VIOLENCIA DE GÉNERO Una mirada multidisciplinar
VIOLENCIA DE GÉNERO
Una mirada multidisciplinar
3: Lenguaje, comunicación y violencia de género.
Cuando se habla de violencia de género, se incluye, en ocasiones, la violencia verbal. No lo hace la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que ni menciona su existencia, y la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres solo la contempla dentro de lo que en ella se define como acoso sexual. Sin embargo, las leyes autonómicas sobre violencia de género, desde la ley canaria de 20032, presentan la violencia verbal como una de las maneras de ejercer violencia psicológica sobre las mujeres, además de representar una de las maneras en que puede ejercerse el acoso sexual.
Existe una violencia tácita, general, universal, que sufren todas las mujeres a través de la lengua y que es resultado de un problema estructural de la sociedad en la que vivimos.
Es necesario empezar comprendiendo que la lengua es un producto humano. Nacemos con una capacidad natural para crear y utilizar signos que nos permitan comunicarnos; pero el modo en que lo hacemos en la práctica es obra nuestra, no de la naturaleza; por consiguiente, cada lengua es un producto cultural de la misma índole que los objetos que construimos para diversos fines (cultura material), las leyes por las que nos regimos, nuestros mitos, nuestra religión, nuestras obras artísticas, etc. Si las lenguas son obras humanas, han de tener la marca de quien las ha creado: ninguna lengua puede sustraerse de los rasgos conformadores y característicos de la comunidad hablante que la ha acuñado y la utiliza. Por tanto, habremos de inferir que la lengua española refleja, en su estructura y en sus componentes, una sociedad en la que existe una distribución de roles sociales entre varones y mujeres marcada por una relación desigual que se ha erigido sobre un sistema social de dominación-sumisión y en el que el varón es el centro y medida de todas las cosas.
Los hablantes no son conscientes de forma espontánea del trasfondo cultural e ideológico de la lengua que usan. Hablar viene a ser como andar; se convierte en un acto rutinario, en una respuesta inmediata a un estímulo. Sin embargo, la fisonomía y evolución del sistema lingüístico se ven condicionadas por la cultura, la cual impone todo el conjunto de experiencias pretéritas que han quedado fosilizadas en su estructura gramatical y en el léxico. Para que el hablante pueda percatarse de esta circunstancia es necesario, por ejemplo, contrastar con otras lenguas (lo que nos enfrenta a otras formas diferentes de nombrar lo mismo), o reconstruir el armazón cultural que hay detrás del léxico o de la gramática. Por todo ello, resulta tan peligroso tomar la lengua como algo heredado, fijado e indiscutible, que no debe modificarse solo para responder a las necesidades o expectativas de ciertos grupos sociales, porque la lengua se debe, supuestamente, a la totalidad, cuando la lengua misma es parcial y capciosa. Partiendo de estas premisas, vamos a ver cómo un sistema de comunicación creado a imagen y semejanza de una sociedad patriarcal y androcéntrica maltrata a las mujeres, ejerce violencia estructural sobre ellas.
La primera forma de desvalorizar a un colectivo es ninguneándolo, hacer como si no existiera. Ignorar a alguien es una de las manifestaciones de la agresión psicológica. Las mujeres y sus experiencias vitales no siempre tienen nombre en las lenguas que se han formado en comunidades lingüísticas que ven el mundo desde una óptica masculina, a través de los ojos de los varones. Un ejemplo de este ninguneo es la ocultación de las mujeres en el masculino genérico cuando supuestamente las engloba. Otro ejemplo, son las asimetrías léxicas que se dan en el vocabulario del cuerpo humano, en el del estado marital o en el de los oficios, profesiones y cargos. Estos ejemplos corresponden a dos niveles de la lengua, el morfológico, en el primer caso, y el léxico, en el segundo. Examinemos, pues, por un lado, el género gramatical, y, por otro, el mundo de las palabras.
Según las cuatro máximas de Grice, que estructuran el llamado principio de cooperación que debe regir cualquier intercambio conversacional, un hablante debe dar tanta información como sea precisa y solo ésa (máxima de cantidad), debe ser relevante en el contenido (máxima de pertinencia o relevancia) y debe evitar la ambigüedad (máxima de modo y manera). Si el significado del género masculino en sustantivos de seres sexuados sólo puede dilucidarse por el contexto lingüístico o mental y no siempre existen suficientes indicios para que tal cosa sea posible, el uso que se hace de él para incluir también a las mujeres deja de cumplir las tres máximas que acabamos de mencionar, porque ni da la información precisa, ni es relevante al no hacer explícito una parte del significado (la presencia de las mujeres), ni evita la ambigüedad, sino que la promueve. La consecuencia directa es que las mujeres se vuelven invisibles en los discursos en los que no se hace el esfuerzo de nombrarlas en femenino. Ese dejar de existir en la lengua aboca a las mujeres a la nada, por tanto, las rebaja y las humilla.
Estamos realmente ante un dilema. En atención a la mentalidad colectiva y a la ambigüedad del género masculino (que unas veces se refiere solo a los varones y otras se pretende que incluya también a las mujeres, dejándose al contexto la interpretación adecuada), la única manera de visibilizar sin equívoco a las mujeres es nombrándolas en femenino, pero hacerlo es visto como innecesario, farragoso y hasta agramatical por una parte de la comunidad lingüística y, sobre todo, por ciertas “autoridades” lingüísticas. Ante una situación así, parece conveniente servirse de otros mecanismos que tiene la lengua, como son los términos genéricos (persona, individuo, ser humano, progenitor) o los colectivos (comunidad, alumnado, tripulación, personal docente, pueblo romano, clase obrera, servicio doméstico, funcionariado), o mediante una reestructuración de la frase (Le damos la bienvenida, en lugar de Bienvenidos), sin la necesidad de repetir el sustantivo en masculino y en femenino.
La lengua es un sistema constituido por distintas unidades distribuidas en diferentes niveles y relacionadas entre sí, formando jerarquías, vínculos entre iguales, etc. Este sistema intenta mantenerse estable a lo largo del tiempo, aun a pesar de las fluctuaciones que sufre por el uso que los hablantes hacen de ella, por su propia erosión, por la fragilidad que supone la existencia de elementos aislados dentro del sistema, por el contacto con otras lenguas. Cuando hablamos del léxico, este suele agruparse por campos según su forma o según su significado. Es interesante observar cómo son esos campos, cuántas palabras los componen, qué sentidos tienen. Podemos reflexionar sobre los motivos por los que la comunidad ha creado ciertos términos y otros no, cuáles son las connotaciones sociales y culturales que tiene cada vocablo, por qué existen desequilibrios internos dentro de cada campo y desequilibrios entre unos campos y otros, en el sentido de por qué unos son tan grandes, con tantas voces, y otros son minúsculos. En el caso concreto del vocabulario referido a mujeres y varones podemos identificar asimetrías lingüísticas que no hacen más que reflejar la asimetría social entre los sexos.
Una mirada multidisciplinar
- Construcción social del género.
- Sistema sexo-género-deseo. Estereotipos y roles.
¿Qué es el sistema sexo-género?
A lo largo de la historia, se ha intentado explicar desde diferentes paradigmas científicos los
comportamientos diferenciales de mujeres y hombres. Tradicionalmente se ha postulado que las
diferencias entre mujeres y hombres venían marcadas por una explicación biologicista, pero
posteriormente, en el siglo XX, la Sociología se interesó por el impacto de los cambios sociales en
las construcciones de nuestra identidad, comenzando a hablar de roles masculinos y femeninos y
encontrando que nuestra forma de ser mujeres u hombres, está más determinada por la cultura y
la sociedad en la que vivimos.
Desde esta idea, cada cultura dota de contenido la idea de lo que es “ser mujer” o “ser hombre”,
en un periodo histórico y cultural determinado, y esto se transmite entre generaciones por
socialización. Es la repetición de estas ideas, esquemas, creencias y estereotipos, lo que hace
que identifiquemos como “masculinos” o “femeninos” unos comportamientos u otros.
La frase de
la filósofa feminista Simone de Beauvoir identifica esta idea en su célebre “No se nace mujer:
sino que llega una a serlo”, es decir, las características sexuales con las que nacemos no
determinan nuestro comportamiento, sino que son las civilizaciones, las culturas, quienes elaboran
el constructo de lo que significa ser mujer, o ser hombre, elaboran el constructo de género.
Gayle Rubin (1975) estableció la idea de un sistema diferenciado entre sexo y género. Según
esta propuesta, el sexo se comprendería como los aspectos biológicos que diferencian a mujeres
y hombres; que serían universales y generalmente permanentes, y el género sería el componente
social o cultural. De esta forma, desde la conceptualización de este sistema se diferencian:
- Lo biológico (el sexo),
- Lo cultural (el género).
Sexo.
Todas las personas nacemos sexuadas y con unas características corporales, y, en el momento
en el que nacemos, se nos asigna un sexo u otro en función de los cromosomas, las hormonas,
los órganos reproductores y los genitales que presentamos. Normalmente la etiqueta que se nos
asigna es dicotómica, entendiendo que podemos tener sexo masculino, o sexo femenino.
Sin embargo, sabemos que existen personas intersexuales, por lo que el sexo va más allá de esta
dicotomía, y las conceptualizaciones sobre este concepto están modificándose.
Género.
Se denomina género, en contraposición a sexo, para referirnos a los comportamientos, actividades
y atributos que una sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres (Organización
Mundial de la Salud). El género, por tanto, es un constructo cultural, y es el significado que da
nuestra cultura a nuestro cuerpo sexuado.
Estas características, por ser sociales, dependen de la sociedad en la que vivamos; cada sociedad,
por tanto, tendría un sistema sexo-género, con sus códigos y peculiaridades. Por ejemplo, una
mujer puede nacer en China o en África, y a ambas se las identificará al nacer como mujeres, pero
su cultura no espera de ellas los mismos comportamientos, roles o características, porque éstos
comportamientos, las costumbres, las creencias, están definidas y diferenciadas por la cultura en
la que viven.
Siguiendo con esta diferenciación, los géneros se propondrían como una representación social
que además es dicotómica, opuesta, excluyente y jerárquica; es decir, se generan posiciones
de poder diferenciadas y asimétricas donde quien sustenta el poder o domina es la posición
masculina y la posición subordinada es la femenina. (Rubin, 1975).
El género es una construcción
interiorizada a través del proceso de socialización diferencial, que establece parámetros o
marcadores de lo que deben ser, hacer y parecer un hombre y una mujer, definiéndolos como
masculino o femenino, por oposición y con desigual valor (Parra, 2018).
La orientación del deseo
La orientación sexual hace referencia al sentido que toma la atracción erótica y romántica. Puede
expresarse en términos de mayor o menor preferencia o de ausencia de atracción. (Parra, 2018)
Cuando se habla tradicionalmente de la orientación del deseo sexual se consideran tres posibles
orientaciones:
- Heterosexualidad. Se refiere a las personas que sienten atracción por personas del sexo contrario (hombres que sienten atracción por mujeres, mujeres que sienten atracción por hombres).
- Homosexualidad. Personas que sienten atracción por personas del mismo sexo. Como esta palabra surge con un carácter patologizador, algunas personas prefieren referise con las designaciones de lesbiana (atracción entre mujeres) y gay (atracción entre hombres). (Parra, 2018).
- Bisexualidad. Personas que sienten atracción indistintamente por personas del mismo o distinto sexo (mujeres que sienten atracción por mujeres y hombres; hombres que sienten atracción por hombres y mujeres).
- Pansexualidad. Personas que sienten atracción hacia personas independientemente de su sexo o identidad sexual.
- Asexualidad. Personas que no sienten atracción erótica hacia otras personas.
- Demisexualidad. Personas que sienten atracción solo hacia personas con las que previamente se ha establecido un fuerte vínculo emocional. La sexualidad, nuestros cuerpos sexuados, la atracción, o el deseo, son conceptos que se están actualizando mucho en las últimas décadas, para acercarse más a la diversidad y variedades de formas de sentir la sexualidad de las personas.
Roles
El sistema sexo-género en una sociedad se establece, entre otras cosas, a través de roles y
estereotipos; es decir, a pesar de que nuestras formas de ser y sentir son muy diversas, desde la
niñez vamos aprendiendo en nuestra cultura esquemas, costumbres y normas sobre lo que se
considera “normal” o habitual, en mujeres o en hombres, lo que significa ser femenina o masculino,
el rol que nos toca representar.
Los roles de género
Son las funciones y los comportamientos que cada sociedad en cada momento de la historia
considera normales para hombres y mujeres, incluyendo el conjunto de tareas que se considera
corresponde a cada cual. Responden, desde nuestra cultura, a la idea de lo que deberíamos
ser/hacer como mujer, o como hombre.
Tradicionalmente en las mujeres se ha considerado que su rol ha de ser la de encargarse del
trabajo doméstico y del cuidado de menores y otras personas dependientes; frente al rol social
masculino, representado en el ejercicio de la función pública, el trabajo remunerado, el liderazgo
y el poder. Esta distinción entre espacio público, como aquel donde tienen lugar los trabajos
productivos, remunerados y valorados socialmente, y el espacio privado, como aquel donde
tienen lugar tareas reproductivas, menos valoradas socialmente y normalmente no remuneradas,
conlleva una desigualdad de género y la transmisión de la idea de que las tareas asignadas al
rol de género femenino son menos importantes, cuando se trata de tareas necesarias e
ineludibles para la vida y el desarrollo de nuestras sociedades.
En las últimas décadas, estamos asistiendo a cambios en los roles asignados tradicionalmente a
las mujeres y los hombres, puesto que las mujeres han ido incorporándose al trabajo remunerado,
la educación, progresivamente encontramos más mujeres que ocupan cargos de responsabilidad
en empresas y hombres que se dedican a las responsabilidades del cuidado doméstico, pero aún
siguen siendo cambios lentos y los roles tradicionales siguen perviviendo con los que intentan
actualizarse a los tiempos actuales.
Los estereotipos de género
Son ideas simplificadas y fijas de lo que una sociedad, en un momento histórico, entiende sobre
la masculinidad y la feminidad. Son creencias preconcebidas sobre lo apropiado o lo inapropiado
para cada género. Como generalizaciones que son, tratan de explicar una idea de forma muy
resumida, tomando ideas generales sobre las mujeres y de los hombres “como norma”, y, por
tanto, no incluyen las diversas formas de ser o actuar de una manera diversa.
Por ejemplo, entre los estereotipos más frecuentes sobre las mujeres encontramos la idea de que
son sensibles, débiles, cuidadosas, y entre sus aficiones se encuentran la moda o la belleza; sobre
los hombres, el estereotipo indica que son fuertes, valientes, racionales y les gusta el
deporte. Esto, por tanto, hace que pensemos que sólo existe una manera de ser hombre o de ser
mujer, y que a aquellas personas que tienen gustos, o personalidades diferentes al rol que le
correspondería, se las considere extrañas o excepcionales. Aquellas personas, además, que en
algún aspecto confirman el estereotipo que tenemos en la cabeza, refuerzan la idea de que
efectivamente, el estereotipo es real. (Los hombres son así, las mujeres son así).
Además, normalmente los estereotipos son contrarios y también se colocan en una posición de
dominio en la que las características asociadas a la masculinidad se consideran superiores (ser
fuerte mejor que sensible, racional mejor que emocional, etc.)
Socialización de género
La socialización es un proceso que nos acompaña durante toda nuestra vida. Cada sociedad y
cada época histórica imponen un modelo de socialización diferente. (Moreno y Ruiz, 2016). Los
agentes que influyen en este proceso de socialización (la familia, la escuela, los grupos de iguales,
los medios de comunicación) transmiten, con mayor o menor sutileza diversos mensajes sobre lo
que se considera adecuado para hombres y para mujeres. Las costumbres, los juguetes, los
cuentos, las películas, las imágenes, son algunos ejemplos de ello, y todos los comportamientos
que vemos en nuestros modelos de referencia, son influencia en lo que creemos que tenemos que
ser.
Se entiende, por tanto, por socialización de género el proceso por el que nos vamos convirtiendo
en mujeres o en hombres en una sociedad y en una época concreta.
Rupturas del sistema sexo-género-deseo
En el sistema de socialización patriarcal, el género, como norma, distingue y clasifica a las
personas en un binomio definido por oposición. Esta clasificación se realiza en función de cinco
variables (según Parra, 2018):
- Respecto al cuerpo sexuado, las opciones son: hembra/macho
- Respecto a la identidad sexual, las opciones son: mujer/hombre
- Respecto a la expresión exterior, las opciones son: femenina/masculine
- Respecto a la orientación sexual, la opción (única) es: heterosexual
- Respecto al rol social, las opciones son: reproductivo/productivo o doméstico/público.
En virtud de este sistema dual, el cuerpo sexuado (hembra/macho) se asocia biunívocamente a la
identidad (hombre/mujer) y una expresión exterior (femenina/masculina), vinculándose a una
orientación del deseo sexual específica (heterosexual).
Así, desde un punto de vista tradicional, este sistema sería como una cadena de elementos fijos
que han de ir unidos. Si naces hombre, has de ser masculino y heterosexual. Si naces mujer, has
de ser femenina y heterosexual.
Como hemos indicado en el desarrollo del tema, actualmente están modificándose y
complejizándose los conceptos que conocemos sobre sexo, género y deseo, y las realidades nos
indican que no todas las personas “encajan” en esta cadena, sino que existen personas que
transgreden la norma de género y el binarismo sexual en alguna o varias de las dimensiones.
Lo más importante es que todas las opciones son normales. Porque las etiquetas y los
constructos sociales que nos categorizan, nunca definen todas las formas que tenemos de ser,
identificarnos o sentir.
- Androcentrismo, misoginia y heteronormatividad.
Androcentrismo
Al hablar de androcentrismo, hacemos referencia a la práctica (consciente o no) de tomar en cuenta el
punto de vista masculino, como una posición central en el mundo que lo explica todo. Así, desde una visión
androcéntrica, se considera lo masculino como lo que es “objetivo”, lo “real”, y “la medida de todo” (Zafra,
2005) Y se generaliza esta visión masculina al conjunto de la población.
Es decir, conocemos el mundo desde la visión de cómo son, piensan y hacen los hombres. Y la participación
femenina se considera anecdótica, o el conocimiento sobre las mujeres se considera una excepción.
Uno de los aspectos más claros del androcentrismo es el lenguaje, en el que nos han enseñado que el
masculino genérico engloba a hombres y mujeres, pero a veces se usa el masculino sólo para referenciar
a los hombres. En este aprendizaje, las mujeres aprenden que a veces son nombradas y otras no, pero
sobre todo, aprenden a ser personas de segunda. Así, existe una íntima conexión entre la lengua utilizada
y la posición femenina en esa sociedad. (Bengoechea).
Ejemplos de androcentrismo podemos encontrar a la hora de descubrir cómo múltiples medidas que se
consideran “la media” se basan en una corporalidad media masculina (como la forma del cinturón de
seguridad, que no se adapta a la corporalidad femenina, o las alturas que se consideran normalizadas de
diferentes espacios físicos o mobiliarios –incluso aunque sean de cocina, y ésta esté tradicionalmente
considerada femenina-).
El androcentrismo es una forma de pensamiento que puede socializarse de manera muy sutil, o que
habitualmente no percibimos, pues hemos construido nuestra forma de pensar sobre el mundo de los
mensajes que recibimos, y en pocas ocasiones cuestionamos las concepciones más básicas.
Uno de los ejemplos que demuestra la importancia de tener en cuenta en nuestra visión del mundo la
existencia de las mujeres, es el caso de la sintomatología conocida sobre el infarto de miocardio.
Seguramente todas las personas hemos aprendido la anatomía del cuerpo humano con un modelo
anatómico masculino, y hemos considerado que tanto hombres como mujeres se asemejan a ese único
modelo. Pero si miramos la realidad desde una visión no androcéntrica, incluyendo a las mujeres en nuestra
visión del mundo, y la medicina empieza a realizar investigaciones y estudios para analizar si existen
diferencias entre mujeres y hombres, nos encontramos sorpresas como que los síntomas que conocemos
sobre el infarto de miocardio, y que se difunden en campañas de prevención de infartos para prevenir a la
población, son síntomas que son los habituales en los hombres, pero no así en las mujeres. Así,
actualmente sabemos que fallecen hasta un 6% más de mujeres por enfermedades cardiovasculares en
comparación con la población masculina por este desconocimiento, a pesar de que los síntomas típicos
pueden ser compartidos, la enfermedad cardiovascular en las mujeres es diferente y puede cursar con
síntomas distintos, que en muchos casos tanto las mujeres, como las y los profesionales sanitarios que las
atienden, no tienen costumbre de tener en cuenta.
Misoginia
Del pensamiento androcéntrico que coloca al hombre como centro del universo, parte la misoginia.
La misoginia es la aversión o el odio hacia las mujeres. Una tendencia ideológica que desprecia a las
mujeres y a todo lo considerado como femenino.
El término misoginia está formado por la raíz griega “miseo”, que significa odiar, y “gyne” cuya traducción
sería mujer, y se refiere al odio, rechazo, aversión y desprecio hacia las mujeres y, en general, hacia todo
lo relacionado con lo femenino. Ese odio (sentimiento) ha tenido frecuentemente una continuidad en
opiniones o creencias negativas sobre la mujer y lo femenino y en conductas negativas hacia ellas.
Cuando
hablamos de misoginia nos estamos refiriendo a una actitud que, además, tiene claros puntos de contacto
con lo que se ha denominado sexismo tradicional u hostil. (Ferrer y Bosch, 2000). La misoginia puede
manifestarse mediante diferentes formas, desde las más sutiles hasta las más agresivas en forma de
violencias.
En la mayoría de mitologías del mundo antiguo, religiones y muestras culturales hay presencia de
comportamientos y actitudes misóginas. Por ejemplo, uno de los filósofos más influyentes, Aristóteles, decía
que la mujer “es un hombre incompleto, una deformidad, un ser inferior”; Pio Baroja opinaba que “la mujer
actual elegante no tiene vida interior ninguna. Parece que el poco cerebro que tenía se le ha evaporado”; o
Quevedo decía de la mujer “Es bueno cuando está en la sepultura”. (Suarez, 2007).
En conclusión, y aunque en la actualidad desde muchas sociedades se esté tratando de cambiar estas
concepciones, la mayor parte de nuestras culturas, y por tanto, de nuestras sociedades, y nuestras
historias, están influidas por un pensamiento androcéntrico y misógino, donde la norma se dicta desde el
género masculino, y se reproducen ideas erróneas sobre las mujeres basadas en el odio y la diferencia. Por
eso, vivimos aún en sociedades machistas, en las que de formas a veces directas y otras sutiles, se sigue
manteniendo una idea de superioridad de los hombres sobre las mujeres.
Heteronormatividad
Actualmente, además se habla de la influencia de la heteronormatividad. La heteronormatividad es un sistema que genera violencias hacia aquellas personas que no siguen un patrón de género, de sexualidad, de prácticas o de deseos asociados a la heterosexualidad, entendiendo que la heterosexualidad sería la norma y aquellas personas que se salen de la misma, no son “normales”.
El concepto heteronormatividad surge dentro del marco de los estudios y políticas queer y de los feminismos negros, ligado a las luchas de los feminismos Cyborg y los transfeminismos. Es un cuestionamiento del orden social dominante, de la norma impuesta que supone la heterosexualidad. (Platero, Rosón y Ortega, 2017). Según la obra “Barbarismos queer”, la heteronormatividad es el régimen político, social, filosófico y económico generador de violencias hacia todas aquellas personas que no seguimos un patrón de género, de sexualidad, de prácticas y deseos asociados a la heterosexualidad. Incluso si se cumple con cada mandamiento de lo considerado “normal”, sigue existiendo una importante violencia contra aquellas personas situadas en los márgenes.
Desde este punto de vista, se entiende que la heteronormatividad está ejerciendo violencias contra aquellas personas que no cumplen el mandato cultural de sentirse o identificarse heterosexuales. Así, varias autoras identifican la violencia y la opresión que se encuentra en este mandato. Butler explica que la heteronormatividad marca qué personas son sujetos posibles dentro de la escena política. (Butler, 2004), y Witing (1992), que el pensamiento heterosexual impone una interpretación totalizadora. Así, debido a la heteronormatividad, las sociedades, a través de sus instituciones y políticas sociales refuerzan la idea de que las mujeres y los hombres existen con el objetivo de complementarse, y todas las relaciones sexuales deberían ser entre hombre y mujer, así que las personas que no se ajustan a este sistema son calladas o invisibilizadas. Si la heterosexualidad se toma como una norma, y a toda persona que no cumple ella, se la considera “no normal”, se puede afirmar que esa heteronormatividad, está siendo opresiva y violenta.
Desigualdades de género aún presentes Las desigualdades de género han sido analizadas gracias al empuje del movimiento feminista en siglo XX. Así, el movimiento feminista, o los feminismos, comenzaron reivindicando derechos para las mujeres como el de ser ciudadanas, tener acceso al voto, o a los mismos derechos laborales que los hombres; a reconocer las aportaciones de las mujeres a la sociedad o a reivindicar sus derechos sexuales y reproductivos. En definitiva, dar valor al modo de ser y estar en el mundo de las mujeres. La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, se celebró en 1975, en México, pero las decisiones más relevantes se tomaron en la Cuarta Conferencia de 1995 en Beijing, donde se establecieron doce puntos críticos que impiden el avance de las mujeres en el mundo. (referencia) La Declaración y Platafoma de Acción de Beijing encuentra una serie de obstáculos que provocan la desigualdad de las mujeres respecto de los hombres:
1. La mujer y la pobreza
2. El acceso desigual a la educación
3. La falta y acceso desiguales a los sistemas de salud
4. La violencia contra las mujeres
5. Los diversos aspectos de vulnerabilidad de las mujeres en conflictos armados
6. La desigualdad en las estructuras económicas
7. La desigualdad en el poder y la toma de decisiones
8. Carencia de variados mecanismos institucionales para mejorar el adelanto de las mujeres
9. La falta de respeto y la protección inadecuada en cuanto a los derechos humanos
10. La sub-representación de las mujeres en los medios de comunicación
11. La desigualdad en la gestión de los recursos naturales y en la salvaguardia del medioambiente
12. La discriminación y violación de niñas. Así, en diferentes países y sociedades, encontramos diferentes
Heteronormatividad
Actualmente, además se habla de la influencia de la heteronormatividad. La heteronormatividad es un sistema que genera violencias hacia aquellas personas que no siguen un patrón de género, de sexualidad, de prácticas o de deseos asociados a la heterosexualidad, entendiendo que la heterosexualidad sería la norma y aquellas personas que se salen de la misma, no son “normales”.
El concepto heteronormatividad surge dentro del marco de los estudios y políticas queer y de los feminismos negros, ligado a las luchas de los feminismos Cyborg y los transfeminismos. Es un cuestionamiento del orden social dominante, de la norma impuesta que supone la heterosexualidad. (Platero, Rosón y Ortega, 2017). Según la obra “Barbarismos queer”, la heteronormatividad es el régimen político, social, filosófico y económico generador de violencias hacia todas aquellas personas que no seguimos un patrón de género, de sexualidad, de prácticas y deseos asociados a la heterosexualidad. Incluso si se cumple con cada mandamiento de lo considerado “normal”, sigue existiendo una importante violencia contra aquellas personas situadas en los márgenes.
Desde este punto de vista, se entiende que la heteronormatividad está ejerciendo violencias contra aquellas personas que no cumplen el mandato cultural de sentirse o identificarse heterosexuales. Así, varias autoras identifican la violencia y la opresión que se encuentra en este mandato. Butler explica que la heteronormatividad marca qué personas son sujetos posibles dentro de la escena política. (Butler, 2004), y Witing (1992), que el pensamiento heterosexual impone una interpretación totalizadora. Así, debido a la heteronormatividad, las sociedades, a través de sus instituciones y políticas sociales refuerzan la idea de que las mujeres y los hombres existen con el objetivo de complementarse, y todas las relaciones sexuales deberían ser entre hombre y mujer, así que las personas que no se ajustan a este sistema son calladas o invisibilizadas. Si la heterosexualidad se toma como una norma, y a toda persona que no cumple ella, se la considera “no normal”, se puede afirmar que esa heteronormatividad, está siendo opresiva y violenta.
Desigualdades de género aún presentes Las desigualdades de género han sido analizadas gracias al empuje del movimiento feminista en siglo XX. Así, el movimiento feminista, o los feminismos, comenzaron reivindicando derechos para las mujeres como el de ser ciudadanas, tener acceso al voto, o a los mismos derechos laborales que los hombres; a reconocer las aportaciones de las mujeres a la sociedad o a reivindicar sus derechos sexuales y reproductivos. En definitiva, dar valor al modo de ser y estar en el mundo de las mujeres. La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, se celebró en 1975, en México, pero las decisiones más relevantes se tomaron en la Cuarta Conferencia de 1995 en Beijing, donde se establecieron doce puntos críticos que impiden el avance de las mujeres en el mundo. (referencia) La Declaración y Platafoma de Acción de Beijing encuentra una serie de obstáculos que provocan la desigualdad de las mujeres respecto de los hombres:
1. La mujer y la pobreza
2. El acceso desigual a la educación
3. La falta y acceso desiguales a los sistemas de salud
4. La violencia contra las mujeres
5. Los diversos aspectos de vulnerabilidad de las mujeres en conflictos armados
6. La desigualdad en las estructuras económicas
7. La desigualdad en el poder y la toma de decisiones
8. Carencia de variados mecanismos institucionales para mejorar el adelanto de las mujeres
9. La falta de respeto y la protección inadecuada en cuanto a los derechos humanos
10. La sub-representación de las mujeres en los medios de comunicación
11. La desigualdad en la gestión de los recursos naturales y en la salvaguardia del medioambiente
12. La discriminación y violación de niñas. Así, en diferentes países y sociedades, encontramos diferentes
Paradigma de las violencias de género e interseccionalidad.
Violencia de género en la pareja
La violencia de género se considera el símbolo más patente de la desigualdad existente en
nuestras sociedades.
En España, la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra
la Violencia de Género, fue una de las primeras definición legales que nombran como tal la
“violencia de género” identificándola como “todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las
agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad”.
Y se refiere a la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad
y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de
quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por
relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia
Violencias de género como continuum
Además de la violencia que se puede vivir en el entorno de la pareja, hablar de violencia contra
las mujeres implica hablar de diferentes manifestaciones en plural, que se manifiestan hacia las
mujeres, bajo sociedades patriarcales y en una situación de desequilibrio de poder con los
hombres.
La Asamblea General de Naciones Unidas en 1993 adoptó la Declaración sobre la Eliminación de
la Violencia contra la Mujer, donde afirma que la violencia de género deteriora o anula el desarrollo
de las libertades y pone en peligro los derechos humanos fundamentales de las mujeres, la libertad
individual y la integridad física de las mujeres, y define múltiples formas en que estados,
comunidades y personas ejercen violencia de género contra las mujeres.
La Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993) adoptó la Declaración de Viena y el
Programa de Acción donde se reconocen los derechos humanos de las mujeres como parte de los
derechos humanos universales, y afirma que las violencias por razón de sexo deben ser
eliminadas, admitiendo que son el resultado de prejuicios culturales que son incompatibles con la
dignidad y el valor de la persona.
Así, en la Declaración de la ONU sobre la eliminación de la violencia, se especifica que “violencia
contra la mujer” significa cualquier acto de violencia basado en la pertenencia al sexo
femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico,
incluyendo las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si
se produce en la vida pública como en la privada.
Abarca los siguientes actos:
A) Violencia física, sexual o psicológica que tenga lugar en la familia, incluyendo los malos
tratos, el abuso sexual de niñas en el ámbito familiar, la violencia relacionada con la dote,
la violación en el matrimonio, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales
dañinas para las mujeres, los actos perpetrados por otros miembros de la familia y la
violencia referida a la explotación.
B) La violencia física, sexual o psicológica que suceda dentro de la comunidad, que incluye
la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones
educacionales o en otros lugares de la comunidad, el tráfico sexual de las mujeres y la
prostitución forzada.
C) La violencia física, sexual o psicológica perpetrada o tolerada por el estado donde quiera
que esta ocurra.
Concepto de interseccionalidad
En los últimos años, el paradigma de las violencias de género, se está ampliando teniendo en
cuenta la interseccionalidad. La interseccionalidad es el fenómeno por el cual cada persona sufre
opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales. El
término fue acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989.
Según la interseccionalidad, las personas estamos atravesadas por diferentes organizadores
sociales; algunos de ellos son el género, la etnia, la clase, la orientación sexual e identidad de
género, la diversidad funcional, la procedencia nacional, la edad, etc. Lejos de ser “naturales” todas
estas categorías son construidas socialmente y están interrelacionadas entre sí. (Platero, Rosón
y Otega, 2017).
Se trata de un conjunto de herramientas conceptuales que facilitan el análisis crítico sobre las
relaciones de poder, las posibilidades de tener agencia y autodeterminación sobre la propia vida,
resistir frente a la discriminación, así como de señalar el privilegio que se distribuye de manera
desigual. (Johnson, 2002). Son aproximaciones que provienen de los movimientos sociales y
hacen referencia a las diferentes perspectivas de simultaneidad de opresiones.
Modelos de relación afectivo-sexual. El atractivo de la violencia.
La adolescencia y el aprendizaje de vínculos
Un momento importante en el proceso socializador de las personas es la adolescencia. Aspectos
claves como la autoimagen, la autoestima, la pertenencia a un grupo, y las relaciones afectivas y
sexuales se desarrollan en esta etapa de la vida. Si bien es cierto que la socialización infantil ha
dejado una huella importante en la construcción de la identidad de género y las pautas
relacionales, es importante destacar que aprender a establecer vínculos adecuados basados en
la atracción hacia otra persona, es en sí mismo un proceso de aprendizaje; dicho de otra manera,
a enamorarse se aprende enamorándose poniendo en ello todo el bagaje de experiencias
anteriores de relaciones pero descubriendo aspectos hasta entonces desconocidos. De ahí la
importancia de que las primeras relaciones de pareja sean positivas. (Estébanez y Vázquez, 2017)
Aprender a elegir a personas adecuadas para relacionarse y hacerlo a través de interacciones
positivas es también un proceso de aprendizaje. Las y los adolescentes (y a veces también las
personas adultas) pueden creer que mientras se es joven se puede “experimentar” en relaciones
de riesgo, con chicas y chicos con los que no se saldría “en serio”, sin ser conscientes de que el
riesgo está en normalizar el control y los malos tratos, entre otras conductas dañinas.
Hablamos de la adolescencia y los modelos de relación que aprendemos, porque aquellos
comportamientos que inculcamos las personas adultas, con nuestros actos y actitudes, tiene
un importante efecto en las siguientes generaciones. Recordemos que mediante el proceso de
socialización las personas aprendemos ejemplos, desde tres agentes: la familia, la escuela, y los
medios de comunicación. Las demostraciones que las y los adolescentes perciban en estos tres
agentes, estará influyendo en lo que ellas y ellos consideran: adecuado, deseable, normal.
La normalidad es una de esas preguntas que las y los adolescentes se preguntan cuando
comienzan a tener experiencias afectivas y/o sexuales. Identificar qué tipo de comportamientos
son normales o no, es todo un proceso de aprendizaje social. Las y los adolescentes tienen ideas
sobre lo que es adecuado en una relación incluso antes de experimentarlo, pero, con la llegada
de la adolescencia, la emocionalidad, la necesidad de vivir experiencias nuevas y la resolución de
problemas junto con sus iguales, hará que las personas adultas dejen de ser un referente de apoyo
(aunque ya han sido referente de influencia). Todas y todos aprendemos en sociedad, lo que
queremos, lo que nos gusta, lo que deseamos. Por eso es tan importante que los mensajes que
transmitimos (y los actos) no inculquen ideas de dominio y sumisión en las relaciones, pues
nos encontramos con que muchas adolescentes se sienten atraídas por quienes no las tratan bien.
Modelos de atracción
Pensemos en qué nos resulta atractivo. La atracción tiene que ver con elementos emocionales
como el enamoramiento, y con los relacionados con el deseo sexual que despierta otra persona.
Pero por supuesto, también hay toda una construcción social y cultural del atractivo, una influencia
social que tienen los mensajes que recibimos. Nos gustan más aquellas personas que a las demás
les gustan.
Hay personas a las que socialmente se les dota de atractivo y otras a las que no y eso es un hecho
histórico, los chicos que se consideran más atractivos responden a un determinado modelo:
son agresivos, seguros, audaces, saben (o aparentan saber) imponer sus puntos de vista, sus
reglas, controlan sus emociones, tienen una actitud de desafío ante la vida… son el modelo del
“chico malo”.
Pero no es que los chicos y chicas que respondan a estos modelos hayan nacido con esas
cualidades, ese es uno de los mitos que nos vamos a encontrar en este tema. El modelo de
atracción es un guión social prefigurado que se va reforzando a partir de las interacciones y sus
consecuencias de reforzamiento o crítica o rechazo. Este modelo sirve de perspectiva para que
ellas y ellos trabajen en el desarrollo de esas cualidades de manera consciente e inconsciente
desde el momento que entran en la adolescencia. (Estébanez y Vázquez, 2017)
Así, el chico “malo” que se jacta de serlo, el líder sexual, es quien mayor éxito tiene en el juego de
conquista, y el modelo que se presenta como un valor positivo en los grupos de chicos. Entre sus
características está integrado y normalizado el uso de la violencia, puede y debe machacar a
quienes son diferentes, hablar con desprecio de las chicas; no le importará subir a las redes
sociales las fotos íntimas de las chicas con las que se enrolla y de las que se burlará después…y
aunque puede ser criticado entre algunos chicos y chicas, lo cierto es que encuentra mucho
refuerzo para continuar con estos comportamientos, tanto directo (entre sus amigos y las chicas
que lo desean) como indirecto (ya que es la imagen masculina por excelencia que se potencia en
todos los productos culturales que nos rodean). (Estébanez y Vázquez, 2017)
En el caso de las chicas, el atractivo no se centra tanto en su actitud como en su físico. Toda la
presión que reciben se dirige a que se conviertan en una “tía buena” que despierte el deseo de los
chicos. Así que el modelo de atracción es como un guión social que está configurado. De chicos
malos y chicas objeto.
Pensemos un momento si este modelo es una cuestión sólo de hoy en día o casi podríamos
encontrar ejemplos en toda la historia cinematográfica. Nuestras culturas han estado enviando la
idea de que una relación de pareja complicada, con un “chico malo”, puede salir bien, con el
esfuerzo que haga falta para conseguir “cambiarle”.
La violencia aparece como atractiva en muchos mensajes culturales a la vez que la idea de que el
buen trato es algo aburrido y exento de pasión. Así, se reproduce la doble moral del modelo
tradicional de relaciones: que serían la del amor sin pasión o de la pasión sin amor. Parecería por
tanto que, por un lado, están las personas que excitan, y por otro las que nos tratan bien. Y este
modelo ampara la violencia de género. Y hay que enseñar también que el amor se aprende, que
no es producto de un flechazo, el amor no es una fuerza irracional, el amor no justifica todo, no es
irremediable ni fortuito. (Gómez, 2004)
En ese sentido, Fina Sanz (1995), describe tres modelos de pareja.
Modelo de inclusión.
Es el modelo de roles que corresponde a las relaciones tradicionales de pareja. En este modelo,
una persona (generalmente mujer) siente que está incluida en el espacio de la otra, o bien que
aborda a la otra, la engloba. Este modelo favorece las relaciones de poder o de
dominación/sumisión porque está jerarquizado y estimula la dependencia. En este modelo de
relación afectiva no se tiene en cuenta el espacio personal propio de cada persona al margen de
la pareja. Suele haber una falta de sentido de identidad o una dificultad para saber quién soy yo,
qué quiero, qué deseo hacer y qué me gusta.
No hay espacio propio para el yo, todo sería Tú.
Modelo fusional utópico.
Sería el modelo idealizado o perfecto que se propone durante el enamoramiento y representa la
idea de la media naranja. (Los dos somos uno, con los mismos gustos, los mismos deseos, los
mismos ritmos y amistades…). Las personas que buscan el establecimiento de este tipo de vínculo
como forma de vida tienden a cambiar con frecuencia de pareja en una búsqueda de ese modelo
de perfección, y están continuamente insatisfechas porque el modelo no se cumple.
Solo habría un Nosotros perfecto e ideal
Por otro lado, algunas personas han intentado darle la vuelta al modelo de dependencia, buscando
irónicamente el contrario, la independencia. Pero una relación que solo tuviera espacios propios
para cada persona y no tiene nada compartido, no puede ser definida como relación.
Sería solo un Yo por un lado, Tú por otro.
Modelo de interdependencia.
Este modelo plantea una relación igualitaria, en la que existe un espacio personal y otro espacio
común. Por un lado, existe un espacio personal no compartido para cada miembro de la pareja, y
por otro, existe un espacio común que sí es compartido. Prevalece un deseo de relaciones
horizontales, de igual a igual. Este modelo supone tomar conciencia de que se tiene un espacio
personal (antes de ser pareja se es persona), y, por tanto, tomar contacto con la propia
individualidad; respetar el derecho al propio espacio, así como respetar el de nuestra pareja;
saberse fusionar (saber estar con la otra persona) y saber estar separada (estar bien consigo
misma); y saber combinar seguridad afectiva y sentido de la libertad. Así, se respeta la
individualidad y a la vez se comparte algo.
Hay un Yo, hay un Tú y hay un Nosotros.
2. Violencia de género en el ámbito de la pareja.
2. Violencia de género en el ámbito de la pareja.
- Violencia y género. Definición y tipos.
Cuando hablamos de la violencia de género en el ámbito de la pareja, hablamos en palabras de
Cantera del maltrato recibido de alguien con quien se tiene o se ha tenido algún tipo de relación
afectiva de pareja. Tal y como se señala en el vídeo visionado en este módulo y tema. Es una
violencia que por acción o inhibición causa daño atentando contra el bienestar, los derechos y
libertad de la persona receptora de esa violencia.
La violencia de género en la pareja también puede tener lugar en relaciones afectivas LGBTQ.
Existen páginas web dedicadas a orientar sobre ello. Algunas fuentes sobre la violencia de género
que tiene lugar en las relaciones afectivas No heterosexuales pueden consultarse en la bibliografía
de (Cantera, 2004) o ver, por ejemplo, la página del Departamento de Salud y servicios humanos
de EEUU (2018).
Esta violencia, como señalamos al presentar las reglas en torno a la violencia que se dan
socialmente, tiene formas y maneras de manifestarse y esto nos lleva al siguiente sub-título: la
tipología de la violencia de género
La violencia física es cuando se utiliza el empleo de la fuerza física causando daño.
El maltrato
emocional/psicológico es el ataque al interior al propio orgullo y dignidad de la persona. En esta
podemos encontrar tipos de manifestaciones que algunos/as autores y autoras prefieren separar
como son: el maltrato económico, espacial y temporal.
La violencia sexual, es la imposición de
relaciones sexuales coitales o no sin consentimiento. Véase ejemplos de esta tipología de violencia
en la siguiente ilustración.
Además de la tipología de la violencia que tiene lugar en la pareja; se suele incluir la violencia
institucional para poder visibilizar las formas en que una actuación inadecuada puede favorecer la
perpetuación de la violencia recibida por parte de la pareja. Por ejemplo, la tardanza o negación
de servicios a la víctima. Interpretaciones de las leyes vigentes en detrimento de la víctima, etc
- Percepción social de la violencia en la pareja.
Y, solemos hacernos esas preguntas porque en el fondo de ellas, a nivel social, sigue costando el entender
el que una persona que ha dicho amarte (entendiendo el amor como ha sido transmitido a nivel social),
pueda llegar a hacer tanto daño.
La violencia de género en la pareja ocurre dentro de una relación afectiva, donde las partes se conocen y
en principio no se miran como enemigas. Una relación donde se supone que exista el amor romántico que
ha sido enseñado y reforzado constantemente (Calatayud Arenes, 2009; Caro Blanco, 2008; V. Ferrer
Pérez & Bosch Fiol, 2013; Leal García, 2012, 2017).
Una sociedad que se encarga de crear, mantener y
sostener unas ideas y creencias en torno a la violencia como verdades absolutas. Creencias e ideas
transmitidas que traen confusión, invisibilización y persisten en el refuerzo de la desigualdad (Bosch-Fiol &
Ferrer-Pérez, 2012; Cabruja Ubach, 2004; V. A. Ferrer Pérez, 2010).
Los mitos relacionados a la violencia, como señala Cantera (2004), tienen unas implicaciones tanto en la
persona que lo personifica como en los y las profesionales que atienden situaciones de violencia de género
en relaciones de pareja.
Toda sociedad tiene las formas de dar explicación a los fenómenos y problemáticas a las que a simple vista
no tienen una respuesta empírica y científica. A esas ideas y a creencias se les llama mitos.
Los mitos nutren los prejuicios desarrollando una actitud hacia el exo-grupo a nivel cognitivo (ideas),
emocional (siendo coherente con las ideas), y conductual (coherente con las ideas y las emociones). Todo
ello se simplifica a través de los estereotipos que son ideas aceptadas comúnmente por la sociedad con
carácter inmutable. Estos no solo explican la realidad desde una óptica determinada; sino que orienta el
pensar y hacer en relación con ella. Construye y resiste a las pruebas de la realidad. (L. Cantera & Gamero,
2007; L. M. Cantera, 2004).
En el caso de la violencia de género en la pareja, los mitos en torno a ella son un instrumento más del
sistema patriarcal para normalizar y mantener la desigualdad. Tal y como fue planteado en el video
visionado en este tema, los mitos que hacen referencia a los hombres agresores los exculpan, lo justifican,
lo comprenden y evocan a la compasión y a entenderles. Los dirigidos hacia la mujer víctima, son
condenatorios, peyorativos, enjuiciadores y evocan rabia y desprecio. Lo anterior refleja la idea de
privilegios y permisividad que la sociedad patriarcal fomenta en una parte de la sociedad en detrimento del
bienestar y respeto de los derechos humanos de la otra parte, las mujeres.
Modelo del Sistema Abierto
Cantera (1999) señala que este modelo entiende la violencia de género en la pareja como un reflejo de la
violencia macroestructural a nivel social, nacional e internacional. La misma responde a constructos
sociales de relación dominación-subordinación. Aparece en relación con las creencias, las ideas, los
imaginarios y las expectativas que se tenga de la relación de pareja y de la familia; consideradas como
construcciones sociales y culturales.
Modelo socio-personal
Otro modelo es planteado por el Colectivo de ideologías y vivencias de los géneros. En su libro Masculino
que ninguno, el Colectivo de ideologías y vivencias de los Géneros-P.R. (2003) plantea el modelo sociopersonal desde donde entender la violencia de género en la pareja. Plantean que la acción humana no
puede ser entendida o explicada por factores del sujeto solamente. La explicación a nivel psicológica que
se realice debe incluir la dimensión interpersonal. Las acciones humanas para ser entendidas requieren de
recurrir a sus raíces sociales e históricas.
- Manifestaciones y proceso de la violencia de género en la pareja
Un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones
públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los
varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las
mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y
reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el
uso de la violencia. (Fontenla, 2018, pág. 4)
El patriarcado es un modelo androcéntrico en el que los hombres ocupan estatus sociales más elevados y
en donde la perspectiva masculina domina el modo de percibir y de construir la realidad social y cultural.
(Cantera, 2010).
El patriarcado como señala Cantera (2010), “inspira un determinado modelo de pensar, organizar y
desarrollar la estructura social y las relaciones familiares y de pareja en el que predominan la estructura
vertical, la jerarquía, la autoridad, la desigualdad, la asimetría, el orden y la ley, la disciplina, la represión y
el castigo, además de una precisa división de los antes denominados “roles sexuales”: padre, madre, hijo,
hija, (…) ama de casa, etc. (pág. 191)”.
La cultura patriarcal está presente y se manifiesta en todas las partes. Cantera (2010) explica que el
patriarcado es como el cimiento de un edificio. No se ve, pero sabemos que está y que existe porque él
sostiene las grandes estructuras del edificio. Como un edificio en construcción, quienes somos testigos de
ello vemos como se construye el cimiento del mismo. Esta parte es crucial, fundamental; porque si no está
bien construida la estructura que sobre él se levante peligra y puede estar condenada a derrumbarse.
El paradigma género aporta algunas claves para la comprensión de la violencia en la pareja,
remitiendo al contexto patriarcal:
a) La violencia es un recurso y una herramienta de control permitida y legitimada por la
cultura patriarcal, en cuyo seno no aparece divorciada de la moral;
b) La persona agresora puede vivir como responsabilidad y obligación el mantenimiento
(si cabe, con violencia) del orden en la pareja;
c) El uso de la violencia asegura a quien la practica la perpetuación de su posición de
poder y privilegio;
d) El ejercicio de la violencia suele comportar beneficios inmediatos al agente;
e) El mantenimiento del orden mediante la violencia refuerza “la agradable” sensación
de dominio y control.
Ritos de paso
En 1909 el antropólogo francés Arnold Van Gennep denominó como rito de iniciación (ritos de paso) a las
actividades, acciones, cultos, ceremonias, etc. que se llevaban a cabo simbolizando y marcado la transición
de un estado o etapa de la vida de la persona a otra.
Las actividades dan pie a la transformación y por tanto al cambio de un estado a otro, que portará a mayores
deberes y beneficios de carácter individual, relacional y social. Cada sociedad tiene la encomienda de
transmitir de generación en generación las actividades que forman parte de ese momento metamorfoseo.
Existen diferentes ritos de paso, por ejemplo: muerte, matrimonio, nacimiento, fe, etc. y entre ellos el rito
de paso de infancia a adultez.
Vínculos afectivos
Los vínculos afectivos forman parte de nuestra socialización y contribuyen en el bienestar o no del día a día. Cuando hablamos de relación de pareja afectiva, se enmarca en lo que a nivel social e individual se entiende por pareja, relación, amor, etc. Cada sociedad se encarga de educar afectivamente a sus miembros para que de esa manera reproduzcan y mantengan el orden establecido.
El vínculo afectivo no surge de la nada; para que ocurra tiene que haber un encuentro que pasa por sentirnos atraídas y atraídos hacia la otra persona. Esta etapa de seducción es muy importante porque tiene que ver con la forma en que aprendimos amar, a lo que creemos que es el amor y lo que debería de “siempre” ser. Se da un deseo de fusión, y decidiremos si seguir o distanciarnos. De seguir, el vínculo tiene lugar.
Para Sanz (2003) en nuestra sociedad actual existen básicamente tres modelos de vínculos afectivos.
El modelo de inclusión responde a relaciones de pareja más tradicionales. Ella favorece relaciones de dominio-sumisión. Cuando una de las partes no acepta la estructura de relación de pareja formada, se da la crisis. La persona incluida reivindica su espacio personal y la incluyente siente que se le quita algo.
El modelo de fusión es lo que conocemos socialmente como la media naranja. La pareja no tiene espacio propio; sino todo sucede como si de una sola persona se tratara. Este suele ser el modelo idealizado donde los dos somos uno, la llamada media naranja. Favorece la dependencia en la relación.
El modelo de interdependencia es un modelo que se ha de crear. Es un modelo alternativo a los otros dos favorecidos por un sistema social favorecedor de desigualdad y relaciones de dominio y control. Requiere el compromiso de las partes.
Nunca debemos de subestimarla, ni presentarnos ante ella como expertas y expertos conocedoras de ella;
porque hacerlo nos coloca en la más profunda vulnerabilidad. La violencia es una de las grandes
herramientas del patriarcado y como el mismo sistema patriarcal está normalizada, internalizada y
naturalizada.
La violencia está presente y convive en nuestras vidas. Como señala Fina Sanz, el verbo
buen tratar no existe. El esfuerzo por tratarnos entre los seres humanos con respeto, reconocimiento del
otro/a y de sus derechos, y desde la igualdad y equidad; es cuesta arriba. Requiere continua
problematización, reflexión y análisis de la cotidianidad teniendo en cuenta: lo individual, lo relacional y lo
social.
La violencia llega incluso (si te relajas y te posicionas con la prepotencia de quien cree saber y dominar la
materia) hacerte cómplice de ella.
Y si quien lee piensa que no, entonces cómo me (se) explica que en los
centros donde se trabaja para erradicar la violencia, esta puede reproducirse. (Cantera Espinosa, 2002;
Quiñones, Cantera, & Ojeda Ocampo Moré, 2013).
Cantera Espinosa (2002) hace referencia en los factores que influyen en la relación que se da entre
profesional y la mujer (víctima) atendida que no se suele tener en cuenta. Advierte de que los centros en
que se trabaja para erradicar la violencia no deben de ignorar que ellos son una microestructura dentro de
una macroestructura y que los centros de trabajo, sean cuales sean, no están exentos de vivir y reproducir
lo que hay externo a ellos.
3: Lenguaje, comunicación y violencia de género.
Cuando se habla de violencia de género, se incluye, en ocasiones, la violencia verbal. No lo hace la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que ni menciona su existencia, y la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres solo la contempla dentro de lo que en ella se define como acoso sexual. Sin embargo, las leyes autonómicas sobre violencia de género, desde la ley canaria de 20032, presentan la violencia verbal como una de las maneras de ejercer violencia psicológica sobre las mujeres, además de representar una de las maneras en que puede ejercerse el acoso sexual.
Existe una violencia tácita, general, universal, que sufren todas las mujeres a través de la lengua y que es resultado de un problema estructural de la sociedad en la que vivimos.
Es necesario empezar comprendiendo que la lengua es un producto humano. Nacemos con una capacidad natural para crear y utilizar signos que nos permitan comunicarnos; pero el modo en que lo hacemos en la práctica es obra nuestra, no de la naturaleza; por consiguiente, cada lengua es un producto cultural de la misma índole que los objetos que construimos para diversos fines (cultura material), las leyes por las que nos regimos, nuestros mitos, nuestra religión, nuestras obras artísticas, etc. Si las lenguas son obras humanas, han de tener la marca de quien las ha creado: ninguna lengua puede sustraerse de los rasgos conformadores y característicos de la comunidad hablante que la ha acuñado y la utiliza. Por tanto, habremos de inferir que la lengua española refleja, en su estructura y en sus componentes, una sociedad en la que existe una distribución de roles sociales entre varones y mujeres marcada por una relación desigual que se ha erigido sobre un sistema social de dominación-sumisión y en el que el varón es el centro y medida de todas las cosas.
Los hablantes no son conscientes de forma espontánea del trasfondo cultural e ideológico de la lengua que usan. Hablar viene a ser como andar; se convierte en un acto rutinario, en una respuesta inmediata a un estímulo. Sin embargo, la fisonomía y evolución del sistema lingüístico se ven condicionadas por la cultura, la cual impone todo el conjunto de experiencias pretéritas que han quedado fosilizadas en su estructura gramatical y en el léxico. Para que el hablante pueda percatarse de esta circunstancia es necesario, por ejemplo, contrastar con otras lenguas (lo que nos enfrenta a otras formas diferentes de nombrar lo mismo), o reconstruir el armazón cultural que hay detrás del léxico o de la gramática. Por todo ello, resulta tan peligroso tomar la lengua como algo heredado, fijado e indiscutible, que no debe modificarse solo para responder a las necesidades o expectativas de ciertos grupos sociales, porque la lengua se debe, supuestamente, a la totalidad, cuando la lengua misma es parcial y capciosa. Partiendo de estas premisas, vamos a ver cómo un sistema de comunicación creado a imagen y semejanza de una sociedad patriarcal y androcéntrica maltrata a las mujeres, ejerce violencia estructural sobre ellas.
- LA VIOLENCIA DEL NINGUNEO
La primera forma de desvalorizar a un colectivo es ninguneándolo, hacer como si no existiera. Ignorar a alguien es una de las manifestaciones de la agresión psicológica. Las mujeres y sus experiencias vitales no siempre tienen nombre en las lenguas que se han formado en comunidades lingüísticas que ven el mundo desde una óptica masculina, a través de los ojos de los varones. Un ejemplo de este ninguneo es la ocultación de las mujeres en el masculino genérico cuando supuestamente las engloba. Otro ejemplo, son las asimetrías léxicas que se dan en el vocabulario del cuerpo humano, en el del estado marital o en el de los oficios, profesiones y cargos. Estos ejemplos corresponden a dos niveles de la lengua, el morfológico, en el primer caso, y el léxico, en el segundo. Examinemos, pues, por un lado, el género gramatical, y, por otro, el mundo de las palabras.
Según las cuatro máximas de Grice, que estructuran el llamado principio de cooperación que debe regir cualquier intercambio conversacional, un hablante debe dar tanta información como sea precisa y solo ésa (máxima de cantidad), debe ser relevante en el contenido (máxima de pertinencia o relevancia) y debe evitar la ambigüedad (máxima de modo y manera). Si el significado del género masculino en sustantivos de seres sexuados sólo puede dilucidarse por el contexto lingüístico o mental y no siempre existen suficientes indicios para que tal cosa sea posible, el uso que se hace de él para incluir también a las mujeres deja de cumplir las tres máximas que acabamos de mencionar, porque ni da la información precisa, ni es relevante al no hacer explícito una parte del significado (la presencia de las mujeres), ni evita la ambigüedad, sino que la promueve. La consecuencia directa es que las mujeres se vuelven invisibles en los discursos en los que no se hace el esfuerzo de nombrarlas en femenino. Ese dejar de existir en la lengua aboca a las mujeres a la nada, por tanto, las rebaja y las humilla.
Estamos realmente ante un dilema. En atención a la mentalidad colectiva y a la ambigüedad del género masculino (que unas veces se refiere solo a los varones y otras se pretende que incluya también a las mujeres, dejándose al contexto la interpretación adecuada), la única manera de visibilizar sin equívoco a las mujeres es nombrándolas en femenino, pero hacerlo es visto como innecesario, farragoso y hasta agramatical por una parte de la comunidad lingüística y, sobre todo, por ciertas “autoridades” lingüísticas. Ante una situación así, parece conveniente servirse de otros mecanismos que tiene la lengua, como son los términos genéricos (persona, individuo, ser humano, progenitor) o los colectivos (comunidad, alumnado, tripulación, personal docente, pueblo romano, clase obrera, servicio doméstico, funcionariado), o mediante una reestructuración de la frase (Le damos la bienvenida, en lugar de Bienvenidos), sin la necesidad de repetir el sustantivo en masculino y en femenino.
- Las palabras que no existen
La lengua es un sistema constituido por distintas unidades distribuidas en diferentes niveles y relacionadas entre sí, formando jerarquías, vínculos entre iguales, etc. Este sistema intenta mantenerse estable a lo largo del tiempo, aun a pesar de las fluctuaciones que sufre por el uso que los hablantes hacen de ella, por su propia erosión, por la fragilidad que supone la existencia de elementos aislados dentro del sistema, por el contacto con otras lenguas. Cuando hablamos del léxico, este suele agruparse por campos según su forma o según su significado. Es interesante observar cómo son esos campos, cuántas palabras los componen, qué sentidos tienen. Podemos reflexionar sobre los motivos por los que la comunidad ha creado ciertos términos y otros no, cuáles son las connotaciones sociales y culturales que tiene cada vocablo, por qué existen desequilibrios internos dentro de cada campo y desequilibrios entre unos campos y otros, en el sentido de por qué unos son tan grandes, con tantas voces, y otros son minúsculos. En el caso concreto del vocabulario referido a mujeres y varones podemos identificar asimetrías lingüísticas que no hacen más que reflejar la asimetría social entre los sexos.
- LA VIOLENCIA DE LA DESIGNACIÓN TENDENCIOSA
Distinguir entre señorita y señora, pero no hacerlo entre señorito y señor, como otro ejemplo de
asimetría léxica, fija en la mentalidad colectiva que la discriminación o identificación del estado
civil y de la edad es solo pertinente en las mujeres: la comunidad hablante libera a los varones de
esa distinción lingüística y social. Que la palabra señor no se oponga a señorito nos informa de
que estar casado o soltero no es una circunstancia que importe en los hombres; pero sí debe de
importar para las mujeres en el imaginario social puesto que la comunidad ha construido dos
etiquetas lingüísticas para las mujeres, que se oponen entre sí. Si estar soltera o casada es
suficientemente relevante como para que se haya creado la oposición léxica señorita ≈ señora,
sin duda esto condiciona la forma en que las mujeres enfocan su vida. Las dicotomías joven /
madura y soltera / casada, que han sido construidas culturalmente, machacan psicológicamente
al colectivo femenino, mientras que los varones están libres de esta presión psicológica.
Diferenciar entre hombre y marido pero no hacer esa misma distinción hablando del colectivo
femenino, para el que parece suficiente la palabra mujer –que aglutina el sentido de ‘ser humano
de sexo femenino’ y el de ‘esposa’–, abunda en la idea de que el matrimonio es el estado natural
de las mujeres, que no se las entiende si no es en la faceta de esposas. Si unimos dos significados
en una misma etiqueta lingüística es porque los consideramos vinculados. Así, esta otra asimetría
léxica, ejerce una coerción en las mujeres quienes, para ajustarse al mandato patriarcal, quedan
abocadas a entender su papel en el mundo siempre dentro del matrimonio. Para los varones, en
cambio, estar casado es una faceta más, no la esencia.
Encontrarse con limitaciones léxicas en el vocabulario de los oficios y profesiones, como otro
ejemplo de asimetría lingüística, fortalece una imagen desigual entre varones y mujeres y alimenta
los estereotipos de género.
- LA VIOLENCIA DEL INSULTO
En los insultos también se dan asimetrías léxicas. Pocos insultos son de género común (imbécil,
idiota, troglodita), y, por tanto, aplicables de igual modo a un varón o a una mujer, aunque pueda
haber una predilección de uso hacia alguno de los dos sexos (gallina, cagueta). También son
pocos los insultos que tienen una terminación masculina y femenina sin establecer diferencias
semánticas entre una y otra, fuera de la referente al sexo de la persona a la que se alude, esto es,
que pone en entredicho la misma cualidad tanto en varones como en mujeres (tonto / tonta,
señoritingo / señoritinga, pringado / pringada). En ocasiones (vid. Tabla 3), solo uno de los géneros
se considera una invectiva (verdulero / verdulera). En cambio, la mayoría de los insultos significan
cosas diferentes cuando el improperio va destinado a un varón o a una mujer (guarro / guarra,
golfo / golfa, lagarto / lagarta), o están especializados para cada sexo y no tienen equivalente en
el otro género gramatical cuando tienen moción de género (calzonazos, guaperas; marimandona,
vacaburra). Casi todas las injurias destinadas a las mujeres se concentran en dos temas:
a) su comportamiento sexual: se pone en entredicho su recato o su fidelidad conyugal (puta,
zorra) o se discute que tenga una vida sexual satisfactoria (malfollá[da]); y
b) su aspecto físico: se cuestiona su belleza, según los cánones establecidos, a saber,
delgada (ballena, vaca) pero exuberante (escoba, palo), joven (loro, cacatúa) y de rostro
hermoso (callo, cardo, bruja).
En cambio, los insultos reservados a los varones se despliegan en un abanico mayor de temas,
como corresponde a quienes ocupan el espacio público y tienen asignadas una variedad de tareas.
- LA VIOLENCIA FÍSICA A LA QUE INSTAN LAS PALABRAS
Ya hemos visto que la lengua, por el hecho de nombrar y por la forma en que nombra, afecta
directamente a las personas: hay palabras que hieren y humillan, hay palabras que nos dan una
idea de nuestro propio ser y que nos impelen a actuar. En este caso, hay términos y expresiones
que inducen al maltrato físico, que no respetan la libertad sexual y que alientan la agresión sexual.
Por un lado, tenemos los refranes que recomiendan maltratar a la mujer, que no son pocos. Véanse
estos a modo de ejemplo:
A la mujer y a la burra, cada día una zurra.
A la moza andadera, quebrarle la pierna y que haga gorguera.
A la mujer que tal sueña, coces y palos y golpes en ella.
A la mujer y a la candela, tuércele el cuello si la quieres buena.
A la mujer y a la carne, mientras chillen, darle.
A la mujer y al can, el palo en una mano, y en la otra el pan.
Al mal caballo, espuela; a la mala mujer, palo que le duela.
El asno y la mujer, a palos se han de vencer.
La mujer y el asno, se enderezan a palos.
El fuego y la mujer, a coces se han de hacer.
A la mujer y al hierro, dale sin duelo.
3. Tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación
Publicidad y violencia de género
4: COEDUCACIÓN
“En la escuela ya se da un trato igualitario a niños y niñas: enseñamos y aprenden lo
mimo, se les trata por igual y les damos las mismas oportunidades: la culpa es de la sociedad”
Son comentarios que proceden tanto del colectivo docente como del entorno familiar y social, en
general. Ahora bien, ¿es eso completamente cierto? ¿realmente nuestro sistema escolar da un
trato igualitario a nuestras alumnas y a nuestros alumnos?
Quizá un análisis crítico y reflexivo del entorno escolar nos puede ofrecer alguna que otra
sorpresa y mostrarnos que nuestra escuela no es tan coeducativa como pensamos y que queda
mucho camino por recorrer hasta llegar a una efectiva y real educación en igualdad.
Coeducación e igualdad
Sin embargo, antes de iniciar la tarea de construir una escuela coeducativa, debemos
detenernos a identificar el marco teórico de dicha construcción y perfilar de forma bien definida
los conceptos sobre los que sustentar tal sistema. En definitiva, debemos plantearnos qué
significa ‘coeducación’ y ‘coeducar’.
La coeducación se define como un método educativo que persigue la igualdad entre personas de
sexo diferente y parte del principio de la no discriminación por razón de sexo.
En este punto debemos determinar también qué hemos de entender por igualdad. La respuesta
es muy sencilla: igualdad no significa estandarización, pues la igualdad que persigue la
coeducación implica iguales oportunidades para todo el alumnado, igual presencia e igual
representatividad, pero respetando siempre la diferencia de los individuos.
Coeducar es luchar por esta igualdad y compartir la diferencia. La coeducación pretende
conseguir que no existan relaciones de dominio que supediten un sexo a otro, e incorporar en
igualdad de condiciones la realidad e historia de las mujeres y de los hombres, sin jerarquías ni
prejuicios.
T
Escuela coeducadora
Así pues, de la Escuela mixta se debería llegar a la ESCUELA COEDUCADORA (que persigue
una igualdad real, libre de sexismo y androcentrismo). En este proceso de autorreflexión y
reforma todavía está inmerso el sistema educativo desde la década de los 80, avalado por
diversos marcos legislativos que permiten a día de hoy, al menos en la teoría, incorporar la
perspectiva de género en la educación y dar el salto definitivo a un sistema educativo igualitario y
democrático de forma efectiva.
III.
¿POR QUÉ UNA ESCUELA COEDUCADORA?
¿Por qué una escuela coeducadora?
El sexismo y el androcentrismo en el sistema educativo puede ser y, de hecho es, el origen de
desigualdades sociales y, en último término, de violencia sexista, verdadera plaga de nuestra
sociedad.
En este punto surge la duda de si a estas alturas, sobreviven todavía elementos sexistas en
nuestro sistema educativo. La respuesta es, desgraciadamente, afirmativa. Aunque el sexismo y
el androcentrismo pueden pasarnos fácilmente desapercibido, una mirada atenta nos ayudará a
detectar elementos sexistas que, esencialmente, están presentes en dos aspectos del entorno
escolar:
1. Por una parte, detectamos prejuicios sexistas en la posición que ocupan las mujeres
como profesionales de la educación: su presencia o ausencia en las posiciones de toma de
decisiones, su especialización en tareas concretas, etc.
2. Por otra parte, sobreviven elementos sexistas y androcéntricos en la propia cultura
escolar: concretamente, en
a) el currículum explícito (conjunto de conocimientos y saberes que la escuela
transmite)
b) pero también, y especialmente, en el currículum oculto (que es el modo de
transmisión de estos saberes y los valores que lleva implícita esta transmisión).
2. Posición de las mujeres en el organigrama escolar
Aunque la enseñanza es uno de los sectores profesionales más feminizados, la posición de las
mujeres profesionales en la estructura educativa suele ser distinta a la de los varones. Así no
escapa a nadie que la proporción de profesoras disminuye a medida que aumenta la edad de los
alumnos y no se puede obviar que es el prestigio social de los ciclos escolares está jerarquizado:
es directamente proporcional a la edad del alumnado. Lo ideal sería que hubiera igual o parecido
número de docentes de ambos sexos en todos los niveles educativos, a fin de estereotipar unas
tareas docentes y que el alumnado tuviera referentes de su propio sexo en todo el recorrido
escolar: que hubiera más varones en prescolar y más mujeres en el ámbito de estudios
universitarios o ciclos formativos profesionales de nivel superior.
Todavía resulta más evidente y preocupante la desigualdad de presencia de mujeres y varones
en cargos y posiciones donde se toman las decisiones de gestión y administración de la vida
escolar. Así resulta paradójico que el porcentaje de mujeres en cargos de dirección o
administración o gestión de centros escolares no sea proporcional a su presencia mayoritaria
como colectivo profesional. Ello puede repercutir negativamente en la falta de pluralidad a la hora
de tomar decisiones, a la vez que normaliza una situación de, analizada de forma objetiva, ya se
ve que es anómala o poco equitativa.
3. La cultura escolar
La cultura escolar pivota sobre dos pilares esenciales: el currículum explícito y el currículum
oculto. El currículum explícito, como ya hemos dicho, es el conjunto de conocimientos que se
transmiten y que el alumnado debe aprender (matemáticas, historia, lenguaje, química, etc.),
mientras que el currículum oculto es el conjunto de valores que las personas docentes
transmiten durante este traspaso de conocimientos.
Uno de estos pilares, el currículum explícito, es más fácilmente abordable, pues toda la
comunidad escolar lo conoce, ya que está en cierto modo “fijado” u “oficializado”. En cambio, el
currículum oculto pasa fácilmente desapercibido, pues no está predeterminado de forma oficial o
canónica y depende, en el actual sistema educativo, de cada agente de transmisión (el personal
docente), sin instrucciones previas ni demasiado conocimiento de su existencia y
transcendencia. No se puede reflexionar ni modificar aquello de lo que no se es consciente ni, en
consecuencia, se conoce.
IV. PILARES DE LA ESCUELA COEDUCADORA
Una vez definida la coeducación, debemos plantearnos cómo podemos construir un sistema
escolar coeducativo. Los ejes básicos son esencialmente cuatro:
1. Primero, completar mejorando los cambios que han llevado al sistema educativo a la
igualdad formal (escuela mixta).
2. En segundo lugar, revisar las actuales formas androcéntricas de cultura escolar y
rehacer el sistema cultural, introduciendo en él la perspectiva femenina y no sólo como
un aspecto accesorio o secundario
3. A continuación, una escuela coeducativa debe educar personas autónomas tanto en el
plano productivo como en el reproductivo, tan olvidado y desprestigiado en nuestro
actual sistema escolar.
4. Y, finalmente y no por ello menos importante, prevenir las violencias sexistas, que
surgen y se aprenden también en el entorno escolar.
7
V. ESTRATEGIAS
Son diversas las estrategias para conseguir construir una escuela coeducativa, dirigidas a los
tres agentes del sistema escolar: el profesorado, el alumnado y sus familias.
1. Profesorado
La primera estrategia es la sensibilización del profesorado, colectivo que es el verdadero motor
de la escuela. Esta sensibilización puede realizarse desde diversos frentes:
a) con formación de carácter general sobre coeducación. Actualmente las diferentes
administraciones educativas poner al alcance del profesorado cursos, programas y
materiales para formar en este aspecto. También son diversas las organizaciones
educativas y sociales que se ocupan de hacer talleres y cursos de formación sobre
coeducación.
b) incentivando proyectos de investigación-acción en el propio centro, que estén
focalizados en la detección de elementos sexistas y androcéntricos en el entorno
más inmediato y en el diseño posterior de estrategias adecuadas a la problemática
particular que resulte de dicha diagnosis.
Paralelamente a la fase de sensibilización, sería también imprescindible la implementación de
acciones positivas en el propio centro, lideradas por los equipos directivos o la propia
administración educativa, como incentivar la presencia equilibrada de mujeres y varones en
todas las tareas y áreas educativas, una presencia que sea coherente con la realidad del equipo
educativo:
un ejemplo de ello sería intentar que, en los centros de secundaria, las tutorías no sean
exclusiva o mayoritariamente “cosa de mujeres”, especialmente en el primer ciclo de la
educación secundaria;
o en el caso tanto de centros de educación primaria como secundaria promover que la
dirección del centro esté equilibradamente encabezada por mujeres y varones.
o velar por que las coordinaciones técnicas (informática, por ejemplo) no recaigan
exclusivamente en manos masculinas.
2. Alumnado
En cuanto al alumnado, son diversas las líneas de actuación posibles:
1. En el ámbito de la orientación académica y profesional coeducativa, una excelente
medida es la implementación de programas específicos –muchos de ellos también
promovidos des de las propias universidades, centros de igualdad o la propia
administración educativa- de orientación académica y profesional del alumnado que
promuevan la igualdad, a través del espacio de acción tutorial, a fin de que la elección
de estudios y profesiones no venga condicionada por estereotipos sexuales, que asocian
ciertas titulaciones académicas u ocupaciones en el ámbito laboral a un sexo o a otro
por tradición.
2. Un ámbito accesible al análisis, reflexión e intervención es el de los espacios de recreo y
las actividades extraescolares, con el objetivo de erradicar la exclusión femenina de las
actividades deportivas en estos momentos y espacios, copados mayoritariamente por
deportes asociados al sexo masculino, como el futbol.
3. Tampoco pueden faltar las intervenciones en el currículum explícito, ya mencionado, que
comportan la revisión y modificación de los contenidos curriculares, promoviendo, dentro
del marco legal, la inclusión de referentes femeninos y de temas relativos a ámbitos
tradicionalmente asignados a las mujeres. Ello supone a menudo la confección propia
de nuevos materiales adecuados a este cambio, aunque hoy en día ya existen muchas
propuestas coeducativas completamente elaboradas, experimentadas y editadas,
fácilmente al alcance de cualquier docente.
4. Paralelamente, deben incluirse intervenciones en el currículum oculto dirigidas en dos
direcciones:
a) actuaciones desde la acción tutorial, como pueden ser actividades programadas de
cine-fórum para incitar la reflexión grupal sobre temas de género y equidad social;
materiales para trabajar en el espacio de tutoría conceptos como el trabajo
doméstico y su reparto igualitario, la educación afectiva, la promoción de valores
cooperativos, el refuerzo de la autoimagen y la asertividad (especialmente en el
caso de las alumnas), la superación de estereotipos, la presentación de nuevos
modelos de masculinidad, etc.
b) análisis crítico y revisión por parte del profesorado (a nivel individual o grupal) de las
interacciones que se llevan a cabo con el alumnado y la repercusión que puedan
tener desde la perspectiva de género.
Otra medida de carácter transversal (que afecta a los tres agentes del sistema educativo) es el
uso de un lenguaje inclusivo, entendiendo por lenguaje inclusivo un lenguaje no racista ni
xenófobo, ni homofóbico ni sexista ni androcéntrico; en definitiva, resulta imprescindible en la
construcción de una escuela coeducativa velar por que en el entorno escolar se use un lenguaje
democrático.
Ello supone actuar en diversos frentes: revisar la rotulación del centro, los documentos de
comunicación interna, los documentos de comunicación externa (con las familias), los materiales
curriculares (libros de texto, libros de lectura, material educativo en general), etc.
3 Familias
Toda esta transformación de la vida escolar es estéril sin la implicación de las familias del
alumnado. Una vía fácil de acceso a ellas, es conseguir la implicación de las AMPA
(Asociaciones de Madres y Padres del Alumnado) en este proceso. Ello se puede abordar a
través de las personas representantes del AMPA en el Consejo Escolar.
La colaboración de las familias es esencial para consolidar el trabajo y logros llevados a cabo en
centro, pues los prejuicios sexistas suelen ser más potentes y estar más enraizados en el
entorno familiar y social que en la propia escuela. No olvidemos que la familia es una institución
profundamente marcada por la división sexual del trabajo y por la diferenciación de los papeles
sociales y lleva sobre sus espaldas el peso de la tradición heteropatriarcal.
- Currículum explícito y currículum oculto
Entendemos por currículum explícito el conjunto de saberes (considerados legítimos y
legitimados) que constituye el discurso científico.
El currículum explicito incluye:
objetivos
contenidos
metodologías
y criterios de evaluación
que regulan la práctica educativa en una determinada etapa y área del sistema educativo.
Una de las funciones básicas del sistema educativo es la transmisión de conocimientos y
saberes acumulados a través del tiempo.
Ahora bien, hemos de ser conscientes que estos conocimientos y saberes han sido adaptados a
las necesidades de cada momento histórico, seleccionando unos y rechazando otros.
Selección de los contenidos del CE
La selección de estos saberes va en función de dos variables:
1. su validez científica, aunque hemos de ser conscientes que el concepto de ciencia varía
de una época a otra;
2. y las necesidades de dominación política e ideológica del colectivo preponderante; este
deseo de dominación ha provocado determinadas manipulaciones (inclusiones o
supresiones) del canon considerado “transmisible”; ejemplo de dicha manipulación en
aras de unos intereses ideológicos ha sido:
• la transmisión de los textos clásicos (grecolatinos) por parte del cristianismo,
resultado de la cual se perdió un 80% del corpus de autores y obras literarias
grecolatinas por considerarlos contrarios o desacordes a los presupuestos
ideológicos de la religión cristiana.
• la valoración y presentación en el currículo de Historia de España de la
“conquista” de América, abordada exclusivamente desde la perspectiva de la
potencia “conquistadora” y desdeñando la óptica de la población americana.
Currículum explícito y currículum oculto 4
aparecen referentes femeninos, no suelen ser protagonistas, sino que permanecen en
un segundo plano, en un papel secundario o son presentados como una rara excepción
a la norma, lo que conlleva a una normalización del rol secundario atribuido al sexo
femenino.
Jerarquización androcéntrica del CE
Todas estas características del currículum explícito vienen determinadas por un fenómeno que
impregna todos los aspectos y ámbitos sociales: el ANDROCENTRISMO.
Definimos androcentrismo como aquella visión del mundo que considera al varón el centro y la
medida de todas las cosas. El androcentrismo comporta la ocultación sistemática de lo que son o
hacen las mujeres, y, por tanto, de las aportaciones de éstas a la ciencia, el arte, la historia, etc.
Las mujeres son vistas como satélite del centro masculino, hasta el punto a ser asimiladas de
forma sutil pero completamente en el masculino. Así, pues el androcentrismo trae como
consecuencia la masculinización de nuestra forma de pensar, seamos mujeres o varones.
El fenómeno del androcentrismo, presente en todos los aspectos de la vida, tiene como resultado
en el ámbito educativo la jerarquización androcéntrica de los saberes del currículum escolar.
En este sentido, la educación es concebida como una preparación para la vida activa y para la
función social productiva; así, se consideran importantes e indispensables para la vida adulta
materias como matemáticas, historia política y militar, gramática, etc.
Pero el actual sistema escolar no prepara para la función reproductiva (maternidad/paternidad,
mantenimiento y desarrollo físico, sexual y ambiental de los individuos), por lo que no se
consideran importantes materias como cocina y nutrición, cuidado de menores y personas a
cargo (personas ancianas, dependientes, etc.), efectos de un lavado, temperatura sobre los
tejidos, costura, etc.
Estos saberes no considerados dignos de ser curriculares en la escuela mixta, en la escuela
segregada formaban parte de la educación femenina.
Hoy en día se produce la situación
paradójica e incoherente de que, por una parte, son saberes y tareas que todavía en la vida
cotidiana asumen mayoritariamente las mujeres; y sin embargo o por ello mismo, son saberes y
tareas devaluadas. Esta devaluación de conocimientos esenciales para la supervivencia del
colectivo que provocan su ausencia del conjunto de saberes del currículum explícito es así a
causa del análisis económico del concepto de trabajo.
La valoración económica del concepto de trabajo se ha hecho exclusivamente a partir de las
características del trabajo productivo, de manera que el trabajo doméstico no es valorado como
productivo e, incluso, se pone en duda que sea realmente trabajo, puesto que no está
remunerado.
En consecuencia, la escuela mixta no es coeducativa porque ha supuesto la estandarización de
los modelos culturales masculinos y ha marginado hasta la eliminación los modelos culturales
femeninos. La escuela mixta se ha limitado a incluir en una misma aula a niñas y niños, pero
aprendiendo unas y otros el modelo que antes se enseñaba en la educación masculina.
La escuela coeducadora, en cambio, debe permitir integrar en la educación formal de mujeres y
varones también los elementos culturales, antes específicos de las mujeres, y que son
esenciales para el bienestar social.
El sexismo sobrevive en actitudes cotidianas como cuando se censura más a las niñas que a los
niños por ensuciarse o decir palabrotas; o cuando animamos más a los niños que a las niñas a
demostrar valentía o una actitud competitiva; o cuando se les censura por llorar o demostrar
debilidad o falta de coraje; cuando damos por supuesto que los chicos tienen más habilidades
para la informática que las chicas; cuando suponemos de antemano que ellos son más hábiles
que ellas en los deportes; o cuando damos por sentado que las niñas tienen una caligrafía y
presentación de los trabajos más pulcra y cuidada; etc.
Todos estos prejuicios sexistas tienen consecuencias negativas para todo el mundo, pues limitan
nuestras posibilidades como personas y nos niegan determinados comportamientos, por el
simple hecho de pertenecer a un sexo y no a otro.
Pues bien, en estas relaciones interpersonales que se establecen en la práctica escolar (a saber,
la interacción docente – discente), sobreviven rastros de sexismo (inconsciente):
Así, diversos estudios y observaciones experimentales han demostrado que, porcentualmente,
se interactúa más con los niños que con las niñas.
También diversos análisis y estudios han puesto de manifiesto que hay una ocupación y
distribución asimétrica de los espacios de recreo (los patios), en detrimento del sector femenino
del alumnado.
Finalmente encuestas y grupos de discusión diversos han revelado que se hacen valoraciones
de comportamiento del alumnado atendiendo a patrones diferentes (según la adecuación o no al
género que les es atribuido según el sexo).
Todo ello supone una mutilación de las posibilidades personales de niñas, niños y adolescentes,
pues
se limita la afectividad y la emotividad en los niños y adolescentes varones,
censurándolos si demuestran actitudes consideradas femeninas según el estereotipo.
se reprime como antinatural la hiperactividad y la agresividad en las niñas (verbal o
motriz), frente a una mayor permisividad y tolerancia ante conductas disruptivas
masculinas.
se es más tolerante con los varones en relación a la pulcritud en la presentación,
caligrafía, limpieza
La consecuencia a corto, medio y largo plazo es que el alumnado de sexo femenino acaba
interiorizando el papel secundario que la sociedad le asigna, así como una actitud pasiva y
adecuada a la norma. Por su parte el alumnado masculino se ve obligado a responder a unos
modelos de masculinidad arbitrarios dominados por valores como la agresividad, la
competitividad, el protagonismo o la ruptura normativa.
Dicho constreñimiento en unos estereotipos sexuales cerrados provoca situaciones de tensión,
insatisfacción y violencia simbólica que son el germen de las tan temidas violencias de género.
- El centro educativo como entorno seguro. Abordaje de la violencia de género en la educación
Uno de los pilares de la coeducación es la prevención de la violencia de género que surge y se
aprende en el entorno escolar.
Para ello, debemos primero tener claro qué es VIOLENCIA DE GÉNERO y cómo se manifiesta
en el entorno escolar.
Prevenir la violencia de género en cualquier ámbito requiere empezar por la conceptualización y
delimitación de la problemática. Hay que tener en cuenta que, no hace demasiado tiempo, la
violencia de género no estaba reconocida como una cuestión social y cultural sino que era
reducida a sucesos individuales y a conflictos concretos en relaciones de pareja. El camino
recorrido desde esta concepción previa hasta la asunción de responsabilidad por parte de las
instituciones ha pasado por un reconocimiento de la existencia de esta problemática, su
conceptualización y por la creación de un marco legal que la delimite y proporcione los recursos
necesarios para su abordaje.
Fue durante la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijín en 1995, cuando se
definió el concepto de violencia de género.
Partiendo de la definición dada en aquella ocasión, la violencia de género es aquella que se
ejerce contra las mujeres como manifestación de la discriminación y de la situación de
desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres
y que, ejercida por medios físicos, económicos o psicológicos, incluidas las amenazas, las
intimidaciones y las coacciones, tenga como resultado un daño o un sufrimiento físico, sexual o
psicológico, tanto si se produce en el ámbito público como en el privado, tal como indica la Ley
5/2008, de 24 de abril, del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista.
Si hacemos un repaso desde entonces, son diversos los términos usados para designar este tipo
de violencia: sexista, machista, doméstica, de género, etc.
En vista de esta dispersión
terminológica, para abordar el problema en el ámbito escolar, hablaremos de ‘violencia de
género’, pues esta designación incluye toda violencia que tiene su origen en la visión
estereotipada de los géneros y en las relaciones de poder que ésta comporta, vigente en el
sistema heteropatriarcal.
La violencia de género afecta básicamente a:
1) la mujeres en general,
2) y las personas no normativas sexualmente (lesbianas, gays, bisexuales, etc.) o
genéricamente (transexuales, intersexuales, queer, etc.).
En efecto, se trata de violencias diversas que nacen más allá de la dicotomía hombre / mujer,
haciendo referencia a todas aquellas violencias ejercidas en nombre del género como
construcción social.
2. La violencia de género en la educación
En el ámbito escolar, la violencia de género se concreta en tres modalidades:
1) la violencia machista en las relaciones sexoafectivas heterosexuales entre adolescentes
2) la violencia contra el alumnado LGBTI
3) la violencia sufrida por el alumnado (infantil
Los datos
Son diversos los estudios y encuestas realizadas desde la última década que pretenden hacer
un diagnóstico lo más ajustado posible de la presencia de violencia de género entre
adolescentes y contra adolescentes.
Los datos revelados por la Encuesta Igualdad y prevención de la violencia de género en la
adolescencia hecha en 2010 por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de
Igualdad, con la colaboración del todas las comunidades autónomas y del Ministerio de
Educación, con la participación de aproximadamente 11.000 estudiantes de entre 14 y 18 años,
son altamente preocupantes. Dicho estudio tenía como objetivo disponer de un diagnóstico de la
situación actual para prevenir la violencia de género en la adolescencia. Los datos resultantes
muestran que el 30% de chicas de entre 14 y 18 años ha sufrido algún tipo violencia machista en
el ámbito de la pareja. Además, se detalla que, por el tipo de violencia, el 14% ha sufrido
violencia psicológica; el 4%, violencia física; y el 12%, violencia sexual.
Otro informe más reciente es el realizado conjuntamente por el Departament d’Interior y el
Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya en 2017, del que se concluye
también que un 30% del alumnado ha sufrido alguna agresión sexual (el 7%, bastantes o
muchas veces) y que el hecho que tiene más incidencia son las peticiones de fotos sin ropa o
con poca ropa. En todos los casos, las chicas están más victimizadas.
También son alarmantes los datos relativos a la presencia de creencias sexistas, como son la
justificación de la violencia reactiva, la percepción de la agresividad como atractiva, y el peso de
la heteronormatividad. Concretamente destaca:
1. La justificación de la violencia (en una proporción mucho más amplía por parte de los
chicos): esto nos habla, por un lado, de sus capacidades y habilidades de gestionar las propias
emociones, y por otro lado, de la consideración de sentir el derecho al uso de la violencia en
caso de pérdida de poder: “cuando la chica decide dejarlo” o que la chica tiene que “evitar llevar
la contraria al chico”. Se trata de un reflejo muy explícito de las relaciones de poder entre
géneros, donde las chicas ocupan un lugar de subordinación y discriminación respecto de los
chicos.
2. No es menos preocupante los resultados que nos hablan (en este caso de manera más
consensuada entre chicas y chicos) de la agresividad como atractiva, percepción íntimamente
vinculada con el mito del amor romántico.
El papel de la escuela
Todo ello nos conduce a concluir que queda mucho camino por recorrer. Y en este camino, el
ámbito educativo desempeña un papel esencial. Pues, aunque es responsabilidad de todo el
mundo trabajar para combatir la violencia de género, la escuela y las personas referentes
docentes son un pilar en los procesos de socialización y, por tanto un elemento clave, para la
erradicación de la violencia de género.
En efecto, la escuela tiene mucha capacidad de incidencia en los cambios culturales y sociales
que son necesarios para la erradicación de la violencia de género, pues los periodos vitales del
alumnado son muy trascendentes en la integración y transmisión de nuestra cultura y valores
LA PREVENCIÓN EN EL ENTORNO ESCOLAR
1. Alcance, definición y niveles de la prevención
Pero, ¿qué entendemos por prevención y a qué niveles se puede intervenir desde el ámbito
educativo?
Según la Ley 5/2008 del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista, la prevención
es el conjunto de acciones encaminadas a evitar o reducir la incidencia de la problemática de la
violencia machista por medio de la reducción de los factores de riesgo, e impedir así la
normalización, y las encaminadas a sensibilizar la ciudadanía, especialmente las mujeres, en el
sentido que ninguna forma de violencia no es justificable ni tolerable.
Sin embargo la prevención presenta diversos niveles, no todos al alcance de la escuela:
Prevención Primaria: es el nivel en el que se trabaja para que el problema no suceda. En
este nivel se desarrollan estrategias de sensibilización que promueven la concienciación
ante la problemática y hacen visibles las raíces de la violencia de género.
Prevención Secundaria: en este nivel se trabaja con población en riesgo, en este caso
niñas, niños y adolescentes, para poder detectar posibles casos de violencia machista.
Prevención Terciaria: en la prevención terciaria se interviene directamente con la
población afectada, esto es con niñas, niños o adolescentes que ya están viviendo
situaciones de violencia de género ya sea en la familia o en la pareja.
De todo lo anterior se deduce que la prevención de la violencia de género que se realiza en los
centros educativos es principalmente prevención primaria.
Ocasionalmente, sin embargo, puede haber casos que precisen de otro nivel de prevención; en
este supuesto, la intervención por parte del profesorado no es directa, pero sí es necesario el
conocimiento y la activación de los protocolos de intervención que existen.
Puesto que el trabajo en prevención de violencia de género que se realiza en los centros
educativos es principalmente de prevención primaria, pues se trabaja con toda la población para
que el problema no suceda, se incluyen todas aquellas estrategias de sensibilización que
facilitan la concienciación de la problemática y la visibilización de las raíces de la violencia de
género.
La metodología más efectiva a seguir es:
1) por una parte, delimitar el tipo de violencia a prevenir (relaciones abusivas en pareja
heterosexual, o violencias contra el alumnado LGTBI, por ejemplo),
2) y por otra, delimitar con quien se trabajará (el colectivo adolescente no es un colectivo
homogéneo y a veces es útil diseñar acciones singularizadas a grupos concretos).
En el proceso de prevención de violencias de género, el primer paso es la desmitificación. Las
principales ideas a desmitificar son tres:
1. La falacia de la igualdad: existe la falsa percepción de que mujeres y varones gozamos
de una situación igualitaria, de que nuestras decisiones son libres, de que no estamos
sometidos ni sometidas a presiones ni estereotipos –percepción todavía más intensa en
el caso del colectivo adolescente-. Debemos visibilizar que, aunque podemos hablar de
igualdad formal, no podemos decir que sea una igualdad efectiva en todos los ámbitos y
situaciones.
2. Los estereotipos y roles de género (especialmente presentes en las TICs): uno de los
principales mitos a desactivar el la idea de pertenencia sumisa al estereotipo de género
asignado al sexo de pertenencia. Debemos fomentar en el alumnado una actitud crítica
ante los mandatos de género que atribuyen de forma totalmente arbitraria características
al estereotipo femenino (centrado básicamente en la estética, hipersexualizada e
infantilizadora) y al estereotipo masculino (centrado exclusivamente en valores como la
audacia, la acción, el poder y la agresividad).
3. I, finalmente, el mito del amor romántico, que potencia la idea de exclusividad y
posesión y alimenta la erotización del sufrimiento por amor y la agresividad.
Las principales ideas a desmitificar en torno al amor son:
el amor es lo más importante, pues es imprescindible para la compleción del
individuo (el mito de la MEDIA NARANJA)
el amor es para siempre (el mito de la ETERNIDAD DEL AMOR)
el amor es único, mito que alimenta la idea de exclusividad y,
consecuentemente, la idea de la posesión
el amor es pasión, y por ello es ciego e irracional
el amor es sufrimiento y dolor, mito que alimenta la peligrosa erotización de la
agresividad.
.Conocimiento
Paralelamente a la desmitificación es vital para el profesorado o los agentes educativos
implicados en la prevención de la violencia de género el conocimiento de tres aspectos:
1. las características y tipos de abusos
2. el ciclo de la violencia
3. y, especialmente, los nuevos entornos de propagación, a saber, las TICs.
La violencia de género tiene múltiples formas de manifestarse; así podemos distinguir abusos
psicológicos o emocionales, abusos físicos, abusos sexuales y abusos económicos, sociales o
ambientales.
Otro aspecto importante a conocer y transmitir al propio alumnado es el ciclo de la violencia,
Un nuevo escenario: violencia de género y TICs
Es innegable que las tecnologías de la información y de la comunicación han transformado la
manera de relacionarnos, especialmente en el caso de adolescentes y jóvenes. En su caso,
estas tecnologías están tan imbricadas en su desarrollo (son la generación tecnológica) que
resultan decisivas en la construcción de su propia identidad. En consecuencia la población
adolescente y joven no entiende formas de relacionarse que no incluyan a las nuevas
tecnologías. En este escenario, han aparecido nuevas formas de control, abuso y violencia que
implican unos riesgos y una vulnerabilidad específica y que requieren, por tanto, un abordaje
particular.
Las formas de abuso en el entorno de las nuevas tecnologías son diversas y es vital conocerlas
para poder abordarlas adecuadamente. En el marco de las conductas delictivas, tipificadas en el
Convenio sobre la ciberdelincuencia del Consejo de Europa (Budapest, 23 de noviembre de
2001), las que se inscriben en el ámbito de la violencia de género son:
cyberbullying: acoso entre iguales mediante las TIC, que incluye vejaciones, insultos,
burlas, publicación de imágenes crueles y humillaciones o difusión de información
difamatoria. Se trata de un acoso intenso, repetitivo e intencionado.
pishing: del inglés fishing (“pesca”), consiste en lanzar anzuelos para que l@s
usuari@s “piquen”. Implica el uso de las TICs de forma masiva, suplantando a menudo
la identidad de una empresa o entidad, con la finalidad de engaño para acceder a los
datos de la víctima u obtener un provecho en su detrimento.
smishing: variante de la anterior, a través de sms.
grooming: manipulaciones hechas por una persona adulta sobre una menor de
edad, para ganarse su confianza y establecer una relación que le permita materializar un
abuso sexual.
sexting: conducta entre adolescentes que supone la captura de imágenes de
contenido sexual o erótico y su envío a través del móvil a otras personas.
sexcasting: grabación de vídeos de contenido sexual a través de la cámara web y su
difusión por correo electrónico, redes sociales u otros canales.
sextorsion: extorsión sexual por la cual la víctima sufre chantaje con una imagen
spreading: el mismo abuso que el sexting o sexcasting pero sin el consentimiento
de la víctima, por la entrada de una tercera persona que hace difusión masiva del
material sin el consentimiento de una de las partes.
Las características diferenciales de estas formas “tecnológicas” de la violencia de género son
básicamente tres:
1. Esta forma de exponerse a la violencia determina nuevos factores de vulnerabilidad.
2. La forma de ejercer violencia también es diferencial, pues los efectos de dicho abuso
(imágenes o vídeos en la red) no pueden eliminarse y pueden tener un efecto viral, sin
ningún tipo de control por parte de la víctima. Esta circunstancia determina que se
produzca una despersonificación de la agresión, pues cualquier persona usuaria de la
red puede convertirse en agresora potencial.
3. Las consecuencias son especialmente importantes sobre la autoestima de la víctima y
su propia seguridad; en determinados casos, pueden provocar efectos en la víctima
como reclusión, desconfianza, aislamiento o, incluso, intentos de suicidio.
En
consecuencia la transformación hacia un modelo coeducativo es el camino a seguir para luchar
con eficacia contra la lacra que supone la violencia de género.
Nuevos modelos de feminidad
En primer lugar, es imprescindible construir nuevos modelos de feminidad, empezando por
cuestionar los tradicionales y concienciar de las desigualdades que generan los mandatos de
género.
El paso siguiente es desarrollar estrategias de empoderamiento individual (empowerment) y
grupal. Estas estrategias pasan por:
diseñar actividades para reforzar la autoestima de las niñas y chicas
promover la creación de un espacio propio
enseñar y aprender a poner límites y a reclamar respeto para éstos
fomentar la asertividad y promover la manifestación de los propios deseos
diseñar actividades para asumir responsabilidad sobre el propio bienestar
promover el autoconocimiento del propio cuerpo y sexualidad
desarrollar la autonomía personal y promover valores como la sororidad.
Nuevos modelos de masculinidad
Paralelamente, también hay que construir nuevos modelos de masculinidad que también deben
partir de un cuestionamiento del estereotipo masculino heteropatriarcal, y concienciarse de la
desigualdad de género que provocan.
Hay que visibilizar las limitaciones y consecuencias
negativas que implica el modelo tradicional:
el aprendizaje de las emociones basado en el bloqueo de éstas
la agresividad como característica del modelo tradicional
el peligro de caer en conductas de riesgo
la exigente e incómoda obligación de ser activo
el sufrimiento por la asfixiante presión del grupo, etc.
Acto seguido, hay que desarrollar estrategias para construir un nuevo modelo de hombre,
basado en valores positivos como la responsabilización y crecimiento emocional para los niños y
chicos:
promover la aproximación y profundización en el conocimiento de las propias emociones
desarrollar la capacidad de expresar los sentimientos
desmitificar la violencia como atractiva
crear estrategias no violentas para la canalización de las emociones (autoregulación) y
control de impulsos
fomentar la empatía (la escucha activa, la comunicación asertiva y la negociación)
introducir la dimensión reproductiva: aprender los valores del trabajo de cuidado de otras
personas
promover una educación sexual afectiva (trabajando el concepto de consentimiento).
No podemos olvidar sin embargo, que a veces hay casos de violencia de género que precisan de
otro nivel de actuación, que requiere el conocimiento y la activación de los protocolos de
intervención que el marco legal y la administración pone a disposición de la escuela y el
profesorado.
Metodología
Es una obligación legal y que requiere el trabajo conjunto de todos los agentes que pertenecen al
entorno de alumnado que es víctima de alguna de las manifestaciones de la violencia de género.
Los agentes son tres:
LAS FAMILIAS. El entorno familiar debe ocuparse de la detección de cambios en el
comportamiento de la víctima (cambios en su actitud, en su comportamiento, en su estado de
ánimo, en sus vínculos y relaciones sociales).
EL GRUPO DE IGUALES. El entorno de amistades del alumnado víctima de violencia es
esencial en la fase de detección, pues a menudo dispone de informaciones que no tienen ni
familias ni docentes.
LA ESCUELA. El entorno escolar debe crear espacios de confianza para que el alumnado sienta
el centro como un lugar seguro, fomentando actividades que generen identificación, actividades
de prevención, espacios de asesoría, etc. y teniendo referentes adultos para la escucha activa, la
libre expresión emocional, la confidencialidad o el asesoramiento.
Herramientas
El principal instrumento para la detección es el conocimiento, que ya se ha comentado
anteriormente. Es imprescindible que el profesorado, y no solo el profesorado tutor, conozcan:
Los protocolos donde aparecen indicadores de sospecha.
Los efectos de la violencia machista (estrés postraumático, depresión) en las víctimas,
como por ejemplo, los efectos que pueden identificarse en sus relaciones sociales, la
visión del mundo y de sí misma, los efectos a nivel emocional y cognitivo, los posibles
problemas de integración en el centro, los cambios de comportamiento, otros efectos
(como bulimia, fobias, etc).
Las características comunes del perfil del alumnado abusador: su intención lesiva, su
tendencia a la exculpabilización, su tendencia al control, el habitual ataque a terceros, su
habilidad para la manipulación, etc.
Paralelamente, es especialmente útil la elaboración de un protocolo de actuación en el propio
centro, que sirva tanto para el alumnado víctima de violencia de género en la familia, como para
el alumnado víctima de abusos sexuales, el alumnado víctima de relaciones heterosexuales
abusivas y el alumnado víctima de bullying homofóbico.
Este protocolo debe establecer unas orientaciones o pasos a seguir, antes de la derivación a
otros servicios:
•paso 1. valoración de la situación
• paso 2. equipo de valoración
• paso 3. toma de decisiones
LA VIOLENCIA CONTRA ALUMNADO LGBTI
Características específicas
La violencia contra el alumnado LGBTI constituye un caso específico, por las características
particulares que presenta:
1) por su invisibilidad en el sistema educativo formal y en la sociedad en general
2) por el habitual rechazo o falta de apoyo familiar
3) por el contagio del estigma que implica a quien da apoyo
4) por el acoso estructural que sufre, pues, a menudo, el mundo adulto (profesorado,
familia, otros) no interviene, minimiza, oculta o ignora.
Perfil de las víctimas de este tipo de violencia de género incluye a lesbianas, gays, bixexuales,
intersexuales, transexuales, transgénero, queer y cualquier expresión de género no normativa.
A partir de algunas encuestas realizadas con alumnado LGTBI, existe la percepción de que el
papel del profesorado ante actos de este tipo de violencia de género es pasivo y no
intervencionista. Esta percepción, basada sin duda en una situación real, tiene como
consecuencia que un 35% de las víctimas sufre el acoso en silencio o que un 20% recorre a sus
iguales.
Los lugares habituales de acoso y abuso son por orden de frecuencia: el patio, los espacios
cercanos pero fuera del recinto escolar, los pasillos y, en último lugar, el aula.
El papel de las familias también debe mejorar, pues o bien suelen estar desinformadas y
desorientadas o bien se muestran reticentes a colaborar en las medidas propuestas desde el
centro.
2. Prevención
Las estrategias de prevención e intervención en este tipo de violencia son básicamente las
mismas que en el resto de violencias de género, pero también existen acciones específicas
como:
1. planificación de la tutoría OASIS (Orientación Afectivo-Sexual e Identidad de géneros)
en los institutos de Enseñanza Secundaria.
2. reunión informativa y formativa para familias y profesorado
3. implementar un proyecto de mediación escolar
4. formación y talleres por parte de asociaciones LGTBI
5. creación de la figura del agente educador y/o del alumnado ayudante, etc.
. Protocolo de detección e intervención
Los pasos a seguir tras la detección en la escuela son:
1. Determinar las actitudes a seguir en general:
Distinguir víctima de agresor/es, interrogar al entorno, observar el espacio, dar
credibilidad a la víctima, no plantear el tema como una mediación sino como una
intervención (no se trata de un conflicto sino de una agresión).
2. Hacer una observación de los síntomas de la víctima (que son similares a los de la
víctima de abusos en las relaciones heterosexuales.
3. Seguir una metodología pactada de antemano ante una agresión particular:
a) detener la agresión
b) darle nombre y tipificarla como acoso contra LGTBI
c) exigir el fin del acoso al abusador y un cambio inmediato de comportamiento
d) comprobar a lo largo del tiempo el bienestar de la víctima y el fin del acoso.
5: Violencia de género y salud de las mujeres.
5: Violencia de género y salud de las mujeres.
- Pautas para la detección de la violencia de género
¿LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES DIFERENTE A
LOS OTROS TIPOS DE VIOLENCIA?
En las sociedades humanas existen muchos tipos de violencia que se puede manifestar según
diversas circunstancias, y señalo lo de sociedades humanas porque en las sociedades animales
sólo la lucha por la comida o la defensa de las crías y el territorio genera violencia entre especies.
Entre los humanos existen agresiones y violencia por:
• Imposibilidad de controlar las acciones o impulsos, debilidad o trastorno psicológico,
deseo sexual “incontrolable”, agresividad generada por grupos después de haber bebido
o de haberse drogado, etc.
• Violencia instrumental para obtener un beneficio, robar, o controlar un territorio.
• Violencia expresiva, la que se produce cuando se pierde el control y la sangre fría como
resultado de una erupción de cólera: Para resolver una disputa, para no perder un
territorio; para mejor su situación económica y social; o para manifestar quien tiene el
poder sobre un territorio o sobre un grupo.
La violencia contra las mujeres presenta unas características y motivaciones diferentes que la
violencia interpersonal o la instrumental. Aunque se haya querido incluir la violencia sexual dentro
de la criminología tradicional como la que proviene de personas enfermas o agresivas por
naturaleza, la violencia contra las mujeres se incluye en la violencia ejercida precisamente como
forma de establecer la relación de poder, de control y de dominio de algunos hombres sobre sus
mujeres.
La agresión a las mujeres ha estado presente desde el inicio de la sociedad patriarcal como forma
de sumisión de las mujeres. Según el médico forense Lorente, sería la primera forma de agresión
utilizada por los seres humanos de forma sistemática para conseguir objetivos no relacionados
con las necesidades instintivas como la caza, la defensa personal o la conquista de territorios.
Luis Bonino, psicoterapeuta especializado en problemáticas masculinas y director del Centro de
estudios de la Condición Masculina, de Madrid, define la violencia contra las mujeres en la pareja
como “toda forma de coacción, o imposición ilegítima por la que se intenta mantener la jerarquía
impuesta por la cultura sexista, forzando a que la mujer haga lo que no quiere, no haga lo que
quiere, o se convenza que lo que fija el varón es lo que se debe hacer. Supone sentirse con
derecho a un poder sobre la mujer- abuso de poder- que autoriza a violar, invadir o transgredir sus
límites, con el objetivo de vencer sus resistencias y tener control, dominio y posesión sobre ella
para conservar el poder en la relación y encarrilarla según sus propios interese y deseos”.
La violencia contra las mujeres en el seno de una relación de pareja o amorosa no es lo mismo
que cualquier otro tipo de violencia, porque obedece a mecanismos y pulsiones enraizados en las
relaciones de poder y posesión, en que se han establecido las relaciones entre hombres y mujeres
en las culturas de las sociedades patriarcales.
La violencia contra las mujeres ha sido invisible porque se ha
considerado un asunto privado.
La violencia contra las mujeres es un asunto público, que hasta hace poco se ejecutaba en privado,
pero que actualmente se ha manifestado en la calle, gracias a la ayuda inestimable de los medios
de comunicación, que han permitido hacer visible, lo que ocurría de forma soterrada en miles de
alcobas, y de hogares de aparentes buenas familias.
Los asesinatos de parejas, ex-parejas, y
amantes se suceden de forma constante a diario.
Toda la sociedad ha permitido desde hace siglos que se apartara de la vida pública hechos que
serian inadmisibles si se analizarán fríamente y no desde la óptica del que cree tener derecho
sobre la mujer.
La sociedad patriarcal ha favorecido la utilización de la violencia por parte del
hombre sobre la mujer como mecanismo de control y de sumisión y para perpetuar una situación
desigual en que la mujer está sometida a las órdenes del hombre. El hombre se cree con derecho
a controlarla y a utilizarla para que cumpla sus deseos.
Expresa de hecho una profunda relación de desigualdad ya que parte de una relación en que no
existe ni el respeto ni la igualdad de oportunidades.
El agresor minimiza y justifica la agresión y
se saca de encima la responsabilidad. Rehecho el sistema patriarcal ha animado la violencia de
los hombres contra las mujeres haciendo suyo el refrán árabe “Cuando llegues a tu casa dale una
bofetada a tu mujer. Ella ya sabe porque lo haces”El agresor cree que actúa de forma legítima
para mantener el orden familiar ( y el social).
Las mujeres durante años han tratado de buscar explicaciones a la violencia “normalizándola” y
“racionalizándola” en el conjunto de normas y valores aprendidos de sus propias madres y de su
propio entorno. Los roles sociales y las posiciones socio culturales que la cataloguen como ser
inferior y sin valor, la acaban llevando a la autoinculpación ya que cree que es un error de su
conducta el que provoca “las airadas reacciones” de su pareja.
Violencia
"La violencia contra la mujer constituye una conculcación generalizada, aunque no suficientemente
reconocida, de sus derechos humanos. "
"La violencia contra las mujeres abarca todo tipo de situaciones sociales y económicas y está
profundamente enraizada en las culturas de todo el mundo, hasta tal punto que millones de
mujeres la consideran un modo de vida".
Una de cada cuatro mujeres ha sido objeto de sevicias durante el embarazo.
FNUAP 2000
La violencia contra las mujeres aparece de muchas formas
• 60 millones de niñas no han nacido por aborto selectivo.
• Violencia doméstica crece en todo el mundo al disminuir la sumisión.
• El 25 % de casos de violencia doméstica se inician durante el embarazo.
• Suicidio femenino aumenta .
• Incremento de violaciones que no se denuncian en su mayoría.( 3% en Sudáfrica i hasta
un 16 % en Estados Unidos).
• Cada año se incorporan al mercado del sexo dos millones de niñas de 5 a 15 años.
• 4 millones de mujeres y niñas son compradas y vendidas con destino al matrimonio,
prostitución o esclavitud (Asia, Europa Oriental, Latino América).
• 130 millones de mujeres han sufrido mutilación genital y cada año dos millones más se
incorporan a este grupo de mujeres mutiladas.
• 5.000 asesinatos anuales, a manos de sus familiares, para “restaurar la honra de la
familia” continúan para mujeres jóvenes principalmente en Asia oriental y meridional, y
Africa septentrional.
La violencia contra las mujeres es inherente al sistema patriarcal
La violencia contra las mujeres es una violencia estructural, porque tiene su origen y se
fundamenta en las normas y valores sociales y culturales que determina el orden social patriarcal
establecido desde hace miles de años, pero no determinados por la naturaleza humana.
La agresiones contra las mujeres se ven con acontecimientos aislados, cuando en realidad
están basados y contribuyen a perpetuar la desigualdad social entre mujeres y hombres y el control
de los hombres sobre el otro sexo. El hombre debe aportar estabilidad, control, seguridad y
orden….. y la mujer ha de ofrecer obediencia y sumisión. En todos los casos de violencia contra
las mujeres existe una actitud sociocultural que pretende de forma más o menos consciente o
inconsciente perpetuar el papel patriarcal de hombres y mujeres.
En general las agresiones son continuadas en el tiempo, psicológicas y/o físicas,
consiguiendo un asilamiento progresivo de
LA DETECCIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN
EL ÁMBITO DE LA MEDICINA HA SIDO UNA ASIGNATURA
PENDIENTE O INVISIBLE.
La violencia contra las mujeres también denominada violencia de género se está haciendo cada
día más visible, aunque sus orígenes se remontan al inicio del patriarcado. La posesión de la mujer
como objeto sexual, y criada doméstica se remonta a más de 4000 años. Las palizas, vejaciones
y humillaciones constantes han sido consideradas como “normales” por muchas culturas y siguen
siéndolo en Asia, África o América Latina. En los llamados países desarrollados y a pesar de que
la ley prohíbe los malos tratos, el creciente número de denuncias pone de manifiesto que continua
siendo una práctica habitual que puede acabar en muerte cuando se intenta abandonar la relación
posesiva y destructiva.
Incremento de la mortalidad en todo el mundo
En pleno siglo XXI la mortalidad por violencia contra las mujeres se está incrementando en los
países occidentales y en especial desde el año 1997 en España.
El Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia elaboró un informe con datos del año 2000
evaluando los casos de mortalidad por cada millón de mujeres mayores de 14 años. Se ha de
tener en cuenta que estos datos sólo evalúan muertes por violencia doméstica y no otros
asesinatos a mujeres, pero los resultados fueron: Rumania con 21,6 casos por millón de mujeres,
Finlandia con 8,6, Noruega con 6,5; Luxemburgo con 5,5, Dinamarca con 5,4, Suecia con 4,5, y
España con 2,4 en el año 2000. Sin embargo está mortalidad se ha doblado en España doblando
durante el año 2003 las cifras de mujeres asesinadas en manos de su pareja o de sus
excompañeros. España es el país donde muere un mayor porcentaje de mujeres separadas o en
proceso de separación. Durante el año 2001 el 67% de las mujeres que murieron estaban en
proceso de separación.
En Canadá sólo ocurre en un 27%, y en Chile en un 17%. .Hay que tener
en cuenta que en España no existe una potente red de servicios sociales que de soporte a las
mujeres que inician una separación o que presentan una denuncia.
Incremento de las denuncias
Desde que la lucha de los movimientos de mujeres y sociales, consiguieron que se considerara
también como objeto de posible denuncia los malos tratos psicológicos y las amenazas, el
crecimiento anual de las denuncias a sido mayor de un 10%.
En España durante el año 2003 se
presentaron más de 50.000 denuncias lo que supuso un crecimiento del 16% respecto al año
anterior. Este incremento pone de manifiesto que una mayor número de mujeres no acepta la
sumisión ni la opresión que suponen un atmósfera de convivencia basada en relaciones de poder
y no de respeto, amor y tolerancia pero también pone en crisis los servicios de protección a las
víctimas y también incrementa la demanda de servicios sociales, psicológicos y jurídicos de soporte, apoyo y seguimiento de las mujeres que denuncian.
Precisamente la mortalidad se
incrementa durante el período que va desde la denuncia hasta la sentencia de separación
definitiva. Pero la falta de servicios sociales, de centros de urgencia y de plazas de acogida para
el apoyo y rehabilitación de las mujeres que lo necesiten junto con sus hijos, hace que muchas
mujeres de zonas rurales o con dificultades económicas retiren las denuncias dos o tres días
después de haberlas presentado.
Analizando las denuncias observamos que la media de años que las mujeres relatan haber
recibido malos tratos y vejaciones es de 7 años y medio, oscilando desde los 20 años en algunos
casos hasta un año en los más recientes. La decisión de presentar denuncia se debe a veces a
una agresión más violenta que en otras ocasiones o cuando la mujer ve amenazada la vida y el
bienestar de sus hijos. Sólo en situaciones límites se atreve a salir del circulo vicioso de la violencia
que hacía invisible su sufrimiento al resto de su entorno.
El médico forense Lorente ha relatado
con minuciosidad como se comportan muchas mujeres que acuden a presentar la denuncia. A la
pregunta de ¿Su marido o su pareja la pega?, muchas mujeres responden: “ LO NORMAL, pero
esta vez se ha pasado” para justificar que se presente delante del médico con graves heridas o
fracturas. ¿Cuántos años de agresiones invisibles para la sociedad esconde está sencilla frase?
¿Cuánto sufrimiento escondido? Será difícil de comprobar pero desgraciadamente en algunas
culturas la violencia física y psíquica ha formado parte de la vida cotidiana de muchas mujeres que
no han podido ni imaginar una vida diferente.
La violencia contra las mujeres causa de muchas enfermedades
permanece invisible para la medicina
La violencia psicológica o física dilatada en el tiempo destruye lentamente los recursos físicos y
morales de las personas que la sufren.
Las primeras repercusiones se manifestaran a nivel
conductual y cognitivo, con confusión mental, pérdida de memoria y de capacidad de
concentración, olvidos frecuentes, pérdida de claridad al expresarse, o cambio del orden de las
palabras y frases.
A largo plazo las manifestaciones se pueden manifestar como estados de ansiedad y depresión
que son tratados con sedantes aumentando la indefensión de estas mujeres que acuden a los
servicios médicos para pedir ayuda para sus síntomas sin que ellas mismas sepan que sus
dolencias son causadas por la situación que viven.
Si la visita médica es rápida y no da espacio
para profundizar y para que la mujer pueda expresarse más a fondo, por el poco tiempo que tienen
los profesionales para realizarla, es más que probable que las causas de esta ansiedad o
depresión permanezcan ocultas e invisibles para la medicina.
Otras mujeres acuden a la consulta con ahogos, vértigos, dolores de cabeza, ardores de
estómago, diarreas, nauseas y vómitos, o dolores musculares y contracturas que incluso pueden
ser confundidos con fibromialgia sino se hace una investigación dirigida.
Dado que la estimación
de abusos sistemáticos entre mujeres casadas o que viven en pareja en EE UU se estiman entre
un 8 a 11% (Plichta y Weisman 1995), aunque la American Medical Association estima que entre
30 a 50% de mujeres casadas han sufrido violación o vejaciones por parte de sus parejas por lo menos una vez en su vida, y que el actual número de denuncias solo representa la punta de un
iceberg de un 5% de los malos tratos reales, podríamos afirmar que es posible que un 30% de las
mujeres que consultan por problemas psicosomáticos en la consulta médica pueden estar
sometidos a malos tratos físicos o psicológicos.
La destrucción de la persona durante años causa daños profundos
en la salud mental de la víctima
La violencia entre personas que conviven se puede ejercer por mecanismos sutiles que van
minando lentamente las defensas y la autoestima de la persona que se convierte en víctima de los
malos tratos. Aunque la violencia psicológica se puede ejercer tanto de hombres hacia las mujeres
como de las mujeres hacia los hombres, es siempre el elemento de la pareja que no tiene recursos
económicos, sociales o emocionales para alejarse del agresor cuando la violencia que este ejerce
se hace insoportable para la víctima. Quien está y salvo excepciones en inferioridad de
condiciones económicas y sociales son mayoritariamente las mujeres.
Las fases de la violencia
Se manifiestan a veces como si de una destrucción sistemática de un enemigo se tratara y como
tal batalla vamos a describirlo aunque naturalmente el proceso de la violencia sufre altibajos y
pasa por fases de reconciliación (luna de miel) que sumen más a la víctima en la confusión cuando
se rompen por cualquier circunstancia que no puede entender.(Mujeres Y Salud nº6)
En la primera fase el agresor IMPIDE LA COMUNICACIÓN PARA MANTENER EL CONTROL Y
LA SUPERIORIDAD, es la etapa de “Desinformar al enemigo”:
En esta fase el agresor ignora a veces lo que ella le dice, tiene sordera selectiva y en cambio olvida
selectivamente lo que él ha dicho. Revela lo menos posible de si mismo, se hace adicto a Internet
o al fútbol cuando ella lo necesita, no se responsabiliza en la casa, no hace planes conjuntamente,
cambia de tema si ella insiste. Minimiza la incomunicación diciendo “Eres una exagerada” o
“Tienes que aceptarme como soy sino es que no me quieres”.
La culpa de buscar pelea y hace
sentir a la pareja que el problema está en ella porque “es demasiado sensible” y “todo lo saca de
quicio”.
La víctima insiste en la comunicación, cree que no la ha oído, piensa que es despistado o que sus
aficiones y responsabilidades le absorben. Se siente irritada y confusa , sola y poco apoyada pero
piensa que la culpa es suya porque no se explica lo suficiente. Siente que
Algo va mal pero no
sabe que es. Esta cada vez más desconcertada y triste, piensa que es una exagerada y descubre
que él no es así con sus amigos o jefes, pero en su confusión cree que él es un “superhombre” y
que debe tener razón cuando le exige que cambie de actitud.
En la segunda fase el agresor quiere DEMOSTRAR QUE ELLA ES INFERIOR Y EL SUPERIOR
( Cenicienta y Superman), es la etapa de “invadir el territorio enemigo solapadamente”:
TEMA 1: Pautas para la detección de la violencia de género
10
En esta fase el agresor intenta demostrar que la percepción que ella tiene de la realidad es falsa
y niega su versión compitiendo con ella cuando tiene una opinión propia, negando las emociones
y gustos de ella (no te puede gustar esto) o afirmando categóricamente que su problema es que
no tiene sentido del humor. La define como un ser inferior carente de cualidades. La critica como
cocina, como cuida a sus hijos, como va vestida. Si se arregla la descalifica y sino la avergüenza.
Sabotea sus conversaciones con otros, distrayéndola o burlándose directamente de lo que dice.
Ella no se atreve a hablar. Esta acobardada y se siente insegura de sus pensamientos y sus
sentimientos. Cree que lo que va mal es ella, e intenta cambiar, reprimiendo los sentimientos de
rabia que le produce la situación, con lo que pierde capacidad de respuesta. Su autoestima está
por los suelos, y se siente incompetente en todo lo que hace. Por mucho que se esfuerce nunca
consigue la aprobación de él, que no la valora en nada. Teme la presencia de amigos o personas
de fuera del núcleo familiar porque esta situación aumentará las descalificaciones y las agresiones
haga lo que haga.
En la tercera fase el agresor quiere IMPEDIR QUE LA VICTIMA RECIBA INFORMACIÓN O
AYUDA DEL EXTERIOR, es la etapa de “cercar al enemigo”.
En esta fase el agresor le hace perder las amistades demostrando celos de cada amigo de ella, o
montándole broncas cada vez que ha salido con alguien. Le hace perder el trabajo o les impide
trabajar para crearle mayor dependencia y empobrecerla económica y socialmente. Le hace perder
la familia criticando cualquier relación que ella mantenga aunque se muestra encantador cuando
está con la familia de su mujer.Le controla toda la vida, el dinero, las salidas e incluso las visitas
al médico.
Ella se siente tan mal consigo misma que acepta progresivamente el aislamiento porque no desea
que la vean tal como está. Empieza a sentir depresiones, dolores en diversas partes del cuerpo,
se ahoga, y siente fobias y ganas de llorar sin saber porque por lo que acepta la posibilidad de
dejar su trabajo porque cree que no lo podrá realizar correctamente por culpa de su estado. No
espera encontrar comprensión en su familia, sabe que le dirán que es una mujer y que debe
aguantar. Vive míseramente, empieza a sentir miedo en todas partes, y esconde su cuerpo.No
puede casi hablar y si visita al médico en esta etapa es muy probable que el médico lo confunda
con una depresión.
En la última fase , es la etapa en que la crueldad
verbal se hace extrema y se busca “destruir al enemigo”:
En esta fase el agresor la insulta cruelmente y delante de los hijos. Le niega al cabo de unos
minutos los insultos que acaba de decir,la culpa de su cólera acusándola de que se está volviendo
loca. Ya no le habla como a una persona sólo le da órdenes.
Ella descubre la crueldad de él, se siente culpable y avergonzada. Los hijos no la respetan y esto
acaba de destruir la poca autoestima que le quede. Intenta someterse a los deseos de él y
anticiparse a sus deseos. Empieza a pensar que para vivir así es mejor morir ....o denunciarlo.
Si en esta etapa recibe ayuda o la pide puede ser que la desesperación le dé fuerzas para salir
del círculo opresivo y del pozo sin fondo en el que se ve sumergida.
¿Cómo reconoce una mujer que está viviendo una situación de
violencia?
Identificar situaciones de violencia psicológica no es fácil porque hasta hace pocos años sólo las
palizas, los empujones, los puñetazos eran consideradas violencia pero como hemos visto en el
apartado anterior la destrucción psicológica de un ser humano puede durar durante mucho tiempo
y se hace tan confusa que la misma víctima no sabe identificar que es lo que le está pasando.
Existe un cuestionario trabajado por grupos de mujeres que atienden casos de malos tratos
sistemáticos que está sirviendo para identificar si se está ejerciendo violencia psicológica contra
una mujer. Sólo con que se conteste que si a un solo punto ya se deberá investigar si existe
realmente una situación de malos tratos. Con dos preguntas afirmativas que al menos una debe
ser del grupo de preguntas a partir de la número 3 se puede ya afirmar que está sufriendo malos
tratos psicológicos.
¿Puedes contestar las siguientes preguntas si no sabes si estás sometida a malos tratos?
1. ¿Te dice continuamente que todo es de él porque es él quien gana el dinero?
2. ¿Tienes que justificar como administras el dinero? ¿Te acusa de manirrota?
3. ¿Te hace sentir tonta, inútil, débil, ignorante?
4. ¿Te culpa por todo lo que sucede?
5. ¿Te insulta, te grita, te da órdenes, te humilla, o se burla de ti?
6. ¿Nada le parece bien de lo que haces o dices?
7. ¿Ignora tu presencia, no te habla o hace como si no existes?
8. ¿Te obliga a hacer sexualmente todo lo que él quiere?
9. ¿No respeta ni satisface tus gustos?
10. ¿Te sientes obligada a tener relaciones sexuales aunque no te apetezca?
11. ¿Te llama frígida o puta, según las circunstancias?
12. ¿Te impide ver a familiares, amigas o vecinas?
13. ¿No le gusta que trabajes o estudies?
14. ¿Amenaza con quitarte a los niños, con echarte de casa, pegarte o matarte?
15. ¿Golpea o rompe cosas de la casa en medio de las discusiones?
Si alguna mujer contesta más de tres preguntas afirmativamente debe pedir ayuda psicológica en
primer lugar o en los centros o puntos de atención a la mujer que muchos servicios sociales de los
ayuntamientos han puesto a disposición de las mujeres y que están teniendo una alta demanda
de consultas. Según los problemas que detecten las informadoras y trabajadoras sociales
preparadas, se puede dirigir a las mujeres hacia la atención jurídica o psicológica, y en los casos
graves hacia los servicios de atención a la víctima de la misma policía.
Interiorización de la violencia por la víctima de los malos tratos
Una de las preguntas que se están haciendo los profesionales juristas, policiales y médicos, que
deberá abrir caminos de reflexión es que tipo de percepción de la violencia ejercida y desplegada
por su agresor tiene una mujer que ha sufrido malos tratos durante años. ¿Por qué ha aguantado
tanto? ¿Amor mal entendido? ¿Dependencia económica? ¿Aislamiento social? ¿Ausencia de
alternativas, de ayuda, de posibilidades de huida?.
Luis Bonino señala que la estrategia de los “hombres que ejercen comportamientos abusivos o
deponer” proceden con técnicas por acción u omisión de abuso y avasallamiento paulatino, que
degrada progresivamente a la víctima, como ya hemos descrito, que al final es incapaz defenderse
o ya a interiorizado la indefensión aprendida o la resignación que ha visto ejercer a las mujeres de
su familia.
- Consecuencias de la violencia en la salud mental, física y reproductiva de las mujeres
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UN PROBLEMA
DE SALUD PUBLICA
El incremento de muertes en muchos países del mundo y en España ponen de manifiesto que en
estos momentos existe en los países desarrollados mayor mortalidad por violencia contra las
mujeres que por cáncer de cerviz (cuello de útero)
El hecho además de que muchas de las mujeres
agredidas sufren graves secuelas de por vida como dificultades para mantenerse por ellas mismas,
o tener que vivir en silla de ruedas cuando las lesiones han afectado la zona medular, lo que
produce una invalidez permanente de la que todavía no se conocen cifras cuantificadas, hace que
la morbilidad relacionada con la violencia contra las mujeres constituya un problema de salud
pública como ya ha sido aceptado en algunos parlamentos de Centroamérica y en el de Catalunya
(España).
Al ser considerado problema de salud pública se deberán implementar medidas para que se pueda
realizar una prevención adecuada tanto para detectar precozmente las situaciones de violencia en
las consultas médicas, como para que la prevención y asistencia de las personas afectadas se
haga de forma coordinada con los servicios sociales y con la policía de cada localidad. En este
ámbito es muy importante la formación de todos los profesionales que van a atender o formar parte
del circuito de detección de la violencia. Han de evitar la creencia en falsos mitos, que atribuyen a
las hormonas masculinas o al alcohol la agresividad, olvidando que el perfil más habitual es una
varón “normal” tradicional, machista y misógino, como dice Luis Bonino, que advierte además de
la necesidad de revisar las falsas afirmaciones sobre la falta de habilidades o problemas de
relación masculinos.
Cualquier creencia de superioridad en la relación con las victimas, o de ejercicio de poder, hacia
ellas, continua perpetuando la situación de agresividad que ha vivido y conlleva un falso análisis
de la situación. Creer que las victimas lo son, por ser “tontas”, “inferiores” o “incultas” o incluso
“ladinas”, sólo perpetua los insultos que el agresor ha ejercido durante años. La formación de todo
el personal que participa en los procesos, requeriría una total “conversión” al análisis de las raíces
profundas de la violencia y los obstáculos que tenemos en las intervenciones para desenraizarlas.
Para ello deben analizar sus propias creencias hacia las relaciones interpersonales entre mujeres
y hombres y hacia las mujeres. Lugares comunes y prejuicios están enturbiando las mentes y las
opiniones, de personas del mundo judicial, que públicamente acusan a las mujeres en general de
hacer falsas denuncias, cuando ha costado más de veinte años de lucha de muchos movimientos
feministas para que se le reconociera a la mujer el derecho a poder denunciar desde las primeras
amenazas, vejaciones y humillaciones, aunque no hubieran delitos de sangre. La violencia
simbólica se puede introducir en la mente de todas y todos y es muy difícil hacerla visible. Por ello
al ser un problema social ampliamente enraizado y con graves consecuencias para la salud física
y mental, debería ser considerado un problema de salud pública.
Cómo detectarlo desde atención primaria
Las y los profesionales de sanidad, psicología y trabajo social, tienen un importantísimo papel que
jugar en la detección, atención y derivación adecuada de la víctima evitando que prolongar los
malos tratos con una mala atención del sistema.
La detección en los servicios de urgencias o
cuando una mujer acude en el espacio de visitas urgentes en los centros de atención primaria
pasa por la concienciación de los profesionales de salud sobre la realidad de este problema.
Durante muchos años las mujeres alegaban caídas fortuitas por las escaleras, o golpes con
armarios, para justificar sus moraduras o las piernas y brazos rotos. Muchos médicos sospechaban
otros problemas pero no hacían la pregunta necesaria para no tener problemas ulteriores o para
no provocarle más “problemas” ala víctima.
Precisamente en el momento que acuden a urgencias después de una paliza o de una agresión
es posible detectar la violencia oculta porque la mujer está muy asustada y tiene miedo de volver
a su casa.
Este es el momento de ayudarla, de orientarla o de pedir ayuda policial y al ministerio
fiscal que puede ofrecer protección y que se ha ofrecido a ello cuando existen los circuitos
adecuados de atención a la víctima.
Pero la violencia doméstica es también un reto y un compromiso para los médicos de familia, que
deberían detectarla precozmente en sus consultas. ¿Porqué no lo detectan? En palabras de la Dra
Carmen Fernadez Alonso, coordinadora del grupo de “Violenci familiar” de la Sociedad CastellanoLeonesa de Medicina Familiar y Comunitaria, “porque las mujeres no lo dicen y hay muchas
razones para su silencio, y porque los médicos no lo preguntamos…por inseguridad, por no saber
como hacerlo, por falta de tiempo, por sobrecarga, por miedo a ofender a la paciente, po los
compromisos legales que puede suponer la notificación del caso….o por falta de sensibilidad
hacia el problema y los prejuicios hacia la mujer maltratada..”.
En atención primaria se han intentado abordar diversas estrategias para detectar las situaciones
de violencia desde cuestionarios específicos que deben ser rellenados por las usuarias antes de
entrar a la consulta como abordajes por parte del personal de enfermería.
El principal problema
en atención primaria es el tiempo de consulta que es escaso y a veces con poco espacio para la
intimidad y las confidencias. Ello hace más difícil dar el espacio necesario para que la mujer que
ha recibido malos tratos pueda expresar sus problemas.
Es mejor preguntar que no hacerlo, pero a veces una pregunta demasiado directa puede impedir
que se abra un espacio de contacto y comunicación, y por descontad
• ¿Tus padres tienen, o han tenido, buenas relaciones entre ellos como pareja?
• ¿Cómo calificarías tu relación con tus padres?
• ¿Y con tus hermanos?
Las mismas preguntas se le hacen en relación con su compañero.
En relación con la sexualidad se pregunta:
• ¿Tus relaciones son consentidas?
• ¿Tu compañero es celoso?
Con estas preguntas y una actitud adecuada quedaron sorprendidas del grado de aproximación a
la existencia de malos tratos que obtuvieron. Comparando las primeras visitas atendidas en el año
2001 en el que todavía no aplicaban esta metodología con el 2002, comprobaron que durante el
primer año detectaron un 6,36% de casos de malos tratos y con la nueva metodología un 16,05%
de casos.
Los profesionales de atención primaria deben ser conscientes de que los malos tratos existen y
estar sensibilizados a detectarla, por medio de una protocolo adecuado, incluido en la historia
clínica, y teniendo preparado un circuito de derivación.
LAS SECUELAS DE LAS QUE HAN PADECIDO ABUSOS
SEXUALES.
Se ha estimado que una de cada 4 mujeres sufrió agresiones sexuales en la infancia en Norte
América y una de cada 5 mujeres han padecido un asalto sexual en la vida adulta. Las secuelas
de los abusos sexuales afectan a muchas áreas de la vida de las personas interfiriendo a largo
plazo en las relaciones afectivas e interpersonales, y causando alteraciones físicas, mentales y
espirituales (Dickinson 1999).
Las secuelas del abuso sexual se pueden manifestar como
ansiedad, depresión, síntomas psicosomáticos, trastornos de la alimentación, hipocondría,
disociación, disfunción sexual, dolor de espalda y dolor lumbar, fibromialgia,abuso de sustancias,
auto-mutilaciones, intentos de suicidio, victimización repetidas, aumento de riesgo para
enfermedades de transmisión sexual incluida la sida, dificultad en las relaciones interpersonales y
trastornos de identidad y autoestima.
Estudios del equipo de la Dra, Lucy Candib (Universidad de Massachussets, Worcester) han
demostrado que las pacientes con historia de abusos sexuales tienen más síntomas físicos y
psiquiátricos, y un mayor número de alteraciones en los cuestionarios de calidad de vida
proporcionales a la gravedad y repetición de los abusos y agresiones. En estudios de prevalencia
de personas con abusos sexuales que demandan asistencia por esta u otras causas en atención
primaria se han observado de un 16% hasta un 40% de mujeres que habían sufrido algún tipo de
victimización sexual en la infancia, y de un 13% a un 29% que habían sido violadas o habían
sufrido intentos de violación en la vida adulta.
En todos los estudios se da soporte a la hipótesis que existe relación entre la gravedad de los
abusos sexuales y los síntomas físicos y mentales que han presentado las mujeres durante los años posteriores.
Esta afectación incluye el malestar generalizado que se expresa en la vida adulta
como una profunda insatisfacción de la que es difícil conocer la causa. Son precisas a veces
muchas entrevistas médicas que aumenten la confianza de la persona afectada, para que después
de haber expresado toda su sintomatología física o mental, acaben explicando la historia de
abusos o agresiones que había permanecido encerrada en su interior. Los profesionales de
atención primaria deben ser sensibles a la posibilidad de antecedentes de abuso en sus pacientes,
y entablar interrogatorios sobre su historia pasada con rigor y delicadeza, para detectar estas
situaciones cuando se encuentren delante de historias clínicas con una sintomatología compleja
de la que no encuentren una causa clara. En los momentos actuales, a pesar de que una de cada
cuatro mujeres haya podido padecer abusos sexuales, permanecen invisibles para la medicina.
EL RIESGO DE PRESENTAR DENUNCIAS SI NO HAY UNOS
SERVICIOS ADECUADOS QUE DEN APOYO Y
REHABILITEN A LAS VICTIMAS.
Es evidente que un momento delicado de la acción de los profesionales de salud es saber cuando
una mujer está preparada para presentar denuncia o hacia donde deben derivar si han detectado
malos tratos psicológicos y la mujer no sabe donde debe ir.
Si no hay un soporte social, jurídico, policial y asistencial es muy difícil que la mujer presente
denuncia porque teme la nueva agresión o teme por lo que pueda pasar a sus hijos. Por ello la
acción de los profesionales de la salud se ve muy ayudada si previamente se han adecuado
circuitos de derivación de las mujeres afectadas según el grado de gravedad y de condiciones
sociales.
Sino existen a veces es mejor realizar un acompañamiento de la mujer afectada hasta
que esta madure la situación lo suficiente para encontrar el momento adecuado para presentar la
denuncia.
Si existen lesiones físicas es diferente porque el médico tiene la obligación de hacer una parte de
lesiones que de oficio será visto en los juzgados, por lo que en estos casos es mejor aconsejar a
la mujer que presente la denuncia. En algunas ciudades como Girona o Barcelona, para evitar que
la mujer sea doblemente victimizada por tener que explicar varias veces su historia, es el mismo
médico forense el que se desplaza hasta el centro sanitario para reconocer las lesiones, y evitar
más daño psicológico a las víctimas.
El papel de las y los trabajadores sociales es esencial en esta etapa, y los ayuntamientos o la
agrupación de varios en municipios pequeños, adecuando pisos de urgencia para poder atender
adecuadamente a una mujeres y sus hijos si hace falta, después de una agresión, hasta que con
más calma, y pudiendo ser asesorada por los servicios psicológicos pueda tomar una decisión lo
más libre posible.
LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
DEBE IMPLICAR A TODA LA SOCIEDAD.
La ley contra la violencia de género aprobada por el Parlamento español durante el año 2005 es
una de las más avanzadas del mundo para atajar este problema, pero además de las leyes se
precisan coordinación de la policía, con la fiscalía para ejecutar las ordenes de alejamiento y
prevenir las agresiones. Teléfonos especiales para pedir ayuda, casas o pisos de acogida para los
momentos de emergencia, y también lugares que larga estada que permitan recuperar la
autoestima perdida, rehacer la moral y emprender una nueva vida.
Faltan también recursos económicos, pisos con alquileres bajos y poder conseguir formación
profesional adaptada a las posibilidades de encontrar un trabajo digno.
Desde los diferentes departamentos de las instituciones de gobierno se deben establecer políticas
de prevención, y a la rehabilitación de la victima. La justicia, ya que agredir a las mujeres es un
delito, debe encargarse de la rehabilitación del agresor, en los casos en que sea posible. Son
necesarias también políticas de sensibilización social en escuelas, centros cívicos, entre
profesionales de la sanidad, trabajadores sociales y población en general. Aunque al principio el
desarrollo de estas políticas pueda parecer estéril, porque las raíces de la violencia contra las
mujeres, están muy arraigadas en en la cultura y en las mentes de algunos hombres, los elementos
de cambio cultural sólo podrán hacerse realidad con una implicación constante y sostenida de
todos los estamentos de la sociedad.
¿ES LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES UN MAL DE
NUESTRO TIEMPO?
Aunque existen algunas personas que piensen que la violencia contra las mujeres forma una parte
esencial de la naturaleza humana, creemos que no fue así, y que puede volver a no serlo. Si las
mujeres fueron diosas en tiempo pretérito cuando las poblaciones eran nómadas y compartían la
vida y la comida buscándola día a día, y cuando la maternidad se consideró una excelencia por
permitir la reproducción de la especie, no creemos que las vejaciones y humillaciones pudieran
formar parte habitual de la vida cotidiana.
El paso a la posesión de la tierra y las guerras tribales para poseerla, si alejaron a la mujer del
poder y los lugares de decisión convirtiéndose en objeto de cambio, trueque, violación para
castigar a los enemigos, o simplemente objeto sexual para el mantenimiento de las casas y de las
tierras. Las múltiples formas de violencias masculinas ejercidas durante años, y la normalización
de su ejercicio, ha hecho confundir tanto los hechos reales, que incluso cuando se ha querido
promulgar una Ley que desarrollara una discriminación positiva, hacia las que habían sido
agredidas durante años, el poder mediático y “cavernario” de muchos varones, alentados por
determinados grupos políticos han llegado a asegurar que los hombres son tan maltratados o
discriminados como las mujeres.
Entender que las relaciones han sido de igualdad y que no hay
necesidad de endurecer las penas en un código penal, porque todas las violencias son iguales de malas, es no haber entendido nada de las raíces de la violencia de género, de la violencia contra
las mujeres y es hacer aún más invisibles sus causas. Estas declaraciones se han hecho además
partiendo de las mismas posiciones de poder que han justificado la violencia, y en algunos casos
han sido realizadas también por mujeres feministas.
El inicio del patriarcado provocó el inicio de la violencia contra las mujeres pero no está escrito
en ninguna parte que esta situación deba durar para siempre, aunque dada la gran cantidad de
violencia simbólica y real que nuestras mentes y nuestros cuerpos han debido asimilar durante
siglos, deberemos continuar profundizando en análisis y tal como han hecho Esperanza Bosch y
Victoria Ferrer, dando la voz a todas las invisibles que han sido silenciadas. El Código Penal no
puede lograr cambios culturales, pero puede disuadir algún asesino de perpetrar su acto, y toda
mejora de mortalidad será bienvenida cuando todavía vivimos en países tanto en el Norte como
en el Sur de mujeres asesinadas cada cinco días por sus parejas, o ex-amantes.
- Violencias contra las mujeres durante el acto médico
LAS RELACIONES DE PODER EN EL ACTO MÉDICO. CÓMO
SE EJERCEN LAS MICRO VIOLENCIAS
“Una vez transformado en objeto médico, el cuerpo femenino puede convertirse en el lugar en donde
el sadismo y el voyerismo se ejercen libremente al amparo de un método clínico que se estructura en
las formas de la obsesión y de la compulsión de repetición. El médico busca, mira. Recoge, solicita las
zona eróticas de las pacientes para luego describir y controlar minuciosamente sus reacciones, las
palabras provocadas, interrumpidas, arrancadas a la afasia; pero al mismo tiempo es observado por
una mirada trastornada, por un ojo igualmente atento y sin compasión que lo mira a su vez”
LA DOBLE CARA DE LA VIOLENCIA EN LA ASISTENCIA
SANITARIA
El cuerpo de las mujeres intenta hablar a través de sus síntomas, que a veces ni ella misma entiende,
ni puede relatar con coherencia. Cuando acude al sistema sanitario, no siempre el o la profesional que
la atiende puede escuchar o la escucha con atención. Con apariencia de cara amable, pero mirando
al ordenador, se empiezan a producir pequeñas intervenciones que a veces son vividas como
agresiones por las personas que las reciben. Tomo prestada del Psicólogo Luis Bonino, la palabra
microviolencias, que utiliza para describir diversas modalidades por las que los micromachismos
ejercen sus relaciones de poder en las relaciones de pareja.
Él propone que “un gran paso necesario
para romper la imperceptibilidad de las microviolencias es nombrarlas y especificar sus diferentes
variedades. Nombras es hacer visible lo invisible y poder operar sobre ello.”2 Yo me propongo empezar
a nombrar estas microviolencias en el acto médico, para pensar como podremos evitarlas en el futuro.
En la asistencia sanitaria se puede manifestar la violencia tanto en la no realización o la omisión de lo
que sería obligatorio en la investigación específica de todos los hechos relacionados con la salud (las
causas en los aspectos biológicos, clínicos, psicológicos, sociales, culturales y medioambientales)
como en el momento de la realización del acto médico o sanitario ya que se pueden expresar
estereotipos de género que minimicen la escucha de los problemas que plantean los pacientes en el
momento del acto médico o colaboren en su victimización.
También, la falta de mujeres en las cohortes de investigación de los principales estudios de mortalidad,
de factores de riesgo, de diferentes enfermedades (como las cardiovasculares o los distintos tipos de
cáncer, no sólo el de mama) produce ausencia de ciencia y en cierto modo ejerce una forma de
violencia, como el no valorar las condiciones de vida y trabajo y la sobrecarga psicosocial. O el que no
se investiguen de forma rigurosa todas las enfermedades que afecten de forma prioritaria a las mujeres
o que no se investiguen con evidencia buena los fármacos que que se habla y este proceso ha empeorado cuando se ha obligado a los médicos y médicas de
atención primaria a utilizar la pantalla del ordenador constantemente en lugar de atender y mirar a
la paciente que tiene delante y escuchar lo que le ha de plantear, o al menos dirigirle la mirada.
Otro aspecto de la limitación de la comunicación es precisamente no atender de forma clara a las
palabras que dirige la paciente, con lo que no se la escucha correctamente y tampoco se responde
a sus preguntas. Es más, es muy frecuente que, en una relación médico-paciente, cuando
precisamente la programación del acto médico para las médicas es de cinco minutos por paciente,
no se dé ningún espacio para que pueda preguntar, con lo cual no sólo no puede preguntar si no
que a veces tampoco se responde a sus preguntas. Además, se utiliza el lenguaje como un método
de separación y control porque se puede utilizar un lenguaje absolutamente técnico con lo cual el
o la paciente no entiende lo que se le está diciendo, y el mismo lenguaje, como veremos más
adelante, puede constituir un elemento de inferiorización y de iatrogenia.
¿CÓMO SE MANIFIESTAN LAS RELACIONES DE
SUPERIORIDAD E INFERIORIDAD?
En principio, se manifiestan evitando escuchar la experiencia o la narración de los síntomas que
presenta la paciente. La escucha puede ser difícil porque las mismas pacientes no saben explicar
su historia clínica en forma de relato o narración sino que la expresan en forma de síntomas
dispersos, que a veces no tienen conexión entre ellos. Y cuando se le pide a la paciente que relate
en qué momento empezó el dolor o una determinada sensación de náusea, no puede especificarlo
ya que la instauración de muchas enfermedades es de forma insidiosa y el dolor atrofia las
posibilidades de que pueda contar en forma de relato cómo empezó.
Además se desoyen los síntomas de las pacientes, comparándolos con un supuesto diagnóstico
ya establecido, con frases como por ejemplo “esto no lo puede dar”. También la separación o la
distancia, sin que se levante el profesional para poder realizar la exploración física. Hemos
constatado en muchos actos médicos, que se realiza el diagnóstico sin haber realizado ningún tipo
de exploración a las pacientes, y también la descalificación o desvalorización de las aportaciones
que la paciente realiza en el acto médico. Por último, las culpabilizaciones hacia la paciente,
haciendo ver que es culpable de sus síntomas, que seguramente atribuyen rápidamente a
situaciones emocionales previas (sin haber sido explorada), con lo cual se deja a la paciente sin
recursos, y el mismo médico se cierra las puertas a continuar investigando qué es lo que le está
pasando en aquel ser humano.
Otro aspecto de aislamiento sería la descalificación hacia otros profesionales en los que la persona
confía, discutiendo su pericia a través de los mismos pacientes. Si una persona ha puesto su
confianza en algún profesional que en cierta manera le ha aliviado alguno de los síntomas, pero
necesita la ayuda de otro profesional, sea para pasarle análisis o sea para realizarle alguna
exploración, es frecuente que se sientan atacados o violentados y cambien esta violencia por otra
violencia que es descalificar o romper la relación de confianza que ha establecido esta paciente
con el primer profesional que ha ordenado algún tipo de exploración. Por otra parte se les niegan
las exploraciones, por ejemplo, le dicen a una paciente “ya se hizo análisis hace un año así que
ya no necesita más” (paciente inmigrante sin papeles)
O a la petición de la paciente de que, dado que está cansada, se pueda incluir algún análisis
sobre la ferropenia en su analítica de control, el médico le contesta que “estos análisis no entran
en el protocolo”, y por lo tanto ella no entra en el protocolo que está establecido para estudiar no
precisamente el cansancio, sino para hacer una vigilancia de la salud superficial y a la medida del
varón.
En el aislamiento del exterior, a veces no se permiten preguntas cuando se ordena el tratamiento.
Y en cambio el tratamiento debería se una sugerencia o una negociación, ya que al final es la o el
paciente quien tendrá que tomar lo que se le ha prescrito.
No se utiliza habitualmente el consentimiento informado, por lo tanto, en algunos tratamientos que
pueden ser perjudiciales como por ejemplo la administración de anticonceptivos o la administración
de terapia hormonal sustitutiva no se advierte a la paciente de los riesgos en los que puede incurrir
si toma este tratamiento. Nosotros proponemos desde el centro de análisis, desde el CAPS, que
se aplique el consentimiento informado en todos los casos en que el tratamiento puede tener
efectos secundarios porque se da más información a la paciente para que pueda decidir qué es lo
que tiene que hacer y para que pueda conocer los efectos secundarios de lo que toma.
La principal
investigadora es Katarina Swahnberg, que ha trabajado en diversos cuestionarios para poder
analizar como se ejercen las microviolencias en el acto médico y la percepción de las sensaciones
de abuso en el mismo. Enlos estudios que está realizando desde el año 2003 en los Paises
Nórdicos, para saber si se han experimentado abusos en la asistencia sanitaria a lo largo de la
vida, se ha informado de una prevalencia del 24% de casos en Dinamarca, del 25% en Finlandia,
del 28% en Islandia, del 13% en Noruega y del 20% en Suecia6.
El NorVold Abuse Questionnaire (Nor AQ), que traducimos a continuación, encontró que un tercio
de las mujeres pacientes que habían experimentado abusos en la asistencia sanitaria tenían
antecedentes de abusos sexuales y /o físicos y emocionales durante la infancia, por lo que se
podrían considerar revictimizadas.
Pero los dos tercios restantes lo eran por primera vez por lo que Katarina Swahnberg emprendió
un estudio para hacer un mapa de la prevalencia de abusos y variables asociadas entre nuevas
victimas y pacientes revictimizdas. Para ello envió un cuestionario a cinco clínicas de ginecología
Nórdicas7. La tasa de respuesta fue del 77% (n=3.641 mujeres). La prevalencia total a lo largo de
la vida de haber sentido abudos en la asistencia sanitaria fue del 13 al 28%. Entre las nuevas
víctimas, las variables asociadas fueron: alto nivel de educación, quejas físicas, síntomas de estrés
postraumático, y problemas de sueño. La pobre salud autopercibida se asoció fuertemente con
abusos en los tres grupos de mujeres.
Cuestionario sobre abusos
ABUSO EMOCIONAL
Abuso medio ¿Ha experimentado que alguien sistemáticamente y por un largo
período de tiempo trata de reprimirla, degradarla o humillarla?
Abuso moderado
¿Ha experimentado que alguien sistemáticamente y con amenazas
o por la fuerza trate de limitar sus contactos con otros o controle
totalmente lo que ud puede y no puede hacer?
Abuso grave
¿Ha experimentado vivir con miedo porque alguna persona o
alguien cercano la ha amenazado sistemáticamente y por un largo
período de tiempo.
ABUSO FÍSICO
Abuso medio
¿ha experimentado que alguien le golpea, le da una bofetada, y la
coge firmemente contra su voluntad?
Abuso moderado ¿Ha experimentado que alguien la golpea con sus puños o con un
objeto duro, que le da patadas, que la empuja violentamente, que le
da una paliza o una zurra o algo similar?
Abuso grave ¿Ha experimentado que alguien amenace a su vida, tratando de
estrangularle, o mostrándole un arma o un cuchillo , o con otro acto
similar?
ABUSO SEXUAL
Abuso medio, sin
contacto genital
¿Alguien contra su voluntad le ha tocado partes de su cuerpo que
no eran los genitales de una “manera sexual” o ha sido forzada a
tocar el cuerpo de otro u otra de “manera sexual”?
Abuso medio,
humillación sexual/
emocional
¿Ha sido sexualmente humillada de alguna otra forma; p ej siendo
forzada a mirar una película porno contra su voluntad, forzada a
participar en una película porno o similar, forzada a mostrar su
cuerpo desnudo, o ha sido obligada a mirar cuando alguien más
mostró su cuerpo desnudo?
Abuso moderado, y
contacto genital
¿Ha puesto alguien contra su voluntad su pene en su vagina, boca
o recto, o tratado de poner; han puesto o tratado de poner un objeto
o otra parte del cuerpo en vagina, boca o recto?
Abuso severo, con
penetración
¿Alguien contra su voluntad, le ha tocado sus genitales, usado su
cuerpo para su satisfacción sexual o le ha forzado a tocar los
genitales de alguien más?
ABUSO EN ASISTENCIA SANITARIA
Abuso medio ¿Se ha sentido alguna vez ofendida/o o fuertemente de Gradada/o
mientras ha estado atendida en servicios Sanitarios, se ha sentido
que alguien ha ejercicio algún tipo de extorsión, o no ha mostrado
respeto para su opinión, de tal forma que Ud se sintió más tarde
alterado o sufrió por esta experiencia?
Abuso moderado ¿Ha experimentado alguna vez que un acontecimiento “normal”,
mientras esta visitando los servicios sanitarios se Convierte de
pronto en un experiencia terrible e insultante, Sin que Ud. sepa
plenamente como ha podido ocurrir?
Abuso grave ¿Ha experimentado que alguien de los servicios sanitarios - a su
modo de entender- le está perjudicando física o mentalmente, la
perturba enormemente y usa su cuerpo y su posición subordinada
como desventaja para sus propios objetivos?
El estudio de las percepciones de las persona asistidas a partir del cuestionario ViolEP (“Violation
of Ethical Principles Study”)8 que es un cuestionario que evalúa la violación de los principios éticos,
detectó que la mayoría de mujeres que contestaron la encuesta (un 73%) ha experimentado que
los profesionales sanitarios han desobedecido algunos de los principios éticos como la autonomía,
la justicia, la integridad, y el respeto sin perversión, que deben presidir siempre las relaciones
sanitarias. Una de cada dos personas de quienes se han violado sus principios éticos, lo han
percibido como violaciones (el 68%). También la existencia de antecedentes personales con
abusos sexuales, físicos o emocionales en la infancia se ha valorado como un factor de riesgo
para ser victimizado en la asistencia sanitaria.
Ejemplos de violaciones del principio de autonomia.
- ¿Ud no ha estado informada/o adecuadamente?
- ¿Le han dado bastante tiempo para considerar todas las opciones?
- ¿ le han preguntado su opinión?
- ¿Su opinión ha sido reconocida y valorada?
- ¿ se le ha permitido tomar parte en las decisiones?
- ¿Ha sido escuchada/o?
- ¿Se ha sentido forzada/o aceptar un tratamiento o una prueba contra su voluntad por
miedo al maltrato del profesional sino lo hacía?
- ¿Algún otro problema similar?
Ejemplos de violaciones del principio de respeto:
Respeto físico:
- ¿La/lo mantuvo en una postura determinada en contra de su voluntad?
- ¿Le realizaron un examen o un tratamiento de una manera ruda?
- ¿Le continuaron practicando un aexploración a pesar de sus protestas?
- ¿La golpearon o la amenazaron con golpearla?
- ¿Otro problema similar?
Respeto sexual:
- ¿La/lo miraban mientras se vestía o desvestía en lugar de ofrecerle hacerlo en privado?
- ¿Escuchó comentarios o críticas en tono sexual sobre su cuerpo o su ropa interior?
- ¿Flirteó o le habló en tono seductor?
8 Swahnberg Katarina, Wijma Barbro, and Liss Per-Erik. Female aptients report on health care staff’s
disobedience of ethical principles. Acta Obstetrica et Gynecologica. 2006; 85: 830-6.
¿Le habló de sus propias fantasías sexuales?
- ¿Le realizaron una exploración que ud apreció que tenía connotaciones sexuales?
- ¿Le tocaron de forma sexual sus pechos, genitales externos y otras partes de su cuerpo?
- ¿Le solicitaron que se masturbase o que mirara como él/ella se masturbaba?
- ¿Le ofrecieron iniciar una relación sexual con Ud?
Ejemplo de violaciones del principio de justicia:
- ¿Se permitió a otros pacientes que pasarán delante de Ud en la cola de espera sin que
existiera una razón?
- ¿No le dieron la asistencia que Ud pensaba que tenía derecho a tener?
- ¿Otras similares?
Ejemplos de violaciones del principio de integridad:
- ¿Se burlaron de Ud.?
- ¿Se sintió humillada?
- ¿Sintió que sus sensaciones eran abandonadas y olvidadas?
- ¿Violaron el secreto profesional respecto a Ud.?
Las mujeres que contestaron el cuestionario relataban las cotas más altas de sufrimiento en
relación a la violación de los principios de respeto físico y sexual, y el de integridad. Casi todas las
mujeres que habían informado abusos en la asistencia sanitaria, habían percibido violaciones en
los principios éticos. Pero unas 120 mujeres que no habían puntuado en el cuestionario de abusos
general, dieron respuestas afirmativas cuando vieron de que se trataba la violación de principios
éticos. Las pacientes no perciben como una violación de principios éticos, conductas que por
frecuentes ya consideran “normales”, como que no se las escuche en el acto médico, o que no se
les dé tiempo para considerar diversas opciones terapéuticas o exploratorias. Sin embargo, las
pacientes como violación una exploración con connotaciones sexuales, o la violación del secreto
profesional por parte de los profesionales. Todas las pacientes que informaron de estas
experiencias las habían percibido como violaciones.
La existencia de una violencia cultural, da soporte y legitima la violencia directa y la estructural. La
violencia estructural es un proceso silente que impide que los individuos y los grupos profesionales
se den cuenta de su verdadero potencial. Por ejemplo, los profesionales sanitarios desobedecen
muchas veces los principios éticos, pero no se dan cuenta de ello y no siempre son percibidos
como violaciones por las/los pacientes. Katrina Swahnberg argumenta que ni las pacientes ni no
los profesionales se dan cuenta de las violaciones efectuadas en los ejemplos del cuestionario
porque los dos grupos están sometidos a la violencia estructural.
Estar anuladas
Después de los estudios anteriores la profesora Swahnberg decidió realizar un estudio cualitativo9
entre las mujeres suecas que habían manifestado estos abusos en la asistencia sanitaria. Como
resultado de su estudio ha obtenido cuatro categorías de sensaciones que se repiten en todas las
entrevistas efectuadas: la sensación de pérdida de poder, la sensación de ser ignorada, la
sensación de haber experimentado falta de atención o cuidado y la falta de empatía.
La sensación de pérdida de poder
Las mujeres describen la sensación de pérdida de poder como la privación de la capacidad de
actuar o de tener autoridad. Las sensaciones de pérdida de poder emergen de sentirse inferior y
se ejercen a través de la humillación y/o del rechazo. Por ejemplo, algunas mujeres sienten que
han tenido que esperarse de forma innecesaria durante mucho tiempo para ser atendidas y recibir
ningún tipo de explicación por el retraso. Hacer que la gente se espere puede ser percibido como
una forma de demostrar el poder sobre los pacientes por parte del personal sanitario pero en una
humillación innecesaria. Si hay retrasos se debería avisar a las persona para que pudieran
disponer de su tiempo.
Otras sensaciones de las pacientes son por ejemplo sentir que nadie cree lo que están diciendo o
que sus palabras y experiencias no se tienen en cuenta. Las mujeres también se sienten con
pérdida de poder cuando ellas no están bien comprendidas.
Cuando el personal sanitario no
escucha a la mujer, ésta se siente cuestionada e insegura de las propias percepciones sobre su
estado. En casos extremos, ella puede creer que sus problemas han sido creados por su propia
imaginación. Un caso descritos por la profesora Swahnberg detalla una joven mujer que después
de diez años de síntomas ha logrado que encontraran el correcto diagnóstico y ha sido intervenida
quirúrgicamente. Hasta entonces y durante estos diez años, ella había creído que estos síntomas
estaban sólo en su imaginación.
Todo lo que las mujeres desean ser bien atendidas y que se las trate como seres humanos, iguales
en derechos a los de los hombres. Cuando detallan los sentimientos de pérdida de poder, estos
se describen como sensaciones de humillación y tristeza, y no dudan en llamar, a estos
sentimientos, un abuso.
La pérdida de poder la describen como “no tener voz”.
Sensación de ser ignoradas
Las mujeres se sienten ignoradas cuando ellas no son reconocidas, ni como seres humanos ni
como pacientes, y en particular, cuando el personal sanitario no escucha sus necesidades
específicas. Muchas de las personas que han contestado la encuesta cualitativa, ven que sus
quejas y síntomas no han sido valorados seriamente por los profesionales hasta después de
mucho tiempo de haber demandado ayuda. Esta pérdida de confianza y el ser ignoradas las hace
sentir miserables y decepcionadas.
Las rutinas que se desarrollan, pobres y escasas, la pérdida de conocimiento sobre las pacientes
y la insuficiente preparación médica para entender qué es lo que les está pasando han sido otros
aspectos importantes que hacen que las mujeres se sientan ignoradas. Últimamente la tendencia
de hacer protocolos médicos para hacer más homogénea la atención, para controlar el gasto, pero
también para hacer pensar que todas las personas son iguales y van a necesitar las mismas
exploraciones.
Cuando una paciente solicita que se incluya alguna prueba más, o cuando la quiere
incluir el mismo profesional sanitario, lo más probable es que la respuesta sea “que su caso no
entra en el protocolo”, y queda su vida, su dolor y su cansancio en el terreno de nadie.
También el hecho de haberse tenido que desplazar a lo largo de varios departamentos, realizarse
pruebas, y pasar mucho tiempo entre el proceso de exploración y el diagnóstico hace que las
mujeres se sientan mal comprendidas e ignoradas. Algunas mujeres han relatado que están
convencidas de que el personal sanitario no conoce los derechos de los pacientes, y han descrito
la sensación de ser ignoradas como ser percibidas como un objeto y ser tratadas como una cosa
sin ningún sentimiento.
La experiencia de falta de atención o cuidado es la pérdida de soporte emocional y de de tiempo
para hablar, y la aplicación de tratamientos que son considerados injustos por parte de las
usuarias. Por ejemplo, si las pacientes se presentan con dolor, las exploraciones puede que sean
quizás dolorosas también, y en cambio, las pacientes relatan que no se les explica cuáles serán
los procedimientos que se van a seguir o si se pueden hacer o no con algún tipo de con anestesia.
Se producen entonces exploraciones que pueden ser dolorosas, sin haber valorado conjuntamente
el proceso de intervención. La falta de atención o cuidado se ha descrito también como “tomar el
camino más fácil”, que se escoge cuando los profesionales sólo proporcionan una explicación muy
simplificada además de realizar una exploración que sea quizá la que puede producir más
problemas a la paciente. El “camino más fácil” es el que se toma cuando se atribuyen los síntomas
al tiempo atmosférico, al cansancio, incluso al mismo estrés de la mujer sin explorarla a fondo, o
el que se toma cuando se realiza la exploración sin utilizar alguna prueba adecuada o utilizando
un mínimo análisis, obviando otras exploraciones que podrían ser necesarias, pero que se tarda
mucho más tiempo en conseguir el diagnóstico.
Las personas que han experimentado falta de
atención y que han respondido el cuestionario, se sienten abandonadas, sin haber recibido la
información adecuada y sin haber sido informadas del procedimiento a seguir para una operación
quirúrgica o exploración compleja. En consecuencia, algunas exploraciones fueron totalmente
incomprensibles para las pacientes, puesto que no podían saber la utilidad de una intervención
que les podía ser agresiva.
La falta de empatía
El desdén y la arrogancia constituyen una falta de empatía por parte del personal sanitario, y se
han descrito como una experiencia espantosa por parte de las pacientes. Esta actitud oscila entre
la insensibilidad y la inflexibilidad hasta la imposición de la fuerza y la manifestación de la
hostilidad.
La falta de empatía se ha descrito como una forma brusca, ruda y amenazante de imponer los
tratamientos, que puede incluso evocar sensaciones de malestar y terror por parte de las
pacientes. Se han expresados ejemplos diversos, como el de un ginecólogo que ante las
dificultades que tenía para realizar el examen, gritó a la paciente porque contraía la vagina y por
lo tanto no podía realizar la exploración como él deseaba. La mujer se sintió insultada por el trato
y las palabras que le dirigió el especialista cualificando sus genitales y sus hábitos sexuales.
Cuando ella no quiso cooperar, el ginecólogo la amenazó diciéndole que tendría que usar
instrumentos aún más potentes para poder realizar el examen. La paciente terminó tan
aterrorizada que no se pudo terminar la prueba. Posteriormente, en otro hospital y con anestesia,
se le diagnosticó un cáncer. Ella relata que fue tratada “como una vaca”.
Cuando se analizan estas categorías (sensación de pérdida de poder, de ser ignoradas, de falta
de atención hacia las pacientes y de empatía por parte del personal sanitario), las mujeres
expresan sensaciones que fueron causadas por interacciones verbales y no verbales con los
profesionales sanitarios que las atienden. Las cuatro categorías se solapan, pero cada una de
ellas podría ser vista como una posible entrada en un círculo vicioso que conduce a un estado de
anulación.
Por lo tanto… ¿qué es un abuso en la asistencia sanitaria? En las entrevistas parece obvio que
ser anulada es un estado de pérdida de dignidad, de frustración y ansiedad que crea sufrimiento
personal. Las mujeres informan de un padecimiento intenso y habitual en las entrevistas aunque
el acontecimiento hubiera pasado muchos años antes.
Es una sensación que queda en sus mentes
y que pueden repetir con todo lujo de detalles. En este estudio de la profesora Swahnberg y
colaboradores, se ha utilizado la “Grounded Theory”, un método cualitativo de recoger y analizar
datos con el objetivo de desarrollar observaciones empíricas o marcos teóricos que sean
transferibles de un grupo de personas a otro. Esta teoría es utilizada para explorar las
interacciones sociales entre humanos. Su punto de partida es que hay semejanzas entre las
experiencias vitales de muchas personas. En su estudio, las coincidencias ya en las primeros
momentos de las entrevistas en todas las mujeres indican que hay muchas similitudes entre las
experiencias de las mujeres en relación a los abusos de la asistencia sanitaria a pesar de su
diferente procedencia y formación. La interpretación de la autora ha sido que las mujeres que han
participado en el estudio cualitativo han accedido a sus recuerdos de abuso en la asistencia
sanitaria, y que los detalles de sus historias estuvieron en concordancia en todas las partes, con
su respuesta emocional en el momento en que se realizó el abuso, así como en la situación que
se desarrolló en el momento de la entrevista.
Lillrank10 encontró que la dicotomía cuerpo-mente que todavía persiste en la ciencia biomédica,
anula las experiencias subjetivas de los y las pacientes. Por ejemplo, un dolor de espalda que no
haya sido diagnosticado puede llegar a generar un estigma para aquella persona.
Ser anulado o
anulada implica una pérdida de autonomía y de dignidad humana y crea un sufrimiento personal.
Por lo tanto, la asistencia sanitaria es un lugar donde el cuidado y la falta de cuidado coexisten, y
donde los pacientes pueden ser ayudados o anulados. Esto es una paradoja: las interacciones
médicas, que son esenciales para la salud de las pacientes, a veces pueden producir una
destrucción de la salud y del bienestar. Para comprender cómo es posible esta paradoja tenemos
que examinar las estructuras de la asistencia sanitaria y las relaciones de poder que se establecen
entre los profesionales y la pérdida de éste por parte de los pacientes.
El poder ha sido un tema central en el estudio de la profesora Swahnberg y la pérdida de éste se
ha descrito como “no tener voz”. Aunque las mujeres habían sufrido abusos en la asistencia
sanitaria ellas no lo habían explicado a sus ginecólogos y ginecólogas, ni a sus profesionales de
atención primaria, de modo que los posibles abusadores o abusadoras podían no darse cuenta de
lo ocurrido. Este silencio mutuo es característico de la violencia estructural, que es un proceso
silencioso que impide a los individuos darse cuenta de sus plenos potenciales psicológicos y
psicosomáticos.
Anular a los y las pacientes es una forma extrema de violencia estructural.
Pero muchas profesionales son cada día más conscientes de lo que supone atender el organismo
de otros seres humanos y de que no somos omnipotentes, pero si podemos ser respetuosas y
saber decir que no sabemos cuando nos preguntan por lo que les está pasando. Por ello, quiero
reproducir aquí las palabras de una excelente Médica de Atención Primaria, la Dra. Pilar Babi, que
en su práctica clínica profesional, y a pesar de las limitaciones del tiempo para cada paciente
intenta hacer una práctica ética, como la otros miles de profesionales que también en silencio, la
mantienen a pesar de las dificultades:
“Mi osadía
Hablar del cuerpo yo que no soy filósofa ni tengo erudición ninguna me parece una osadía.
Y sin
embargo, en mi condición de médica trato constantemente con él.
Cuando una paciente o un paciente me dice “quiero que me atienda usted porque usted entiende
mi cuerpo” me recuerda de un lado uno de los mayores retos de la medicina, atender cuerpos, y
me ofrece, de otro, un precioso regalo de confianza.
Es desde ese trato con los cuerpos, con el mío también, desde donde me propongo decir algo.
Del cuerpo que es para mí - y creo que es experiencia común - “un poco otro”. Porque yo soy mi
cuerpo y a la vez no lo soy del todo, ni solamente. La existencia encarnada, la conciencia
encarnada o el cuerpo que se sabe cuerpo y que se sabe más, se vuelve otro… enigmático, casi
extranjero. Se vuelve otra cosa que, para ser visible, precisa alguna forma de mediación -la de la
palabra sí, aunque hay otras -y alguna forma de relación. Alguna forma pero no cualquiera. No
todo vale porque lo que está en juego es la vida misma.
Mi cuerpo y yo se viven a menudo de forma dicotómica, y ¡qué fácil entonces que se jerarquice
esta vivencia! Se entrona el yo y deja al cuerpo subalterno, problemático, distante,
observable…
Hay otros modos de salir al encuentro entre mi cuerpo y eso que llamo “yo”. Un
encuentro que ha de ser obligadamente amoroso para que la jerarquía dé lugar a la entrega, a la
adoración, a la alegría o al dolor y a la distancia cuando de seguro llegan.
Experimentamos esto en muchas ocasiones, pero algunos momentos, en algunos pasajes – en el
sentido que Luisa Muraro le da a esta palabra pasaje como de pasar a través de algo, como de
nacimiento de algo- hacen que el abismo entre mí y mí pueda ser mayor. La enfermedad es uno
de esos momentos. Como si de una bisagra por la que me doblo sobre misma se tratara, me
confronto otra vez y me miro nuevamente.
Que esa mirada sea una oportunidad o una condena depende más que de la enfermedad, que
también por supuesto, del sentido que le demos a lo que podemos ver, a lo que podemos vivir.
Esta es mi propuesta, esta es mi osadía : que el encuentro con mi cuerpo de mujer -tanto si el
cuerpo está sano como si está enfermo- sea un espacio de sentido, un espacio de libertad”
El lenguaje como yatrogenia
El lenguaje verbal y el no verbal pueden llegar a ser instrumentos de control de los pacientes
porque las mismas personas que realizan el acto médico pueden, de forma inconsciente, aplicar
un lenguaje que destruya la relación con la paciente y sus mismas palabras pueden conseguir
producir más enfermedad que la que deseaban aliviar. Por ejemplo, se le puede decir “esta
exploración refleja que usted tiene una enfermedad muy grave” o a una mujer con problemas de
columna vertebral desde la infancia, pero que ha desarrollado una vida profesional y personal con
buena calidad de vida, al relatar dolor en la columna a los 60 años, su traumatólogo le dice:
“Estarás peor siempre. No se puede hacer nada”, dejándola sin recursos y sin aliento en un primer
momento.
Siempre y nada, dos palabras a cambiar en el vocabulario de la Medicina del antipoder,
destructivo, porque podemos casi siempre hacer alguna cosa para paliar, aliviar y cambiar.
La destrucción de la persona que se llega a convertir en una enferma en lugar de tener una
enfermedad, se puede producir a través del lenguaje. “Esta radiografía es como la de una mujer
de 70 años” cuando la paciente tiene 45 años, con lo cual sólo esta frase ya ha condicionado todo
un imaginario para esta persona, que la deja sin recursos ya que de golpe ha envejecido 25 años
sin que realmente su cuerpo sea exactamente así. O también atribuir toda la sintomatología, que
a veces puede ser diversa y dispersa, a “usted no tiene ninguna solución ni ningún tratamiento,
porque en realidad, usted lo que tiene es una enfermedad incurable denominada fibromialgia, que
no sabemos de dónde viene y que no tiene tratamiento…pero a pesar de ello, le debo dar
psicofármacos, ansiolíticos, antidepresivos, y algún parche de morfina, para que usted pueda
poner ciertas barreras al dolor aunque no le puedo asegurar que este tratamiento le mejore”.
Porque cuando a una mujer que tiene dolor y molestias intestinales y se la diagnostica de
fibromialgia sin levantarse de la silla, nadie le ha preguntado que sus problemas se agudizan
porque su marido está en crisis laboral, con graves problemas económicos y ella sufre de
“problemas en el estómago y diarrea cunado el marido le explica los suyos.”
También las enfermedades como destino que no podemos prevenir ni paliar da al traste con todos
los factores de riesgo. Por ejemplo, cuando un ginecólogo que asiste a una mujer que ha tenido
de siempre mama fibroquística severa y la quiere convencer de que tome terapia Hormonal
sustitutiva en la menopausia, para vencer su miedo a que le pueda perjudicar a largo plazo, le
lanza una afirmación categórica: “Si has de hacer un cáncer de mama, lo harás igual”.
Creo que es necesario que desvelemos también este lenguaje oculto que hace enfermar, y que
todos los silencios de las mujeres que han vuelto a casa con la amargura de haberse sentido
incomprendidas y además humilladas, debe convertirse en palabras, para que el sufrimiento no se
quede dentro y para que podamos escribir un libro entero de la yatrogenia verbal que las ha
enfermado y frente a la que sólo podían poner la indefensión aprendida. Desde estas líneas les
pedimos que nos escriban sus experiencias11, que todas van a ser útiles para que otras mujeres
pierdan el miedo y exijan el respeto a su autonomía personal y a sus derechos a la salud.
La ausencia de la voz y de la experiencia de las mujeres en la construcción de la clínica y en la
definición de salud, sólo se podrá superar con la incorporación de las palabras de las mujeres al
lenguaje de la Medicina.
La paciente existe, pero quizás la sujeta paciente no, por eso me da luz
para acabar este capítulo en el que resumo una experiencia personal y una experiencia nórdica
con las palabras de Mª Milagros Rivera.
“La sujeta paciente no existe en la gramática. Porque a ella, a ese sexo que no es ni uno ni dos,
no le gusta la fragmentación prevista por los nexos gramaticales. Le gusta, en cambio, juntarlo
todo, concordar contrarios, dar y recibir, llevar y traer, actuar y padecer, trabajar y descansar,
simultáneamente si es posible. Por eso ella, cuando escribe, no es para distinguir si es ella la que
trabaja con las palabras o si son las palabras las que trabajan en ella, dejándola descansada.”
Maria Milagros Rivera Garretas12.
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