de la soldadesca, pues solían colarse “gentes de mala vida” que
  32. camuflaban sus fechorías bajo el fuero castrense. El método para entrar en caja era sencillo. Un
  33. capitán izaba una bandera como esta en la taberna de la cabeza de distrito,
  34. mientras sus oficiales recorrían la comarca en busca de reclutas y, una vez alistados los
  35. suficientes, marchaban a los embarcaderos hacia sus destinos. Durante el traslado,
  36. los pueblos estaban obligados “por costumbre antigua”, a dar alojamiento y comida gratis
  37. a los soldados por un día, lo que generaba los inevitables roces entre la tropa y los vecinos.
  38. Los capitanes seguían reclutando algún candidato desprevenido por el camino.
  39. Tal fue el caso de Tomás Rodaja, que, engatusado por las promesas placenteras
  40. que le pintó don Diego de Valdivia, se ofreció voluntario a marchar a las campañas de Italia.
  41. De forma que llegaron a Antequera, donde fueron engrosando los reclutas hasta formar una compañía,
  42. para luego dirigirse al punto de embarque que era Cartagena.
  43. A esas alturas, Tomás empezó a tomar conciencia de los aspectos desagradables de la milicia:
  44. del autoritarismo de los mandos a las quejas de los pueblos por alojar a unas tropas entre
  45. las que siempre había tipos indeseables. Enseguida se tuvo que poner las galas del
  46. soldado. Unas prendas vistosas y coloridas que resultaban eficaces para reclutar quintos
  47. y enamorar a las muchachas (como este sombrero). De manera que el licenciado cambió sus hábitos negros
  48. de estudiante por el vestido de “papagayo” (por el color de las plumas). Desde los Reyes Católicos el traje militar
  49. se fue engalanando. En principio, honraba el ejercicio de las armas frente a la sobriedad
  50. del vestuario de las letras. Los altos mandos del ejército pronto se percataron de que,
  51. junto al sonido del tambor y la caja y el desfile, atraía a los hombres para enrolarse
  52. en el ejército. Esa era la apostura del soldado, que también seducía a las jóvenes en el juego amoroso.
  53. Tras estos atuendos de parada para desfilar en tiempos de paz el soldado se ponía el traje
  54. ordinario, junto a algún camuflaje, para enfrentarse a los rigores de la batalla.
  55. Al cabo de una campaña y más de una guerra, la ropa militar sufría tal desgaste que,
  56. de vuelta a España, licenciados y retirados vestían casi harapientos. Muchos de ellos,
  57. envejecidos o lisiados, malvivían de la caridad en los bajos fondos urbanos.
  58. El teatro del Siglo de Oro jugará con estos dos arquetipos de soldados en sus comedias de
  59. capa y espada: el Don Juan que viste como un pincel para requebrar a las damas y el mísero
  60. que apenas cubre sus carnes con ropas viejas. Llegada a Cartagena, la compañía de don Diego
  61. de Valdivia, de la que formaba parte Tomás, se embarcó en cuatro galeras con rumbo a Nápoles.
  62. Trazaban así el primer lado del triángulo en el que basaba su geoestrategia el ejército español,
  63. cuyos vértices eran España, Italia y Flandes. Dentro de ese polígono quedaba contenido
  64. el territorio del enemigo francés. El licenciado llevaba por equipaje,
  65. además de la espada, un par de obras en los bolsillos: unas Horas de Nuestra Señora para
  66. la meditación espiritual y un libro de poemas de Garcilaso para el deleite poético. En el fuero
  67. interno de Tomás nunca dejó de crecer el afán de cultura que avivaba su agudeza de ingenio.
  68. El viajero comprueba la pervivencia de la vocación militar en Cartagena. El arsenal, la base naval,
  69. la oficina de reclutamiento, los museos de historia con el submarino de Isaac Peral como joya
  70. y, sobre todo, los buques de la Armada anclados en la dársena, imprimen un carácter castrense
  71. a la urbe púnica. Los oficiales y los marineros, a diferencia de los “papagayos” del pasado,
  72. visten de blanco y azul reglamentarios según la solemnidad de los actos. Los cruceros que arriban,
  73. los barcos de vela y yares que zarpan del puerto deportivo, refuerzan la
  74. imagen de ciudad marinera del Mediterráneo eterno. "Sopla el poniente rizando las aguas azul turquesa.
  75. Una goleta de blancas velas singla evanescente el Gran Mar.

"La vida en la galera, déla Dios a quien la quiera"


  1. "La vida en la galera, déla Dios a quien la quiera"

  2. La alabanza a Cartagena no es exagerada, porque desde el reinado de Carlos I, además de puerto
  3. comercial, se convirtió en la base militar de la política mediterránea con dos objetivos: rechazar
  4. los ataques de turcos y moriscos, y garantizar la ruta marítima hacia Italia. Luego era el punto
  5. de partida para que las tropas, una vez reclutadas en la Península, enlazaran en Milán con el llamado
  6. Camino Español: el cordón umbilical que comunicaba con Flandes para sustentar a los tercios.
  7. Los reclutas de Valdivia llegaron a la ciudad en verano, porque, como decía el gran almirante
  8. genovés Andrea Doria: “En el Mediterráneo sólo hay tres puertos seguros: Cartagena, junio y julio”.
  9. El viajero contempla el mapa del puerto que el cartógrafo Pedro Texeira trazó en el Atlas del
  10. Rey Planeta (en 1634) dedicado a Felipe IV. Reconoce lugares que ha visto porque su recorrido por
  11. la ciudad y su bahía: el fuerte de Navidad, la batería de Santa Ana, el golfo de Almendarache,
  12. la isla y puerto de Escombreras…coinciden con los del mapa. Y cuando tiende la vista desde
  13. los tinglados y las grúas hacia el mar no le cuesta imaginar a las galeras cervantinas.
  14. Un convoy de cuatro barcos, donde ondean banderas, suenan clarines y trompetas, largan amarras,
  15. chapotean los remos de la chusma y dejan una estela blanca sobrevolada por las gaviotas.
  16. Embarcada en ellas la compañía de don Diego de Valdivia, de la que formaba parte nuestro
  17. licenciado, sus soldados soñaban con la buena vida que les aguardaba en Italia. De resultas,
  18. el viajero actual pasa a escribir en su cuaderno de bitácora algunas
  19. notas sobre galeras, vinos y mujeres. Esas “marítimas casas” eran el barco
  20. idóneo para navegar por un mar doméstico como el Mediterráneo. Cervantes las conoció
  21. en primera persona cuando se alistó en 1571 en el tercio Miguel de Moncada bajo el mando de
  22. Diego de Urbina. A bordo de la galera La Marquesa,

    combatió heroicamente en la batalla de Lepanto, de la que,
  23. a pesar de resultar herido en su mano izquierda, guardó toda su vida un recuerdo épico: “la más
  24. alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.
  25. En el Museo Marítimo de Barcelona el viajero ha visto a tamaño real la galera que capitaneó don
  26. Juan de Austria en la empresa de la Liga Santa contra el Gran Turco. Y en el Museo
  27. Naval de Madrid, además de una preciosa maqueta sobre esta nave, llamada La Real,
  28. ha admirado cuadros de batallas navales, coloridas ilustraciones en mapas y los minuciosos
  29. dibujos de Rafael Monleón sobre las galeras. También ha leído en la segunda parte del Quijote
  30. las peripecias del caballero y su escudero en la playa de Barcino, como se llamaba entonces a Barcelona,
  31. y a bordo de una de esas galeras. De entrada, ambos eran naturales de tierra adentro,
  32. por lo que quedaron boquiabiertos cuando: “vieron el mar, hasta entonces de ellos no visto;
  33. y parecióles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera que en la Mancha están”.
  34. La impresión debió ser similar a la que tuvo Tomás Rueda al llegar a Málaga acompañando a sus amos.
  35. El viajero dispone, pues, de imágenes y textos para hacerse una idea fidedigna sobre las galeras.
  36. Y la remata mediante este refrán popular: “La vida en la galera, déla Dios a quien la quiera”,
  37. con el que inicia Antonio de Guevara, que fue consejero de Carlos V, su obra Arte de marear (de 1539).
  38. En este libro describe las fatigas del barco (parásitos, estrecheces, trabajos forzados, hambrunas, etc.)
  39. y las amenazas de la mar (como tormentas, corsarios, etc.),
  40. y concluye tajante que: “la mar es muy deleitosa de mirar, pero muy peligrosa de pasear”.
  41. Las galeras de Cartagena aproaron hacia Italia ceñidas a un litoral que les guiaba y les protegía.
  42. Lo que no podía predecir el cabotaje eran las borrascas que azotaron a las galeras
  43. en las que viajaban los tercios, primero hacia Nápoles y luego hasta Génova.

    Y bien que les
  44. atormentaron en el golfo de León y a la vista de la isla de Córcega, cerca de Francia, obligándoles a refugiarse
  45. en el puerto francés de Tolón, y dejándoles “trasnochados, mojados y con ojeras”.
  46. Sólo cuando divisaron La Linterna, que es el nombre del faro medieval de Génova, les guió hasta puerto seguro,
  47. y sintieron el alivio de hallar en ese ojo de luz la mejor de las brújulas. Al cabo, echaron
  48. amarras frente al Palacio de San Jorge, sede del primer banco europeo, y se adentraron en la ciudad
  49. por la calle San Lorenzo en busca de albergue y banquete que reparasen las penurias pasadas.
  50. Al primer vistazo de Tomás, la ciudad le pareció muy hermosa, de calles estrechas, palacios nobles
  51. y casas muy altas, porque, al hallarse encajonada entre montes, había poco espacio para la
  52. construcción. De forma que las cuestas escalaban desde el muelle hasta las villas encaramadas
  53. en los altozanos. Por eso, nuestro licenciado no tuvo ningún reparo en cantar la belleza de Génova:
  54. “Que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas, como si fuesen diamantes en oro”.

La buena vida con mujeres, vino y sueldo



  1. Arribaron a Génova todavía con el miedo en el cuerpo. Amarraron la galera al abrigo de una
  2. dársena resguardada del puerto. El capitán, nada más bajar a tierra, siguió el rito marinero por
  3. haber llegado sanos y salvos. Condujo a todos sus camaradas a una iglesia y a una taberna:
  4. para dar gracias a Dios y para celebrar la vida. En la hostería se dieron a comer y a beber sin
  5. tasa ni medida. Estaban en la patria de la foccaccia (pan con sal, hierbas
  6. y aceite) y de la salsa pesto, y regaron estos manjares con vinos de la región.
  7. Entre trago y bocado andaban, cuando el huésped intercambió con los españoles
  8. la relación de los mejores vinos italianos, griegos y españoles. Trazaron para nosotros
  9. la cartografía mediterránea de lo que hoy llamaríamos vinos con denominación de origen.
  10. Las cualidades de los italianos eran la suavidad del Treviano (de Trebia), a orillas del río Po;
  11. el valor del Montefrascón, de Montefiascone, en la provincia de Viterbo; la fuerza del Asperino,
  12. de la isla de Capri; la grandeza del de las Cinco Viñas, de Génova; la dulzura de la Granacha, de San Luchito;
  13. la rusticidad del Céntola, de Nápoles y la mala calidad del Romanesco, de Roma.
  14. Por su parte, entre los griegos destacaban dos vinos: el Candía, de Creta, elaborado con uvas de malvasía y
  15. distribuido por los venecianos, y el Soma, que se cultivaba tanto en viñas griegas como de regio Calabria.
  16. Cervantes probó todos estos vinos, tanto en Roma, donde fue ayuda de cámara del cardenal
  17. Acquaviva, como en los sucesivos destinos castrenses de la península y las islas.
  18. En cuanto a los españoles, se enumeraron, “como ni pintados en mapa”, los de Madrigal (en Guadalajara);
  19. Coca (en Segovia); Alaejos (en Salamanca); Valdepeñas (en Ciudad Real); Alanís, Cazalla y Guadalcanal
  20. (en Sevilla), Membrilla (de La Mancha), Rivadabia (de Galicia) y el blanco llamado Descargamaría (de Extremadura).
  21. Cervantes no se olvidó del de Esquivias, que conocía bien, porque allí contrajo matrimonio
  22. con la joven Catalina Salazar, recibiendo como dote de la esposa unas modestas viñas. Sin embargo,
  23. por entonces, La Mancha no era ese mar de cepas que vemos ahora, sino que su cultivo se extendió
  24. tras la filoxera del siglo XIX, y solo recientemente se han elaborado caldos de reserva. Tantos vinos fueron
  25. alabados en la taberna que atiborrarían las bodegas del mismísimo “dios de la risa: el dios Baco”.
  26. Ante tal variedad vitícola es lógico que Cervantes se olvidara de alguna “marca”.
  27. Quedaron fuera del listado del Licenciado Vidriera caldos muy apreciados hoy día, como el Jerez,
  28. el Pedro Ximénez de Montilla y Málaga y el blanco oloroso de San Martín de Valdeiglesias.
  29. Del mismo modo que actualmente, el libro del vino español destaca otras muchas denominaciones,
  30. así como la mejora en la calidad de algunas de las nombradas en la novela.
  31. En ella faltan dos de las más prestigiosas, la del Rioja y la del Ribera de Duero,
  32. porque, si bien sus viñas fueron plantadas por monasterios medievales,
  33. no se envejecieron hasta siglos más tarde, y hoy se han puesto de moda.
  34. Las tabernas tenían una rama como marca gremial o logotipo que diríamos hoy,
  35. y alguna de ellas también eran burdeles, por lo que a las prostitutas se les llamaba rameras, por la rama.
  36. Por su parte, los taberneros arrastraban mala fama por aguar el vino,
  37. no para rebajar su graduación alcohólica como hacían los griegos antiguos, sino para
  38. falsificarlo y obtener ganancias de su sisa. El vino en El Quijote nos muestra las dos
  39. caras de su consumo: el cortesano de las novelas de caballería y de los duques,
  40. y el popular de las bodas de Camacho y de los rústicos que empinaban la bota. Sin embargo, ya fuesen bodegones
  41. de licor caro o de baratillo, el vino fue cantado por los escritores de la España del Siglo de Oro.
  42. En cuanto a las mujeres genovesas de vida honesta, los viajeros españoles del
  43. Renacimiento y del Barroco coinciden en admirar su belleza y su libertad. En el año 1519, don Fadrique
  44. Enríquez de Ribera, a la sazón Marqués de Tarifa, pasó por la ciudad tras peregrinar a Jerusalén.
  45. Y, como buen sevillano acostumbrado a ver esposas tapadas y siempre en compañía, se asombró de
  46. que las genovesas hablaban con otros hombres, aunque sus maridos las estuviesen viendo; andaban por las calles
  47. hasta las dos de la madrugada; y montaban en mula solas! Un siglo después, a Tomás Rueda le deslumbran
  48. “los rubios cabellos de las genovesas y la gallarda disposición de los hombres”,
  49. encarnando un canon erótico femenino opuesto al pelo moreno y los ojos negros
  50. de las españolas y de las italianas del sur. En el plano político, la república de Génova
  51. había pasado de ser una potencia marítima en el Medioevo, gracias a sus sucursales en Palestina y
  52. el Mar Negro, a un emporio financiero basado en el préstamo durante el Quattrocento. En particular,
  53. los banqueros genoveses se habían asentado en Sevilla, adonde llegaban los metales
  54. preciosos de la Carrera de Indias, sobre los que hacían adelantos a una monarquía necesitada de dinero,
  55. como era la Monarquía Hispánica. Esto les hizo labrarse mala fama en la literatura del Siglo de Oro
  56. al practicar la evasión de capitales. El pasajero del ferry que revive las
  57. andanzas de Tomás Rueda entra en la bocana del puerto más activo de Italia. Da una vuelta por
  58. el duomo donde se citan los jóvenes. Observa a los turistas haciendo selfis junto a los
  59. leones que adornan la escalinata de la catedral. Durante su paseggiata por la Vía Garibaldi
  60. se mezcla con el paisanaje. Un día se desplaza hasta el pueblo pesquero de Boccadasse para
  61. admirar sus casas de colores. Y otro a Portofino donde el atardecer dora los barcos de recreo.

Las maravillas de Florencia


  1. En unos días fueron desembarcando en Génova las compañías restantes. Una vez agrupadas,
  2. se dispusieron a ir por tierra hasta el Piamonte, desde donde enfilarían el camino de ronda español hacia Flandes.
  3. La guerra, en vez de amainar, se había recrudecido tras la muerte de Fepile II.
  4. En ese momento, pudieron más las letras que las armas en el ánimo de Tomás,
  5. que le pidió licencia a su capitán para bajar hasta Roma y Nápoles. Más tarde,  subiría hacia Milán
  6. para reengancharse en el tercio. El argumento era de peso en un licenciado: el “viaje a Italia”.
  7. Culminaba la educación de un humanista del Renacimiento hacer este recorrido por la península itálica.
  8. De ahí que don Diego de Valdivia le liberara temporalmente de sus ataduras castrenses.
  9. Nuestro personaje se plantó en la ciudad de la flor de lis en cinco jornadas de buen andar.
  10. Esta imagen de Florencia lo atestigua.

  11. Hizo un alto en Lucca, donde, tras atravesar sus sólidas murallas, rezó en la majestuosa
  12. iglesia de San Miguel en el Foro

    , admiró la Plaza del Anfiteatro romano y comió en
  13. una hostería a la sombra de la Torre Guinigi

    . La pluma de Cervantes expresó con estas palabras
  14. la buena impresión de Florencia: “Contentole Florencia en extremo, así por su agradable
  15. asiento, como por su limpieza, suntuosos edificios, fresco río y apacibles calles”.
  16. Una impresión que estaba en consonancia con la teoría estética del Renacimiento
  17. La primera cualidad, su agradable emplazamiento, hacía de Florencia un "locus amoenus" (un lugar ameno)
  18. rodeado de verdes colinas y un cielo azul jaspeado de nubes. En ese lienzo colorido los siglos han
  19. ido labrando un encaje refinado de palacios, iglesias y mercados. Desde la cúpula de Santa
  20. María dei Fiori,

    al campanile del Giotto

    o el mirador de Miguel Ángel puede admirarse esta
  21. joya de orfebrería con incrustaciones de piedras preciosas: las puertas de bronce del Baptisterio,

  22. la fachada dorada del Palacio de la Señoría, los ojos plateados del Ponte Vecchio,
  23. el mármol verde y blanco de Santa María Novella

    y la estrella azul en el frontón de la Santa Croce.
  24. La segunda característica que destaca Tomás es la limpieza. En esto coincide con Stendhal,
  25. que acuñó el famoso síndrome que lleva su nombre (el verte desbordado por la belleza), consistente en esa
  26. emoción que experimenta el forastero cuando contempla por primera vez el exceso de belleza de la ciudad de las artes.
  27. El licenciado visitó los lugares más notables de Florencia. Nuestro Tomás, acompañado o no,
  28. recorrería el triángulo de oro de la época de Cosme el Viejo: Palacio Médici en la Vía Larga,
  29. que alberga el precioso fresco La cabalgata de los Reyes Magos de Benozzo Gozzolli,
  30. la iglesia de San Lorenzo con el panteón familiar y el convento de San Marco donde Fra Angélico
  31. alegró las celdas con sus pinturas de paisajes y santos. Daría más de una vuelta por el corazón urbano del
  32. Duomo, que concita el bullicio de vecinos y visitantes: la catedral con la espectacular
  33. cúpula de Brunelleschi, el campanario del Giotto y el baptisterio de San Juan,
  34. donde se celebran procesiones, fuegos de artificio y juegos de abanderados durante su festividad.
  35. Haría una parada obligada en la Plaza de la Signoría, con su Palacio Vecchio de sólida torre,
  36. su imponente David de Miguel Ángel y su Logia dei Lanzi con el Perseo de Benvenuto Cellini.
  37. Y visitaría en el barrio de Oltrarno, al otro lado del río, la basílica del Santo Spirito, la fachada almohadillada
  38. del Palacio Pitti y sus jardines Bóboli. Ahora bien, la Florencia de comienzos del
  39. siglo XVII no había crecido al ritmo de otras grandes ciudades del país, pues apenas tenía
  40. 75.000 habitantes, aunque sabía mantener vivo su pasado grandioso. En ello tuvo mucho que ver la labor
  41. del duque Fernando I, fallecido unos años atrás, que contribuyó a la prosperidad toscana mandando
  42. drenar las marismas de la región, construir una red de carreteras, cultivar la morera
  43. y los gusanos de seda e incentivar el comercio marítimo a través del puerto de Livorno.
  44. Le sucedió Cosme II en el año 1609, casado con María de Austria, los cuales estaban gobernando cuando el
  45. licenciado Vidriera pasó por la ciudad. El nuevo duque poseía una educación refinada en ciencias y en letras,
  46. lo mismo confeccionaba mapas que danzaba, y, además de toscano, hablaba alemán y español.
  47. De modo que en un hipotético encuentro con Tomás se habrían entendido a las mil maravillas. Este
  48. bagaje cultural le llevó a proteger a su antiguo tutor, Galileo Galilei, que en agradecimiento le
  49. dedicó la obra Sidereus Nuncius y bautizó como estrellas de los Médicis a los cuatro satélites de Júpiter
  50. que había descubierto con su propio telescopio. El tiempo vuela y Tomás encamina sus pasos
  51. en dirección a Roma. Se despide de la ciudad del lirio morado recitando los versos de Dante en el Paraíso:
  52. “Ahora, como a los golpes de los rayos, se desnuda la tierra de la nieve”.
  53. El viajero le va a la zaga y sale de una Florencia ensabanada de blanco por la puerta de Prato.

Roma: la gran belleza


  1. Nada más bajar del tren en la estación de Termini,
  2. a la vista de la fauna variopinta que pulula por el entorno, el viajero se da cuenta de
  3. que Roma no es eterna porque la hayan bautizado así los teólogos cristianos.
  4. La ciudad es eterna porque sabemos que todos los caminos conducen a ella: santa y pecadora.
  5. Una meta virtuosa y pecadora latiendo entre piedras vivas. Una metáfora de nuestra peregrinación por el mundo.
  6. En El licenciado Vidriera, Cervantes recuerda su paso por Roma, adonde llegó en diciembre de 1569,
  7. con veintidós años recién cumplidos, huyendo de una orden de busca y captura dada por los Alcaldes
  8. de la Casa y Corte de Madrid. Había herido en duelo singular a un tal Antonio de Sigura,
  9. del que no sabemos a ciencia cierta si era un paseante de Las Losas del Alcázar o un
  10. maestro de obra, pero sí sabíamos que tenía amigos influyentes en los círculos del poder.
  11. Una vez en la Ciudad Eterna, el joven Miguel entró como camarero al servicio del cardenal
  12. Giulio Acquaviva, cuyo nombre del oficio no sólo implicaba verterle vino en jarras
  13. de cristal de Venecia, sino ayudarle en la “cámara” o dormitorio a vestirse y asearse
  14. junto a otros pajes del servicio doméstico. En el séquito del prelado recorrió parte de
  15. las ciudades italianas que rememora en la novela ejemplar. El resto las conoció ya
  16. como soldado de la compañía del capitán Diego de Urbina hasta embarcarse en Mesina rumbo a Levante.
  17. El viajero ha visto con sus ojos el azul turquesa del golfo de Lepanto y ha
  18. imaginado sus aguas teñidas de sangre tras la batalla naval. Mientras el soldado primerizo
  19. que era Miguel, sintió la épica de la victoria de la gloria cristiana sobre el espanto turco.
  20. Las impresiones personales que Cervantes tuvo de Roma se reflejan en el licenciado Vidriera.
  21. El lector sabe que le van a hablar de la “reina de las ciudades y señora del mundo”. Ante
  22. tamaña majestad Tomás “visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza”.
  23. Luego los personajes cervantinos coinciden en su programa viajero por la Ciudad Eterna: confesar
  24. los pecados, besar los pies al Papa y visitar las siete iglesias. Estas eran San Pedro

    , San Juan
  25. de Letrán

    , San Pablo

    , Santa María la Mayor,

    San Lorenzo, Santa Cruz de Jerusalén y San Sebastián,
  26. de acuerdo con el itinerario que trazó san Felipe Neri durante la Contrarreforma católica
  27. después del Concilio de Trento. De manera que éste era el ritual que seguían los fieles que peregrinaban a Roma:
  28. bien para ganar indulgencias, bien para expiar pecados. Por eso, se les llamará romeros,
  29. y a las peregrinaciones romerías. La gira de Tomás por la Ciudad Santa estuvo
  30. marcada por la nostalgia de las ruinas. Evoca los restos monumentales del Imperio romano:
  31. “medias estatuas, rotos arcos y derribadas termas”, sus calzadas “la vía Apia, la Flaminia,
  32. la Julia” y sus puentes que “parece que se están mirando unos a otros”. Practica la devoción,
  33. desde la majestad del papa y los cardenales hasta venerar las reliquias en los templos y
  34. en el río Tíber, a cuyas aguas fueron arrojados los mártires cristianos. Y concluye resaltando
  35. el talante ecuménico de Roma donde se da “el concurso y variedad de gentes y naciones”.
  36. Una década más tarde de la estancia cervantista en Roma, en 1580, llegó a
  37. ella Michel Montaigne tras la publicación de sus Ensayos que le habían dado fama y
  38. dinero. El filósofo francés destaca, como hará el licenciado, el carácter cosmopolita de la ciudad.
  39. El viajero les imita repitiendo las visitas a sus lugares favoritos. Admira la cúpula de San Pedro
  40. a medida que se acerca a la plaza vaticana desde el Castel de Sant´Angelo. Aunque la noche anterior
  41. la ha visto iluminada a través de la cerradura de la Villa Malta. No renuncia a sentir asombro en medio
  42. de la Capilla Sixtina ni a recrearse atravesando la Galería de los Mapas en los Museos Vaticanos.
  43. Se ha perdido entre las ruinas del Foro, el Coliseo y las termas de Caracalla.
  44. Se ha encontrado bajo la luz que los dioses derraman a través del óculo del Panteón de Agripa.
  45. Por la tarde del sábado, acabado el circuito artístico, se sienta en las escaleras de la
  46. Piazza de España para ver la maestría de la seducción en vivo y en directo.
  47. Los latin lover locales rasguean una guitarra para atraer a las extranjeras como abejas a la miel
  48. El viajero, cuando era mucho más joven que Tomás, descubrió la dolce vita de Roma
  49. a través de la película de Federico Fellini en blanco y negro. En la retina guarda la escena
  50. icónica en la que Marcello Mastroianni entra en la Fontana de Trevi tras la llamada de Anita Ekebrg.
  51. Cinéfilo como es, la ha vuelto a ver en color en el film La gran belleza de Paolo Sorrentino (del año 2013),
  52. donde la ha retratado hermosa y decadente por igual, pues piensa que:
  53. “En Roma hay una belleza objetiva que está en las cosas, en la arquitectura, en la
  54. visible estratificación de los siglos. Y luego existe una belleza oculta, a veces invisible”.
  55. La agudeza cervantina, a través de los ojos de su licenciado, vio los restos monumentales,
  56. pero también miró la belleza oculta a través de los oropeles deslumbrantes.

La “ciudad nenúfar”: Venecia


  1. La ruta de Tomás Rueda por Italia cambió de rumbo hacia los puertos adriáticos.

    De manera que desde
  2. Mesina regresó a Roma y, sin detenerse mucho, siguió camino hacia la región de Las Marcas
  3. para venerar a la Virgen de Loreto. Esta peregrinación se había puesto de moda al crecer el culto a la
  4. Virgen después que el Concilio de Trento aprobara el dogma de la inmaculada concepción de María.
  5. La devoción católica, pues, guio al licenciado hasta el Santuario de Nuestra Señora de Loreto.
  6. Tomás vio que las paredes estaban cubiertas de exvotos -“muletas, mortajas, cadenas,
  7. grillos, esposas, cabelleras, bultos de cera, pinturas y retablos”- que daban fe de las
  8. mercedes concedidas por la Virgen a sus fieles. A continuación, se embarcó en Ancona en una de
  9. las galeras con las que esta república marítima comunicaba con Venecia.
  10. La vista de la Reina del Adriático asombró a Tomás, aún más de lo que nos sigue deslumbrando
  11. ahora, porque entonces Venecia era una isla fabulosa emergiendo de las olas como por arte de magia:
  12. “Parecióle que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable,
  13. su abundancia mucha, y sus contornos alegres”. El licenciado destacó el arenal, el astillero
  14. donde se fabricaban los mejores barco del Mediterráneo, que en esos momentos era la
  15. mayor empresa europea, puesto que empleaba 16000 trabajadores.
  16. Las condiciones laborales debían ser durísimas porque Dante
  17. situó a los arsenalotti (a los trabajadores) en los círculos del Infierno.
  18. Esta admiración fue compartida por la mayoría de los viajeros occidentales -mercaderes y
  19. peregrinos, sobre todo- que vieron por primera vez Venecia. Una ciudad singular, porque
  20. no había otra semejante en Europa, que ejercía de pórtico a las maravillas de un Oriente legendario.
  21. Podemos hacernos una idea del asombro de Tomás observando la panorámica del Civitates Orrbis
  22. Terrarum (de 1572). La ciudad de los canales semeja un país de cuento agazapado en torno al Gran Canal,
  23. en el que sobresalen los edificios nobles (el campanile y el Palacio Ducal),

    las cúpulas de
  24. San Marcos y las torres de las iglesias y los barrios con sus talleres artesanales.
  25. La isla madre se desgrana en un rosario de islitas -Murano, Torcelo, Burano-, famosas por sus
  26. industrias vidrieras y textiles, así como en los lidi o franjas de tierra que le dispensan una protección natural.
  27. Alrededor no cejan de navegar los barcos, comerciales y militares, que son los
  28. protectores de su riqueza en oro, seda y especias. El escritor de las andanzas de Tomás, sentado en
  29. una mesa del Café Florian, comparte con él su amor por esta isla fabulosa. Piensa que Venecia
  30. es un nenúfar flotando entre el cielo y el agua. El cielo se mira en el espejo del agua. El agua
  31. devuelve el reflejo del cielo. En medio brota una isla sostenida por un bosque. Una ciudad
  32. ilusoria de raíces vegetales. Pues el secreto de su construcción que tanto intrigaba a los
  33. viajeros estaba en sus cimientos de roble y alerce. La suma de pilares, reforzados con
  34. calizas y petrificada la madera por el salobre, iba formando las calles, las plazas y los puentes
  35. entre canales. Venecia es un archipiélago varado entre la Tierra Firme y el mar Mediterráneo.
  36. Ante un paisaje tan hermoso, era inevitable que surgiesen las comparaciones. Desde la
  37. conquista del México de los aztecas por Hernán Cortés, en 1521, se sucedieron las semejanzas entre los
  38. palafitos de Tenochtitlán y Venecia. Nuestro Tomás Rueda tampoco se resistió a este lugar común de la comparación:
  39. “Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles –escribió-, que son todas de agua.
  40. La de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo”.
  41. En cuanto al desenfreno de los carnavales, que promocionó la ciudad como un paraíso de placer,
  42. desató las iras de los moralistas, pero a la vez fue un acicate sensual para
  43. los viajeros. De manera que en torno al mismo se dieron dos percepciones.
  44. La leyenda negra habló de una nueva Sodoma entregada al vicio. Las cortesanas afluían
  45. de todas partes. El juego por dinero en las casas particulares, de donde viene la palabra casino,
  46. arruinaba a las mejores familias. El público disfrutaba con el gusto grosero
  47. del teatro de la commedia dell´arte. Mientras que la leyenda rosa asoció el
  48. carnaval a la diversión. Se sucedían las comedias y las operetas, el teatro callejero y las pantomimas,
  49. las regatas en el Gran Canal, los números circenses, los bailes palaciegos
  50. y los fuegos artificiales. Los disfraces espectaculares sólo proliferaron a partir del
  51. Renacimiento y las proezas amatorias prefiguraron la llegada de Casanova.
  52. De resultas, el paisaje pintoresco de la ciudad derivó hacia la melancolía romántica,
  53. cuyo referente será la novela Muerte en Venecia de Thomas Mann-, a la búsqueda de la belleza decadente.
  54. A partir del romanticismo la Venecia marchita se puso de moda entre los artistas.
  55. El viajero, a la vista de los cruceros que desembarcan de continuo,
  56. riadas de turistas, se pregunta si estamos ante su canto del cisne. Ni mucho menos. Venecia hizo de
  57. los carnavales su industria puntera, del turismo su fuente de divisas y de la alegría de vivir
  58. su lema. Pero bajo esta supuesta decadencia la ciudad de los canales ha llegado viva hasta hoy:
  59. Y todos, del viajero al licenciado, hemos soñado alguna vez con una isla de libertad
  60. donde se diera un reparto distinto de las cosas.

El camino español de Milán a Flandes


  1. Un mes permaneció Tomás en Venecia, encantado por los “regalos y pasatiempos” de la ciudad
  2. de los placeres. Hasta que el anuncio de la primavera le despertó del dolce far niente
  3. y le recordó sus obligaciones militares. De manera que cogió el petate y, a través
  4. de un camino que era antigua calzada romana, cruzó la próspera región de Emilia-Romagna
  5. serpenteando junto al río Po. Apenas paró en Ferrara, donde admiró la robustez del castillo
  6. de la familia Este y rezó en la iglesia de San Juan, de la que el párroco le informó que había
  7. albergado el concilio que unió fugazmente a las iglesias católicas y ortodoxas de la cristiandad.
  8. Allá por 1539.
  9. Más adelante, repuso fuerzas en una taberna de Parma, donde el mesonero le dio a probar
  10. el prosciutto cuya fama empalidecía cuando él recordaba al jamón ibérico.
  11. A la mañana siguiente, no sin esfuerzo para llegar antes de que se pusiese el sol, recorrió las
  12. leguas diarias que se tarda en llegar a Milán. El viajero ha visitado muchas veces la capital
  13. italiana de la moda y el diseño. Una hunde sus raíces en la industria textil de lujo
  14. que floreció desde el Renacimiento. Y el otro tuvo su precedente más ilustre en los
  15. prototipos -científicos y militares- que ideó Leonardo da Vinci para el duque Ludovico Sforza.
  16. Sin embargo, el autor que recrea las peripecias del Licenciado Vidriera no sólo las disfruta cada
  17. vez que puede, sino que tiene su propio protocolo para recorrer el centro histórico a despecho de
  18. las guías turísticas. Empieza desde el Duomo, visitando la catedral gótica de mármol blanco.
  19. Luego continúa hacia la Galería Víctor Manuel II, adonde entra bajo un enorme anuncio
  20. de Campari, para tomar un café, beber una birra alla spina, degustar un helado o comprar corbatas
  21. de seda. En unas calles aledañas, de tiendas refinadas, se detiene ante escaparates cuyos
  22. maniquíes están vestidos con tanta sensualidad que prefiguran las top model de los desfiles.
  23. Aunque éste prefiere la elegancia de las damas en una ópera de La Scala y la lozanía femenina
  24. durante la paseggiata de los festivos. En el siglo XVII Milán era una pieza clave
  25. en el Imperio hispánico. La plaza a la que llegó nuestro licenciado era la base italiana del camino
  26. de ronda español que conducía hasta Flandes. Esta ruta por la que transitaban los tercios
  27. vertebró la Europa moderna, pues también fue aprovechada por mercaderes italianos para acudir
  28. a las ferias de Brujas, Amberes y Ámsterdam, por artistas de los Países Bajos para conocer el
  29. Renacimiento trasalpino y por industrias austriacas para vender sus productos manufacturados.
  30. De manera que Tomás pudo ver in situ una ciudad de provisión para la guerra. “Oficina de Vulcano
  31. y ojeriza del reino de Francia”, la llamó, merced a su metalurgia bélica y a la enemistad entre las
  32. dinastías francesa y española (los borbones y los habsburgo). Comprobó que el Castillo Sforzesco mantenía una guarnición
  33. permanente de dos mil soldados, y estaba dotado de hospital, farmacia, armería, polvorín, almacenes,
  34. hornos y pozos de nieve. Y desde el reinado de Carlos I se había fortificado la urbe mediante
  35. las murallas conocidas como el Muro Spagnolo que, en forma de estrella de doce puntas,
  36. prefiguraba la arquitectura militar del Barroco, que popularmente será conocida como la “traza italiana”.
  37. Las reglas bélicas habían cambiado desde el Renacimiento: la batalla campal había sido
  38. sustituida por el sitio de las ciudades, la artillería arrinconaba a la caballería,
  39. la estrategia de la logística se impuso a la táctica de la improvisación. De resultas,
  40. los generales calculaban el tiempo con el reloj, estudiaban el espacio en los mapas
  41. y se servían de exploradores para que no les sorprendiesen las emboscadas de los enemigos.
  42. La compañía de don Diego de Valdivia, a la que se reincorporó Tomás,
  43. pasó a engrosar un tercio viejo en la cercana ciudad de Asti. Desde el Piamonte las tropas
  44. marcharon por el valle de Susa. Este paso de los Alpes era la antigua calzada Francígena
  45. de los romanos y la actual vía de San Miguel que aún recorre los peregrinos
  46. desde Mont Saint-Michel hasta el santuario de Foggia. A través de Chambery, Besançon, Nancy,
  47. Metz, Luxemburgo y Namur, los tercios se plantaron en Bruselas a buen paso.
  48. La política pacifista del nuevo rey Felipe III le hizo pensar a Tomás que llegaba a
  49. Flandes en un periodo de tregua, por lo que visitó la capital, Gante y Amberes:
  50. “ciudad no menos para maravillar que las que había visto en Italia”. Tras pasar por unos
  51. campos sembrados de molinos de viento, la ciudad de la primera bolsa de valores le pareció hermosa,
  52. de calles limpias, lujosas casas de piedra y una catedral a la que sólo le faltaba rematar una
  53. torre. Observó los canales que comunicaban con el gran puerto, el cual, dotado de grúas,
  54. almacenes y lonja de pescado, guarecía barcos de diversos países anclados frente al muelle.
  55. En realidad, el licenciado estaba disfrutando de la calma que precede a la tormenta,
  56. porque enseguida se dio cuenta de que “todo el país se disponía a tomar las
  57. armas para salir en campaña el verano siguiente”.
  58. De resultas, “habiendo cumplido con el deseo de ver lo que había visto,
  59. determinó volverse a España y a Salamanca a acabar sus estudios”. Pidió licencia a su capitán y
  60. le fue concedida. Atravesó territorio francés sin poder visitar París donde se libraba la enésima
  61. lucha entre católicos y hugonotes. De regreso a la ciudad universitaria de Salamanca, se reencontró con sus
  62. amigos y prosiguió sus estudios hasta licenciarse en leyes. No sabía que,
  63. a su vuelta a la patria, sin quererlo, perdería la razón para encontrar la lucidez.

El filtro de amor de una femme fatal


  1. El licenciado Tomás consagró su vida al estudio en el ambiente universitario de Salamanca.
  2. Renunció a hacer carrera burocrática como letrado en los consejos de la Monarquía. Y tampoco
  3. parece que practicara la abogacía en la ciudad de las letras. Más bien “atendía a sus libros”,
  4. estaba al día de la vida académica, asistiendo a las lecciones magistrales y quizás dando
  5. alguna clase. Frecuentaba las tertulias literarias, participaba en los debates
  6. públicos de los catedráticos y visitaba las imprentas de la calle Libreros. En suma,
  7. hacía las tareas de un humanista entregado a cultivar el saber de a lo que por entonces se llamaba
  8. “las artes de la paz”, pues, tras su periplo como soldado de los tercios, había trocado las armas por las letras.
  9. Por aquel tiempo, llegó a Salamanca una “dama de todo rumbo y manejo”, esto es, una prostituta que
  10. ejercía por cuenta propia -sin proxeneta- y que había recorrido ciudades españolas,
  11. italianas y flamencas como nuestro amigo, nada más que vendiendo sus encantos al mejor postor.
  12. Por su lecho fueron pasando todos los estudiantes que podían pagar sus tarifas
  13. carnales. Hasta que la cortesana de lujo, al ver a Tomás, recibió el flechazo de Cupido,
  14. sintió amor a primera vista y se enamoró perdidamente de nuestro casto licenciado.
  15. Al no ser correspondida, afloró en ella el carácter de mujer fatal. La prostituta
  16. despechada se mostró como una mujer sin escrúpulos que utilizaba su sexualidad
  17. para vencer la resistencia del hombre que la había rechazado.
  18. La cortesana encaprichada de Tomás recurrió a un filtro de amor para ablandar “la roca de su
  19. voluntad”. Pidió consejo a una herbolaria, más próxima a los remedios amorosos de la Celestina
  20. que a los maleficios de una bruja, cuya condición de morisca se asociaba a la mala fama de ejercer
  21. el curanderismo a través de la hechicería. La maga, en lugar del tradicional bebedizo,
  22. utilizó un membrillo que, debido al terciopelo de su piel, su pulpa aromática y su color amarillo
  23. dorado, tiene un simbolismo sexual. En nuestra gastronomía, dada su dureza para masticarlo crudo,
  24. se come en forma de dulce de membrillo, acompañado de nueces y queso de Burgos. También se emplea
  25. para perfumar las sábanas y la ropa guardada en los armarios y espantarla de polillas.
  26. Los recetarios de filtros de amor en la España del Siglo de Oro eran muy copiosos. Bebedizos
  27. de mandrágora, belladona y estramonio. Pócimas con cabellos, fluidos y prendas de la víctima.
  28. En cuanto al libre albedrío, es defendido por Cervantes frente al pacto diabólico,
  29. pues piensa que no se puede obtener el amor de un hombre o una mujer por la fuerza.
  30. La mejor prueba de que para Cervantes la libertad vencía a los maleficios es que nuestro licenciado no
  31. entregó sus favores a la prostituta. Aunque el sortilegio le produjo tiritonas, flaqueza,
  32. turbación de los sentidos y, al cabo, una demencia poco común al creerse que era de vidrio.
  33. Hacía muy poco que habían tenido lugar los procesos inquisitoriales a las brujas
  34. de Zugarramurdi, estudiados por Julio Caro Baroja en su libro Las brujas y su mundo (allá por 1961),
  35. las cuales celebraban sus aquelarres en el prado del Cabrón. De ahí que los habitantes
  36. del llano situaran sus miedos legendarios en las montañas, en este caso en los Pirineos,
  37. que pasaron a ser la reserva de la brujería. El viajero se adentra esa mañana en el huerto de
  38. Calisto y Melibea. Es un mirador sobre la muralla desde donde se divisa la ribera del Tormes.
  39. Está vacío porque los turistas no saben quiénes fueron esos personajes y la estatua de la alcahueta
  40. espanta lo suyo. La tragicomedia relata que un joven noble entró en el huerto de una doncella
  41. tras su halcón y, prendado de su belleza, recurrió a los enredos de Celestina para poseerla.
  42. Un hechizo consiguió que el huerto cerrado pasase a ser huerto de delicia para los amantes.
  43. Sin embargo, el paseante, que ha estando practicando el arte de la cetrería, sabe que es difícil que un
  44. ave rapaz entre en el jardín de un palacio, porque lo que necesita son altos vuelos a campo abierto.
  45. Por eso se llama caza de altanería. De ahí que interprete el pasaje en clave erótica,
  46. como el amante que ha entrado en el ameno huerto deseado de la amada en el Cantar de los Cantares y
  47. en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, y como preámbulo sensual al rito propiciatorio de la hechicera.
  48. El escritor que rememora la biografía del licenciado también quiere vivir la noche
  49. salmantina. Les pide consejo a unas amistades del lugar que le acompañan al pub Camelot para
  50. empezar. El local de fiestas ocupa una parte del antiguo convento de las Úrsulas: el ábside es el
  51. escenario y la nave la pista de baile. El público de estudiantes y extranjeros bebe copas rodeado
  52. de una decoración que pretende ambientar el mundo del rey Arturo. Aunque el aprendiz de bohemio no
  53. acaba de ver -y no es por falta de imaginación- a las monjas y a los caballeros tomando chupitos
  54. en su mesa redonda. El grupo veterano pide unos gin-tonic. El camarero se los prepara a la moda y,
  55. para justificar su precio, se tira un buen rato cargándolos de tropezones
  56. frutales que le dan apariencia de un gazpacho. Los cócteles del Camelot son peccata minuta
  57. comparados con los “filtros de amor” que ve consumir en los tugurios visitados durante la
  58. ruta de la movida. Nada más que ahora se llaman pastillas, maría, burundanga, éxtasis, cristal...
  59. Al rato, el explorador del sábado noche nota en los “hechizados” los mismos
  60. efectos que los afrodisiacos del siglo de Oro. Son, pues, síntomas parecidos a los que tuvo el
  61. licenciado tras morder el membrillo envenenado. Sólo que, en lugar de desatarle la pasión por la
  62. cortesana, le produjo una locura vítrea, esto es, creerse que era de vidrio.

Una enfermedad del alma: la locura vítrea



  1. Al día siguiente, el viajero vuelve al huerto solitario de La Celestina.
  2. Sentado en un banco sombreado desde el que se ve la catedral relee el libro Castilla de Azorín,
  3. donde el autor imagina que Calisto y Melibea no tuvieron un trágico final. Al contrario:
  4. se casaron, fueron felices y vivieron entre dulces coloquios de amor. Dieciocho años después de su
  5. encuentro, la escena se repite en la huerta de su casa solariega, esta vez encarnada en su hija
  6. Alisa y sin celestineo alguno. Es así de libre cómo le gustaría al licenciado el arte de amar,
  7. a las mujeres y a los libros, sin filtro de por medio que le hechizase. Al modo que le
  8. gustaba a Cervantes: ¡amar a su libre albedrío! El licenciado permaneció seis meses en cama,
  9. debatiéndose entre la vida y la muerte y consumiéndose hasta los huesos,
  10. sin que los doctores atinaran a recuperar su salud previa al envenenamiento.
  11. De resultas, Tomás no quería que nadie se acercase ni mucho menos que le rozasen,
  12. pues pensaba que se rompería. Cuando alguien intentaba calmarlo y hacerle entrar en razón,
  13. reaccionaba gritando, tirándose al suelo y desmayándose durante horas. Sin embargo,
  14. lo asombroso del caso es que el licenciado en su delirio se había trasmutado en carne de cristal,
  15. pero su espíritu adquirió el ingenio transparente del vidrio.
  16. En realidad, este tipo de demencia no surgió con el malhadado Tomás, sino que había aparecido en muchos
  17. tratados médicos de la Europa moderna. Entraba dentro de lo que por entonces se llamaban las
  18. enfermedades del alma cuya principal dolencia era la melancolía. La enajenación de los personajes de
  19. don Quijote y del licenciado Vidriera enlaza con los ejemplos de Sebastián Brant en su obra La nave de
  20. los necios (publicada en 1494), y la sátira de Erasmo de Rotterdam en el Elogio de la locura
  21. (de 1509). Esta galería de enfermos mentales fue ilustrada magistralmente por los grabados de
  22. Hans Holbein y las pinturas de El Bosco. Ahora bien, los casos concretos de locura
  23. vítrea menudean desde el Renacimiento hasta que empiezan a ser excepcionales tras la revolución
  24. científica previa a la Ilustración. Carlos VI de Francia, que reinó a comienzos del siglo XV,
  25. padeció este desarreglo recluido en sus aposentos y envuelto en mantas. Lorenzo Selva, en su libro
  26. Della metamorphosi del virtuoso (publicado en 1582), habla de un paciente que se consideraba un vaso de cristal.
  27. Y Tommaso Garzoni, en su Tratado de las diversas enfermedades (de 1583), se hace eco de un tipo
  28. que también pensaba que era cristalino y se fue a Murano para que le moldearan como una garrafa.
  29. La misma patología es citada por René Descartes, en sus Meditaciones metafísicas (de 1641),
  30. lo atribuye al efecto de un vapor melancólico que trastocaba la visión que el cerebro del
  31. enfermo tenía de sí mismo. Sin ir más lejos, la hermana de Richelieu, madame de Brézè,
  32. tampoco se atrevía a sentarse en sillas de madera porque se consideraba de cristal.
  33. Ahora bien, el testimonio psiquiátrico más cercano que pudo oír o leer Cervantes provino de su amigo
  34. Antonio Ponce de Santa Cruz, médico de cámara de Felipe III durante su estancia en Valladolid. Este recogió
  35. un caso de locura vítrea referido por su padre durante su estancia en París. Es probable que al creador del
  36. Quijote o bien se lo contara el hijo del galeno, o bien lo escuchara en los mentideros cortesanos
  37. de Valladolid y de Madrid. “En la Academia de París -escribió el doctor Alonso- cierto preceptor mío
  38. cuidaba de cierto ilustrísimo varón melancólico que se creía que era un vaso de cristal.
  39. El médico le aconsejó que reposase y durmiese en una cama hecha de paja para estar seguro.
  40. La idea se la habían inspirado los mercaderes de vasos de cristal que,
  41. viajando por lejanos países para venderlos, los transportaban entre heno para que no
  42. chocasen y se rompiesen. El desenlace de esta historia difiere de la de nuestro licenciado,
  43. pues el enfermo, ante el espanto que le causó un incendio en el pajar, sanó de repente.
  44. De las obras de Cervantes se deduce que estaba al día sobre el discurso médico en la España
  45. del Siglo de Oro. No sabemos si leyó el primer tratado de psiquiatría que fue El libro de melancolía
  46. del español Andrés Velázquez (publicado en 1585). Pero sí era consciente de que la sociedad mantenía
  47. una actitud ambigua frente a estos "espíritus destemplados": les marginaba, arrojándoles a la
  48. deriva del río de la vida, y les atraía porque, en el fondo, pensaban que eran hondamente sabios.
  49. Pero, sobre todo, conoció de primera mano el Examen de ingenios, una obra del doctor Juan Huarte
  50. de San Juan, donde había expuesto la “teoría de los humores”, que tuvo una exitosa acogida en
  51. los círculos académicos europeos. De acuerdo con ella, la constitución física estaba determinada
  52. por el equilibrio de cuatro cualidades: seca, húmeda, fría y caliente. Estos elementos,
  53. junto a otros tantos humores del cuerpo, condicionaba el temperamento o manera de ser:
  54. la sangre, la flema, la bilis amarilla que producía el cólera, la bilis negra producía
  55. la melancolía. De ahí que los rasgos físicos de don Quijote coincidan con la definición tradicional
  56. del individuo colérico y los del licenciado Vidriera con el ingenio de su lucidez mágica
  57. El escritor de esta desventura de Tomás Rodaja concierta una cita con el área de psiquiatría
  58. de la Facultad de Medicina. Pregunta a algunos catedráticos sobre la locura
  59. vítrea en la actualidad. Le responden que, excepcionalmente, aún hay enfermos mentales
  60. que temen romperse en mil pedazos al mínimo golpe. A esta patología la llaman el síndrome
  61. del cristal y está causada por la disociación psicológica entre la imaginación y la realidad.
  62. Unos doctores creen que surgió al mismo tiempo que lo hizo el cristal, que entonces,
  63. en el Siglo de Oro, fue visto como un material mágico, pues, si la historia del vidrio es antigua,
  64. los secretos de su fabricación y comercialización corrió a cargo de Venecia en los albores del
  65. Renacimiento. Otros doctores piensan que siempre ha sido un mecanismo de defensa de las personas
  66. que se consideran muy vulnerables. Quedémonos con el loco de vidrio que,
  67. merced a su sutileza, sólo dice la verdad. Seamos por un momento ese loco sabio.

A la fineza del vidrio, la agudeza del ingenio



  1. Un sol jubiloso baña de oro viejo las piedras de Salamanca. Sus rayos ruedan tejados abajo hasta
  2. las entretelas desperezadas de las calles. Sus luces visten las fachadas de labranza plateresca.
  3. Despiertan los sentidos. Alegran las miradas. La primavera ha venido, que decía el poeta,
  4. y todos sabemos cómo ha sido: bajo los fulgores púrpuras que estallan en el azul celeste.
  5. El viajero, que acaba de leer el pasaje en el que Tomás se ha convertido en Vidriera, va rumiando
  6. la viveza de sus opiniones mientras se acerca a la Casa Lis. Entrar en este museo modernista,
  7. de Art Déco como figura en su nombre, es abrir un libro de maravillas iluminado por objetos,
  8. muebles, joyas y música callada. Es el coqueteo favorito de la Belle Époque entre el hierro y el
  9. cristal con la luz como árbitro de la belleza.
  10. Su mirada se agudiza a través del cristal y el viajero se da cuenta de que el licenciado
  11. de Murano y los vidrios de Tiffany comparten el esplendor de la lucidez.
  12. A la finura del vidrio, piensa, le corresponde la agudeza del ingenio.
  13. Al licenciado Vidriera le empezaron a seguir los vecinos -niños y adultos,
  14. hombres y mujeres- “por oírle reñir y responder a todos”. En ese estado de enajenación dio
  15. rienda suelta a todo lo que había aprendido durante sus estudios y sus viajes por España,
  16. Italia y Flandes. Y lo hizo encadenando sentencias de humor satírico sin parar. Se trataba de unos
  17. juicios afilados propios de un hombre de cristal, Este recurso literario a los refranes, proverbios, dichos
  18. pullas y moralejas procedía de una comunicación oral que estaba muy viva en el Renacimiento.
  19. No en balde, cuando leemos a Cervantes, parece que nos está contando
  20. un cuento. El padre de don Quijote y los escritores del Siglo de Oro habían consultado
  21. recopilaciones de aforismos que hundían sus raíces en máximas griegas y romanas.
  22. De forma que, cuando el licenciado Vidriera llamaba a las prostitutas “las huestes del
  23. ejército de Satanás” y al burdel “el mesón del Infierno”, las gentes sonreían. O cuando
  24. aconsejaba al marido engañado por su mujer que estuviese agradecido por haberse librado de ella,
  25. o que para mantener la paz en casa lo mejor es dejar que mande la esposa,
  26. el público le reía las gracias y elogiaba su agudeza de ingenio.
  27. La risa grotesca resonaba ya en las novelas picarescas y se disparataba en las obras Gargantúa
  28. y Pantagruel de Rabelais. Esa expresión cómica formaba parte del vocabulario de la plaza pública,
  29. definido por Mijail Bajtin en su obra La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento (de 1970),
  30. cuya culminación era la fiesta carnavalesca: “El carnaval es la segunda vida del pueblo –decía-,
  31. basada en el principio de la risa. Es su vida festiva. Y la fiesta es
  32. el rasgo fundamental de todos los ritos y espectáculos cómicos desde la Edad Media”.



La estancia en Valladolid


  1. Las noticias acerca de las brillantes respuestas de Tomás corrieron como la pólvora por todo
  2. el reino de Castilla. Enterado del caso un aristócrata de la capital, le pidió a un amigo
  3. salmantino que lo enviase a Valladolid, pues tal era la nueva sede de la corte desde el año 1601.
  4. El duque de Lerma, valido del monarca, convenció a Felipe III de las supuestas ventajas del cambio.
  5. En realidad, ocultaba un plan de especulación urbanística, pues había comprado casas y terrenos
  6. a bajo precio antes del traslado real, cuyo valor se disparó en el mercado enriqueciendo
  7. al ministro y a sus amigos. Vemos, pues, que los comisionistas y lo que coloquialmente llamamos
  8. los “pelotazos” se daban ya en el capitalismo mercantil y no son exclusivos de nuestro tiempo.
  9. Al cursarle la invitación el caballero salmantino, Vidriera respondió: “Vuesa merced me excuse con
  10. ese señor; que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear”.
  11. Esta visión negativa de la ciudad seguía la estela del tópico literario creado en la antigüedad
  12. por Horacio y Virgilio y al que conocemos con el nombre de “menosprecio de corte y alabanza de aldea".
  13. Este es el título del libro de Antonio de Guevara, consejero del emperador Carlos V,
  14. quien lo resucitó con éxito en la Europa del siglo XVI. Contraponía así los vicios
  15. de la urbe a las virtudes del campo, la corrupción a la beatitud, “la lisonja”
  16. a la adulación, “la vergüenza” o buen carácter. No obstante, al bueno del licenciado le pudo la
  17. curiosidad y, protegido en banastas de paja como se transportaban los vasos, marchó por el camino
  18. real desde Salamanca a Valladolid. Alojado en la casa del noble anfitrión que le había reclamado,
  19. “le dejó salir por la ciudad, bajo el amparo y guarda de un hombre de confianza”.
  20. En unos días se hizo famoso, le seguían los adolescentes y, a cada paso, le hacían
  21. preguntas los vecinos, a las que respondía con una finura nunca vista en la ciudad.
  22. Ahora bien, la intriga palaciega del duque de Lerma que convenció a Felipe III de la necesidad
  23. de trasladar la corte, sólo supuso un triunfo provisional de la ciudad del Pisuerga.
  24. Si el soberano se embolsó los 400.000 ducados que donó el ayuntamiento para obtener la sede de la corte,
  25. el valido, una vez que hizo fortuna, aceptó la contraoferta de la villa de Madrid.
  26. De esta forma, podemos acotar la estancia del licenciado Vidriera en Valladolid entre
  27. los años 1601 y 1606, los que le duró la capitalidad del Imperio hispánico.
  28. A fines de 1604, el propio Cervantes, mientras ultimaba El Quijote, se trasladó a vivir allí
  29. siguiendo el ansiado mecenazgo que deparaban los nobles cortesanos. En los mentideros de la plaza
  30. mayor coincidió con Góngora, Quevedo y Suárez de Figueroa, entre otros escritores de prestigio.
  31. Su paso por la ciudad tuvo más sombras que luces. Empezó bien con el éxito fulgurante
  32. que supuso la publicación de la primera parte del Quijote. El boca a boca hizo que durante
  33. los festejos por el nacimiento del príncipe Felipe, el futuro Felipe IV, hubiese una
  34. representación con dos actores disfrazados de don Quijote y Sancho. Esto demuestra lo rápido
  35. que se popularizó la novela como un libro de humor sobre las locuras de un hidalgo manchego.
  36. Sin embargo, poco le duró la alegría al escritor, porque en la noche del 27 de
  37. junio de 1605 el caballero navarro don Gaspar de Ezpeleta, fue herido mortalmente delante
  38. de las casas donde vivía su familia. El juez del caso hizo detener a todos los vecinos
  39. y, aunque los puso en libertad sin cargos, durante el interrogatorio revelaron que a las hermanas
  40. de nuestro autor las motejaban Las Cervantas por ejercer una especie de prostitución encubierta.
  41. Al final, tanto el escritor como su personaje de vidrio, abandonaron Valladolid cargados de
  42. amargura. Y, aunque repitieron suerte en Madrid, tampoco hallaron el acomodo que
  43. buscaban y la vida les negó un final feliz. El viajero, que ha estado leyendo la novela
  44. cervantina a la sombra del parque de Campo Grande, se acerca a la auténtica casa de Cervantes en la
  45. calle del Rastro. Hoy es un museo embellecido por un jardín, una fuente y la fachada del antiguo
  46. Hospital de la Resurrección. Pero si la desnudamos de su mobiliario historicista, si pensamos en que
  47. la familia Cervantes vivía hacinada en un cuarto, nos daremos cuenta de su pobreza de solemnidad.
  48. Las viviendas de este barrio habían sido construidas por encargo del apoderado municipal
  49. Juan de las Navas. Un funcionario influyente que también era administrador del matadero,
  50. situado en el cercano ramal del río Esgueva, donde se ejercía el oficio maldito de los carniceros,
  51. que, al estar relacionado con la sangre y el cuero, siempre se alejaba de las poblaciones.
  52. Es probable que en ese cuchitril escribiera Cervantes el cuento del Licenciado Vidriera. No lo podemos
  53. saber. Pero es seguro que pasó las mayores estrecheces de una vida ya de por sí ajetreada.

La sociedad estamental


  1. El viajero se recrea en los soportales de la Plaza Mayor de Valladolid.

  2. Un modelo cívico para las posteriores plazas de Madrid y Salamanca. Desde este
  3. obligo urbano siempre visita los palacios de Vivero y de Pimentel, donde nació Felipe II,
  4. el magnífico museo de escultura en el Colegio de San Gregorio, donde le reciben unos salvajes
  5. en la fachada que actuaban en las fiestas cortesanas, y la Casa de Cervantes en la
  6. antigua calle del Rastro. El escritor conoce bien esta ciudad apodada Pucela. En uno de sus
  7. cuarteles ejerció las armas después de cursar las letras en la Universidad de Madrid y, al contrario
  8. del licenciado Vidriera, volver a profesar la escritura y la docencia en la Villa y Corte.
  9. Es Valladolid una ciudad moderna muy alejada de la calificación de las “pes” que le hizo Enrique Cock,
  10. un cronista católico exiliado de la Holanda calvinista, que a mediados del siglo XVI la
  11. definió como un nido de "pes" (pícaros, putas, pleitos, polvos, piedras, puercos, piojos y pulgas).
  12. Nada nuevo bajo el sol en la Europa de esa época, pues, salvo excepciones -Florencia, Venecia,
  13. Amberes, Lyon…-, la pulla despectiva se podía aplicar a casi todas las urbes de otros reinos.
  14. El caso es que el licenciado Vidriera, en el transcurso de sus paseos por la populosa acera
  15. de San Francisco que morían en la Plaza Mayor, iba sentenciando a las profesiones por las que le preguntaban.
  16. Los buenos pintores debían imitar a la naturaleza, respondía de buen grado, de acuerdo
  17. con el canon renacentista. Los libreros abusaban de los autores cuando compraban el privilegio de
  18. un libro. Así le pasó al propio Cervantes con el pillo de Juan de la Cuesta y su imprenta de
  19. la calle de Atocha. Al paso de unos azotados por la justicia aconsejaba apartarse no fuera que
  20. se escapase algún golpe para los mirones. De los portadores de sillas de mano advertía que
  21. conocían los secretos más íntimos de sus señoras. El escritor hace un alto para recordar cómo era
  22. la sociedad de la España del Siglo de Oro. La teoría estamental que venía de la Edad Media la
  23. dividía en tres estados: dos privilegiados (nobleza y clero, que no pagaban impuestos o pechos)
  24. y otro pechero, el tercer estado, que sí tributaba. No obstante, esta dicotomía oficial entre señores
  25. y vasallos, en la práctica era más compleja. En la obra de Cervantes tenemos un retrato
  26. fiel de este orden estamental. Ahora bien, con una gran diferencia entre El Quijote y El licenciado
  27. Vidriera. En la historia del caballero andante el clero sólo aparece de soslayo en la persona
  28. del cura amigo de don Quijote y de algunos frailes transeúntes que se cruzan en su derrota.
  29. La nobleza está polarizada entre unos duques bromistas y unos hidalgos famélicos.
  30. En el tercer estado, ya de por sí un batiburrillo de grupos sociales que sólo tenían en común su
  31. obligación de pagar impuestos, tampoco se detalla al completo, está ausente la burguesía dedicada
  32. a la carrera de Indias desde Sevilla y los grupos socio profesionales de la Villa y Corte.
  33. En realidad, el protagonismo lo encarna el pueblo rural de Castilla la Nueva,
  34. desde los labradores acomodados a los modestos campesinos como Sancho. Y, sobre manera,
  35. las personas que viajan por La Mancha: pastores trashumantes, arrieros, mercaderes, cuadrilleros,
  36. pícaros, galeotes, delincuentes y marginados. Por eso, más que la imagen social de toda la España
  37. barroca, el cronista piensa que Cervantes describe “la sociedad de los caminos”.
  38. Por el contrario, en El licenciado Vidriera aparecen las clases urbanas, desde la corte
  39. de Valladolid, a la ciudad universitaria de Salamanca, la burguesía italiana, los tercios de
  40. Flandes, las profesiones liberales y los oficios artesanos. En este sentido, Cervantes conocía que
  41. la aristocracia, además de los altos cargos en la administración y el ejército, reservaban para sus
  42. hijos segundones los destinos que enumeraba este proverbio: “Iglesia, mar y casa real”.
  43. La Iglesia era la carrera más propicia para el ascenso social, cuyos modelos
  44. a seguir fueron el cardenal Cisneros y fray Luis de Granada, hasta que empezaron a
  45. exigirse estatutos de limpieza de sangre. El mar era un término polisémico, pues lo
  46. mismo podía referirse al gran comercio con América y Filipinas, a armadores de flotas mediterráneas,
  47. a corsarios que solicitaban patente a sus monarcas naturales o al Gran Maestre de la Orden de Malta
  48. para combatir a los piratas berberiscos. La Casa Real, por fin, aludía a aquellos
  49. que desempeñaban oficios palatinos, pero como muchas veces se exigía verificar su nobleza,
  50. las mejores recompensas se daban entre el alto funcionariado, del
  51. tenor de secretarios, magistrados y consejeros. La aspiración de los privilegiados a llevar un
  52. modo de vida noble, esto es, sin trabajar, se extendió entre todos los súbditos.
  53. De ahí que los arbitristas, los pensadores que buscaban soluciones o arbitrios a los
  54. problemas del Imperio hispánico, criticasen esta ociosidad que arruinaba a la República Cristiana.

Sentencias de oficios viles y mecánicos


  1. El licenciado es consciente de la división de profesiones en las ciudades por las que pasa:
  2. las universitarias, las eclesiásticas, las burocráticas, las médicas y
  3. los oficios mecánicos (donde se trabajaba con las manos), así como los oficios malditos (relacionados
  4. con la sangre, la carne, los tintes y los desperdicios) que se desplazaban a las afueras de las ciudades.
  5. Comienza arremetiendo contra los trabajos ambulantes que, al implicar desplazamientos
  6. entre poblaciones, convierten a sus empleados en asociales. Se queja de que le engañaron cuando
  7. alquiló una acémila durante una jornada, “pues todos los mozos de mulas tienen su punta de
  8. rufianes y cacos”, como nos sigue sucediendo hoy día con los taxistas de medio mundo.
  9. La vida “extraordinaria” de marineros, carreteros y arrieros, indisciplinados
  10. y blasfemos, hace que les tilde de “gente inurbana”, pues pasan más tiempo en el camino
  11. y en el mar que entre personas civilizadas. De los sastres, los zapateros y los pasteleros,
  12. Vidriera dice que la mayoría falsifica sus productos en la calidad y en el precio.
  13. A los que habría que añadir la mala fama de los panaderos que manipulaba el peso del pan,
  14. de los bodegueros que aguaban el vino y de los mesoneros que daban “gato por
  15. liebre” en las comidas, sobre todo a los forasteros que estaban de paso.
  16. Estas observaciones recogen unas malas prácticas que eran habituales en la vida cotidiana.
  17. La ráfaga de críticas se acelera hasta que el licenciado recobre la razón. Un letrado que
  18. vestía hábito y manteo para lucirse es probable que “no tuviera ni el título de bachiller”.
  19. Muchos espadachines eran presuntuosos porque “querían reducir a demostraciones matemáticas
  20. los movimientos coléricos de sus contrarios”. Le sacaban de quicio los caballeros maduros
  21. que se teñían las barbas: “jaspeadas y de muchos colores, culpa de la mala tinta”.
  22. Tenía ojeriza a las dueñas melindrosas “que hablaban con más repulgos que sus tocas”.
  23. Al paso de un entierro, el licenciado dijo de las iglesias que “eran campos de batalla,
  24. donde los viejos acaban, los niños vencen y las mujeres triunfan”. Y así día tras día, durante su
  25. callejear, Vidriera iba sentenciando los oficios y los actores de ese teatro del mundo que era la
  26. sociedad del Barroco. No en balde los decorados del corral de comedias se llamaban “apariencias”.
  27. Precisamente, los únicos elogios de Vidriera los reserva para el teatro, aunque distingue entre
  28. los titiriteros y las gentes de mundillo teatral. Aunque ambos tipos hacían giras con las obras que
  29. representaban, a los vagabundos de los títeres les echa en cara “mil males”, sobre todo que se
  30. burlaban de los temas bíblicos. Cervantes dejó constancia de este recelo en el famoso capítulo
  31. sobre el retablo de Maese Pedro que destroza don Quijote. En cambio, le fascinaban los corrales de
  32. comedias, donde llegó a estrenar su obra La Numancia y Los tratos de Argel, y por ver sus funciones se
  33. ausentaba de Esquivias poniendo a su mujer la disculpa de hacer recados en la Villa y Corte.
  34. Por el contrario, de los actores y actrices opina que deben ser gentiles, hablar con propiedad,
  35. tener buena memoria y desvivirse por contentar al público: “con su oficio (dice) no engañan a nadie,
  36. pues por momentos sacan su mercaduría a la plaza pública, al juicio y a la vista de todos”.
  37. A los empresarios, que entonces se llamaban “autores”, les reconoce el esfuerzo para
  38. ganar lo suficiente en una temporada como para poder estrenar en la siguiente. Todos ellos:
  39. son necesarios en la república, como lo son las florestas, las alamedas y las vistas de
  40. recreación, y como lo son las cosas que honestamente recrean”. Parece evidente
  41. que a Cervantes le apasionaba el teatro como le apasiona al escritor de los pasos de Vidriera.
  42. El cronista de las andanzas del licenciado piensa que el capital mercantil se había
  43. desarrollado en el siglo XVII en toda Europa y aun en el Nuevo Mundo a despecho de católicos y
  44. puritanos. Y le vienen a la mente aquellos versos acerados de Francisco de Quevedo:
  45. “Porque pues da calidad al noble y al pordiosero,
  46. poderoso caballero es don Dinero…”

La mala fama de los médicos

  1. Tampoco las profesiones liberales escaparon a los juicios satíricos del licenciado Vidriera.
  2. Las que salieron peor paradas fueron la medicina y la justicia.
  3. Cervantes ya advirtió sobre los médicos “curanderos que actuaban a la vez de barberos, sangradores
  4. y algebristas”. Y debido a sus continuos pleitos, excomuniones y estancias en la cárcel conoció la
  5. ley vigente y pudo valorar su aplicación por los jueces, llegando a la conclusión de que
  6. “la codicia rompe el saco y el gobernador codicioso hace la justicia desgobernada”.
  7. El escritor de los viajes del licenciado decide ir por partes. Primero la salud del
  8. cuerpo y después el castigo de los delitos y las penas. Los médicos en la España del Siglo de Oro
  9. fueron tratados mal por la opinión popular, a los que lanzaban motes tan hirientes como
  10. “matasanos” y “emisarios de la muerte”. La sátira a los médicos se extendía
  11. a los boticarios, los cirujanos y los barberos. El licenciado Vidriera acusaba
  12. a los predecesores de los farmacéuticos de falsificar la composición de los remedios.
  13. En cuanto a cirujanos y barberos, muchas veces se fusionaban en la figura del “cirujano sangrador”,
  14. que lo mismo aplicaba sanguijuelas, que cortaba el pelo o sacaba dientes. El mismo
  15. padre de Cervantes, de nombre Rodrigo, ejerció este oficio, mal considerado y peor retribuido,
  16. lo que le acarreó penurias a la familia y cambios de vecindario abriendo sin éxito una
  17. consulta tras otra. Por cierto, que el logo de las peluquerías, una barra con colores rojos y
  18. blancos, viene del tronco de madera donde se ponían a secar las toallas blancas manchadas
  19. con hilos de sangre tras la extracción de las muelas. Una de las críticas más comunes a los médicos era
  20. que trataban cualquier enfermedad sangrando siempre a los pacientes. Otro reproche a los
  21. doctores del siglo XVII aludía a sus creencias fantásticas que rozaban la superstición.
  22. Entre ellas estaba la fe que algunos tenían en la calidad sanadora de las piedras preciosas,
  23. sobre todo para curar los casos de envenenamiento, lo que suponía retroceder hasta la Edad Media y
  24. a libros como el Lapidario de Alfonso X el Sabio. De resultas, muchos médicos llevaban
  25. en los dedos anillos con una piedra engastada con la que ungían a los enfermos. Así también,
  26. cuando llegaban esmeraldas a Sevilla en la flota procedente de América, una porción de
  27. estas piedras se destinaba a la farmacia real. Del mismo modo, era opinión muy generalizada
  28. que los médicos estaban más preocupados por ganar dinero que por curar a los enfermos.
  29. En realidad, la medicina española había vivido en el Renacimiento uno de los momentos más brillantes
  30. de su historia. Apartándose de la corriente islámica, motejada de “bárbara” por su corrupta
  31. traducción de las ciencias clásicas, y bajo la autoridad de Galeno, surgió el movimiento del
  32. “humanismo médico”. La imprenta fue su vehículo, la universidad su cátedra, la revisión de los
  33. textos su método y los comentarios filosóficos sobre la naturaleza de la medicina sus logros.
  34. Tan sólo el oscurantismo de la Contrarreforma empañará esta pujanza de la materia médica en
  35. el tránsito al Barroco como refleja su crítica en la novela cervantina.
  36. A partir de los Reyes Católicos la corona tuteló la formación universitaria de los
  37. futuros doctores y el ejercicio profesional de la medicina. Desde 1563, los futuros médicos cursaban
  38. un bachillerato en artes como paso previo para ingresar en la Facultad de Medicina,
  39. donde deberían dar fe de haber escuchado las tres cátedras de Hipócrates, Galeno y Avicena.
  40. En ningún otro país de Europa se exigían tantos requisitos para estudiar la ciencia médica.
  41. La carrera de medicina en la España áurea tenía una duración de cuatro a seis años.
  42. Después del grado, la práctica médica se iniciaba al servicio de un doctor reputado,
  43. lo que permitía, a la vez que un aprendizaje clínico, prepararse para el examen que otorgaba
  44. licencia para ejercer. A fin de superar esta prueba, el aspirante estudiaba como manual el
  45. Método Meden di de Galeno, exponiendo su argumentación en latín ante un tribunal,
  46. que le hacía preguntas y le observaba en su visita a la sala hospitalaria.
  47. Si aprobaba, recibía el título de nomine discrepante, que daba legitimidad a sus estudios.
  48. La vestimenta, dada la importancia del traje en la sociedad barroca, era ritual y venía a
  49. ensalzar el espíritu elevado de la medicina. Los profesores más prestigiosos, en su mayoría
  50. humanistas de honda formación filosófica, portaban traje oscuro, de cuello alto blanco y rizado,
  51. así como bocamangas pequeñas. En cambio, los facultativos más modestos usaban un atuendo
  52. similar al de los tipos populares, a base de chaleco, casaca y calzones cortos. La misma
  53. distinción profesional llevaba a los superiores a censurar los modos y maneras de los inferiores.
  54. De ahí que los médicos consagrados reprochasen a los cirujanos llevar un anillo de esmeralda
  55. en el pulgar como objeto curativo y a los barberos romancistas hablar la jerga del estado llano.
  56. A pesar de la vigilancia de la Inquisición abundaban las celestinas y los curanderos.
  57. Estos se defendían jurando que sólo trataban a los enfermos cuando el médico no podía llegar
  58. a tiempo, lo que les exculpaba ante el peligro de muerte del paciente. Tampoco eran perseguidos con
  59. saña a causa de su gran demanda popular. En el fondo subyacía un prejuicio profesional,
  60. pues muchos doctores se negaban a atender a pobres vergonzantes y a acudir a barrios marginales,
  61. en los que no les iban a pagar la dieta y sí podían propiciarles algún susto. De tal manera
  62. que donde no llegaba la medicina de los médicos lo hacía la experiencia de los curanderos.
  63. Ahora bien, habría que distinguir entre el descrédito popular que tenía la medicina en
  64. nuestro país y el prestigio de algunos doctores en universidades y cortes de
  65. toda Europa. En este sentido, entre los médicos imperiales que ejercieron durante el reinado de
  66. Carlos I, sobresale Luis Lobera, inseparable del emperador en sus viajes; y, sobre todo,
  67. el médico del siglo fue el insigne Andrés Laguna, traductor al castellano de la Materia Médica de
  68. Dioscórides de Anazarbo, que pasa por ser la obra más importante sobre recursos terapéuticos de la
  69. antigüedad clásica. Aunque la fama de erudito de este doctor segoviano, anatomista y epidemiólogo,
  70. se fue gestando como estudiante en París y docente en Alcalá, profesor itinerante por Europa,
  71. físico de la familia real de Carlos V y médico de cámara de los papas Pablo II y Julio III.
  72. Es, sin duda, el curricular más brillante de la profesión médica española en el siglo XVI.
  73. ¿Cómo se llegó a la falta de médicos de prestigio internacional en el Barroco? Una parte de la culpa
  74. la tuvieron las medidas proteccionistas que, en el campo de la cultura y del control ideológico,
  75. se tomaron al poco de reinar Felipe II. Cuando concluyó el Concilio de Trento en 1563,
  76. se prohibió a los estudiantes españoles salir a estudiar a centros extranjeros,
  77. estableciéndose un “cordón sanitario” en las fronteras para supervisar el tránsito de libros,
  78. ideas y profesores. Esto no fue óbice para que siguiesen brillando doctores y
  79. obras con repercusión europea como el libro el Examen de ingenios, del doctor
  80. Juan Huarte de San Juan, que tanto influyó en el ingenio cervantino.

Las flaquezas de la justicia

  1. El escritor que recrea la vida del licenciado Vidriera trata
  2. de dilucidar su opinión sobre la justicia. No olvidemos que estaba orgulloso de su formación
  3. como doctor en la prestigiosa Universidad de Salamanca “donde su principal estudio fue de leyes”.
  4. Tampoco que los vínculos de Cervantes con el mundo jurídico son indisolubles de su biografía.
  5. Una ajetreada existencia como la suya estuvo plagada de litigios judiciales, sucesivos pasos
  6. por tribunales y cíclicas estancias entre rejas. A pesar de ello mantiene una fe inquebrantable
  7. en la necesidad de la justicia del Rey y de Dios para que las repúblicas estén
  8. bien concertadas. Así lo expresa a través del personaje de Preciosa en su novela La Gitanilla:
  9. “Sé que el corazón del Rey en las manos de Dios mora”. La España del Siglo de Oro estaba regida por unas
  10. leyes distintas a las actuales. Aquel régimen se basaba en la desigualdad estamental. El nuestro en
  11. la igualdad ante la ley. Antaño cohabitaban varias jurisdicciones a la vez. Hogaño hay
  12. una sola: “Todos somos iguales ante la ley”. En la eclosión de las letras y las artes durante
  13. el Barroco tuvo mucho que decir el derecho, pues los innumerables pleitos entre particulares,
  14. instituciones y territorios se dirimieron en su mayoría por la vía de los tribunales
  15. y no mediante la violencia. Es lo que Bartolomé Benassar llamó “la cultura de la negociación”.
  16. Ahora bien, a pesar de su fe en la justicia divina, Cervantes critica la injusticia y la
  17. corrupción como una de las lacras más nocivas de su tiempo. De ahí que no emplee una expresión tan
  18. culta y amable como la de “negociación”, sino que contraponga la indefensión de los humildes
  19. frente al poder de los ricos, a los que -escribe en su novela Rinconete y Cortadillo- “no les falta ungüento
  20. para untar a todos los ministros de justicia”. Del mismo sentir era Francisco de Quevedo que, en uno
  21. de sus poemas satíricos sobre la moda femenina de llevar la frente despejada, hizo esta comparación:
  22. “La frente de la mujer bella, mucho más ancha que la conciencia del escribano”.
  23. Al perder la razón nuestro licenciado sólo decía la verdad de las cosas y de
  24. las profesiones. De toda la jerarquía de empleos en la administración de justicia, consideraba
  25. a los escribanos la piedra angular de la misma Estas cualidades que le atribuye a los escribanos
  26. coinciden en parte con los requisitos que se exigían para ganar un hábito de una orden militar
  27. y para superar los exámenes de limpieza de sangre. Todo lo contrario, opinaba de los alguaciles,
  28. que “te sacan la hacienda de casa y comen a tu costa”, de los procuradores ignorantes y de los
  29. solicitadores, a los que compara con los médicos porque siempre llevan ganancia en cada caso.
  30. La mala fama de los funcionarios de justicia la culminó al hablar de los jueces de comisión
  31. El desventurado Cervantes sufrió estas arbitrariedades judiciales cuando le
  32. encarcelaron en Sevilla por delitos fiscales que no le competían y en Valladolid por el asesinato
  33. de don Gaspar de Espeleta a la puerta de su casa. De ahí que en el discurso de la Edad
  34. de Oro que don Quijote recita a los cabreros de Sierra Morena anhele la madre tierra pacífica y
  35. justa que habitaron los primeros hombres: “Allí -dice- no había el fraude, el engaño ni la
  36. malicia mezclándose con la verdad y la llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos.
  37. El viajero visita el archivo de la Real Chancillería de Valladolid que,
  38. junto a la de Granada, fueron los tribunales supremos de justicia durante el Siglo de Oro.
  39. Le viene a la memoria la parábola de las puertas de la ley, inserta en el libro El proceso de Kafka,
  40. que nos habla de la futilidad del hombre en su búsqueda de la justicia absoluta.
  41. Un campesino se presenta ante las puertas abiertas del palacio de la Ley. El guardián le advierte que
  42. no puede pasar y, si lo hiciese, otros guardianes más severos le detendrían. El rústico se sienta en
  43. un taburete a esperar. Pasan los años. Pasa la vida. Y cuando está a punto de morir
  44. le pregunta al centinela por qué nadie ha intentado entrar durante ese tiempo. Y el custodio de la
  45. Ley le responde: “porque esta puerta era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla”.
  46. Esta soledad del individuo, esta censura de la ley, seamos letrados o legos, nos da que
  47. pensar sobre el acceso a la justicia imparcial. Aunque Kafka fuese ya un ciudadano y Cervantes
  48. un súbdito, la moraleja de la parábola es válida para ambos (ciudadano y súbdito).
  49. Cuestiona la libertad de elección del hombre ante la omnipotencia del poder.
  50. Desnuda de apariencias el traje de gala de las instituciones.
  51. Evidencia la fragilidad de la condición humana ante la voracidad de la Historia.
  52. Nuestro escritor persiguió en balde el éxito literario en pos del bienestar. Un anhelo más
  53. que comprensible en quien padeció estrecheces durante toda su vida. Le fue negado en los
  54. corrales de comedias. Le fue dado a probar con El Quijote, aunque de manera fugaz y regusto amargo,
  55. merced a las ediciones piratas y a las sisas en las cuentas del impresor.
  56. En esa espera vana, murió anciano, enfermo y pobre de solemnidad. Le remató, como al campesino
  57. de Kafka, más que el cúmulo de injusticias y achaques, la jurisdicción del tiempo finito.
  58. Andando los años, Antonio Machado escribió en versos la misma la lección del:
  59. “todo pasa, nada queda, pero lo nuestro es pasar”.











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