VIOLENCIA DE GÉNERO Una mirada multidisciplinar

VIOLENCIA DE GÉNERO 

Una mirada multidisciplinar


  1. Construcción social del género.



  •  Sistema sexo-género-deseo. Estereotipos y roles.
¿Qué es el sistema sexo-género? 

A lo largo de la historia, se ha intentado explicar desde diferentes paradigmas científicos los comportamientos diferenciales de mujeres y hombres. Tradicionalmente se ha postulado que las diferencias entre mujeres y hombres venían marcadas por una explicación biologicista, pero posteriormente, en el siglo XX, la Sociología se interesó por el impacto de los cambios sociales en las construcciones de nuestra identidad, comenzando a hablar de roles masculinos y femeninos y encontrando que nuestra forma de ser mujeres u hombres, está más determinada por la cultura y la sociedad en la que vivimos. 
Desde esta idea, cada cultura dota de contenido la idea de lo que es “ser mujer” o “ser hombre”, en un periodo histórico y cultural determinado, y esto se transmite entre generaciones por socialización. Es la repetición de estas ideas, esquemas, creencias y estereotipos, lo que hace que identifiquemos como “masculinos” o “femeninos” unos comportamientos u otros. 

La frase de la filósofa feminista Simone de Beauvoir identifica esta idea en su célebre “No se nace mujer: sino que llega una a serlo”, es decir, las características sexuales con las que nacemos no determinan nuestro comportamiento, sino que son las civilizaciones, las culturas, quienes elaboran el constructo de lo que significa ser mujer, o ser hombre, elaboran el constructo de género. Gayle Rubin (1975) estableció la idea de un sistema diferenciado entre sexo y género. Según esta propuesta, el sexo se comprendería como los aspectos biológicos que diferencian a mujeres y hombres; que serían universales y generalmente permanentes, y el género sería el componente social o cultural. De esta forma, desde la conceptualización de este sistema se diferencian: - Lo biológico (el sexo), - Lo cultural (el género).


 Sexo. 

Todas las personas nacemos sexuadas y con unas características corporales, y, en el momento en el que nacemos, se nos asigna un sexo u otro en función de los cromosomas, las hormonas, los órganos reproductores y los genitales que presentamos. Normalmente la etiqueta que se nos asigna es dicotómica, entendiendo que podemos tener sexo masculino, o sexo femenino. Sin embargo, sabemos que existen personas intersexuales, por lo que el sexo va más allá de esta dicotomía, y las conceptualizaciones sobre este concepto están modificándose. 

Género. 

Se denomina género, en contraposición a sexo, para referirnos a los comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres (Organización Mundial de la Salud). El género, por tanto, es un constructo cultural, y es el significado que da nuestra cultura a nuestro cuerpo sexuado. 
Estas características, por ser sociales, dependen de la sociedad en la que vivamos; cada sociedad, por tanto, tendría un sistema sexo-género, con sus códigos y peculiaridades. Por ejemplo, una mujer puede nacer en China o en África, y a ambas se las identificará al nacer como mujeres, pero su cultura no espera de ellas los mismos comportamientos, roles o características, porque éstos comportamientos, las costumbres, las creencias, están definidas y diferenciadas por la cultura en la que viven. Siguiendo con esta diferenciación, los géneros se propondrían como una representación social que además es dicotómica, opuesta, excluyente y jerárquica; es decir, se generan posiciones de poder diferenciadas y asimétricas donde quien sustenta el poder o domina es la posición masculina y la posición subordinada es la femenina. (Rubin, 1975). 
El género es una construcción interiorizada a través del proceso de socialización diferencial, que establece parámetros o marcadores de lo que deben ser, hacer y parecer un hombre y una mujer, definiéndolos como masculino o femenino, por oposición y con desigual valor (Parra, 2018). 

La orientación del deseo 

La orientación sexual hace referencia al sentido que toma la atracción erótica y romántica. Puede expresarse en términos de mayor o menor preferencia o de ausencia de atracción. (Parra, 2018) Cuando se habla tradicionalmente de la orientación del deseo sexual se consideran tres posibles orientaciones: 

  • Heterosexualidad. Se refiere a las personas que sienten atracción por personas del sexo contrario (hombres que sienten atracción por mujeres, mujeres que sienten atracción por hombres). 

  • Homosexualidad. Personas que sienten atracción por personas del mismo sexo. Como esta palabra surge con un carácter patologizador, algunas personas prefieren referise con las designaciones de lesbiana (atracción entre mujeres) y gay (atracción entre hombres). (Parra, 2018). 

  • Bisexualidad. Personas que sienten atracción indistintamente por personas del mismo o distinto sexo (mujeres que sienten atracción por mujeres y hombres; hombres que sienten atracción por hombres y mujeres). 

  • Pansexualidad. Personas que sienten atracción hacia personas independientemente de su sexo o identidad sexual. 

  • Asexualidad. Personas que no sienten atracción erótica hacia otras personas. 

  • Demisexualidad. Personas que sienten atracción solo hacia personas con las que previamente se ha establecido un fuerte vínculo emocional. La sexualidad, nuestros cuerpos sexuados, la atracción, o el deseo, son conceptos que se están actualizando mucho en las últimas décadas, para acercarse más a la diversidad y variedades de formas de sentir la sexualidad de las personas. 
Roles 

El sistema sexo-género en una sociedad se establece, entre otras cosas, a través de roles y estereotipos; es decir, a pesar de que nuestras formas de ser y sentir son muy diversas, desde la niñez vamos aprendiendo en nuestra cultura esquemas, costumbres y normas sobre lo que se considera “normal” o habitual, en mujeres o en hombres, lo que significa ser femenina o masculino, el rol que nos toca representar.

 Los roles de género Son las funciones y los comportamientos que cada sociedad en cada momento de la historia considera normales para hombres y mujeres, incluyendo el conjunto de tareas que se considera corresponde a cada cual. Responden, desde nuestra cultura, a la idea de lo que deberíamos ser/hacer como mujer, o como hombre.
 Tradicionalmente en las mujeres se ha considerado que su rol ha de ser la de encargarse del trabajo doméstico y del cuidado de menores y otras personas dependientes; frente al rol social masculino, representado en el ejercicio de la función pública, el trabajo remunerado, el liderazgo y el poder. Esta distinción entre espacio público, como aquel donde tienen lugar los trabajos productivos, remunerados y valorados socialmente, y el espacio privado, como aquel donde tienen lugar tareas reproductivas, menos valoradas socialmente y normalmente no remuneradas, conlleva una desigualdad de género y la transmisión de la idea de que las tareas asignadas al rol de género femenino son menos importantes, cuando se trata de tareas necesarias e ineludibles para la vida y el desarrollo de nuestras sociedades. En las últimas décadas, estamos asistiendo a cambios en los roles asignados tradicionalmente a las mujeres y los hombres, puesto que las mujeres han ido incorporándose al trabajo remunerado, la educación, progresivamente encontramos más mujeres que ocupan cargos de responsabilidad en empresas y hombres que se dedican a las responsabilidades del cuidado doméstico, pero aún siguen siendo cambios lentos y los roles tradicionales siguen perviviendo con los que intentan actualizarse a los tiempos actuales.

 Los estereotipos de género 

Son ideas simplificadas y fijas de lo que una sociedad, en un momento histórico, entiende sobre la masculinidad y la feminidad. Son creencias preconcebidas sobre lo apropiado o lo inapropiado para cada género. Como generalizaciones que son, tratan de explicar una idea de forma muy resumida, tomando ideas generales sobre las mujeres y de los hombres “como norma”, y, por tanto, no incluyen las diversas formas de ser o actuar de una manera diversa. Por ejemplo, entre los estereotipos más frecuentes sobre las mujeres encontramos la idea de que son sensibles, débiles, cuidadosas, y entre sus aficiones se encuentran la moda o la belleza; sobre los hombres, el estereotipo indica que son fuertes, valientes, racionales y les gusta el deporte. Esto, por tanto, hace que pensemos que sólo existe una manera de ser hombre o de ser mujer, y que a aquellas personas que tienen gustos, o personalidades diferentes al rol que le correspondería, se las considere extrañas o excepcionales. Aquellas personas, además, que en algún aspecto confirman el estereotipo que tenemos en la cabeza, refuerzan la idea de que efectivamente, el estereotipo es real. (Los hombres son así, las mujeres son así). Además, normalmente los estereotipos son contrarios y también se colocan en una posición de dominio en la que las características asociadas a la masculinidad se consideran superiores (ser fuerte mejor que sensible, racional mejor que emocional, etc.)

Socialización de género

 La socialización es un proceso que nos acompaña durante toda nuestra vida. Cada sociedad y cada época histórica imponen un modelo de socialización diferente. (Moreno y Ruiz, 2016). Los agentes que influyen en este proceso de socialización (la familia, la escuela, los grupos de iguales, los medios de comunicación) transmiten, con mayor o menor sutileza diversos mensajes sobre lo que se considera adecuado para hombres y para mujeres. Las costumbres, los juguetes, los cuentos, las películas, las imágenes, son algunos ejemplos de ello, y todos los comportamientos que vemos en nuestros modelos de referencia, son influencia en lo que creemos que tenemos que ser. 

Se entiende, por tanto, por socialización de género el proceso por el que nos vamos convirtiendo en mujeres o en hombres en una sociedad y en una época concreta. 

Rupturas del sistema sexo-género-deseo 

En el sistema de socialización patriarcal, el género, como norma, distingue y clasifica a las personas en un binomio definido por oposición. Esta clasificación se realiza en función de cinco variables (según Parra, 2018): - Respecto al cuerpo sexuado, las opciones son: hembra/macho - Respecto a la identidad sexual, las opciones son: mujer/hombre - Respecto a la expresión exterior, las opciones son: femenina/masculine - Respecto a la orientación sexual, la opción (única) es: heterosexual - Respecto al rol social, las opciones son: reproductivo/productivo o doméstico/público. En virtud de este sistema dual, el cuerpo sexuado (hembra/macho) se asocia biunívocamente a la identidad (hombre/mujer) y una expresión exterior (femenina/masculina), vinculándose a una orientación del deseo sexual específica (heterosexual). Así, desde un punto de vista tradicional, este sistema sería como una cadena de elementos fijos que han de ir unidos. Si naces hombre, has de ser masculino y heterosexual. Si naces mujer, has de ser femenina y heterosexual. Como hemos indicado en el desarrollo del tema, actualmente están modificándose y complejizándose los conceptos que conocemos sobre sexo, género y deseo, y las realidades nos indican que no todas las personas “encajan” en esta cadena, sino que existen personas que transgreden la norma de género y el binarismo sexual en alguna o varias de las dimensiones. Lo más importante es que todas las opciones son normales. Porque las etiquetas y los constructos sociales que nos categorizan, nunca definen todas las formas que tenemos de ser, identificarnos o sentir.

  • Androcentrismo, misoginia y heteronormatividad.

Androcentrismo

 Al hablar de androcentrismo, hacemos referencia a la práctica (consciente o no) de tomar en cuenta el punto de vista masculino, como una posición central en el mundo que lo explica todo. Así, desde una visión androcéntrica, se considera lo masculino como lo que es “objetivo”, lo “real”, y “la medida de todo” (Zafra, 2005) Y se generaliza esta visión masculina al conjunto de la población. Es decir, conocemos el mundo desde la visión de cómo son, piensan y hacen los hombres. Y la participación femenina se considera anecdótica, o el conocimiento sobre las mujeres se considera una excepción. Uno de los aspectos más claros del androcentrismo es el lenguaje, en el que nos han enseñado que el masculino genérico engloba a hombres y mujeres, pero a veces se usa el masculino sólo para referenciar a los hombres. En este aprendizaje, las mujeres aprenden que a veces son nombradas y otras no, pero sobre todo, aprenden a ser personas de segunda. Así, existe una íntima conexión entre la lengua utilizada y la posición femenina en esa sociedad. (Bengoechea). Ejemplos de androcentrismo podemos encontrar a la hora de descubrir cómo múltiples medidas que se consideran “la media” se basan en una corporalidad media masculina (como la forma del cinturón de seguridad, que no se adapta a la corporalidad femenina, o las alturas que se consideran normalizadas de diferentes espacios físicos o mobiliarios –incluso aunque sean de cocina, y ésta esté tradicionalmente considerada femenina-). 

El androcentrismo es una forma de pensamiento que puede socializarse de manera muy sutil, o que habitualmente no percibimos, pues hemos construido nuestra forma de pensar sobre el mundo de los mensajes que recibimos, y en pocas ocasiones cuestionamos las concepciones más básicas. Uno de los ejemplos que demuestra la importancia de tener en cuenta en nuestra visión del mundo la existencia de las mujeres, es el caso de la sintomatología conocida sobre el infarto de miocardio. Seguramente todas las personas hemos aprendido la anatomía del cuerpo humano con un modelo anatómico masculino, y hemos considerado que tanto hombres como mujeres se asemejan a ese único modelo. Pero si miramos la realidad desde una visión no androcéntrica, incluyendo a las mujeres en nuestra visión del mundo, y la medicina empieza a realizar investigaciones y estudios para analizar si existen diferencias entre mujeres y hombres, nos encontramos sorpresas como que los síntomas que conocemos sobre el infarto de miocardio, y que se difunden en campañas de prevención de infartos para prevenir a la población, son síntomas que son los habituales en los hombres, pero no así en las mujeres. Así, actualmente sabemos que fallecen hasta un 6% más de mujeres por enfermedades cardiovasculares en comparación con la población masculina por este desconocimiento, a pesar de que los síntomas típicos pueden ser compartidos, la enfermedad cardiovascular en las mujeres es diferente y puede cursar con síntomas distintos, que en muchos casos tanto las mujeres, como las y los profesionales sanitarios que las atienden, no tienen costumbre de tener en cuenta. 

Misoginia 

Del pensamiento androcéntrico que coloca al hombre como centro del universo, parte la misoginia. La misoginia es la aversión o el odio hacia las mujeres. Una tendencia ideológica que desprecia a las mujeres y a todo lo considerado como femenino. 
El término misoginia está formado por la raíz griega “miseo”, que significa odiar, y “gyne” cuya traducción sería mujer, y se refiere al odio, rechazo, aversión y desprecio hacia las mujeres y, en general, hacia todo lo relacionado con lo femenino. Ese odio (sentimiento) ha tenido frecuentemente una continuidad en opiniones o creencias negativas sobre la mujer y lo femenino y en conductas negativas hacia ellas.

 Cuando hablamos de misoginia nos estamos refiriendo a una actitud que, además, tiene claros puntos de contacto con lo que se ha denominado sexismo tradicional u hostil. (Ferrer y Bosch, 2000). La misoginia puede manifestarse mediante diferentes formas, desde las más sutiles hasta las más agresivas en forma de violencias. En la mayoría de mitologías del mundo antiguo, religiones y muestras culturales hay presencia de comportamientos y actitudes misóginas. Por ejemplo, uno de los filósofos más influyentes, Aristóteles, decía que la mujer “es un hombre incompleto, una deformidad, un ser inferior”; Pio Baroja opinaba que “la mujer actual elegante no tiene vida interior ninguna. Parece que el poco cerebro que tenía se le ha evaporado”; o Quevedo decía de la mujer “Es bueno cuando está en la sepultura”. (Suarez, 2007). En conclusión, y aunque en la actualidad desde muchas sociedades se esté tratando de cambiar estas concepciones, la mayor parte de nuestras culturas, y por tanto, de nuestras sociedades, y nuestras historias, están influidas por un pensamiento androcéntrico y misógino, donde la norma se dicta desde el género masculino, y se reproducen ideas erróneas sobre las mujeres basadas en el odio y la diferencia. Por eso, vivimos aún en sociedades machistas, en las que de formas a veces directas y otras sutiles, se sigue manteniendo una idea de superioridad de los hombres sobre las mujeres.

Heteronormatividad

 Actualmente, además se habla de la influencia de la heteronormatividad. La heteronormatividad es un sistema que genera violencias hacia aquellas personas que no siguen un patrón de género, de sexualidad, de prácticas o de deseos asociados a la heterosexualidad, entendiendo que la heterosexualidad sería la norma y aquellas personas que se salen de la misma, no son “normales”.

El concepto heteronormatividad surge dentro del marco de los estudios y políticas queer y de los feminismos negros, ligado a las luchas de los feminismos Cyborg y los transfeminismos. Es un cuestionamiento del orden social dominante, de la norma impuesta que supone la heterosexualidad. (Platero, Rosón y Ortega, 2017). Según la obra “Barbarismos queer”, la heteronormatividad es el régimen político, social, filosófico y económico generador de violencias hacia todas aquellas personas que no seguimos un patrón de género, de sexualidad, de prácticas y deseos asociados a la heterosexualidad. Incluso si se cumple con cada mandamiento de lo considerado “normal”, sigue existiendo una importante violencia contra aquellas personas situadas en los márgenes.

Desde este punto de vista, se entiende que la heteronormatividad está ejerciendo violencias contra aquellas personas que no cumplen el mandato cultural de sentirse o identificarse heterosexuales. Así, varias autoras identifican la violencia y la opresión que se encuentra en este mandato. Butler explica que la heteronormatividad marca qué personas son sujetos posibles dentro de la escena política. (Butler, 2004), y Witing (1992), que el pensamiento heterosexual impone una interpretación totalizadora. Así, debido a la heteronormatividad, las sociedades, a través de sus instituciones y políticas sociales refuerzan la idea de que las mujeres y los hombres existen con el objetivo de complementarse, y todas las relaciones sexuales deberían ser entre hombre y mujer, así que las personas que no se ajustan a este sistema son calladas o invisibilizadas. Si la heterosexualidad se toma como una norma, y a toda persona que no cumple ella, se la considera “no normal”, se puede afirmar que esa heteronormatividad, está siendo opresiva y violenta.

 Desigualdades de género aún presentes Las desigualdades de género han sido analizadas gracias al empuje del movimiento feminista en siglo XX. Así, el movimiento feminista, o los feminismos, comenzaron reivindicando derechos para las mujeres como el de ser ciudadanas, tener acceso al voto, o a los mismos derechos laborales que los hombres; a reconocer las aportaciones de las mujeres a la sociedad o a reivindicar sus derechos sexuales y reproductivos. En definitiva, dar valor al modo de ser y estar en el mundo de las mujeres. La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, se celebró en 1975, en México, pero las decisiones más relevantes se tomaron en la Cuarta Conferencia de 1995 en Beijing, donde se establecieron doce puntos críticos que impiden el avance de las mujeres en el mundo. (referencia) La Declaración y Platafoma de Acción de Beijing encuentra una serie de obstáculos que provocan la desigualdad de las mujeres respecto de los hombres:

 1. La mujer y la pobreza
2. El acceso desigual a la educación
3. La falta y acceso desiguales a los sistemas de salud
4. La violencia contra las mujeres
5. Los diversos aspectos de vulnerabilidad de las mujeres en conflictos armados
6. La desigualdad en las estructuras económicas
7. La desigualdad en el poder y la toma de decisiones
8. Carencia de variados mecanismos institucionales para mejorar el adelanto de las mujeres
9. La falta de respeto y la protección inadecuada en cuanto a los derechos humanos
10. La sub-representación de las mujeres en los medios de comunicación
11. La desigualdad en la gestión de los recursos naturales y en la salvaguardia del medioambiente
12. La discriminación y violación de niñas. Así, en diferentes países y sociedades, encontramos diferentes

Paradigma de las violencias de género e interseccionalidad.

Violencia de género en la pareja 

La violencia de género se considera el símbolo más patente de la desigualdad existente en nuestras sociedades. En España, la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, fue una de las primeras definición legales que nombran como tal la “violencia de género” identificándola como “todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad”. Y se refiere a la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia

Violencias de género como continuum 

Además de la violencia que se puede vivir en el entorno de la pareja, hablar de violencia contra las mujeres implica hablar de diferentes manifestaciones en plural, que se manifiestan hacia las mujeres, bajo sociedades patriarcales y en una situación de desequilibrio de poder con los hombres. La Asamblea General de Naciones Unidas en 1993 adoptó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, donde afirma que la violencia de género deteriora o anula el desarrollo de las libertades y pone en peligro los derechos humanos fundamentales de las mujeres, la libertad individual y la integridad física de las mujeres, y define múltiples formas en que estados, comunidades y personas ejercen violencia de género contra las mujeres. La Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993) adoptó la Declaración de Viena y el Programa de Acción donde se reconocen los derechos humanos de las mujeres como parte de los derechos humanos universales, y afirma que las violencias por razón de sexo deben ser eliminadas, admitiendo que son el resultado de prejuicios culturales que son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona. 

Así, en la Declaración de la ONU sobre la eliminación de la violencia, se especifica que “violencia contra la mujer” significa cualquier acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico, incluyendo las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la privada. Abarca los siguientes actos: 

A) Violencia física, sexual o psicológica que tenga lugar en la familia, incluyendo los malos tratos, el abuso sexual de niñas en el ámbito familiar, la violencia relacionada con la dote, la violación en el matrimonio, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales dañinas para las mujeres, los actos perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia referida a la explotación. 

B) La violencia física, sexual o psicológica que suceda dentro de la comunidad, que incluye la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales o en otros lugares de la comunidad, el tráfico sexual de las mujeres y la prostitución forzada. 

C) La violencia física, sexual o psicológica perpetrada o tolerada por el estado donde quiera que esta ocurra. 

Concepto de interseccionalidad 

En los últimos años, el paradigma de las violencias de género, se está ampliando teniendo en cuenta la interseccionalidad. La interseccionalidad es el fenómeno por el cual cada persona sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales. El término fue acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989. Según la interseccionalidad, las personas estamos atravesadas por diferentes organizadores sociales; algunos de ellos son el género, la etnia, la clase, la orientación sexual e identidad de género, la diversidad funcional, la procedencia nacional, la edad, etc. Lejos de ser “naturales” todas estas categorías son construidas socialmente y están interrelacionadas entre sí. (Platero, Rosón y Otega, 2017). Se trata de un conjunto de herramientas conceptuales que facilitan el análisis crítico sobre las relaciones de poder, las posibilidades de tener agencia y autodeterminación sobre la propia vida, resistir frente a la discriminación, así como de señalar el privilegio que se distribuye de manera desigual. (Johnson, 2002). Son aproximaciones que provienen de los movimientos sociales y hacen referencia a las diferentes perspectivas de simultaneidad de opresiones.

Modelos de relación afectivo-sexual. El atractivo de la violencia.

La adolescencia y el aprendizaje de vínculos 
Un momento importante en el proceso socializador de las personas es la adolescencia. Aspectos claves como la autoimagen, la autoestima, la pertenencia a un grupo, y las relaciones afectivas y sexuales se desarrollan en esta etapa de la vida. Si bien es cierto que la socialización infantil ha dejado una huella importante en la construcción de la identidad de género y las pautas relacionales, es importante destacar que aprender a establecer vínculos adecuados basados en la atracción hacia otra persona, es en sí mismo un proceso de aprendizaje; dicho de otra manera, a enamorarse se aprende enamorándose poniendo en ello todo el bagaje de experiencias anteriores de relaciones pero descubriendo aspectos hasta entonces desconocidos. De ahí la importancia de que las primeras relaciones de pareja sean positivas. (Estébanez y Vázquez, 2017) 

Aprender a elegir a personas adecuadas para relacionarse y hacerlo a través de interacciones positivas es también un proceso de aprendizaje. Las y los adolescentes (y a veces también las personas adultas) pueden creer que mientras se es joven se puede “experimentar” en relaciones de riesgo, con chicas y chicos con los que no se saldría “en serio”, sin ser conscientes de que el riesgo está en normalizar el control y los malos tratos, entre otras conductas dañinas. Hablamos de la adolescencia y los modelos de relación que aprendemos, porque aquellos comportamientos que inculcamos las personas adultas, con nuestros actos y actitudes, tiene un importante efecto en las siguientes generaciones. Recordemos que mediante el proceso de socialización las personas aprendemos ejemplos, desde tres agentes: la familia, la escuela, y los medios de comunicación. Las demostraciones que las y los adolescentes perciban en estos tres agentes, estará influyendo en lo que ellas y ellos consideran: adecuado, deseable, normal. La normalidad es una de esas preguntas que las y los adolescentes se preguntan cuando comienzan a tener experiencias afectivas y/o sexuales. Identificar qué tipo de comportamientos son normales o no, es todo un proceso de aprendizaje social. Las y los adolescentes tienen ideas sobre lo que es adecuado en una relación incluso antes de experimentarlo, pero, con la llegada de la adolescencia, la emocionalidad, la necesidad de vivir experiencias nuevas y la resolución de problemas junto con sus iguales, hará que las personas adultas dejen de ser un referente de apoyo (aunque ya han sido referente de influencia). Todas y todos aprendemos en sociedad, lo que queremos, lo que nos gusta, lo que deseamos. Por eso es tan importante que los mensajes que transmitimos (y los actos) no inculquen ideas de dominio y sumisión en las relaciones, pues nos encontramos con que muchas adolescentes se sienten atraídas por quienes no las tratan bien. 

Modelos de atracción 

Pensemos en qué nos resulta atractivo. La atracción tiene que ver con elementos emocionales como el enamoramiento, y con los relacionados con el deseo sexual que despierta otra persona. Pero por supuesto, también hay toda una construcción social y cultural del atractivo, una influencia social que tienen los mensajes que recibimos. Nos gustan más aquellas personas que a las demás les gustan. Hay personas a las que socialmente se les dota de atractivo y otras a las que no y eso es un hecho histórico, los chicos que se consideran más atractivos responden a un determinado modelo: son agresivos, seguros, audaces, saben (o aparentan saber) imponer sus puntos de vista, sus reglas, controlan sus emociones, tienen una actitud de desafío ante la vida… son el modelo del “chico malo”. Pero no es que los chicos y chicas que respondan a estos modelos hayan nacido con esas cualidades, ese es uno de los mitos que nos vamos a encontrar en este tema. El modelo de atracción es un guión social prefigurado que se va reforzando a partir de las interacciones y sus consecuencias de reforzamiento o crítica o rechazo. Este modelo sirve de perspectiva para que ellas y ellos trabajen en el desarrollo de esas cualidades de manera consciente e inconsciente desde el momento que entran en la adolescencia. (Estébanez y Vázquez, 2017) Así, el chico “malo” que se jacta de serlo, el líder sexual, es quien mayor éxito tiene en el juego de conquista, y el modelo que se presenta como un valor positivo en los grupos de chicos. Entre sus características está integrado y normalizado el uso de la violencia, puede y debe machacar a quienes son diferentes, hablar con desprecio de las chicas; no le importará subir a las redes sociales las fotos íntimas de las chicas con las que se enrolla y de las que se burlará después…y aunque puede ser criticado entre algunos chicos y chicas, lo cierto es que encuentra mucho refuerzo para continuar con estos comportamientos, tanto directo (entre sus amigos y las chicas que lo desean) como indirecto (ya que es la imagen masculina por excelencia que se potencia en todos los productos culturales que nos rodean). (Estébanez y Vázquez, 2017) En el caso de las chicas, el atractivo no se centra tanto en su actitud como en su físico. Toda la presión que reciben se dirige a que se conviertan en una “tía buena” que despierte el deseo de los chicos. Así que el modelo de atracción es como un guión social que está configurado. De chicos malos y chicas objeto. Pensemos un momento si este modelo es una cuestión sólo de hoy en día o casi podríamos encontrar ejemplos en toda la historia cinematográfica. Nuestras culturas han estado enviando la idea de que una relación de pareja complicada, con un “chico malo”, puede salir bien, con el esfuerzo que haga falta para conseguir “cambiarle”. La violencia aparece como atractiva en muchos mensajes culturales a la vez que la idea de que el buen trato es algo aburrido y exento de pasión. Así, se reproduce la doble moral del modelo tradicional de relaciones: que serían la del amor sin pasión o de la pasión sin amor. Parecería por tanto que, por un lado, están las personas que excitan, y por otro las que nos tratan bien. Y este modelo ampara la violencia de género. Y hay que enseñar también que el amor se aprende, que no es producto de un flechazo, el amor no es una fuerza irracional, el amor no justifica todo, no es irremediable ni fortuito. (Gómez, 2004)

En ese sentido, Fina Sanz (1995), describe tres modelos de pareja.

 Modelo de inclusión. 

Es el modelo de roles que corresponde a las relaciones tradicionales de pareja. En este modelo, una persona (generalmente mujer) siente que está incluida en el espacio de la otra, o bien que aborda a la otra, la engloba. Este modelo favorece las relaciones de poder o de dominación/sumisión porque está jerarquizado y estimula la dependencia. En este modelo de relación afectiva no se tiene en cuenta el espacio personal propio de cada persona al margen de la pareja. Suele haber una falta de sentido de identidad o una dificultad para saber quién soy yo, qué quiero, qué deseo hacer y qué me gusta. No hay espacio propio para el yo, todo sería Tú. 

Modelo fusional utópico. 

Sería el modelo idealizado o perfecto que se propone durante el enamoramiento y representa la idea de la media naranja. (Los dos somos uno, con los mismos gustos, los mismos deseos, los mismos ritmos y amistades…). Las personas que buscan el establecimiento de este tipo de vínculo como forma de vida tienden a cambiar con frecuencia de pareja en una búsqueda de ese modelo de perfección, y están continuamente insatisfechas porque el modelo no se cumple. Solo habría un Nosotros perfecto e ideal Por otro lado, algunas personas han intentado darle la vuelta al modelo de dependencia, buscando irónicamente el contrario, la independencia. Pero una relación que solo tuviera espacios propios para cada persona y no tiene nada compartido, no puede ser definida como relación. Sería solo un Yo por un lado, Tú por otro. 

Modelo de interdependencia. 

Este modelo plantea una relación igualitaria, en la que existe un espacio personal y otro espacio común. Por un lado, existe un espacio personal no compartido para cada miembro de la pareja, y por otro, existe un espacio común que sí es compartido. Prevalece un deseo de relaciones horizontales, de igual a igual. Este modelo supone tomar conciencia de que se tiene un espacio personal (antes de ser pareja se es persona), y, por tanto, tomar contacto con la propia individualidad; respetar el derecho al propio espacio, así como respetar el de nuestra pareja; saberse fusionar (saber estar con la otra persona) y saber estar separada (estar bien consigo misma); y saber combinar seguridad afectiva y sentido de la libertad. Así, se respeta la individualidad y a la vez se comparte algo. Hay un Yo, hay un Tú y hay un Nosotros.

     2. Violencia de género en el ámbito de la pareja.


  • Violencia y género. Definición y tipos.

Cuando hablamos de la violencia de género en el ámbito de la pareja, hablamos en palabras de Cantera del maltrato recibido de alguien con quien se tiene o se ha tenido algún tipo de relación afectiva de pareja. Tal y como se señala en el vídeo visionado en este módulo y tema. Es una violencia que por acción o inhibición causa daño atentando contra el bienestar, los derechos y libertad de la persona receptora de esa violencia. La violencia de género en la pareja también puede tener lugar en relaciones afectivas LGBTQ. Existen páginas web dedicadas a orientar sobre ello. Algunas fuentes sobre la violencia de género que tiene lugar en las relaciones afectivas No heterosexuales pueden consultarse en la bibliografía de (Cantera, 2004) o ver, por ejemplo, la página del Departamento de Salud y servicios humanos de EEUU (2018). Esta violencia, como señalamos al presentar las reglas en torno a la violencia que se dan socialmente, tiene formas y maneras de manifestarse y esto nos lleva al siguiente sub-título: la tipología de la violencia de género

La violencia física es cuando se utiliza el empleo de la fuerza física causando daño. 

El maltrato emocional/psicológico es el ataque al interior al propio orgullo y dignidad de la persona. En esta podemos encontrar tipos de manifestaciones que algunos/as autores y autoras prefieren separar como son: el maltrato económico, espacial y temporal. 

La violencia sexual, es la imposición de relaciones sexuales coitales o no sin consentimiento. Véase ejemplos de esta tipología de violencia en la siguiente ilustración.

Además de la tipología de la violencia que tiene lugar en la pareja; se suele incluir la violencia institucional para poder visibilizar las formas en que una actuación inadecuada puede favorecer la perpetuación de la violencia recibida por parte de la pareja. Por ejemplo, la tardanza o negación de servicios a la víctima. Interpretaciones de las leyes vigentes en detrimento de la víctima, etc

  • Percepción social de la violencia en la pareja.

Y, solemos hacernos esas preguntas porque en el fondo de ellas, a nivel social, sigue costando el entender el que una persona que ha dicho amarte (entendiendo el amor como ha sido transmitido a nivel social), pueda llegar a hacer tanto daño. 

La violencia de género en la pareja ocurre dentro de una relación afectiva, donde las partes se conocen y en principio no se miran como enemigas. Una relación donde se supone que exista el amor romántico que ha sido enseñado y reforzado constantemente (Calatayud Arenes, 2009; Caro Blanco, 2008; V. Ferrer Pérez & Bosch Fiol, 2013; Leal García, 2012, 2017). 

Una sociedad que se encarga de crear, mantener y sostener unas ideas y creencias en torno a la violencia como verdades absolutas. Creencias e ideas transmitidas que traen confusión, invisibilización y persisten en el refuerzo de la desigualdad (Bosch-Fiol & Ferrer-Pérez, 2012; Cabruja Ubach, 2004; V. A. Ferrer Pérez, 2010). 

Los mitos relacionados a la violencia, como señala Cantera (2004), tienen unas implicaciones tanto en la persona que lo personifica como en los y las profesionales que atienden situaciones de violencia de género en relaciones de pareja.

Toda sociedad tiene las formas de dar explicación a los fenómenos y problemáticas a las que a simple vista no tienen una respuesta empírica y científica. A esas ideas y a creencias se les llama mitos. 

Los mitos nutren los prejuicios desarrollando una actitud hacia el exo-grupo a nivel cognitivo (ideas), emocional (siendo coherente con las ideas), y conductual (coherente con las ideas y las emociones). Todo ello se simplifica a través de los estereotipos que son ideas aceptadas comúnmente por la sociedad con carácter inmutable. Estos no solo explican la realidad desde una óptica determinada; sino que orienta el pensar y hacer en relación con ella. Construye y resiste a las pruebas de la realidad. (L. Cantera & Gamero, 2007; L. M. Cantera, 2004). 

En el caso de la violencia de género en la pareja, los mitos en torno a ella son un instrumento más del sistema patriarcal para normalizar y mantener la desigualdad. Tal y como fue planteado en el video visionado en este tema, los mitos que hacen referencia a los hombres agresores los exculpan, lo justifican, lo comprenden y evocan a la compasión y a entenderles. Los dirigidos hacia la mujer víctima, son condenatorios, peyorativos, enjuiciadores y evocan rabia y desprecio. Lo anterior refleja la idea de privilegios y permisividad que la sociedad patriarcal fomenta en una parte de la sociedad en detrimento del bienestar y respeto de los derechos humanos de la otra parte, las mujeres.

Modelo del Sistema Abierto Cantera (1999) señala que este modelo entiende la violencia de género en la pareja como un reflejo de la violencia macroestructural a nivel social, nacional e internacional. La misma responde a constructos sociales de relación dominación-subordinación. Aparece en relación con las creencias, las ideas, los imaginarios y las expectativas que se tenga de la relación de pareja y de la familia; consideradas como construcciones sociales y culturales.

Modelo socio-personal Otro modelo es planteado por el Colectivo de ideologías y vivencias de los géneros. En su libro Masculino que ninguno, el Colectivo de ideologías y vivencias de los Géneros-P.R. (2003) plantea el modelo sociopersonal desde donde entender la violencia de género en la pareja. Plantean que la acción humana no puede ser entendida o explicada por factores del sujeto solamente. La explicación a nivel psicológica que se realice debe incluir la dimensión interpersonal. Las acciones humanas para ser entendidas requieren de recurrir a sus raíces sociales e históricas. 

  • Manifestaciones y proceso de la violencia de género en la pareja
Un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia. (Fontenla, 2018, pág. 4)

El patriarcado es un modelo androcéntrico en el que los hombres ocupan estatus sociales más elevados y en donde la perspectiva masculina domina el modo de percibir y de construir la realidad social y cultural. (Cantera, 2010). El patriarcado como señala Cantera (2010), “inspira un determinado modelo de pensar, organizar y desarrollar la estructura social y las relaciones familiares y de pareja en el que predominan la estructura vertical, la jerarquía, la autoridad, la desigualdad, la asimetría, el orden y la ley, la disciplina, la represión y el castigo, además de una precisa división de los antes denominados “roles sexuales”: padre, madre, hijo, hija, (…) ama de casa, etc. (pág. 191)”. La cultura patriarcal está presente y se manifiesta en todas las partes. Cantera (2010) explica que el patriarcado es como el cimiento de un edificio. No se ve, pero sabemos que está y que existe porque él sostiene las grandes estructuras del edificio. Como un edificio en construcción, quienes somos testigos de ello vemos como se construye el cimiento del mismo. Esta parte es crucial, fundamental; porque si no está bien construida la estructura que sobre él se levante peligra y puede estar condenada a derrumbarse. 

El paradigma género aporta algunas claves para la comprensión de la violencia en la pareja, remitiendo al contexto patriarcal: 

a) La violencia es un recurso y una herramienta de control permitida y legitimada por la cultura patriarcal, en cuyo seno no aparece divorciada de la moral; 

b) La persona agresora puede vivir como responsabilidad y obligación el mantenimiento (si cabe, con violencia) del orden en la pareja; 

c) El uso de la violencia asegura a quien la practica la perpetuación de su posición de poder y privilegio; 

d) El ejercicio de la violencia suele comportar beneficios inmediatos al agente; 

e) El mantenimiento del orden mediante la violencia refuerza “la agradable” sensación de dominio y control.

Ritos de paso

 En 1909 el antropólogo francés Arnold Van Gennep denominó como rito de iniciación (ritos de paso) a las actividades, acciones, cultos, ceremonias, etc. que se llevaban a cabo simbolizando y marcado la transición de un estado o etapa de la vida de la persona a otra.

 Las actividades dan pie a la transformación y por tanto al cambio de un estado a otro, que portará a mayores deberes y beneficios de carácter individual, relacional y social. Cada sociedad tiene la encomienda de transmitir de generación en generación las actividades que forman parte de ese momento metamorfoseo. Existen diferentes ritos de paso, por ejemplo: muerte, matrimonio, nacimiento, fe, etc. y entre ellos el rito de paso de infancia a adultez.

Vínculos afectivos

 Los vínculos afectivos forman parte de nuestra socialización y contribuyen en el bienestar o no del día a día. Cuando hablamos de relación de pareja afectiva, se enmarca en lo que a nivel social e individual se entiende por pareja, relación, amor, etc. Cada sociedad se encarga de educar afectivamente a sus miembros para que de esa manera reproduzcan y mantengan el orden establecido. 

El vínculo afectivo no surge de la nada; para que ocurra tiene que haber un encuentro que pasa por sentirnos atraídas y atraídos hacia la otra persona. Esta etapa de seducción es muy importante porque tiene que ver con la forma en que aprendimos amar, a lo que creemos que es el amor y lo que debería de “siempre” ser. Se da un deseo de fusión, y decidiremos si seguir o distanciarnos. De seguir, el vínculo tiene lugar. 

Para Sanz (2003) en nuestra sociedad actual existen básicamente tres modelos de vínculos afectivos.  

El modelo de inclusión responde a relaciones de pareja más tradicionales. Ella favorece relaciones de dominio-sumisión. Cuando una de las partes no acepta la estructura de relación de pareja formada, se da la crisis. La persona incluida reivindica su espacio personal y la incluyente siente que se le quita algo. 

El modelo de fusión es lo que conocemos socialmente como la media naranja. La pareja no tiene espacio propio; sino todo sucede como si de una sola persona se tratara. Este suele ser el modelo idealizado donde los dos somos uno, la llamada media naranja. Favorece la dependencia en la relación. 

El modelo de interdependencia es un modelo que se ha de crear. Es un modelo alternativo a los otros dos favorecidos por un sistema social favorecedor de desigualdad y relaciones de dominio y control. Requiere el compromiso de las partes.


  •  Atención e intervención con mujeres en situación de violencia


Nunca debemos de subestimarla, ni presentarnos ante ella como expertas y expertos conocedoras de ella; porque hacerlo nos coloca en la más profunda vulnerabilidad. La violencia es una de las grandes herramientas del patriarcado y como el mismo sistema patriarcal está normalizada, internalizada y naturalizada.

 La violencia está presente y convive en nuestras vidas. Como señala Fina Sanz, el verbo buen tratar no existe. El esfuerzo por tratarnos entre los seres humanos con respeto, reconocimiento del otro/a y de sus derechos, y desde la igualdad y equidad; es cuesta arriba. Requiere continua problematización, reflexión y análisis de la cotidianidad teniendo en cuenta: lo individual, lo relacional y lo social. La violencia llega incluso (si te relajas y te posicionas con la prepotencia de quien cree saber y dominar la materia) hacerte cómplice de ella. 

Y si quien lee piensa que no, entonces cómo me (se) explica que en los centros donde se trabaja para erradicar la violencia, esta puede reproducirse. (Cantera Espinosa, 2002; Quiñones, Cantera, & Ojeda Ocampo Moré, 2013). Cantera Espinosa (2002) hace referencia en los factores que influyen en la relación que se da entre profesional y la mujer (víctima) atendida que no se suele tener en cuenta. Advierte de que los centros en que se trabaja para erradicar la violencia no deben de ignorar que ellos son una microestructura dentro de una macroestructura y que los centros de trabajo, sean cuales sean, no están exentos de vivir y reproducir lo que hay externo a ellos. 



3: Lenguaje, comunicación y violencia de género.



Cuando se habla de violencia de género, se incluye, en ocasiones, la violencia verbal. No lo hace la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que ni menciona su existencia, y la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres solo la contempla dentro de lo que en ella se define como acoso sexual. Sin embargo, las leyes autonómicas sobre violencia de género, desde la ley canaria de 20032, presentan la violencia verbal como una de las maneras de ejercer violencia psicológica sobre las mujeres, además de representar una de las maneras en que puede ejercerse el acoso sexual.

Existe una violencia tácita, general, universal, que sufren todas las mujeres a través de la lengua y que es resultado de un problema estructural de la sociedad en la que vivimos.

Es necesario empezar comprendiendo que la lengua es un producto humano. Nacemos con una capacidad natural para crear y utilizar signos que nos permitan comunicarnos; pero el modo en que lo hacemos en la práctica es obra nuestra, no de la naturaleza; por consiguiente, cada lengua es un producto cultural de la misma índole que los objetos que construimos para diversos fines (cultura material), las leyes por las que nos regimos, nuestros mitos, nuestra religión, nuestras obras artísticas, etc. Si las lenguas son obras humanas, han de tener la marca de quien las ha creado: ninguna lengua puede sustraerse de los rasgos conformadores y característicos de la comunidad hablante que la ha acuñado y la utiliza. Por tanto, habremos de inferir que la lengua española refleja, en su estructura y en sus componentes, una sociedad en la que existe una distribución de roles sociales entre varones y mujeres marcada por una relación desigual que se ha erigido sobre un sistema social de dominación-sumisión y en el que el varón es el centro y medida de todas las cosas.

Los hablantes no son conscientes de forma espontánea del trasfondo cultural e ideológico de la lengua que usan. Hablar viene a ser como andar; se convierte en un acto rutinario, en una respuesta inmediata a un estímulo. Sin embargo, la fisonomía y evolución del sistema lingüístico se ven condicionadas por la cultura, la cual impone todo el conjunto de experiencias pretéritas que han quedado fosilizadas en su estructura gramatical y en el léxico. Para que el hablante pueda percatarse de esta circunstancia es necesario, por ejemplo, contrastar con otras lenguas (lo que nos enfrenta a otras formas diferentes de nombrar lo mismo), o reconstruir el armazón cultural que hay detrás del léxico o de la gramática. Por todo ello, resulta tan peligroso tomar la lengua como algo heredado, fijado e indiscutible, que no debe modificarse solo para responder a las necesidades o expectativas de ciertos grupos sociales, porque la lengua se debe, supuestamente, a la totalidad, cuando la lengua misma es parcial y capciosa. Partiendo de estas premisas, vamos a ver cómo un sistema de comunicación creado a imagen y semejanza de una sociedad patriarcal y androcéntrica maltrata a las mujeres, ejerce violencia estructural sobre ellas.


  •  LA VIOLENCIA DEL NINGUNEO


 La primera forma de desvalorizar a un colectivo es ninguneándolo, hacer como si no existiera. Ignorar a alguien es una de las manifestaciones de la agresión psicológica. Las mujeres y sus experiencias vitales no siempre tienen nombre en las lenguas que se han formado en comunidades lingüísticas que ven el mundo desde una óptica masculina, a través de los ojos de los varones. Un ejemplo de este ninguneo es la ocultación de las mujeres en el masculino genérico cuando supuestamente las engloba. Otro ejemplo, son las asimetrías léxicas que se dan en el vocabulario del cuerpo humano, en el del estado marital o en el de los oficios, profesiones y cargos. Estos ejemplos corresponden a dos niveles de la lengua, el morfológico, en el primer caso, y el léxico, en el segundo. Examinemos, pues, por un lado, el género gramatical, y, por otro, el mundo de las palabras.

Según las cuatro máximas de Grice, que estructuran el llamado principio de cooperación que debe regir cualquier intercambio conversacional, un hablante debe dar tanta información como sea precisa y solo ésa (máxima de cantidad), debe ser relevante en el contenido (máxima de pertinencia o relevancia) y debe evitar la ambigüedad (máxima de modo y manera). Si el significado del género masculino en sustantivos de seres sexuados sólo puede dilucidarse por el contexto lingüístico o mental y no siempre existen suficientes indicios para que tal cosa sea posible, el uso que se hace de él para incluir también a las mujeres deja de cumplir las tres máximas que acabamos de mencionar, porque ni da la información precisa, ni es relevante al no hacer explícito una parte del significado (la presencia de las mujeres), ni evita la ambigüedad, sino que la promueve. La consecuencia directa es que las mujeres se vuelven invisibles en los discursos en los que no se hace el esfuerzo de nombrarlas en femenino. Ese dejar de existir en la lengua aboca a las mujeres a la nada, por tanto, las rebaja y las humilla.

 Estamos realmente ante un dilema. En atención a la mentalidad colectiva y a la ambigüedad del género masculino (que unas veces se refiere solo a los varones y otras se pretende que incluya también a las mujeres, dejándose al contexto la interpretación adecuada), la única manera de visibilizar sin equívoco a las mujeres es nombrándolas en femenino, pero hacerlo es visto como innecesario, farragoso y hasta agramatical por una parte de la comunidad lingüística y, sobre todo, por ciertas “autoridades” lingüísticas. Ante una situación así, parece conveniente servirse de otros mecanismos que tiene la lengua, como son los términos genéricos (persona, individuo, ser humano, progenitor) o los colectivos (comunidad, alumnado, tripulación, personal docente, pueblo romano, clase obrera, servicio doméstico, funcionariado), o mediante una reestructuración de la frase (Le damos la bienvenida, en lugar de Bienvenidos), sin la necesidad de repetir el sustantivo en masculino y en femenino.


  • Las palabras que no existen 


La lengua es un sistema constituido por distintas unidades distribuidas en diferentes niveles y relacionadas entre sí, formando jerarquías, vínculos entre iguales, etc. Este sistema intenta mantenerse estable a lo largo del tiempo, aun a pesar de las fluctuaciones que sufre por el uso que los hablantes hacen de ella, por su propia erosión, por la fragilidad que supone la existencia de elementos aislados dentro del sistema, por el contacto con otras lenguas. Cuando hablamos del léxico, este suele agruparse por campos según su forma o según su significado. Es interesante observar cómo son esos campos, cuántas palabras los componen, qué sentidos tienen. Podemos reflexionar sobre los motivos por los que la comunidad ha creado ciertos términos y otros no, cuáles son las connotaciones sociales y culturales que tiene cada vocablo, por qué existen desequilibrios internos dentro de cada campo y desequilibrios entre unos campos y otros, en el sentido de por qué unos son tan grandes, con tantas voces, y otros son minúsculos. En el caso concreto del vocabulario referido a mujeres y varones podemos identificar asimetrías lingüísticas que no hacen más que reflejar la asimetría social entre los sexos.


  • LA VIOLENCIA DE LA DESIGNACIÓN TENDENCIOSA
Distinguir entre señorita y señora, pero no hacerlo entre señorito y señor, como otro ejemplo de asimetría léxica, fija en la mentalidad colectiva que la discriminación o identificación del estado civil y de la edad es solo pertinente en las mujeres: la comunidad hablante libera a los varones de esa distinción lingüística y social. Que la palabra señor no se oponga a señorito nos informa de que estar casado o soltero no es una circunstancia que importe en los hombres; pero sí debe de importar para las mujeres en el imaginario social puesto que la comunidad ha construido dos etiquetas lingüísticas para las mujeres, que se oponen entre sí. Si estar soltera o casada es suficientemente relevante como para que se haya creado la oposición léxica señorita ≈ señora, sin duda esto condiciona la forma en que las mujeres enfocan su vida. Las dicotomías joven / madura y soltera / casada, que han sido construidas culturalmente, machacan psicológicamente al colectivo femenino, mientras que los varones están libres de esta presión psicológica. Diferenciar entre hombre y marido pero no hacer esa misma distinción hablando del colectivo femenino, para el que parece suficiente la palabra mujer –que aglutina el sentido de ‘ser humano de sexo femenino’ y el de ‘esposa’–, abunda en la idea de que el matrimonio es el estado natural de las mujeres, que no se las entiende si no es en la faceta de esposas. Si unimos dos significados en una misma etiqueta lingüística es porque los consideramos vinculados. Así, esta otra asimetría léxica, ejerce una coerción en las mujeres quienes, para ajustarse al mandato patriarcal, quedan abocadas a entender su papel en el mundo siempre dentro del matrimonio. Para los varones, en cambio, estar casado es una faceta más, no la esencia. Encontrarse con limitaciones léxicas en el vocabulario de los oficios y profesiones, como otro ejemplo de asimetría lingüística, fortalece una imagen desigual entre varones y mujeres y alimenta los estereotipos de género.

  • LA VIOLENCIA DEL INSULTO
En los insultos también se dan asimetrías léxicas. Pocos insultos son de género común (imbécil, idiota, troglodita), y, por tanto, aplicables de igual modo a un varón o a una mujer, aunque pueda haber una predilección de uso hacia alguno de los dos sexos (gallina, cagueta). También son pocos los insultos que tienen una terminación masculina y femenina sin establecer diferencias semánticas entre una y otra, fuera de la referente al sexo de la persona a la que se alude, esto es, que pone en entredicho la misma cualidad tanto en varones como en mujeres (tonto / tonta, señoritingo / señoritinga, pringado / pringada). En ocasiones (vid. Tabla 3), solo uno de los géneros se considera una invectiva (verdulero / verdulera). En cambio, la mayoría de los insultos significan cosas diferentes cuando el improperio va destinado a un varón o a una mujer (guarro / guarra, golfo / golfa, lagarto / lagarta), o están especializados para cada sexo y no tienen equivalente en el otro género gramatical cuando tienen moción de género (calzonazos, guaperas; marimandona, vacaburra). Casi todas las injurias destinadas a las mujeres se concentran en dos temas: a) su comportamiento sexual: se pone en entredicho su recato o su fidelidad conyugal (puta, zorra) o se discute que tenga una vida sexual satisfactoria (malfollá[da]); y b) su aspecto físico: se cuestiona su belleza, según los cánones establecidos, a saber, delgada (ballena, vaca) pero exuberante (escoba, palo), joven (loro, cacatúa) y de rostro hermoso (callo, cardo, bruja). En cambio, los insultos reservados a los varones se despliegan en un abanico mayor de temas, como corresponde a quienes ocupan el espacio público y tienen asignadas una variedad de tareas.

  •   LA VIOLENCIA FÍSICA A LA QUE INSTAN LAS PALABRAS
Ya hemos visto que la lengua, por el hecho de nombrar y por la forma en que nombra, afecta directamente a las personas: hay palabras que hieren y humillan, hay palabras que nos dan una idea de nuestro propio ser y que nos impelen a actuar. En este caso, hay términos y expresiones que inducen al maltrato físico, que no respetan la libertad sexual y que alientan la agresión sexual. Por un lado, tenemos los refranes que recomiendan maltratar a la mujer, que no son pocos. Véanse estos a modo de ejemplo: A la mujer y a la burra, cada día una zurra. A la moza andadera, quebrarle la pierna y que haga gorguera. A la mujer que tal sueña, coces y palos y golpes en ella. A la mujer y a la candela, tuércele el cuello si la quieres buena. A la mujer y a la carne, mientras chillen, darle. A la mujer y al can, el palo en una mano, y en la otra el pan. Al mal caballo, espuela; a la mala mujer, palo que le duela. El asno y la mujer, a palos se han de vencer. La mujer y el asno, se enderezan a palos. El fuego y la mujer, a coces se han de hacer. A la mujer y al hierro, dale sin duelo.


3. Tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación


Publicidad y violencia de género



4: COEDUCACIÓN

 “En la escuela ya se da un trato igualitario a niños y niñas: enseñamos y aprenden lo mimo, se les trata por igual y les damos las mismas oportunidades: la culpa es de la sociedad” Son comentarios que proceden tanto del colectivo docente como del entorno familiar y social, en general. Ahora bien, ¿es eso completamente cierto? ¿realmente nuestro sistema escolar da un trato igualitario a nuestras alumnas y a nuestros alumnos?

 Quizá un análisis crítico y reflexivo del entorno escolar nos puede ofrecer alguna que otra sorpresa y mostrarnos que nuestra escuela no es tan coeducativa como pensamos y que queda mucho camino por recorrer hasta llegar a una efectiva y real educación en igualdad. 

 Coeducación e igualdad 
Sin embargo, antes de iniciar la tarea de construir una escuela coeducativa, debemos detenernos a identificar el marco teórico de dicha construcción y perfilar de forma bien definida los conceptos sobre los que sustentar tal sistema. En definitiva, debemos plantearnos qué significa ‘coeducación’ y ‘coeducar’. 

La coeducación se define como un método educativo que persigue la igualdad entre personas de sexo diferente y parte del principio de la no discriminación por razón de sexo. En este punto debemos determinar también qué hemos de entender por igualdad. La respuesta es muy sencilla: igualdad no significa estandarización, pues la igualdad que persigue la coeducación implica iguales oportunidades para todo el alumnado, igual presencia e igual representatividad, pero respetando siempre la diferencia de los individuos. 

Coeducar es luchar por esta igualdad y compartir la diferencia. La coeducación pretende conseguir que no existan relaciones de dominio que supediten un sexo a otro, e incorporar en igualdad de condiciones la realidad e historia de las mujeres y de los hombres, sin jerarquías ni prejuicios. T

 Escuela coeducadora Así pues, de la Escuela mixta se debería llegar a la ESCUELA COEDUCADORA (que persigue una igualdad real, libre de sexismo y androcentrismo). En este proceso de autorreflexión y reforma todavía está inmerso el sistema educativo desde la década de los 80, avalado por diversos marcos legislativos que permiten a día de hoy, al menos en la teoría, incorporar la perspectiva de género en la educación y dar el salto definitivo a un sistema educativo igualitario y democrático de forma efectiva. III. 

¿POR QUÉ UNA ESCUELA COEDUCADORA? 

 ¿Por qué una escuela coeducadora? El sexismo y el androcentrismo en el sistema educativo puede ser y, de hecho es, el origen de desigualdades sociales y, en último término, de violencia sexista, verdadera plaga de nuestra sociedad. En este punto surge la duda de si a estas alturas, sobreviven todavía elementos sexistas en nuestro sistema educativo. La respuesta es, desgraciadamente, afirmativa. Aunque el sexismo y el androcentrismo pueden pasarnos fácilmente desapercibido, una mirada atenta nos ayudará a detectar elementos sexistas que, esencialmente, están presentes en dos aspectos del entorno escolar: 

1. Por una parte, detectamos prejuicios sexistas en la posición que ocupan las mujeres como profesionales de la educación: su presencia o ausencia en las posiciones de toma de decisiones, su especialización en tareas concretas, etc. 

2. Por otra parte, sobreviven elementos sexistas y androcéntricos en la propia cultura escolar: concretamente, en a) el currículum explícito (conjunto de conocimientos y saberes que la escuela transmite) b) pero también, y especialmente, en el currículum oculto (que es el modo de transmisión de estos saberes y los valores que lleva implícita esta transmisión). 

2. Posición de las mujeres en el organigrama escolar Aunque la enseñanza es uno de los sectores profesionales más feminizados, la posición de las mujeres profesionales en la estructura educativa suele ser distinta a la de los varones. Así no escapa a nadie que la proporción de profesoras disminuye a medida que aumenta la edad de los alumnos y no se puede obviar que es el prestigio social de los ciclos escolares está jerarquizado: es directamente proporcional a la edad del alumnado. Lo ideal sería que hubiera igual o parecido número de docentes de ambos sexos en todos los niveles educativos, a fin de estereotipar unas tareas docentes y que el alumnado tuviera referentes de su propio sexo en todo el recorrido escolar: que hubiera más varones en prescolar y más mujeres en el ámbito de estudios universitarios o ciclos formativos profesionales de nivel superior. 

Todavía resulta más evidente y preocupante la desigualdad de presencia de mujeres y varones en cargos y posiciones donde se toman las decisiones de gestión y administración de la vida escolar. Así resulta paradójico que el porcentaje de mujeres en cargos de dirección o administración o gestión de centros escolares no sea proporcional a su presencia mayoritaria como colectivo profesional. Ello puede repercutir negativamente en la falta de pluralidad a la hora de tomar decisiones, a la vez que normaliza una situación de, analizada de forma objetiva, ya se ve que es anómala o poco equitativa. 

3. La cultura escolar 

La cultura escolar pivota sobre dos pilares esenciales: el currículum explícito y el currículum oculto. El currículum explícito, como ya hemos dicho, es el conjunto de conocimientos que se transmiten y que el alumnado debe aprender (matemáticas, historia, lenguaje, química, etc.), mientras que el currículum oculto es el conjunto de valores que las personas docentes transmiten durante este traspaso de conocimientos. Uno de estos pilares, el currículum explícito, es más fácilmente abordable, pues toda la comunidad escolar lo conoce, ya que está en cierto modo “fijado” u “oficializado”. En cambio, el currículum oculto pasa fácilmente desapercibido, pues no está predeterminado de forma oficial o canónica y depende, en el actual sistema educativo, de cada agente de transmisión (el personal docente), sin instrucciones previas ni demasiado conocimiento de su existencia y transcendencia. No se puede reflexionar ni modificar aquello de lo que no se es consciente ni, en consecuencia, se conoce. 

IV. PILARES DE LA ESCUELA COEDUCADORA 

Una vez definida la coeducación, debemos plantearnos cómo podemos construir un sistema escolar coeducativo. Los ejes básicos son esencialmente cuatro: 
1. Primero, completar mejorando los cambios que han llevado al sistema educativo a la igualdad formal (escuela mixta).
 2. En segundo lugar, revisar las actuales formas androcéntricas de cultura escolar y rehacer el sistema cultural, introduciendo en él la perspectiva femenina y no sólo como un aspecto accesorio o secundario 
3. A continuación, una escuela coeducativa debe educar personas autónomas tanto en el plano productivo como en el reproductivo, tan olvidado y desprestigiado en nuestro actual sistema escolar. 4. Y, finalmente y no por ello menos importante, prevenir las violencias sexistas, que surgen y se aprenden también en el entorno escolar. 

 7 V. ESTRATEGIAS 
Son diversas las estrategias para conseguir construir una escuela coeducativa, dirigidas a los tres agentes del sistema escolar: el profesorado, el alumnado y sus familias. 

1. Profesorado La primera estrategia es la sensibilización del profesorado, colectivo que es el verdadero motor de la escuela. Esta sensibilización puede realizarse desde diversos frentes: a) con formación de carácter general sobre coeducación. Actualmente las diferentes administraciones educativas poner al alcance del profesorado cursos, programas y materiales para formar en este aspecto. También son diversas las organizaciones educativas y sociales que se ocupan de hacer talleres y cursos de formación sobre coeducación. b) incentivando proyectos de investigación-acción en el propio centro, que estén focalizados en la detección de elementos sexistas y androcéntricos en el entorno más inmediato y en el diseño posterior de estrategias adecuadas a la problemática particular que resulte de dicha diagnosis. Paralelamente a la fase de sensibilización, sería también imprescindible la implementación de acciones positivas en el propio centro, lideradas por los equipos directivos o la propia administración educativa, como incentivar la presencia equilibrada de mujeres y varones en todas las tareas y áreas educativas, una presencia que sea coherente con la realidad del equipo educativo:  un ejemplo de ello sería intentar que, en los centros de secundaria, las tutorías no sean exclusiva o mayoritariamente “cosa de mujeres”, especialmente en el primer ciclo de la educación secundaria;  o en el caso tanto de centros de educación primaria como secundaria promover que la dirección del centro esté equilibradamente encabezada por mujeres y varones.  o velar por que las coordinaciones técnicas (informática, por ejemplo) no recaigan exclusivamente en manos masculinas. 

2. Alumnado En cuanto al alumnado, son diversas las líneas de actuación posibles: 1. En el ámbito de la orientación académica y profesional coeducativa, una excelente medida es la implementación de programas específicos –muchos de ellos también promovidos des de las propias universidades, centros de igualdad o la propia administración educativa- de orientación académica y profesional del alumnado que promuevan la igualdad, a través del espacio de acción tutorial, a fin de que la elección de estudios y profesiones no venga condicionada por estereotipos sexuales, que asocian ciertas titulaciones académicas u ocupaciones en el ámbito laboral a un sexo o a otro por tradición. 
 2. Un ámbito accesible al análisis, reflexión e intervención es el de los espacios de recreo y las actividades extraescolares, con el objetivo de erradicar la exclusión femenina de las actividades deportivas en estos momentos y espacios, copados mayoritariamente por deportes asociados al sexo masculino, como el futbol. 
3. Tampoco pueden faltar las intervenciones en el currículum explícito, ya mencionado, que comportan la revisión y modificación de los contenidos curriculares, promoviendo, dentro del marco legal, la inclusión de referentes femeninos y de temas relativos a ámbitos tradicionalmente asignados a las mujeres. Ello supone a menudo la confección propia de nuevos materiales adecuados a este cambio, aunque hoy en día ya existen muchas propuestas coeducativas completamente elaboradas, experimentadas y editadas, fácilmente al alcance de cualquier docente.
 4. Paralelamente, deben incluirse intervenciones en el currículum oculto dirigidas en dos direcciones: a) actuaciones desde la acción tutorial, como pueden ser actividades programadas de cine-fórum para incitar la reflexión grupal sobre temas de género y equidad social; materiales para trabajar en el espacio de tutoría conceptos como el trabajo doméstico y su reparto igualitario, la educación afectiva, la promoción de valores cooperativos, el refuerzo de la autoimagen y la asertividad (especialmente en el caso de las alumnas), la superación de estereotipos, la presentación de nuevos modelos de masculinidad, etc. b) análisis crítico y revisión por parte del profesorado (a nivel individual o grupal) de las interacciones que se llevan a cabo con el alumnado y la repercusión que puedan tener desde la perspectiva de género. Otra medida de carácter transversal (que afecta a los tres agentes del sistema educativo) es el uso de un lenguaje inclusivo, entendiendo por lenguaje inclusivo un lenguaje no racista ni xenófobo, ni homofóbico ni sexista ni androcéntrico; en definitiva, resulta imprescindible en la construcción de una escuela coeducativa velar por que en el entorno escolar se use un lenguaje democrático. Ello supone actuar en diversos frentes: revisar la rotulación del centro, los documentos de comunicación interna, los documentos de comunicación externa (con las familias), los materiales curriculares (libros de texto, libros de lectura, material educativo en general), etc. 

3 Familias 
Toda esta transformación de la vida escolar es estéril sin la implicación de las familias del alumnado. Una vía fácil de acceso a ellas, es conseguir la implicación de las AMPA (Asociaciones de Madres y Padres del Alumnado) en este proceso. Ello se puede abordar a través de las personas representantes del AMPA en el Consejo Escolar. La colaboración de las familias es esencial para consolidar el trabajo y logros llevados a cabo en centro, pues los prejuicios sexistas suelen ser más potentes y estar más enraizados en el entorno familiar y social que en la propia escuela. No olvidemos que la familia es una institución profundamente marcada por la división sexual del trabajo y por la diferenciación de los papeles sociales y lleva sobre sus espaldas el peso de la tradición heteropatriarcal.


  •   Currículum explícito y currículum oculto
 Entendemos por currículum explícito el conjunto de saberes (considerados legítimos y legitimados) que constituye el discurso científico. El currículum explicito incluye: 
 objetivos 
 contenidos 
 metodologías 
y criterios de evaluación que regulan la práctica educativa en una determinada etapa y área del sistema educativo.

 Una de las funciones básicas del sistema educativo es la transmisión de conocimientos y saberes acumulados a través del tiempo. Ahora bien, hemos de ser conscientes que estos conocimientos y saberes han sido adaptados a las necesidades de cada momento histórico, seleccionando unos y rechazando otros. 

 Selección de los contenidos del CE La selección de estos saberes va en función de dos variables: 
1. su validez científica, aunque hemos de ser conscientes que el concepto de ciencia varía de una época a otra; 
2. y las necesidades de dominación política e ideológica del colectivo preponderante; este deseo de dominación ha provocado determinadas manipulaciones (inclusiones o supresiones) del canon considerado “transmisible”; ejemplo de dicha manipulación en aras de unos intereses ideológicos ha sido: • la transmisión de los textos clásicos (grecolatinos) por parte del cristianismo, resultado de la cual se perdió un 80% del corpus de autores y obras literarias grecolatinas por considerarlos contrarios o desacordes a los presupuestos ideológicos de la religión cristiana. • la valoración y presentación en el currículo de Historia de España de la “conquista” de América, abordada exclusivamente desde la perspectiva de la potencia “conquistadora” y desdeñando la óptica de la población americana. 

 Currículum explícito y currículum oculto 4 aparecen referentes femeninos, no suelen ser protagonistas, sino que permanecen en un segundo plano, en un papel secundario o son presentados como una rara excepción a la norma, lo que conlleva a una normalización del rol secundario atribuido al sexo femenino.

 Jerarquización androcéntrica del CE Todas estas características del currículum explícito vienen determinadas por un fenómeno que impregna todos los aspectos y ámbitos sociales: el ANDROCENTRISMO. Definimos androcentrismo como aquella visión del mundo que considera al varón el centro y la medida de todas las cosas. El androcentrismo comporta la ocultación sistemática de lo que son o hacen las mujeres, y, por tanto, de las aportaciones de éstas a la ciencia, el arte, la historia, etc. Las mujeres son vistas como satélite del centro masculino, hasta el punto a ser asimiladas de forma sutil pero completamente en el masculino. Así, pues el androcentrismo trae como consecuencia la masculinización de nuestra forma de pensar, seamos mujeres o varones. El fenómeno del androcentrismo, presente en todos los aspectos de la vida, tiene como resultado en el ámbito educativo la jerarquización androcéntrica de los saberes del currículum escolar. En este sentido, la educación es concebida como una preparación para la vida activa y para la función social productiva; así, se consideran importantes e indispensables para la vida adulta materias como matemáticas, historia política y militar, gramática, etc. 

Pero el actual sistema escolar no prepara para la función reproductiva (maternidad/paternidad, mantenimiento y desarrollo físico, sexual y ambiental de los individuos), por lo que no se consideran importantes materias como cocina y nutrición, cuidado de menores y personas a cargo (personas ancianas, dependientes, etc.), efectos de un lavado, temperatura sobre los tejidos, costura, etc. Estos saberes no considerados dignos de ser curriculares en la escuela mixta, en la escuela segregada formaban parte de la educación femenina.

 Hoy en día se produce la situación paradójica e incoherente de que, por una parte, son saberes y tareas que todavía en la vida cotidiana asumen mayoritariamente las mujeres; y sin embargo o por ello mismo, son saberes y tareas devaluadas. Esta devaluación de conocimientos esenciales para la supervivencia del colectivo que provocan su ausencia del conjunto de saberes del currículum explícito es así a causa del análisis económico del concepto de trabajo. La valoración económica del concepto de trabajo se ha hecho exclusivamente a partir de las características del trabajo productivo, de manera que el trabajo doméstico no es valorado como productivo e, incluso, se pone en duda que sea realmente trabajo, puesto que no está remunerado. En consecuencia, la escuela mixta no es coeducativa porque ha supuesto la estandarización de los modelos culturales masculinos y ha marginado hasta la eliminación los modelos culturales femeninos. La escuela mixta se ha limitado a incluir en una misma aula a niñas y niños, pero aprendiendo unas y otros el modelo que antes se enseñaba en la educación masculina. La escuela coeducadora, en cambio, debe permitir integrar en la educación formal de mujeres y varones también los elementos culturales, antes específicos de las mujeres, y que son esenciales para el bienestar social. 

 El sexismo sobrevive en actitudes cotidianas como cuando se censura más a las niñas que a los niños por ensuciarse o decir palabrotas; o cuando animamos más a los niños que a las niñas a demostrar valentía o una actitud competitiva; o cuando se les censura por llorar o demostrar debilidad o falta de coraje; cuando damos por supuesto que los chicos tienen más habilidades para la informática que las chicas; cuando suponemos de antemano que ellos son más hábiles que ellas en los deportes; o cuando damos por sentado que las niñas tienen una caligrafía y presentación de los trabajos más pulcra y cuidada; etc. Todos estos prejuicios sexistas tienen consecuencias negativas para todo el mundo, pues limitan nuestras posibilidades como personas y nos niegan determinados comportamientos, por el simple hecho de pertenecer a un sexo y no a otro. Pues bien, en estas relaciones interpersonales que se establecen en la práctica escolar (a saber, la interacción docente – discente), sobreviven rastros de sexismo (inconsciente): Así, diversos estudios y observaciones experimentales han demostrado que, porcentualmente, se interactúa más con los niños que con las niñas. También diversos análisis y estudios han puesto de manifiesto que hay una ocupación y distribución asimétrica de los espacios de recreo (los patios), en detrimento del sector femenino del alumnado. Finalmente encuestas y grupos de discusión diversos han revelado que se hacen valoraciones de comportamiento del alumnado atendiendo a patrones diferentes (según la adecuación o no al género que les es atribuido según el sexo). 

Todo ello supone una mutilación de las posibilidades personales de niñas, niños y adolescentes, pues  se limita la afectividad y la emotividad en los niños y adolescentes varones, censurándolos si demuestran actitudes consideradas femeninas según el estereotipo. 
 se reprime como antinatural la hiperactividad y la agresividad en las niñas (verbal o motriz), frente a una mayor permisividad y tolerancia ante conductas disruptivas masculinas. 
 se es más tolerante con los varones en relación a la pulcritud en la presentación, caligrafía, limpieza 

La consecuencia a corto, medio y largo plazo es que el alumnado de sexo femenino acaba interiorizando el papel secundario que la sociedad le asigna, así como una actitud pasiva y adecuada a la norma. Por su parte el alumnado masculino se ve obligado a responder a unos modelos de masculinidad arbitrarios dominados por valores como la agresividad, la competitividad, el protagonismo o la ruptura normativa. Dicho constreñimiento en unos estereotipos sexuales cerrados provoca situaciones de tensión, insatisfacción y violencia simbólica que son el germen de las tan temidas violencias de género.


  • El centro educativo como entorno seguro. Abordaje de la violencia de género en la educación
Uno de los pilares de la coeducación es la prevención de la violencia de género que surge y se aprende en el entorno escolar. 
Para ello, debemos primero tener claro qué es VIOLENCIA DE GÉNERO y cómo se manifiesta en el entorno escolar. 

Prevenir la violencia de género en cualquier ámbito requiere empezar por la conceptualización y delimitación de la problemática. Hay que tener en cuenta que, no hace demasiado tiempo, la violencia de género no estaba reconocida como una cuestión social y cultural sino que era reducida a sucesos individuales y a conflictos concretos en relaciones de pareja. El camino recorrido desde esta concepción previa hasta la asunción de responsabilidad por parte de las instituciones ha pasado por un reconocimiento de la existencia de esta problemática, su conceptualización y por la creación de un marco legal que la delimite y proporcione los recursos necesarios para su abordaje. Fue durante la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijín en 1995, cuando se definió el concepto de violencia de género. 

Partiendo de la definición dada en aquella ocasión, la violencia de género es aquella que se ejerce contra las mujeres como manifestación de la discriminación y de la situación de desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres y que, ejercida por medios físicos, económicos o psicológicos, incluidas las amenazas, las intimidaciones y las coacciones, tenga como resultado un daño o un sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto si se produce en el ámbito público como en el privado, tal como indica la Ley 5/2008, de 24 de abril, del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista. Si hacemos un repaso desde entonces, son diversos los términos usados para designar este tipo de violencia: sexista, machista, doméstica, de género, etc. 

En vista de esta dispersión terminológica, para abordar el problema en el ámbito escolar, hablaremos de ‘violencia de género’, pues esta designación incluye toda violencia que tiene su origen en la visión estereotipada de los géneros y en las relaciones de poder que ésta comporta, vigente en el sistema heteropatriarcal. 
La violencia de género afecta básicamente a: 
1) la mujeres en general, 2) y las personas no normativas sexualmente (lesbianas, gays, bisexuales, etc.) o genéricamente (transexuales, intersexuales, queer, etc.). En efecto, se trata de violencias diversas que nacen más allá de la dicotomía hombre / mujer, haciendo referencia a todas aquellas violencias ejercidas en nombre del género como construcción social. 

2. La violencia de género en la educación En el ámbito escolar, la violencia de género se concreta en tres modalidades: 
1) la violencia machista en las relaciones sexoafectivas heterosexuales entre adolescentes 
2) la violencia contra el alumnado LGBTI 
3) la violencia sufrida por el alumnado (infantil 

 Los datos Son diversos los estudios y encuestas realizadas desde la última década que pretenden hacer un diagnóstico lo más ajustado posible de la presencia de violencia de género entre adolescentes y contra adolescentes. Los datos revelados por la Encuesta Igualdad y prevención de la violencia de género en la adolescencia hecha en 2010 por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de Igualdad, con la colaboración del todas las comunidades autónomas y del Ministerio de Educación, con la participación de aproximadamente 11.000 estudiantes de entre 14 y 18 años, son altamente preocupantes. Dicho estudio tenía como objetivo disponer de un diagnóstico de la situación actual para prevenir la violencia de género en la adolescencia. Los datos resultantes muestran que el 30% de chicas de entre 14 y 18 años ha sufrido algún tipo violencia machista en el ámbito de la pareja. Además, se detalla que, por el tipo de violencia, el 14% ha sufrido violencia psicológica; el 4%, violencia física; y el 12%, violencia sexual. Otro informe más reciente es el realizado conjuntamente por el Departament d’Interior y el Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya en 2017, del que se concluye también que un 30% del alumnado ha sufrido alguna agresión sexual (el 7%, bastantes o muchas veces) y que el hecho que tiene más incidencia son las peticiones de fotos sin ropa o con poca ropa. En todos los casos, las chicas están más victimizadas. También son alarmantes los datos relativos a la presencia de creencias sexistas, como son la justificación de la violencia reactiva, la percepción de la agresividad como atractiva, y el peso de la heteronormatividad. Concretamente destaca: 

1. La justificación de la violencia (en una proporción mucho más amplía por parte de los chicos): esto nos habla, por un lado, de sus capacidades y habilidades de gestionar las propias emociones, y por otro lado, de la consideración de sentir el derecho al uso de la violencia en caso de pérdida de poder: “cuando la chica decide dejarlo” o que la chica tiene que “evitar llevar la contraria al chico”. Se trata de un reflejo muy explícito de las relaciones de poder entre géneros, donde las chicas ocupan un lugar de subordinación y discriminación respecto de los chicos. 

2. No es menos preocupante los resultados que nos hablan (en este caso de manera más consensuada entre chicas y chicos) de la agresividad como atractiva, percepción íntimamente vinculada con el mito del amor romántico.

 El papel de la escuela Todo ello nos conduce a concluir que queda mucho camino por recorrer. Y en este camino, el ámbito educativo desempeña un papel esencial. Pues, aunque es responsabilidad de todo el mundo trabajar para combatir la violencia de género, la escuela y las personas referentes docentes son un pilar en los procesos de socialización y, por tanto un elemento clave, para la erradicación de la violencia de género. En efecto, la escuela tiene mucha capacidad de incidencia en los cambios culturales y sociales que son necesarios para la erradicación de la violencia de género, pues los periodos vitales del alumnado son muy trascendentes en la integración y transmisión de nuestra cultura y valores 

LA PREVENCIÓN EN EL ENTORNO ESCOLAR 
1. Alcance, definición y niveles de la prevención Pero, ¿qué entendemos por prevención y a qué niveles se puede intervenir desde el ámbito educativo? Según la Ley 5/2008 del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista, la prevención es el conjunto de acciones encaminadas a evitar o reducir la incidencia de la problemática de la violencia machista por medio de la reducción de los factores de riesgo, e impedir así la normalización, y las encaminadas a sensibilizar la ciudadanía, especialmente las mujeres, en el sentido que ninguna forma de violencia no es justificable ni tolerable. Sin embargo la prevención presenta diversos niveles, no todos al alcance de la escuela: 
 Prevención Primaria: es el nivel en el que se trabaja para que el problema no suceda. En este nivel se desarrollan estrategias de sensibilización que promueven la concienciación ante la problemática y hacen visibles las raíces de la violencia de género. 
 Prevención Secundaria: en este nivel se trabaja con población en riesgo, en este caso niñas, niños y adolescentes, para poder detectar posibles casos de violencia machista. 
 Prevención Terciaria: en la prevención terciaria se interviene directamente con la población afectada, esto es con niñas, niños o adolescentes que ya están viviendo situaciones de violencia de género ya sea en la familia o en la pareja. 

De todo lo anterior se deduce que la prevención de la violencia de género que se realiza en los centros educativos es principalmente prevención primaria. Ocasionalmente, sin embargo, puede haber casos que precisen de otro nivel de prevención; en este supuesto, la intervención por parte del profesorado no es directa, pero sí es necesario el conocimiento y la activación de los protocolos de intervención que existen.

Puesto que el trabajo en prevención de violencia de género que se realiza en los centros educativos es principalmente de prevención primaria, pues se trabaja con toda la población para que el problema no suceda, se incluyen todas aquellas estrategias de sensibilización que facilitan la concienciación de la problemática y la visibilización de las raíces de la violencia de género. La metodología más efectiva a seguir es: 
1) por una parte, delimitar el tipo de violencia a prevenir (relaciones abusivas en pareja heterosexual, o violencias contra el alumnado LGTBI, por ejemplo), 
2) y por otra, delimitar con quien se trabajará (el colectivo adolescente no es un colectivo homogéneo y a veces es útil diseñar acciones singularizadas a grupos concretos). 

En el proceso de prevención de violencias de género, el primer paso es la desmitificación. Las principales ideas a desmitificar son tres: 

1. La falacia de la igualdad: existe la falsa percepción de que mujeres y varones gozamos de una situación igualitaria, de que nuestras decisiones son libres, de que no estamos sometidos ni sometidas a presiones ni estereotipos –percepción todavía más intensa en el caso del colectivo adolescente-. Debemos visibilizar que, aunque podemos hablar de igualdad formal, no podemos decir que sea una igualdad efectiva en todos los ámbitos y situaciones. 

2. Los estereotipos y roles de género (especialmente presentes en las TICs): uno de los principales mitos a desactivar el la idea de pertenencia sumisa al estereotipo de género asignado al sexo de pertenencia. Debemos fomentar en el alumnado una actitud crítica ante los mandatos de género que atribuyen de forma totalmente arbitraria características al estereotipo femenino (centrado básicamente en la estética, hipersexualizada e infantilizadora) y al estereotipo masculino (centrado exclusivamente en valores como la audacia, la acción, el poder y la agresividad). 

3. I, finalmente, el mito del amor romántico, que potencia la idea de exclusividad y posesión y alimenta la erotización del sufrimiento por amor y la agresividad. Las principales ideas a desmitificar en torno al amor son: 
 el amor es lo más importante, pues es imprescindible para la compleción del individuo (el mito de la MEDIA NARANJA) 
 el amor es para siempre (el mito de la ETERNIDAD DEL AMOR)  el amor es único, mito que alimenta la idea de exclusividad y, consecuentemente, la idea de la posesión 
 el amor es pasión, y por ello es ciego e irracional 
 el amor es sufrimiento y dolor, mito que alimenta la peligrosa erotización de la agresividad. 

.Conocimiento Paralelamente a la desmitificación es vital para el profesorado o los agentes educativos implicados en la prevención de la violencia de género el conocimiento de tres aspectos: 
1. las características y tipos de abusos 
2. el ciclo de la violencia 
3. y, especialmente, los nuevos entornos de propagación, a saber, las TICs. La violencia de género tiene múltiples formas de manifestarse; así podemos distinguir abusos psicológicos o emocionales, abusos físicos, abusos sexuales y abusos económicos, sociales o ambientales. Otro aspecto importante a conocer y transmitir al propio alumnado es el ciclo de la violencia, 

 Un nuevo escenario: violencia de género y TICs Es innegable que las tecnologías de la información y de la comunicación han transformado la manera de relacionarnos, especialmente en el caso de adolescentes y jóvenes. En su caso, estas tecnologías están tan imbricadas en su desarrollo (son la generación tecnológica) que resultan decisivas en la construcción de su propia identidad. En consecuencia la población adolescente y joven no entiende formas de relacionarse que no incluyan a las nuevas tecnologías. En este escenario, han aparecido nuevas formas de control, abuso y violencia que implican unos riesgos y una vulnerabilidad específica y que requieren, por tanto, un abordaje particular. 

Las formas de abuso en el entorno de las nuevas tecnologías son diversas y es vital conocerlas para poder abordarlas adecuadamente. En el marco de las conductas delictivas, tipificadas en el Convenio sobre la ciberdelincuencia del Consejo de Europa (Budapest, 23 de noviembre de 2001), las que se inscriben en el ámbito de la violencia de género son: 
 cyberbullying: acoso entre iguales mediante las TIC, que incluye vejaciones, insultos, burlas, publicación de imágenes crueles y humillaciones o difusión de información difamatoria. Se trata de un acoso intenso, repetitivo e intencionado. 
 pishing: del inglés fishing (“pesca”), consiste en lanzar anzuelos para que l@s usuari@s “piquen”. Implica el uso de las TICs de forma masiva, suplantando a menudo la identidad de una empresa o entidad, con la finalidad de engaño para acceder a los datos de la víctima u obtener un provecho en su detrimento. 
 smishing: variante de la anterior, a través de sms. 
 grooming: manipulaciones hechas por una persona adulta sobre una menor de edad, para ganarse su confianza y establecer una relación que le permita materializar un abuso sexual.  sexting: conducta entre adolescentes que supone la captura de imágenes de contenido sexual o erótico y su envío a través del móvil a otras personas. 
 sexcasting: grabación de vídeos de contenido sexual a través de la cámara web y su difusión por correo electrónico, redes sociales u otros canales. 
 sextorsion: extorsión sexual por la cual la víctima sufre chantaje con una imagen 
  spreading: el mismo abuso que el sexting o sexcasting pero sin el consentimiento de la víctima, por la entrada de una tercera persona que hace difusión masiva del material sin el consentimiento de una de las partes. 

Las características diferenciales de estas formas “tecnológicas” de la violencia de género son básicamente tres: 
1. Esta forma de exponerse a la violencia determina nuevos factores de vulnerabilidad. 
2. La forma de ejercer violencia también es diferencial, pues los efectos de dicho abuso (imágenes o vídeos en la red) no pueden eliminarse y pueden tener un efecto viral, sin ningún tipo de control por parte de la víctima. Esta circunstancia determina que se produzca una despersonificación de la agresión, pues cualquier persona usuaria de la red puede convertirse en agresora potencial. 
3. Las consecuencias son especialmente importantes sobre la autoestima de la víctima y su propia seguridad; en determinados casos, pueden provocar efectos en la víctima como reclusión, desconfianza, aislamiento o, incluso, intentos de suicidio. 

En consecuencia la transformación hacia un modelo coeducativo es el camino a seguir para luchar con eficacia contra la lacra que supone la violencia de género. 

Nuevos modelos de feminidad En primer lugar, es imprescindible construir nuevos modelos de feminidad, empezando por cuestionar los tradicionales y concienciar de las desigualdades que generan los mandatos de género. 
El paso siguiente es desarrollar estrategias de empoderamiento individual (empowerment) y grupal. Estas estrategias pasan por: 
 diseñar actividades para reforzar la autoestima de las niñas y chicas 
 promover la creación de un espacio propio 
 enseñar y aprender a poner límites y a reclamar respeto para éstos 
 fomentar la asertividad y promover la manifestación de los propios deseos 
 diseñar actividades para asumir responsabilidad sobre el propio bienestar  promover el autoconocimiento del propio cuerpo y sexualidad 
 desarrollar la autonomía personal y promover valores como la sororidad. 

Nuevos modelos de masculinidad 
Paralelamente, también hay que construir nuevos modelos de masculinidad que también deben partir de un cuestionamiento del estereotipo masculino heteropatriarcal, y concienciarse de la desigualdad de género que provocan. 
Hay que visibilizar las limitaciones y consecuencias negativas que implica el modelo tradicional: 
 el aprendizaje de las emociones basado en el bloqueo de éstas 
 la agresividad como característica del modelo tradicional 
 el peligro de caer en conductas de riesgo 
 la exigente e incómoda obligación de ser activo 
 el sufrimiento por la asfixiante presión del grupo, etc. 

Acto seguido, hay que desarrollar estrategias para construir un nuevo modelo de hombre, basado en valores positivos como la responsabilización y crecimiento emocional para los niños y chicos: 
 promover la aproximación y profundización en el conocimiento de las propias emociones 
 desarrollar la capacidad de expresar los sentimientos 
 desmitificar la violencia como atractiva 
 crear estrategias no violentas para la canalización de las emociones (autoregulación) y control de impulsos 
 fomentar la empatía (la escucha activa, la comunicación asertiva y la negociación) 
 introducir la dimensión reproductiva: aprender los valores del trabajo de cuidado de otras personas  promover una educación sexual afectiva (trabajando el concepto de consentimiento). 

No podemos olvidar sin embargo, que a veces hay casos de violencia de género que precisan de otro nivel de actuación, que requiere el conocimiento y la activación de los protocolos de intervención que el marco legal y la administración pone a disposición de la escuela y el profesorado. 

 Metodología 
Es una obligación legal y que requiere el trabajo conjunto de todos los agentes que pertenecen al entorno de alumnado que es víctima de alguna de las manifestaciones de la violencia de género. 

Los agentes son tres: 
LAS FAMILIAS. El entorno familiar debe ocuparse de la detección de cambios en el comportamiento de la víctima (cambios en su actitud, en su comportamiento, en su estado de ánimo, en sus vínculos y relaciones sociales). 
EL GRUPO DE IGUALES. El entorno de amistades del alumnado víctima de violencia es esencial en la fase de detección, pues a menudo dispone de informaciones que no tienen ni familias ni docentes. 
LA ESCUELA. El entorno escolar debe crear espacios de confianza para que el alumnado sienta el centro como un lugar seguro, fomentando actividades que generen identificación, actividades de prevención, espacios de asesoría, etc. y teniendo referentes adultos para la escucha activa, la libre expresión emocional, la confidencialidad o el asesoramiento. 

Herramientas 
El principal instrumento para la detección es el conocimiento, que ya se ha comentado anteriormente. Es imprescindible que el profesorado, y no solo el profesorado tutor, conozcan: 
 Los protocolos donde aparecen indicadores de sospecha. 
 Los efectos de la violencia machista (estrés postraumático, depresión) en las víctimas, como por ejemplo, los efectos que pueden identificarse en sus relaciones sociales, la visión del mundo y de sí misma, los efectos a nivel emocional y cognitivo, los posibles problemas de integración en el centro, los cambios de comportamiento, otros efectos (como bulimia, fobias, etc). 
 Las características comunes del perfil del alumnado abusador: su intención lesiva, su tendencia a la exculpabilización, su tendencia al control, el habitual ataque a terceros, su habilidad para la manipulación, etc. 

Paralelamente, es especialmente útil la elaboración de un protocolo de actuación en el propio centro, que sirva tanto para el alumnado víctima de violencia de género en la familia, como para el alumnado víctima de abusos sexuales, el alumnado víctima de relaciones heterosexuales abusivas y el alumnado víctima de bullying homofóbico. 
Este protocolo debe establecer unas orientaciones o pasos a seguir, antes de la derivación a otros servicios: 
•paso 1. valoración de la situación 
• paso 2. equipo de valoración 
• paso 3. toma de decisiones 

LA VIOLENCIA CONTRA ALUMNADO LGBTI 

 Características específicas La violencia contra el alumnado LGBTI constituye un caso específico, por las características particulares que presenta: 
1) por su invisibilidad en el sistema educativo formal y en la sociedad en general 
2) por el habitual rechazo o falta de apoyo familiar 
3) por el contagio del estigma que implica a quien da apoyo 
4) por el acoso estructural que sufre, pues, a menudo, el mundo adulto (profesorado, familia, otros) no interviene, minimiza, oculta o ignora. 

Perfil de las víctimas de este tipo de violencia de género incluye a lesbianas, gays, bixexuales, intersexuales, transexuales, transgénero, queer y cualquier expresión de género no normativa. A partir de algunas encuestas realizadas con alumnado LGTBI, existe la percepción de que el papel del profesorado ante actos de este tipo de violencia de género es pasivo y no intervencionista. Esta percepción, basada sin duda en una situación real, tiene como consecuencia que un 35% de las víctimas sufre el acoso en silencio o que un 20% recorre a sus iguales. Los lugares habituales de acoso y abuso son por orden de frecuencia: el patio, los espacios cercanos pero fuera del recinto escolar, los pasillos y, en último lugar, el aula. 

El papel de las familias también debe mejorar, pues o bien suelen estar desinformadas y desorientadas o bien se muestran reticentes a colaborar en las medidas propuestas desde el centro. 2. Prevención Las estrategias de prevención e intervención en este tipo de violencia son básicamente las mismas que en el resto de violencias de género, pero también existen acciones específicas como: 
1. planificación de la tutoría OASIS (Orientación Afectivo-Sexual e Identidad de géneros) en los institutos de Enseñanza Secundaria. 
2. reunión informativa y formativa para familias y profesorado 
3. implementar un proyecto de mediación escolar 
4. formación y talleres por parte de asociaciones LGTBI 
5. creación de la figura del agente educador y/o del alumnado ayudante, etc. 

. Protocolo de detección e intervención Los pasos a seguir tras la detección en la escuela son: 
1. Determinar las actitudes a seguir en general: Distinguir víctima de agresor/es, interrogar al entorno, observar el espacio, dar credibilidad a la víctima, no plantear el tema como una mediación sino como una intervención (no se trata de un conflicto sino de una agresión). 
 2. Hacer una observación de los síntomas de la víctima (que son similares a los de la víctima de abusos en las relaciones heterosexuales. 
3. Seguir una metodología pactada de antemano ante una agresión particular: a) detener la agresión b) darle nombre y tipificarla como acoso contra LGTBI c) exigir el fin del acoso al abusador y un cambio inmediato de comportamiento d) comprobar a lo largo del tiempo el bienestar de la víctima y el fin del acoso.

5: Violencia de género y salud de las mujeres. 




  •  Pautas para la detección de la violencia de género
¿LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES DIFERENTE A LOS OTROS TIPOS DE VIOLENCIA?

 En las sociedades humanas existen muchos tipos de violencia que se puede manifestar según diversas circunstancias, y señalo lo de sociedades humanas porque en las sociedades animales sólo la lucha por la comida o la defensa de las crías y el territorio genera violencia entre especies. 

Entre los humanos existen agresiones y violencia por: 
• Imposibilidad de controlar las acciones o impulsos, debilidad o trastorno psicológico, deseo sexual “incontrolable”, agresividad generada por grupos después de haber bebido o de haberse drogado, etc. • Violencia instrumental para obtener un beneficio, robar, o controlar un territorio. 
• Violencia expresiva, la que se produce cuando se pierde el control y la sangre fría como resultado de una erupción de cólera: Para resolver una disputa, para no perder un territorio; para mejor su situación económica y social; o para manifestar quien tiene el poder sobre un territorio o sobre un grupo. 

 La violencia contra las mujeres presenta unas características y motivaciones diferentes que la violencia interpersonal o la instrumental. Aunque se haya querido incluir la violencia sexual dentro de la criminología tradicional como la que proviene de personas enfermas o agresivas por naturaleza, la violencia contra las mujeres se incluye en la violencia ejercida precisamente como forma de establecer la relación de poder, de control y de dominio de algunos hombres sobre sus mujeres. 

La agresión a las mujeres ha estado presente desde el inicio de la sociedad patriarcal como forma de sumisión de las mujeres. Según el médico forense Lorente, sería la primera forma de agresión utilizada por los seres humanos de forma sistemática para conseguir objetivos no relacionados con las necesidades instintivas como la caza, la defensa personal o la conquista de territorios. 

Luis Bonino, psicoterapeuta especializado en problemáticas masculinas y director del Centro de estudios de la Condición Masculina, de Madrid, define la violencia contra las mujeres en la pareja como “toda forma de coacción, o imposición ilegítima por la que se intenta mantener la jerarquía impuesta por la cultura sexista, forzando a que la mujer haga lo que no quiere, no haga lo que quiere, o se convenza que lo que fija el varón es lo que se debe hacer. Supone sentirse con derecho a un poder sobre la mujer- abuso de poder- que autoriza a violar, invadir o transgredir sus límites, con el objetivo de vencer sus resistencias y tener control, dominio y posesión sobre ella para conservar el poder en la relación y encarrilarla según sus propios interese y deseos”. 

La violencia contra las mujeres en el seno de una relación de pareja o amorosa no es lo mismo que cualquier otro tipo de violencia, porque obedece a mecanismos y pulsiones enraizados en las relaciones de poder y posesión, en que se han establecido las relaciones entre hombres y mujeres en las culturas de las sociedades patriarcales. La violencia contra las mujeres ha sido invisible porque se ha considerado un asunto privado. 

La violencia contra las mujeres es un asunto público, que hasta hace poco se ejecutaba en privado, pero que actualmente se ha manifestado en la calle, gracias a la ayuda inestimable de los medios de comunicación, que han permitido hacer visible, lo que ocurría de forma soterrada en miles de alcobas, y de hogares de aparentes buenas familias. 
Los asesinatos de parejas, ex-parejas, y amantes se suceden de forma constante a diario. Toda la sociedad ha permitido desde hace siglos que se apartara de la vida pública hechos que serian inadmisibles si se analizarán fríamente y no desde la óptica del que cree tener derecho sobre la mujer.

La sociedad patriarcal ha favorecido la utilización de la violencia por parte del hombre sobre la mujer como mecanismo de control y de sumisión y para perpetuar una situación desigual en que la mujer está sometida a las órdenes del hombre. El hombre se cree con derecho a controlarla y a utilizarla para que cumpla sus deseos. Expresa de hecho una profunda relación de desigualdad ya que parte de una relación en que no existe ni el respeto ni la igualdad de oportunidades. 
El agresor minimiza y justifica la agresión y se saca de encima la responsabilidad. Rehecho el sistema patriarcal ha animado la violencia de los hombres contra las mujeres haciendo suyo el refrán árabe “Cuando llegues a tu casa dale una bofetada a tu mujer. Ella ya sabe porque lo haces”El agresor cree que actúa de forma legítima para mantener el orden familiar ( y el social). 

 Las mujeres durante años han tratado de buscar explicaciones a la violencia “normalizándola” y “racionalizándola” en el conjunto de normas y valores aprendidos de sus propias madres y de su propio entorno. Los roles sociales y las posiciones socio culturales que la cataloguen como ser inferior y sin valor, la acaban llevando a la autoinculpación ya que cree que es un error de su conducta el que provoca “las airadas reacciones” de su pareja. Violencia "La violencia contra la mujer constituye una conculcación generalizada, aunque no suficientemente reconocida, de sus derechos humanos. " "La violencia contra las mujeres abarca todo tipo de situaciones sociales y económicas y está profundamente enraizada en las culturas de todo el mundo, hasta tal punto que millones de mujeres la consideran un modo de vida". Una de cada cuatro mujeres ha sido objeto de sevicias durante el embarazo. FNUAP 2000 La violencia contra las mujeres aparece de muchas formas • 60 millones de niñas no han nacido por aborto selectivo. 
• Violencia doméstica crece en todo el mundo al disminuir la sumisión. 
• El 25 % de casos de violencia doméstica se inician durante el embarazo. 
• Suicidio femenino aumenta . 
• Incremento de violaciones que no se denuncian en su mayoría.( 3% en Sudáfrica i hasta un 16 % en Estados Unidos). 
• Cada año se incorporan al mercado del sexo dos millones de niñas de 5 a 15 años. 
• 4 millones de mujeres y niñas son compradas y vendidas con destino al matrimonio, prostitución o esclavitud (Asia, Europa Oriental, Latino América). 
• 130 millones de mujeres han sufrido mutilación genital y cada año dos millones más se incorporan a este grupo de mujeres mutiladas. 
• 5.000 asesinatos anuales, a manos de sus familiares, para “restaurar la honra de la familia” continúan para mujeres jóvenes principalmente en Asia oriental y meridional, y Africa septentrional. 

La violencia contra las mujeres es inherente al sistema patriarcal La violencia contra las mujeres es una violencia estructural, porque tiene su origen y se fundamenta en las normas y valores sociales y culturales que determina el orden social patriarcal establecido desde hace miles de años, pero no determinados por la naturaleza humana. 

 La agresiones contra las mujeres se ven con acontecimientos aislados, cuando en realidad están basados y contribuyen a perpetuar la desigualdad social entre mujeres y hombres y el control de los hombres sobre el otro sexo. El hombre debe aportar estabilidad, control, seguridad y orden….. y la mujer ha de ofrecer obediencia y sumisión. En todos los casos de violencia contra las mujeres existe una actitud sociocultural que pretende de forma más o menos consciente o inconsciente perpetuar el papel patriarcal de hombres y mujeres. En general las agresiones son continuadas en el tiempo, psicológicas y/o físicas, consiguiendo un asilamiento progresivo de 

 LA DETECCIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL ÁMBITO DE LA MEDICINA HA SIDO UNA ASIGNATURA PENDIENTE O INVISIBLE. 

La violencia contra las mujeres también denominada violencia de género se está haciendo cada día más visible, aunque sus orígenes se remontan al inicio del patriarcado. La posesión de la mujer como objeto sexual, y criada doméstica se remonta a más de 4000 años. Las palizas, vejaciones y humillaciones constantes han sido consideradas como “normales” por muchas culturas y siguen siéndolo en Asia, África o América Latina. En los llamados países desarrollados y a pesar de que la ley prohíbe los malos tratos, el creciente número de denuncias pone de manifiesto que continua siendo una práctica habitual que puede acabar en muerte cuando se intenta abandonar la relación posesiva y destructiva. Incremento de la mortalidad en todo el mundo En pleno siglo XXI la mortalidad por violencia contra las mujeres se está incrementando en los países occidentales y en especial desde el año 1997 en España.
 El Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia elaboró un informe con datos del año 2000 evaluando los casos de mortalidad por cada millón de mujeres mayores de 14 años. Se ha de tener en cuenta que estos datos sólo evalúan muertes por violencia doméstica y no otros asesinatos a mujeres, pero los resultados fueron: Rumania con 21,6 casos por millón de mujeres, Finlandia con 8,6, Noruega con 6,5; Luxemburgo con 5,5, Dinamarca con 5,4, Suecia con 4,5, y España con 2,4 en el año 2000. Sin embargo está mortalidad se ha doblado en España doblando durante el año 2003 las cifras de mujeres asesinadas en manos de su pareja o de sus excompañeros. España es el país donde muere un mayor porcentaje de mujeres separadas o en proceso de separación. Durante el año 2001 el 67% de las mujeres que murieron estaban en proceso de separación. 
En Canadá sólo ocurre en un 27%, y en Chile en un 17%. .Hay que tener en cuenta que en España no existe una potente red de servicios sociales que de soporte a las mujeres que inician una separación o que presentan una denuncia. Incremento de las denuncias Desde que la lucha de los movimientos de mujeres y sociales, consiguieron que se considerara también como objeto de posible denuncia los malos tratos psicológicos y las amenazas, el crecimiento anual de las denuncias a sido mayor de un 10%.
 En España durante el año 2003 se presentaron más de 50.000 denuncias lo que supuso un crecimiento del 16% respecto al año anterior. Este incremento pone de manifiesto que una mayor número de mujeres no acepta la sumisión ni la opresión que suponen un atmósfera de convivencia basada en relaciones de poder y no de respeto, amor y tolerancia pero también pone en crisis los servicios de protección a las víctimas y también incrementa la demanda de servicios sociales, psicológicos y jurídicos de  soporte, apoyo y seguimiento de las mujeres que denuncian.

 Precisamente la mortalidad se incrementa durante el período que va desde la denuncia hasta la sentencia de separación definitiva. Pero la falta de servicios sociales, de centros de urgencia y de plazas de acogida para el apoyo y rehabilitación de las mujeres que lo necesiten junto con sus hijos, hace que muchas mujeres de zonas rurales o con dificultades económicas retiren las denuncias dos o tres días después de haberlas presentado. 

Analizando las denuncias observamos que la media de años que las mujeres relatan haber recibido malos tratos y vejaciones es de 7 años y medio, oscilando desde los 20 años en algunos casos hasta un año en los más recientes. La decisión de presentar denuncia se debe a veces a una agresión más violenta que en otras ocasiones o cuando la mujer ve amenazada la vida y el bienestar de sus hijos. Sólo en situaciones límites se atreve a salir del circulo vicioso de la violencia que hacía invisible su sufrimiento al resto de su entorno. 

El médico forense Lorente ha relatado con minuciosidad como se comportan muchas mujeres que acuden a presentar la denuncia. A la pregunta de ¿Su marido o su pareja la pega?, muchas mujeres responden: “ LO NORMAL, pero esta vez se ha pasado” para justificar que se presente delante del médico con graves heridas o fracturas. ¿Cuántos años de agresiones invisibles para la sociedad esconde está sencilla frase? ¿Cuánto sufrimiento escondido? Será difícil de comprobar pero desgraciadamente en algunas culturas la violencia física y psíquica ha formado parte de la vida cotidiana de muchas mujeres que no han podido ni imaginar una vida diferente.

 La violencia contra las mujeres causa de muchas enfermedades permanece invisible para la medicina 
La violencia psicológica o física dilatada en el tiempo destruye lentamente los recursos físicos y morales de las personas que la sufren. 
Las primeras repercusiones se manifestaran a nivel conductual y cognitivo, con confusión mental, pérdida de memoria y de capacidad de concentración, olvidos frecuentes, pérdida de claridad al expresarse, o cambio del orden de las palabras y frases.
 A largo plazo las manifestaciones se pueden manifestar como estados de ansiedad y depresión que son tratados con sedantes aumentando la indefensión de estas mujeres que acuden a los servicios médicos para pedir ayuda para sus síntomas sin que ellas mismas sepan que sus dolencias son causadas por la situación que viven. 
Si la visita médica es rápida y no da espacio para profundizar y para que la mujer pueda expresarse más a fondo, por el poco tiempo que tienen los profesionales para realizarla, es más que probable que las causas de esta ansiedad o depresión permanezcan ocultas e invisibles para la medicina. 
Otras mujeres acuden a la consulta con ahogos, vértigos, dolores de cabeza, ardores de estómago, diarreas, nauseas y vómitos, o dolores musculares y contracturas que incluso pueden ser confundidos con fibromialgia sino se hace una investigación dirigida. 

Dado que la estimación de abusos sistemáticos entre mujeres casadas o que viven en pareja en EE UU se estiman entre un 8 a 11% (Plichta y Weisman 1995), aunque la American Medical Association estima que entre 30 a 50% de mujeres casadas han sufrido violación o vejaciones por parte de sus parejas por lo menos una vez en su vida, y que el actual número de denuncias solo representa la punta de un iceberg de un 5% de los malos tratos reales, podríamos afirmar que es posible que un 30% de las mujeres que consultan por problemas psicosomáticos en la consulta médica pueden estar sometidos a malos tratos físicos o psicológicos.

 La destrucción de la persona durante años causa daños profundos en la salud mental de la víctima La violencia entre personas que conviven se puede ejercer por mecanismos sutiles que van minando lentamente las defensas y la autoestima de la persona que se convierte en víctima de los malos tratos. Aunque la violencia psicológica se puede ejercer tanto de hombres hacia las mujeres como de las mujeres hacia los hombres, es siempre el elemento de la pareja que no tiene recursos económicos, sociales o emocionales para alejarse del agresor cuando la violencia que este ejerce se hace insoportable para la víctima. Quien está y salvo excepciones en inferioridad de condiciones económicas y sociales son mayoritariamente las mujeres. 

Las fases de la violencia Se manifiestan a veces como si de una destrucción sistemática de un enemigo se tratara y como tal batalla vamos a describirlo aunque naturalmente el proceso de la violencia sufre altibajos y pasa por fases de reconciliación (luna de miel) que sumen más a la víctima en la confusión cuando se rompen por cualquier circunstancia que no puede entender.(Mujeres Y Salud nº6) 

En la primera fase el agresor IMPIDE LA COMUNICACIÓN PARA MANTENER EL CONTROL Y LA SUPERIORIDAD, es la etapa de “Desinformar al enemigo”: En esta fase el agresor ignora a veces lo que ella le dice, tiene sordera selectiva y en cambio olvida selectivamente lo que él ha dicho. Revela lo menos posible de si mismo, se hace adicto a Internet o al fútbol cuando ella lo necesita, no se responsabiliza en la casa, no hace planes conjuntamente, cambia de tema si ella insiste. Minimiza la incomunicación diciendo “Eres una exagerada” o “Tienes que aceptarme como soy sino es que no me quieres”.
 La culpa de buscar pelea y hace sentir a la pareja que el problema está en ella porque “es demasiado sensible” y “todo lo saca de quicio”. La víctima insiste en la comunicación, cree que no la ha oído, piensa que es despistado o que sus aficiones y responsabilidades le absorben. Se siente irritada y confusa , sola y poco apoyada pero piensa que la culpa es suya porque no se explica lo suficiente. Siente que 
Algo va mal pero no sabe que es. Esta cada vez más desconcertada y triste, piensa que es una exagerada y descubre que él no es así con sus amigos o jefes, pero en su confusión cree que él es un “superhombre” y que debe tener razón cuando le exige que cambie de actitud. 

En la segunda fase el agresor quiere DEMOSTRAR QUE ELLA ES INFERIOR Y EL SUPERIOR ( Cenicienta y Superman), es la etapa de “invadir el territorio enemigo solapadamente”: TEMA 1: Pautas para la detección de la violencia de género 10 En esta fase el agresor intenta demostrar que la percepción que ella tiene de la realidad es falsa y niega su versión compitiendo con ella cuando tiene una opinión propia, negando las emociones y gustos de ella (no te puede gustar esto) o afirmando categóricamente que su problema es que no tiene sentido del humor. La define como un ser inferior carente de cualidades. La critica como cocina, como cuida a sus hijos, como va vestida. Si se arregla la descalifica y sino la avergüenza. Sabotea sus conversaciones con otros, distrayéndola o burlándose directamente de lo que dice. Ella no se atreve a hablar. Esta acobardada y se siente insegura de sus pensamientos y sus sentimientos. Cree que lo que va mal es ella, e intenta cambiar, reprimiendo los sentimientos de rabia que le produce la situación, con lo que pierde capacidad de respuesta. Su autoestima está por los suelos, y se siente incompetente en todo lo que hace. Por mucho que se esfuerce nunca consigue la aprobación de él, que no la valora en nada. Teme la presencia de amigos o personas de fuera del núcleo familiar porque esta situación aumentará las descalificaciones y las agresiones haga lo que haga. 

En la tercera fase el agresor quiere IMPEDIR QUE LA VICTIMA RECIBA INFORMACIÓN O AYUDA DEL EXTERIOR, es la etapa de “cercar al enemigo”. En esta fase el agresor le hace perder las amistades demostrando celos de cada amigo de ella, o montándole broncas cada vez que ha salido con alguien. Le hace perder el trabajo o les impide trabajar para crearle mayor dependencia y empobrecerla económica y socialmente. Le hace perder la familia criticando cualquier relación que ella mantenga aunque se muestra encantador cuando está con la familia de su mujer.Le controla toda la vida, el dinero, las salidas e incluso las visitas al médico. Ella se siente tan mal consigo misma que acepta progresivamente el aislamiento porque no desea que la vean tal como está. Empieza a sentir depresiones, dolores en diversas partes del cuerpo, se ahoga, y siente fobias y ganas de llorar sin saber porque por lo que acepta la posibilidad de dejar su trabajo porque cree que no lo podrá realizar correctamente por culpa de su estado. No espera encontrar comprensión en su familia, sabe que le dirán que es una mujer y que debe aguantar. Vive míseramente, empieza a sentir miedo en todas partes, y esconde su cuerpo.No puede casi hablar y si visita al médico en esta etapa es muy probable que el médico lo confunda con una depresión. 

En la última fase , es la etapa en que la crueldad verbal se hace extrema y se busca “destruir al enemigo”: En esta fase el agresor la insulta cruelmente y delante de los hijos. Le niega al cabo de unos minutos los insultos que acaba de decir,la culpa de su cólera acusándola de que se está volviendo loca. Ya no le habla como a una persona sólo le da órdenes. Ella descubre la crueldad de él, se siente culpable y avergonzada. Los hijos no la respetan y esto acaba de destruir la poca autoestima que le quede. Intenta someterse a los deseos de él y anticiparse a sus deseos. Empieza a pensar que para vivir así es mejor morir ....o denunciarlo. Si en esta etapa recibe ayuda o la pide puede ser que la desesperación le dé fuerzas para salir del círculo opresivo y del pozo sin fondo en el que se ve sumergida. 

 ¿Cómo reconoce una mujer que está viviendo una situación de violencia? 
Identificar situaciones de violencia psicológica no es fácil porque hasta hace pocos años sólo las palizas, los empujones, los puñetazos eran consideradas violencia pero como hemos visto en el apartado anterior la destrucción psicológica de un ser humano puede durar durante mucho tiempo y se hace tan confusa que la misma víctima no sabe identificar que es lo que le está pasando. Existe un cuestionario trabajado por grupos de mujeres que atienden casos de malos tratos sistemáticos que está sirviendo para identificar si se está ejerciendo violencia psicológica contra una mujer. Sólo con que se conteste que si a un solo punto ya se deberá investigar si existe realmente una situación de malos tratos. Con dos preguntas afirmativas que al menos una debe ser del grupo de preguntas a partir de la número 3 se puede ya afirmar que está sufriendo malos tratos psicológicos.

 ¿Puedes contestar las siguientes preguntas si no sabes si estás sometida a malos tratos? 
1. ¿Te dice continuamente que todo es de él porque es él quien gana el dinero? 
2. ¿Tienes que justificar como administras el dinero? ¿Te acusa de manirrota? 
3. ¿Te hace sentir tonta, inútil, débil, ignorante? 
4. ¿Te culpa por todo lo que sucede? 
5. ¿Te insulta, te grita, te da órdenes, te humilla, o se burla de ti? 
6. ¿Nada le parece bien de lo que haces o dices? 
7. ¿Ignora tu presencia, no te habla o hace como si no existes? 
8. ¿Te obliga a hacer sexualmente todo lo que él quiere? 
9. ¿No respeta ni satisface tus gustos? 
10. ¿Te sientes obligada a tener relaciones sexuales aunque no te apetezca? 
11. ¿Te llama frígida o puta, según las circunstancias? 
12. ¿Te impide ver a familiares, amigas o vecinas? 
13. ¿No le gusta que trabajes o estudies? 
14. ¿Amenaza con quitarte a los niños, con echarte de casa, pegarte o matarte? 
15. ¿Golpea o rompe cosas de la casa en medio de las discusiones? 

Si alguna mujer contesta más de tres preguntas afirmativamente debe pedir ayuda psicológica en primer lugar o en los centros o puntos de atención a la mujer que muchos servicios sociales de los ayuntamientos han puesto a disposición de las mujeres y que están teniendo una alta demanda de consultas. Según los problemas que detecten las informadoras y trabajadoras sociales preparadas, se puede dirigir a las mujeres hacia la atención jurídica o psicológica, y en los casos graves hacia los servicios de atención a la víctima de la misma policía.
 Interiorización de la violencia por la víctima de los malos tratos Una de las preguntas que se están haciendo los profesionales juristas, policiales y médicos, que deberá abrir caminos de reflexión es que tipo de percepción de la violencia ejercida y desplegada por su agresor tiene una mujer que ha sufrido malos tratos durante años. ¿Por qué ha aguantado tanto? ¿Amor mal entendido? ¿Dependencia económica? ¿Aislamiento social? ¿Ausencia de alternativas, de ayuda, de posibilidades de huida?. 
Luis Bonino señala que la estrategia de los “hombres que ejercen comportamientos abusivos o deponer” proceden con técnicas por acción u omisión de abuso y avasallamiento paulatino, que degrada progresivamente a la víctima, como ya hemos descrito, que al final es incapaz defenderse o ya a interiorizado la indefensión aprendida o la resignación que ha visto ejercer a las mujeres de su familia. 



  •  Consecuencias de la violencia en la salud mental, física y reproductiva de las mujeres
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UN PROBLEMA DE SALUD PUBLICA

 El incremento de muertes en muchos países del mundo y en España ponen de manifiesto que en estos momentos existe en los países desarrollados mayor mortalidad por violencia contra las mujeres que por cáncer de cerviz (cuello de útero) 

El hecho además de que muchas de las mujeres agredidas sufren graves secuelas de por vida como dificultades para mantenerse por ellas mismas, o tener que vivir en silla de ruedas cuando las lesiones han afectado la zona medular, lo que produce una invalidez permanente de la que todavía no se conocen cifras cuantificadas, hace que la morbilidad relacionada con la violencia contra las mujeres constituya un problema de salud pública como ya ha sido aceptado en algunos parlamentos de Centroamérica y en el de Catalunya (España). 

Al ser considerado problema de salud pública se deberán implementar medidas para que se pueda realizar una prevención adecuada tanto para detectar precozmente las situaciones de violencia en las consultas médicas, como para que la prevención y asistencia de las personas afectadas se haga de forma coordinada con los servicios sociales y con la policía de cada localidad. En este ámbito es muy importante la formación de todos los profesionales que van a atender o formar parte del circuito de detección de la violencia. Han de evitar la creencia en falsos mitos, que atribuyen a las hormonas masculinas o al alcohol la agresividad, olvidando que el perfil más habitual es una varón “normal” tradicional, machista y misógino, como dice Luis Bonino, que advierte además de la necesidad de revisar las falsas afirmaciones sobre la falta de habilidades o problemas de relación masculinos. 

Cualquier creencia de superioridad en la relación con las victimas, o de ejercicio de poder, hacia ellas, continua perpetuando la situación de agresividad que ha vivido y conlleva un falso análisis de la situación. Creer que las victimas lo son, por ser “tontas”, “inferiores” o “incultas” o incluso “ladinas”, sólo perpetua los insultos que el agresor ha ejercido durante años. La formación de todo el personal que participa en los procesos, requeriría una total “conversión” al análisis de las raíces profundas de la violencia y los obstáculos que tenemos en las intervenciones para desenraizarlas. Para ello deben analizar sus propias creencias hacia las relaciones interpersonales entre mujeres y hombres y hacia las mujeres. Lugares comunes y prejuicios están enturbiando las mentes y las opiniones, de personas del mundo judicial, que públicamente acusan a las mujeres en general de hacer falsas denuncias, cuando ha costado más de veinte años de lucha de muchos movimientos feministas para que se le reconociera a la mujer el derecho a poder denunciar desde las primeras amenazas, vejaciones y humillaciones, aunque no hubieran delitos de sangre. La violencia simbólica se puede introducir en la mente de todas y todos y es muy difícil hacerla visible. Por ello al ser un problema social ampliamente enraizado y con graves consecuencias para la salud física y mental, debería ser considerado un problema de salud pública. 

 Cómo detectarlo desde atención primaria

 Las y los profesionales de sanidad, psicología y trabajo social, tienen un importantísimo papel que jugar en la detección, atención y derivación adecuada de la víctima evitando que prolongar los malos tratos con una mala atención del sistema.
La detección en los servicios de urgencias o cuando una mujer acude en el espacio de visitas urgentes en los centros de atención primaria pasa por la concienciación de los profesionales de salud sobre la realidad de este problema. 
Durante muchos años las mujeres alegaban caídas fortuitas por las escaleras, o golpes con armarios, para justificar sus moraduras o las piernas y brazos rotos. Muchos médicos sospechaban otros problemas pero no hacían la pregunta necesaria para no tener problemas ulteriores o para no provocarle más “problemas” ala víctima. Precisamente en el momento que acuden a urgencias después de una paliza o de una agresión es posible detectar la violencia oculta porque la mujer está muy asustada y tiene miedo de volver a su casa. 

Este es el momento de ayudarla, de orientarla o de pedir ayuda policial y al ministerio fiscal que puede ofrecer protección y que se ha ofrecido a ello cuando existen los circuitos adecuados de atención a la víctima. Pero la violencia doméstica es también un reto y un compromiso para los médicos de familia, que deberían detectarla precozmente en sus consultas. ¿Porqué no lo detectan? En palabras de la Dra Carmen Fernadez Alonso, coordinadora del grupo de “Violenci familiar” de la Sociedad CastellanoLeonesa de Medicina Familiar y Comunitaria, “porque las mujeres no lo dicen y hay muchas razones para su silencio, y porque los médicos no lo preguntamos…por inseguridad, por no saber como hacerlo, por falta de tiempo, por sobrecarga, por miedo a ofender a la paciente, po los compromisos legales que puede suponer la notificación del caso….o por falta de sensibilidad hacia el problema y los prejuicios hacia la mujer maltratada..”. En atención primaria se han intentado abordar diversas estrategias para detectar las situaciones de violencia desde cuestionarios específicos que deben ser rellenados por las usuarias antes de entrar a la consulta como abordajes por parte del personal de enfermería. 

El principal problema en atención primaria es el tiempo de consulta que es escaso y a veces con poco espacio para la intimidad y las confidencias. Ello hace más difícil dar el espacio necesario para que la mujer que ha recibido malos tratos pueda expresar sus problemas. Es mejor preguntar que no hacerlo, pero a veces una pregunta demasiado directa puede impedir que se abra un espacio de contacto y comunicación, y por descontad 

• ¿Tus padres tienen, o han tenido, buenas relaciones entre ellos como pareja? 
• ¿Cómo calificarías tu relación con tus padres? 
• ¿Y con tus hermanos? Las mismas preguntas se le hacen en relación con su compañero. En relación con la sexualidad se pregunta: 
• ¿Tus relaciones son consentidas? 
• ¿Tu compañero es celoso? Con estas preguntas y una actitud adecuada quedaron sorprendidas del grado de aproximación a la existencia de malos tratos que obtuvieron. Comparando las primeras visitas atendidas en el año 2001 en el que todavía no aplicaban esta metodología con el 2002, comprobaron que durante el primer año detectaron un 6,36% de casos de malos tratos y con la nueva metodología un 16,05% de casos. Los profesionales de atención primaria deben ser conscientes de que los malos tratos existen y estar sensibilizados a detectarla, por medio de una protocolo adecuado, incluido en la historia clínica, y teniendo preparado un circuito de derivación. 

 LAS SECUELAS DE LAS QUE HAN PADECIDO ABUSOS SEXUALES. 

Se ha estimado que una de cada 4 mujeres sufrió agresiones sexuales en la infancia en Norte América y una de cada 5 mujeres han padecido un asalto sexual en la vida adulta. Las secuelas de los abusos sexuales afectan a muchas áreas de la vida de las personas interfiriendo a largo plazo en las relaciones afectivas e interpersonales, y causando alteraciones físicas, mentales y espirituales (Dickinson 1999). 

Las secuelas del abuso sexual se pueden manifestar como ansiedad, depresión, síntomas psicosomáticos, trastornos de la alimentación, hipocondría, disociación, disfunción sexual, dolor de espalda y dolor lumbar, fibromialgia,abuso de sustancias, auto-mutilaciones, intentos de suicidio, victimización repetidas, aumento de riesgo para enfermedades de transmisión sexual incluida la sida, dificultad en las relaciones interpersonales y trastornos de identidad y autoestima. Estudios del equipo de la Dra, Lucy Candib (Universidad de Massachussets, Worcester) han demostrado que las pacientes con historia de abusos sexuales tienen más síntomas físicos y psiquiátricos, y un mayor número de alteraciones en los cuestionarios de calidad de vida proporcionales a la gravedad y repetición de los abusos y agresiones. En estudios de prevalencia de personas con abusos sexuales que demandan asistencia por esta u otras causas en atención primaria se han observado de un 16% hasta un 40% de mujeres que habían sufrido algún tipo de victimización sexual en la infancia, y de un 13% a un 29% que habían sido violadas o habían sufrido intentos de violación en la vida adulta. En todos los estudios se da soporte a la hipótesis que existe relación entre la gravedad de los abusos sexuales y los síntomas físicos y mentales que han presentado las mujeres durante los  años posteriores. 

Esta afectación incluye el malestar generalizado que se expresa en la vida adulta como una profunda insatisfacción de la que es difícil conocer la causa. Son precisas a veces muchas entrevistas médicas que aumenten la confianza de la persona afectada, para que después de haber expresado toda su sintomatología física o mental, acaben explicando la historia de abusos o agresiones que había permanecido encerrada en su interior. Los profesionales de atención primaria deben ser sensibles a la posibilidad de antecedentes de abuso en sus pacientes, y entablar interrogatorios sobre su historia pasada con rigor y delicadeza, para detectar estas situaciones cuando se encuentren delante de historias clínicas con una sintomatología compleja de la que no encuentren una causa clara. En los momentos actuales, a pesar de que una de cada cuatro mujeres haya podido padecer abusos sexuales, permanecen invisibles para la medicina.

 EL RIESGO DE PRESENTAR DENUNCIAS SI NO HAY UNOS SERVICIOS ADECUADOS QUE DEN APOYO Y REHABILITEN A LAS VICTIMAS. 

Es evidente que un momento delicado de la acción de los profesionales de salud es saber cuando una mujer está preparada para presentar denuncia o hacia donde deben derivar si han detectado malos tratos psicológicos y la mujer no sabe donde debe ir. Si no hay un soporte social, jurídico, policial y asistencial es muy difícil que la mujer presente denuncia porque teme la nueva agresión o teme por lo que pueda pasar a sus hijos. Por ello la acción de los profesionales de la salud se ve muy ayudada si previamente se han adecuado circuitos de derivación de las mujeres afectadas según el grado de gravedad y de condiciones sociales. 

Sino existen a veces es mejor realizar un acompañamiento de la mujer afectada hasta que esta madure la situación lo suficiente para encontrar el momento adecuado para presentar la denuncia. Si existen lesiones físicas es diferente porque el médico tiene la obligación de hacer una parte de lesiones que de oficio será visto en los juzgados, por lo que en estos casos es mejor aconsejar a la mujer que presente la denuncia. En algunas ciudades como Girona o Barcelona, para evitar que la mujer sea doblemente victimizada por tener que explicar varias veces su historia, es el mismo médico forense el que se desplaza hasta el centro sanitario para reconocer las lesiones, y evitar más daño psicológico a las víctimas. El papel de las y los trabajadores sociales es esencial en esta etapa, y los ayuntamientos o la agrupación de varios en municipios pequeños, adecuando pisos de urgencia para poder atender adecuadamente a una mujeres y sus hijos si hace falta, después de una agresión, hasta que con más calma, y pudiendo ser asesorada por los servicios psicológicos pueda tomar una decisión lo más libre posible. 

 LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES DEBE IMPLICAR A TODA LA SOCIEDAD. 

La ley contra la violencia de género aprobada por el Parlamento español durante el año 2005 es una de las más avanzadas del mundo para atajar este problema, pero además de las leyes se precisan coordinación de la policía, con la fiscalía para ejecutar las ordenes de alejamiento y prevenir las agresiones. Teléfonos especiales para pedir ayuda, casas o pisos de acogida para los momentos de emergencia, y también lugares que larga estada que permitan recuperar la autoestima perdida, rehacer la moral y emprender una nueva vida. Faltan también recursos económicos, pisos con alquileres bajos y poder conseguir formación profesional adaptada a las posibilidades de encontrar un trabajo digno. Desde los diferentes departamentos de las instituciones de gobierno se deben establecer políticas de prevención, y a la rehabilitación de la victima. La justicia, ya que agredir a las mujeres es un delito, debe encargarse de la rehabilitación del agresor, en los casos en que sea posible. Son necesarias también políticas de sensibilización social en escuelas, centros cívicos, entre profesionales de la sanidad, trabajadores sociales y población en general. Aunque al principio el desarrollo de estas políticas pueda parecer estéril, porque las raíces de la violencia contra las mujeres, están muy arraigadas en en la cultura y en las mentes de algunos hombres, los elementos de cambio cultural sólo podrán hacerse realidad con una implicación constante y sostenida de todos los estamentos de la sociedad. 

¿ES LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES UN MAL DE NUESTRO TIEMPO? 

Aunque existen algunas personas que piensen que la violencia contra las mujeres forma una parte esencial de la naturaleza humana, creemos que no fue así, y que puede volver a no serlo. Si las mujeres fueron diosas en tiempo pretérito cuando las poblaciones eran nómadas y compartían la vida y la comida buscándola día a día, y cuando la maternidad se consideró una excelencia por permitir la reproducción de la especie, no creemos que las vejaciones y humillaciones pudieran formar parte habitual de la vida cotidiana. 
El paso a la posesión de la tierra y las guerras tribales para poseerla, si alejaron a la mujer del poder y los lugares de decisión convirtiéndose en objeto de cambio, trueque, violación para castigar a los enemigos, o simplemente objeto sexual para el mantenimiento de las casas y de las tierras. Las múltiples formas de violencias masculinas ejercidas durante años, y la normalización de su ejercicio, ha hecho confundir tanto los hechos reales, que incluso cuando se ha querido promulgar una Ley que desarrollara una discriminación positiva, hacia las que habían sido agredidas durante años, el poder mediático y “cavernario” de muchos varones, alentados por determinados grupos políticos han llegado a asegurar que los hombres son tan maltratados o discriminados como las mujeres. 

Entender que las relaciones han sido de igualdad y que no hay necesidad de endurecer las penas en un código penal, porque todas las violencias son iguales de malas, es no haber entendido nada de las raíces de la violencia de género, de la violencia contra las mujeres y es hacer aún más invisibles sus causas. Estas declaraciones se han hecho además partiendo de las mismas posiciones de poder que han justificado la violencia, y en algunos casos han sido realizadas también por mujeres feministas. 

El inicio del patriarcado provocó el inicio de la violencia contra las mujeres pero no está escrito en ninguna parte que esta situación deba durar para siempre, aunque dada la gran cantidad de violencia simbólica y real que nuestras mentes y nuestros cuerpos han debido asimilar durante siglos, deberemos continuar profundizando en análisis y tal como han hecho Esperanza Bosch y Victoria Ferrer, dando la voz a todas las invisibles que han sido silenciadas. El Código Penal no puede lograr cambios culturales, pero puede disuadir algún asesino de perpetrar su acto, y toda mejora de mortalidad será bienvenida cuando todavía vivimos en países tanto en el Norte como en el Sur de mujeres asesinadas cada cinco días por sus parejas, o ex-amantes.


  •  Violencias contra las mujeres durante el acto médico
LAS RELACIONES DE PODER EN EL ACTO MÉDICO. CÓMO SE EJERCEN LAS MICRO VIOLENCIAS 

“Una vez transformado en objeto médico, el cuerpo femenino puede convertirse en el lugar en donde el sadismo y el voyerismo se ejercen libremente al amparo de un método clínico que se estructura en las formas de la obsesión y de la compulsión de repetición. El médico busca, mira. Recoge, solicita las zona eróticas de las pacientes para luego describir y controlar minuciosamente sus reacciones, las palabras provocadas, interrumpidas, arrancadas a la afasia; pero al mismo tiempo es observado por una mirada trastornada, por un ojo igualmente atento y sin compasión que lo mira a su vez”

 LA DOBLE CARA DE LA VIOLENCIA EN LA ASISTENCIA SANITARIA 

El cuerpo de las mujeres intenta hablar a través de sus síntomas, que a veces ni ella misma entiende, ni puede relatar con coherencia. Cuando acude al sistema sanitario, no siempre el o la profesional que la atiende puede escuchar o la escucha con atención. Con apariencia de cara amable, pero mirando al ordenador, se empiezan a producir pequeñas intervenciones que a veces son vividas como agresiones por las personas que las reciben. Tomo prestada del Psicólogo Luis Bonino, la palabra microviolencias, que utiliza para describir diversas modalidades por las que los micromachismos ejercen sus relaciones de poder en las relaciones de pareja. 

Él propone que “un gran paso necesario para romper la imperceptibilidad de las microviolencias es nombrarlas y especificar sus diferentes variedades. Nombras es hacer visible lo invisible y poder operar sobre ello.”2 Yo me propongo empezar a nombrar estas microviolencias en el acto médico, para pensar como podremos evitarlas en el futuro. 

En la asistencia sanitaria se puede manifestar la violencia tanto en la no realización o la omisión de lo que sería obligatorio en la investigación específica de todos los hechos relacionados con la salud (las causas en los aspectos biológicos, clínicos, psicológicos, sociales, culturales y medioambientales) como en el momento de la realización del acto médico o sanitario ya que se pueden expresar estereotipos de género que minimicen la escucha de los problemas que plantean los pacientes en el momento del acto médico o colaboren en su victimización. 

 También, la falta de mujeres en las cohortes de investigación de los principales estudios de mortalidad, de factores de riesgo, de diferentes enfermedades (como las cardiovasculares o los distintos tipos de cáncer, no sólo el de mama) produce ausencia de ciencia y en cierto modo ejerce una forma de violencia, como el no valorar las condiciones de vida y trabajo y la sobrecarga psicosocial. O el que no se investiguen de forma rigurosa todas las enfermedades que afecten de forma prioritaria a las mujeres o que no se investiguen con evidencia buena los fármacos que  que se habla y este proceso ha empeorado cuando se ha obligado a los médicos y médicas de atención primaria a utilizar la pantalla del ordenador constantemente en lugar de atender y mirar a la paciente que tiene delante y escuchar lo que le ha de plantear, o al menos dirigirle la mirada. 

Otro aspecto de la limitación de la comunicación es precisamente no atender de forma clara a las palabras que dirige la paciente, con lo que no se la escucha correctamente y tampoco se responde a sus preguntas. Es más, es muy frecuente que, en una relación médico-paciente, cuando precisamente la programación del acto médico para las médicas es de cinco minutos por paciente, no se dé ningún espacio para que pueda preguntar, con lo cual no sólo no puede preguntar si no que a veces tampoco se responde a sus preguntas. Además, se utiliza el lenguaje como un método de separación y control porque se puede utilizar un lenguaje absolutamente técnico con lo cual el o la paciente no entiende lo que se le está diciendo, y el mismo lenguaje, como veremos más adelante, puede constituir un elemento de inferiorización y de iatrogenia. 

 ¿CÓMO SE MANIFIESTAN LAS RELACIONES DE SUPERIORIDAD E INFERIORIDAD?

 En principio, se manifiestan evitando escuchar la experiencia o la narración de los síntomas que presenta la paciente. La escucha puede ser difícil porque las mismas pacientes no saben explicar su historia clínica en forma de relato o narración sino que la expresan en forma de síntomas dispersos, que a veces no tienen conexión entre ellos. Y cuando se le pide a la paciente que relate en qué momento empezó el dolor o una determinada sensación de náusea, no puede especificarlo ya que la instauración de muchas enfermedades es de forma insidiosa y el dolor atrofia las posibilidades de que pueda contar en forma de relato cómo empezó. Además se desoyen los síntomas de las pacientes, comparándolos con un supuesto diagnóstico ya establecido, con frases como por ejemplo “esto no lo puede dar”. También la separación o la distancia, sin que se levante el profesional para poder realizar la exploración física. Hemos constatado en muchos actos médicos, que se realiza el diagnóstico sin haber realizado ningún tipo de exploración a las pacientes, y también la descalificación o desvalorización de las aportaciones que la paciente realiza en el acto médico. Por último, las culpabilizaciones hacia la paciente, haciendo ver que es culpable de sus síntomas, que seguramente atribuyen rápidamente a situaciones emocionales previas (sin haber sido explorada), con lo cual se deja a la paciente sin recursos, y el mismo médico se cierra las puertas a continuar investigando qué es lo que le está pasando en aquel ser humano. Otro aspecto de aislamiento sería la descalificación hacia otros profesionales en los que la persona confía, discutiendo su pericia a través de los mismos pacientes. Si una persona ha puesto su confianza en algún profesional que en cierta manera le ha aliviado alguno de los síntomas, pero necesita la ayuda de otro profesional, sea para pasarle análisis o sea para realizarle alguna exploración, es frecuente que se sientan atacados o violentados y cambien esta violencia por otra violencia que es descalificar o romper la relación de confianza que ha establecido esta paciente con el primer profesional que ha ordenado algún tipo de exploración. Por otra parte se les niegan las exploraciones, por ejemplo, le dicen a una paciente “ya se hizo análisis hace un año así que ya no necesita más” (paciente inmigrante sin papeles) 

O a la petición de la paciente de que, dado que está cansada, se pueda incluir algún análisis sobre la ferropenia en su analítica de control, el médico le contesta que “estos análisis no entran en el protocolo”, y por lo tanto ella no entra en el protocolo que está establecido para estudiar no precisamente el cansancio, sino para hacer una vigilancia de la salud superficial y a la medida del varón. En el aislamiento del exterior, a veces no se permiten preguntas cuando se ordena el tratamiento. Y en cambio el tratamiento debería se una sugerencia o una negociación, ya que al final es la o el paciente quien tendrá que tomar lo que se le ha prescrito. No se utiliza habitualmente el consentimiento informado, por lo tanto, en algunos tratamientos que pueden ser perjudiciales como por ejemplo la administración de anticonceptivos o la administración de terapia hormonal sustitutiva no se advierte a la paciente de los riesgos en los que puede incurrir si toma este tratamiento. Nosotros proponemos desde el centro de análisis, desde el CAPS, que se aplique el consentimiento informado en todos los casos en que el tratamiento puede tener efectos secundarios porque se da más información a la paciente para que pueda decidir qué es lo que tiene que hacer y para que pueda conocer los efectos secundarios de lo que toma.

La principal investigadora es Katarina Swahnberg, que ha trabajado en diversos cuestionarios para poder analizar como se ejercen las microviolencias en el acto médico y la percepción de las sensaciones de abuso en el mismo. Enlos estudios que está realizando desde el año 2003 en los Paises Nórdicos, para saber si se han experimentado abusos en la asistencia sanitaria a lo largo de la vida, se ha informado de una prevalencia del 24% de casos en Dinamarca, del 25% en Finlandia, del 28% en Islandia, del 13% en Noruega y del 20% en Suecia6. El NorVold Abuse Questionnaire (Nor AQ), que traducimos a continuación, encontró que un tercio de las mujeres pacientes que habían experimentado abusos en la asistencia sanitaria tenían antecedentes de abusos sexuales y /o físicos y emocionales durante la infancia, por lo que se podrían considerar revictimizadas. Pero los dos tercios restantes lo eran por primera vez por lo que Katarina Swahnberg emprendió un estudio para hacer un mapa de la prevalencia de abusos y variables asociadas entre nuevas victimas y pacientes revictimizdas. Para ello envió un cuestionario a cinco clínicas de ginecología Nórdicas7. La tasa de respuesta fue del 77% (n=3.641 mujeres). La prevalencia total a lo largo de la vida de haber sentido abudos en la asistencia sanitaria fue del 13 al 28%. Entre las nuevas víctimas, las variables asociadas fueron: alto nivel de educación, quejas físicas, síntomas de estrés postraumático, y problemas de sueño. La pobre salud autopercibida se asoció fuertemente con abusos en los tres grupos de mujeres. Cuestionario sobre abusos 


ABUSO EMOCIONAL
 Abuso medio ¿Ha experimentado que alguien sistemáticamente y por un largo período de tiempo trata de reprimirla, degradarla o humillarla? Abuso moderado 
¿Ha experimentado que alguien sistemáticamente y con amenazas o por la fuerza trate de limitar sus contactos con otros o controle totalmente lo que ud puede y no puede hacer? 
Abuso grave 
¿Ha experimentado vivir con miedo porque alguna persona o alguien cercano la ha amenazado sistemáticamente y por un largo período de tiempo. 


ABUSO FÍSICO Abuso medio 
¿ha experimentado que alguien le golpea, le da una bofetada, y la coge firmemente contra su voluntad? 
Abuso moderado ¿Ha experimentado que alguien la golpea con sus puños o con un objeto duro, que le da patadas, que la empuja violentamente, que le da una paliza o una zurra o algo similar? 
 Abuso grave ¿Ha experimentado que alguien amenace a su vida, tratando de estrangularle, o mostrándole un arma o un cuchillo , o con otro acto similar? 

ABUSO SEXUAL Abuso medio, sin contacto genital ¿Alguien contra su voluntad le ha tocado partes de su cuerpo que no eran los genitales de una “manera sexual” o ha sido forzada a tocar el cuerpo de otro u otra de “manera sexual”? Abuso medio, humillación sexual/ emocional ¿Ha sido sexualmente humillada de alguna otra forma; p ej siendo forzada a mirar una película porno contra su voluntad, forzada a participar en una película porno o similar, forzada a mostrar su cuerpo desnudo, o ha sido obligada a mirar cuando alguien más mostró su cuerpo desnudo? Abuso moderado, y contacto genital ¿Ha puesto alguien contra su voluntad su pene en su vagina, boca o recto, o tratado de poner; han puesto o tratado de poner un objeto o otra parte del cuerpo en vagina, boca o recto? Abuso severo, con penetración ¿Alguien contra su voluntad, le ha tocado sus genitales, usado su cuerpo para su satisfacción sexual o le ha forzado a tocar los genitales de alguien más? 

ABUSO EN ASISTENCIA SANITARIA Abuso medio ¿Se ha sentido alguna vez ofendida/o o fuertemente de Gradada/o mientras ha estado atendida en servicios Sanitarios, se ha sentido que alguien ha ejercicio algún tipo de extorsión, o no ha mostrado respeto para su opinión, de tal forma que Ud se sintió más tarde alterado o sufrió por esta experiencia? Abuso moderado ¿Ha experimentado alguna vez que un acontecimiento “normal”, mientras esta visitando los servicios sanitarios se Convierte de pronto en un experiencia terrible e insultante, Sin que Ud. sepa plenamente como ha podido ocurrir? Abuso grave ¿Ha experimentado que alguien de los servicios sanitarios - a su modo de entender- le está perjudicando física o mentalmente, la perturba enormemente y usa su cuerpo y su posición subordinada como desventaja para sus propios objetivos? 

 El estudio de las percepciones de las persona asistidas a partir del cuestionario ViolEP (“Violation of Ethical Principles Study”)8 que es un cuestionario que evalúa la violación de los principios éticos, detectó que la mayoría de mujeres que contestaron la encuesta (un 73%) ha experimentado que los profesionales sanitarios han desobedecido algunos de los principios éticos como la autonomía, la justicia, la integridad, y el respeto sin perversión, que deben presidir siempre las relaciones sanitarias. Una de cada dos personas de quienes se han violado sus principios éticos, lo han percibido como violaciones (el 68%). También la existencia de antecedentes personales con abusos sexuales, físicos o emocionales en la infancia se ha valorado como un factor de riesgo para ser victimizado en la asistencia sanitaria. Ejemplos de violaciones del principio de autonomia. - ¿Ud no ha estado informada/o adecuadamente? - ¿Le han dado bastante tiempo para considerar todas las opciones? - ¿ le han preguntado su opinión? - ¿Su opinión ha sido reconocida y valorada? - ¿ se le ha permitido tomar parte en las decisiones? - ¿Ha sido escuchada/o? - ¿Se ha sentido forzada/o aceptar un tratamiento o una prueba contra su voluntad por miedo al maltrato del profesional sino lo hacía? - ¿Algún otro problema similar? Ejemplos de violaciones del principio de respeto: Respeto físico: - ¿La/lo mantuvo en una postura determinada en contra de su voluntad? - ¿Le realizaron un examen o un tratamiento de una manera ruda? - ¿Le continuaron practicando un aexploración a pesar de sus protestas? - ¿La golpearon o la amenazaron con golpearla? - ¿Otro problema similar? Respeto sexual: - ¿La/lo miraban mientras se vestía o desvestía en lugar de ofrecerle hacerlo en privado? - ¿Escuchó comentarios o críticas en tono sexual sobre su cuerpo o su ropa interior? - ¿Flirteó o le habló en tono seductor? 8 Swahnberg Katarina, Wijma Barbro, and Liss Per-Erik. Female aptients report on health care staff’s disobedience of ethical principles. Acta Obstetrica et Gynecologica. 2006; 85: 830-6. 
 ¿Le habló de sus propias fantasías sexuales? - ¿Le realizaron una exploración que ud apreció que tenía connotaciones sexuales? - ¿Le tocaron de forma sexual sus pechos, genitales externos y otras partes de su cuerpo? - ¿Le solicitaron que se masturbase o que mirara como él/ella se masturbaba? - ¿Le ofrecieron iniciar una relación sexual con Ud? Ejemplo de violaciones del principio de justicia: - ¿Se permitió a otros pacientes que pasarán delante de Ud en la cola de espera sin que existiera una razón? - ¿No le dieron la asistencia que Ud pensaba que tenía derecho a tener? - ¿Otras similares? Ejemplos de violaciones del principio de integridad: - ¿Se burlaron de Ud.? - ¿Se sintió humillada? - ¿Sintió que sus sensaciones eran abandonadas y olvidadas? - ¿Violaron el secreto profesional respecto a Ud.? 

Las mujeres que contestaron el cuestionario relataban las cotas más altas de sufrimiento en relación a la violación de los principios de respeto físico y sexual, y el de integridad. Casi todas las mujeres que habían informado abusos en la asistencia sanitaria, habían percibido violaciones en los principios éticos. Pero unas 120 mujeres que no habían puntuado en el cuestionario de abusos general, dieron respuestas afirmativas cuando vieron de que se trataba la violación de principios éticos. Las pacientes no perciben como una violación de principios éticos, conductas que por frecuentes ya consideran “normales”, como que no se las escuche en el acto médico, o que no se les dé tiempo para considerar diversas opciones terapéuticas o exploratorias. Sin embargo, las pacientes como violación una exploración con connotaciones sexuales, o la violación del secreto profesional por parte de los profesionales. Todas las pacientes que informaron de estas experiencias las habían percibido como violaciones. 

La existencia de una violencia cultural, da soporte y legitima la violencia directa y la estructural. La violencia estructural es un proceso silente que impide que los individuos y los grupos profesionales se den cuenta de su verdadero potencial. Por ejemplo, los profesionales sanitarios desobedecen muchas veces los principios éticos, pero no se dan cuenta de ello y no siempre son percibidos como violaciones por las/los pacientes. Katrina Swahnberg argumenta que ni las pacientes ni no los profesionales se dan cuenta de las violaciones efectuadas en los ejemplos del cuestionario porque los dos grupos están sometidos a la violencia estructural. 
 Estar anuladas Después de los estudios anteriores la profesora Swahnberg decidió realizar un estudio cualitativo9 entre las mujeres suecas que habían manifestado estos abusos en la asistencia sanitaria. Como resultado de su estudio ha obtenido cuatro categorías de sensaciones que se repiten en todas las entrevistas efectuadas: la sensación de pérdida de poder, la sensación de ser ignorada, la sensación de haber experimentado falta de atención o cuidado y la falta de empatía. La sensación de pérdida de poder Las mujeres describen la sensación de pérdida de poder como la privación de la capacidad de actuar o de tener autoridad. Las sensaciones de pérdida de poder emergen de sentirse inferior y se ejercen a través de la humillación y/o del rechazo. Por ejemplo, algunas mujeres sienten que han tenido que esperarse de forma innecesaria durante mucho tiempo para ser atendidas y recibir ningún tipo de explicación por el retraso. Hacer que la gente se espere puede ser percibido como una forma de demostrar el poder sobre los pacientes por parte del personal sanitario pero en una humillación innecesaria. Si hay retrasos se debería avisar a las persona para que pudieran disponer de su tiempo. Otras sensaciones de las pacientes son por ejemplo sentir que nadie cree lo que están diciendo o que sus palabras y experiencias no se tienen en cuenta. Las mujeres también se sienten con pérdida de poder cuando ellas no están bien comprendidas. 

Cuando el personal sanitario no escucha a la mujer, ésta se siente cuestionada e insegura de las propias percepciones sobre su estado. En casos extremos, ella puede creer que sus problemas han sido creados por su propia imaginación. Un caso descritos por la profesora Swahnberg detalla una joven mujer que después de diez años de síntomas ha logrado que encontraran el correcto diagnóstico y ha sido intervenida quirúrgicamente. Hasta entonces y durante estos diez años, ella había creído que estos síntomas estaban sólo en su imaginación. Todo lo que las mujeres desean ser bien atendidas y que se las trate como seres humanos, iguales en derechos a los de los hombres. Cuando detallan los sentimientos de pérdida de poder, estos se describen como sensaciones de humillación y tristeza, y no dudan en llamar, a estos sentimientos, un abuso. 

La pérdida de poder la describen como “no tener voz”. Sensación de ser ignoradas Las mujeres se sienten ignoradas cuando ellas no son reconocidas, ni como seres humanos ni como pacientes, y en particular, cuando el personal sanitario no escucha sus necesidades específicas. Muchas de las personas que han contestado la encuesta cualitativa, ven que sus quejas y síntomas no han sido valorados seriamente por los profesionales hasta después de mucho tiempo de haber demandado ayuda. Esta pérdida de confianza y el ser ignoradas las hace sentir miserables y decepcionadas. 

Las rutinas que se desarrollan, pobres y escasas, la pérdida de conocimiento sobre las pacientes y la insuficiente preparación médica para entender qué es lo que les está pasando han sido otros aspectos importantes que hacen que las mujeres se sientan ignoradas. Últimamente la tendencia de hacer protocolos médicos para hacer más homogénea la atención, para controlar el gasto, pero 
 también para hacer pensar que todas las personas son iguales y van a necesitar las mismas exploraciones. 

Cuando una paciente solicita que se incluya alguna prueba más, o cuando la quiere incluir el mismo profesional sanitario, lo más probable es que la respuesta sea “que su caso no entra en el protocolo”, y queda su vida, su dolor y su cansancio en el terreno de nadie. También el hecho de haberse tenido que desplazar a lo largo de varios departamentos, realizarse pruebas, y pasar mucho tiempo entre el proceso de exploración y el diagnóstico hace que las mujeres se sientan mal comprendidas e ignoradas. Algunas mujeres han relatado que están convencidas de que el personal sanitario no conoce los derechos de los pacientes, y han descrito la sensación de ser ignoradas como ser percibidas como un objeto y ser tratadas como una cosa sin ningún sentimiento. La experiencia de falta de atención o cuidado es la pérdida de soporte emocional y de de tiempo para hablar, y la aplicación de tratamientos que son considerados injustos por parte de las usuarias. Por ejemplo, si las pacientes se presentan con dolor, las exploraciones puede que sean quizás dolorosas también, y en cambio, las pacientes relatan que no se les explica cuáles serán los procedimientos que se van a seguir o si se pueden hacer o no con algún tipo de con anestesia. Se producen entonces exploraciones que pueden ser dolorosas, sin haber valorado conjuntamente el proceso de intervención. La falta de atención o cuidado se ha descrito también como “tomar el camino más fácil”, que se escoge cuando los profesionales sólo proporcionan una explicación muy simplificada además de realizar una exploración que sea quizá la que puede producir más problemas a la paciente. El “camino más fácil” es el que se toma cuando se atribuyen los síntomas al tiempo atmosférico, al cansancio, incluso al mismo estrés de la mujer sin explorarla a fondo, o el que se toma cuando se realiza la exploración sin utilizar alguna prueba adecuada o utilizando un mínimo análisis, obviando otras exploraciones que podrían ser necesarias, pero que se tarda mucho más tiempo en conseguir el diagnóstico. 

Las personas que han experimentado falta de atención y que han respondido el cuestionario, se sienten abandonadas, sin haber recibido la información adecuada y sin haber sido informadas del procedimiento a seguir para una operación quirúrgica o exploración compleja. En consecuencia, algunas exploraciones fueron totalmente incomprensibles para las pacientes, puesto que no podían saber la utilidad de una intervención que les podía ser agresiva. La falta de empatía 

El desdén y la arrogancia constituyen una falta de empatía por parte del personal sanitario, y se han descrito como una experiencia espantosa por parte de las pacientes. Esta actitud oscila entre la insensibilidad y la inflexibilidad hasta la imposición de la fuerza y la manifestación de la hostilidad. La falta de empatía se ha descrito como una forma brusca, ruda y amenazante de imponer los tratamientos, que puede incluso evocar sensaciones de malestar y terror por parte de las pacientes. Se han expresados ejemplos diversos, como el de un ginecólogo que ante las dificultades que tenía para realizar el examen, gritó a la paciente porque contraía la vagina y por lo tanto no podía realizar la exploración como él deseaba. La mujer se sintió insultada por el trato y las palabras que le dirigió el especialista cualificando sus genitales y sus hábitos sexuales. Cuando ella no quiso cooperar, el ginecólogo la amenazó diciéndole que tendría que usar instrumentos aún más potentes para poder realizar el examen. La paciente terminó tan aterrorizada que no se pudo terminar la prueba. Posteriormente, en otro hospital y con anestesia, se le diagnosticó un cáncer. Ella relata que fue tratada “como una vaca”. 

 Cuando se analizan estas categorías (sensación de pérdida de poder, de ser ignoradas, de falta de atención hacia las pacientes y de empatía por parte del personal sanitario), las mujeres expresan sensaciones que fueron causadas por interacciones verbales y no verbales con los profesionales sanitarios que las atienden. Las cuatro categorías se solapan, pero cada una de ellas podría ser vista como una posible entrada en un círculo vicioso que conduce a un estado de anulación. Por lo tanto… ¿qué es un abuso en la asistencia sanitaria? En las entrevistas parece obvio que ser anulada es un estado de pérdida de dignidad, de frustración y ansiedad que crea sufrimiento personal. Las mujeres informan de un padecimiento intenso y habitual en las entrevistas aunque el acontecimiento hubiera pasado muchos años antes.

 Es una sensación que queda en sus mentes y que pueden repetir con todo lujo de detalles. En este estudio de la profesora Swahnberg y colaboradores, se ha utilizado la “Grounded Theory”, un método cualitativo de recoger y analizar datos con el objetivo de desarrollar observaciones empíricas o marcos teóricos que sean transferibles de un grupo de personas a otro. Esta teoría es utilizada para explorar las interacciones sociales entre humanos. Su punto de partida es que hay semejanzas entre las experiencias vitales de muchas personas. En su estudio, las coincidencias ya en las primeros momentos de las entrevistas en todas las mujeres indican que hay muchas similitudes entre las experiencias de las mujeres en relación a los abusos de la asistencia sanitaria a pesar de su diferente procedencia y formación. La interpretación de la autora ha sido que las mujeres que han participado en el estudio cualitativo han accedido a sus recuerdos de abuso en la asistencia sanitaria, y que los detalles de sus historias estuvieron en concordancia en todas las partes, con su respuesta emocional en el momento en que se realizó el abuso, así como en la situación que se desarrolló en el momento de la entrevista. Lillrank10 encontró que la dicotomía cuerpo-mente que todavía persiste en la ciencia biomédica, anula las experiencias subjetivas de los y las pacientes. Por ejemplo, un dolor de espalda que no haya sido diagnosticado puede llegar a generar un estigma para aquella persona. 

Ser anulado o anulada implica una pérdida de autonomía y de dignidad humana y crea un sufrimiento personal. Por lo tanto, la asistencia sanitaria es un lugar donde el cuidado y la falta de cuidado coexisten, y donde los pacientes pueden ser ayudados o anulados. Esto es una paradoja: las interacciones médicas, que son esenciales para la salud de las pacientes, a veces pueden producir una destrucción de la salud y del bienestar. Para comprender cómo es posible esta paradoja tenemos que examinar las estructuras de la asistencia sanitaria y las relaciones de poder que se establecen entre los profesionales y la pérdida de éste por parte de los pacientes. El poder ha sido un tema central en el estudio de la profesora Swahnberg y la pérdida de éste se ha descrito como “no tener voz”. Aunque las mujeres habían sufrido abusos en la asistencia sanitaria ellas no lo habían explicado a sus ginecólogos y ginecólogas, ni a sus profesionales de atención primaria, de modo que los posibles abusadores o abusadoras podían no darse cuenta de lo ocurrido. Este silencio mutuo es característico de la violencia estructural, que es un proceso silencioso que impide a los individuos darse cuenta de sus plenos potenciales psicológicos y psicosomáticos. 

Anular a los y las pacientes es una forma extrema de violencia estructural. Pero muchas profesionales son cada día más conscientes de lo que supone atender el organismo de otros seres humanos y de que no somos omnipotentes, pero si podemos ser respetuosas y 
 saber decir que no sabemos cuando nos preguntan por lo que les está pasando. Por ello, quiero reproducir aquí las palabras de una excelente Médica de Atención Primaria, la Dra. Pilar Babi, que en su práctica clínica profesional, y a pesar de las limitaciones del tiempo para cada paciente intenta hacer una práctica ética, como la otros miles de profesionales que también en silencio, la mantienen a pesar de las dificultades: “Mi osadía Hablar del cuerpo yo que no soy filósofa ni tengo erudición ninguna me parece una osadía. 

Y sin embargo, en mi condición de médica trato constantemente con él. Cuando una paciente o un paciente me dice “quiero que me atienda usted porque usted entiende mi cuerpo” me recuerda de un lado uno de los mayores retos de la medicina, atender cuerpos, y me ofrece, de otro, un precioso regalo de confianza. Es desde ese trato con los cuerpos, con el mío también, desde donde me propongo decir algo. Del cuerpo que es para mí - y creo que es experiencia común - “un poco otro”. Porque yo soy mi cuerpo y a la vez no lo soy del todo, ni solamente. La existencia encarnada, la conciencia encarnada o el cuerpo que se sabe cuerpo y que se sabe más, se vuelve otro… enigmático, casi extranjero. Se vuelve otra cosa que, para ser visible, precisa alguna forma de mediación -la de la palabra sí, aunque hay otras -y alguna forma de relación. Alguna forma pero no cualquiera. No todo vale porque lo que está en juego es la vida misma. Mi cuerpo y yo se viven a menudo de forma dicotómica, y ¡qué fácil entonces que se jerarquice esta vivencia! Se entrona el yo y deja al cuerpo subalterno, problemático, distante, observable…

Hay otros modos de salir al encuentro entre mi cuerpo y eso que llamo “yo”. Un encuentro que ha de ser obligadamente amoroso para que la jerarquía dé lugar a la entrega, a la adoración, a la alegría o al dolor y a la distancia cuando de seguro llegan. Experimentamos esto en muchas ocasiones, pero algunos momentos, en algunos pasajes – en el sentido que Luisa Muraro le da a esta palabra pasaje como de pasar a través de algo, como de nacimiento de algo- hacen que el abismo entre mí y mí pueda ser mayor. La enfermedad es uno de esos momentos. Como si de una bisagra por la que me doblo sobre misma se tratara, me confronto otra vez y me miro nuevamente. 

Que esa mirada sea una oportunidad o una condena depende más que de la enfermedad, que también por supuesto, del sentido que le demos a lo que podemos ver, a lo que podemos vivir. Esta es mi propuesta, esta es mi osadía : que el encuentro con mi cuerpo de mujer -tanto si el cuerpo está sano como si está enfermo- sea un espacio de sentido, un espacio de libertad” El lenguaje como yatrogenia El lenguaje verbal y el no verbal pueden llegar a ser instrumentos de control de los pacientes porque las mismas personas que realizan el acto médico pueden, de forma inconsciente, aplicar un lenguaje que destruya la relación con la paciente y sus mismas palabras pueden conseguir producir más enfermedad que la que deseaban aliviar. Por ejemplo, se le puede decir “esta exploración refleja que usted tiene una enfermedad muy grave” o a una mujer con problemas de columna vertebral desde la infancia, pero que ha desarrollado una vida profesional y personal con buena calidad de vida, al relatar dolor en la columna a los 60 años, su traumatólogo le dice: “Estarás peor siempre. No se puede hacer nada”, dejándola sin recursos y sin aliento en un primer 
 momento.

 Siempre y nada, dos palabras a cambiar en el vocabulario de la Medicina del antipoder, destructivo, porque podemos casi siempre hacer alguna cosa para paliar, aliviar y cambiar. La destrucción de la persona que se llega a convertir en una enferma en lugar de tener una enfermedad, se puede producir a través del lenguaje. “Esta radiografía es como la de una mujer de 70 años” cuando la paciente tiene 45 años, con lo cual sólo esta frase ya ha condicionado todo un imaginario para esta persona, que la deja sin recursos ya que de golpe ha envejecido 25 años sin que realmente su cuerpo sea exactamente así. O también atribuir toda la sintomatología, que a veces puede ser diversa y dispersa, a “usted no tiene ninguna solución ni ningún tratamiento, porque en realidad, usted lo que tiene es una enfermedad incurable denominada fibromialgia, que no sabemos de dónde viene y que no tiene tratamiento…pero a pesar de ello, le debo dar psicofármacos, ansiolíticos, antidepresivos, y algún parche de morfina, para que usted pueda poner ciertas barreras al dolor aunque no le puedo asegurar que este tratamiento le mejore”. 

Porque cuando a una mujer que tiene dolor y molestias intestinales y se la diagnostica de fibromialgia sin levantarse de la silla, nadie le ha preguntado que sus problemas se agudizan porque su marido está en crisis laboral, con graves problemas económicos y ella sufre de “problemas en el estómago y diarrea cunado el marido le explica los suyos.” También las enfermedades como destino que no podemos prevenir ni paliar da al traste con todos los factores de riesgo. Por ejemplo, cuando un ginecólogo que asiste a una mujer que ha tenido de siempre mama fibroquística severa y la quiere convencer de que tome terapia Hormonal sustitutiva en la menopausia, para vencer su miedo a que le pueda perjudicar a largo plazo, le lanza una afirmación categórica: “Si has de hacer un cáncer de mama, lo harás igual”. Creo que es necesario que desvelemos también este lenguaje oculto que hace enfermar, y que todos los silencios de las mujeres que han vuelto a casa con la amargura de haberse sentido incomprendidas y además humilladas, debe convertirse en palabras, para que el sufrimiento no se quede dentro y para que podamos escribir un libro entero de la yatrogenia verbal que las ha enfermado y frente a la que sólo podían poner la indefensión aprendida. Desde estas líneas les pedimos que nos escriban sus experiencias11, que todas van a ser útiles para que otras mujeres pierdan el miedo y exijan el respeto a su autonomía personal y a sus derechos a la salud. La ausencia de la voz y de la experiencia de las mujeres en la construcción de la clínica y en la definición de salud, sólo se podrá superar con la incorporación de las palabras de las mujeres al lenguaje de la Medicina.

 La paciente existe, pero quizás la sujeta paciente no, por eso me da luz para acabar este capítulo en el que resumo una experiencia personal y una experiencia nórdica con las palabras de Mª Milagros Rivera. “La sujeta paciente no existe en la gramática. Porque a ella, a ese sexo que no es ni uno ni dos, no le gusta la fragmentación prevista por los nexos gramaticales. Le gusta, en cambio, juntarlo todo, concordar contrarios, dar y recibir, llevar y traer, actuar y padecer, trabajar y descansar, simultáneamente si es posible. Por eso ella, cuando escribe, no es para distinguir si es ella la que trabaja con las palabras o si son las palabras las que trabajan en ella, dejándola descansada.” Maria Milagros Rivera Garretas12.

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