Profesor 0.0 Compromiso de Educar
EDUCAR
Pitágoras: “Es templar el alma para las dificultades de la vida.”
Platón: La educación es el proceso que permite al hombre tomar conciencia de la existencia de otra realidad, y más plena, a la que está llamado, de la que procede y hacia la que dirige. Por tanto “La educación es la desalineación, la ciencia es liberación y la filosofía es alumbramiento”.
Piaget: “Es forjar individuos, capaces de una autonomía intelectual y moral y que respeten esa autonomía del prójimo, en virtud precisamente de la regla de la reciprocidad.”
KANT:
"La educación tiene por fin el desarrollo en el hombre de toda la perfección que su naturaleza
lleva consigo"
KILPATRICK:
"La educación es el proceso de construcción individual que enriquece y guía la vida de tal
modo que resulte más intensa en la persona y en la sociedad".
PESTALOZZI:
“La educación es el desarrollo natural, progresivo y sistemático de todas las facultades".
https://youtu.be/g1psBwSE7W4
El fin de la educación
EDUCAR PARA SER ÚTIL A LA SOCIEDAD
Platón ya proponía en la República que la educación debía servir para formar artesanos, guardianes y gobernantes. Y otros filósofos griegos coinciden en que cada uno debe ser formado para ocupar eficazmente el lugar que le corresponde en la sociedad.
En ocasiones, los que defienden esta primacía social de la educación y la importancia de educar para servir a la comunidad y para cumplir las obligaciones sociales se apoyan en la necesidad de contrarrestar el excesivo individualismo propio de algunas sociedades capitalistas. Estos planteamientos comunitaristas insisten en remarcar las obligaciones y deberes que toda persona tiene con la sociedad, atendiendo al bien común y al ser social del hombre.
En estas diferentes posiciones se refleja la perenne dificultad de compaginar y equilibrar la individualidad del ser humano y su ser social; su libertad y la igualdad que la sociedad debe procurar. De hecho, algunos planteamientos educativos pragmatistas o con especial énfasis en la acción social y política se han gestado precisamente en condiciones de grandes injusticias sociales y mucha desigualdad. La urgencia de atender la educación de los más pobres y de promover un sistema de valores que remediara esas injusticias fue lo que movió a algunos autores a poner el énfasis de la educación en estas responsabilidades sociales.
Educar para ser útil a la sociedad
Un planteamiento muy extendido, y con mucha vigencia práctica hoy día es el
que podemos llamar pragmático o funcionalista, en el que se educa principalmente
para desempeñar un determinado papel en la sociedad.
Platón ya proponía en la República que la educación debía servir para formar
artesanos, guardianes y gobernantes. Y otros filósofos griegos coinciden en que cada
uno debe ser formado para ocupar eficazmente el lugar que le corresponde en la
sociedad.
Desde siempre, muchos sistemas educativos se han diseñado para formar los
cuadros militares, políticos y económicos que la sociedad necesita. Y aunque esta
finalidad práctica es, sin duda, una finalidad importante de la educación, el problema
surge al dar prioridades.
¿Es lo principal preparar personas eficaces en el servicio de unos intereses
determinados por el estado, por los poderes sociales, económicos y políticos?
¿O se
trata, más bien, de formar personas que en el ejercicio en libertad de su creatividad y
de sus capacidades puedan contribuir tanto a su desarrollo personal como al bien de
la sociedad?
Algunos riesgos importantes de los sistemas educativos cuya finalidad primera
es la utilidad social son:
1. Manipular a los individuos para que sirvan a los fines del estado, de la clase
dirigente o de los poderes que controlan los medios educativos.
2. Sacrificar los bienes y valores de las personas ante los valores comunitarios.
3. Generar un elitismo social en el que la persona es apreciada y triunfa solo en la
medida en que tiene éxito social.
Muchos de los estados y sistemas totalitarios de los dos últimos siglos han
tenido estos sesgos manipuladores de la educación que hacen a sus ciudadanos.
En ocasiones, los que defienden esta primacía social de la educación y la
importancia de educar para servir a la comunidad y para cumplir las obligaciones
sociales se apoyan en la necesidad de contrarrestar el excesivo individualismo propio
de algunas sociedades capitalistas. Estos planteamientos comunitaristas insisten en
remarcar las obligaciones y deberes que toda persona tiene con la sociedad,
atendiendo al bien común y al ser social del hombre.
En estas diferentes posiciones se refleja la perenne dificultad de compaginar y
equilibrar la individualidad del ser humano y su ser social; su libertad y la igualdad que
la sociedad debe procurar. De hecho, algunos planteamientos educativos pragmatistas
o con especial énfasis en la acción social y política se han gestado precisamente en
condiciones de grandes injusticias sociales y mucha desigualdad.
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La urgencia de atender la educación de los más pobres y de promover un
sistema de valores que remediara esas injusticias fue lo que movió a algunos autores
a poner el énfasis de la educación en estas responsabilidades sociales.
Educación centrada en la persona
Educar para el bien del individuo, sin olvidar su ser social, se ha propuesto con
diferentes matices según cómo los sistemas filosóficos ven lo más constitutivo y
esencial del humano. Así tenemos, entre otras, las que se suelen considerar más
importantes:
1. Educar para el hombre virtuoso, en la tradición del aristotelismo y el
cristianismo.
2. Educar para el hombre autónomo regido por la razón y el imperativo moral,
en la tradición de la Ilustración y Kant.
3. Educar para el hombre feliz, con sus diversas matizaciones, propio del
utilitarismo.
4. Educar en la sociedad plural.
1. Educar el carácter del hombre virtuoso
Un planteamiento clásico de la educación, expresado ya por Aristóteles y que
ha tenido y sigue teniendo mucha vigencia., es que la educación se debe centrar en
inculcar valores y fomentar los buenos hábitos de conducta concretados en las
distintas virtudes que deben caracterizar a un hombre excelente. Se suele expresar
este tipo de educación como la dirigida a formar el carácter.
Esta forma de entender la educación ha tenido una gran presencia en toda la
civilización cristiana y occidental y sigue teniendo mucha importancia en la actualidad
por su realismo y su cercanía a la visión de la vida colmada y buena que tenemos los
ciudadanos comunes. De hecho, se puede considerar que tiene un cierto renacer en
los últimos decenios al haber comprobado los escasos y, a veces, negativos
resultados de algunos planteamientos educativos del la segunda mitad del siglo XX
que despreciaban este planteamiento educativo.
Esta visión de la educación presenta algunas dificultades y retos, entre ellos:
1. Hay que elegir cuáles son las virtudes y los valores a los que se da
preeminencia en la educación y de esto depende mucho la real calidad
humana de la educación del carácter.
2. Puede llevar a que el educado actúe externamente de unas determinadas
maneras sólo por aparentar o cumplir con lo obligado, sin haber interiorizado
realmente el valor de esas conductas o de esas virtudes;
3. Tiene un riesgo importante de adoctrinamiento cuando se abusa de la
autoridad del educador para imponer unos determinados valores.
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2. Educar al individuo autónomo kantiano
La ética que propone Kant y que triunfa en la Ilustración es muy individualista.
El individuo se debe liberar de toda tutela, especialmente la de la Iglesia y de la
sociedad, y se tiene que guiar por la razón y por el imperativo moral. La lógica
configurará la ley. La educación debe conducir al individuo a desarrollar esos
principios absolutos y universales basados en la razón, que deben ser su guía de
conducta.
Para muchos críticos, este ser humano es tan individualista y racional que
pierde buena parte de la complejidad propia de la humanidad y de aquí procede una
de las principales debilidades de esta forma fría de concebir la educación.
3. Educación utilitarista para la felicidad
Para los utilitaristas, la búsqueda de lo que es adecuado y bueno para el
hombre, que muchos centran en la consecución de la felicidad, debe estar antes que
la noción de deber kantiana que hemos citado.
La dificultad surge al tratar de determinar qué es lo que hace feliz al ser
humano. A los fundadores de este movimiento se les llamó utilitaristas porque
centraban sus propuestas en el concepto de utilidad.
Las conductas útiles son las
que generan felicidad y esas son las que hay que educar.
Para la mayor parte de los autores, como no es el simple placer lo que es útil
para ser feliz, se entiende que hay que educar también algunos aspectos que pueden
disgustar en un momento determinado, pero que con el paso del tiempo contribuirán a
la felicidad de la persona.
4. Educar en la sociedad plural: una tarea difícil
El tiempo presente es, en la sociedad occidental y, cada vez más en todo el
mundo, un tiempo de pluralidad cultural, ideológica, religiosa, etc. El respeto a esta
pluralidad incluye la defensa de importantes y muy positivos valores individuales y
sociales como son el respeto y la tolerancia de las posturas distintas, el aprecio a la
paz, la búsqueda de la sostenibilidad ambiental y social, etc.
Pero también supone una pérdida de identidad muy importante con la crisis
vital consiguiente para muchas personas y sociedades. La sociedad que se ha dado
en llamar postmoderna, está cargada de escepticismo ante la posibilidad de alcanzar
la verdad, es relativista y muchos valores que eran básicos hasta hace poco tiempo se
han debilitado o se renuncia expresamente a ellos.
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Otra característica de nuestro tiempo es la generalización de la búsqueda de la
felicidad en el placer y el consumo de bienes materiales.
La educación en esta sociedad plural es más difícil porque, por una parte, al no
haber finalidades y valores compartidos ni claridad en lo que se quiere llegar a ser, se
debilita el sentido de la educación.
Por otra parte se socava también la autoridad del profesor. El profesor, como
otros educadores, necesita poseer autoridad para poder hacer su trabajo. Una
autoridad que no es tanto poder, sino sobre todo, reconocimiento natural de que los
fines educativos por los que trabaja están respaldados por el conjunto de la sociedad.
Y como este respaldo prácticamente no existe en la sociedad actual, se hace
especialmente difícil y costoso su trabajo.
El estudiante es el protagonista
El estudiante es el protagonista del proceso de educación y, por tanto, la referencia central para reflexionar sobre el trabajo del profesor, el sistema universitario y toda la educación, en general. Es cada estudiante el que se está formando, el que aprende y el que aprovecha este aprendizaje para desarrollarse como persona.
Parece un pensamiento obvio, pero supone, en realidad un importante cambio de enfoque respecto a un planteamiento de la docencia basado en el protagonismo del profesor como persona que explica, corrige y califica. Es verdad que ver la enseñanza como algo protagonizado por el profesor es muy lógico; porque es el profesor el que sabe y enseña una materia y enseñar consiste en explicar o transmitir el contenido de esa materia. Por esto, con mucha facilidad, los profesores centramos nuestra atención prioritariamente en la materia que vamos a enseñar y en la forma en la que explicaremos mejor.
Sin despreciar de ninguna manera, la importancia de los contenidos y de su explicación; centrar el punto de mira en el estudiante y en sus necesidades de aprendizaje nos ayuda a hacer una más cuidad selección de los contenidos y a diseñar mejor su enseñanza.
- Para impulsar que el alumno se sepa protagonista, y actúe como tal, ayuda conocer, dentro de lo posible:
2. Elegir adecuadamente los contenidos a aprender, es importante que el alumno los acepte como un reto personal
3. Tener en cuenta la motivación: es un aspecto clave para que el estudiante asuma su protagonismo
4. Encontrar la forma de transmitir al estudiante que, como profesor suyo, creo, reconozco y espero su protagonismo
El ser del estudiante: características
Cómo piensan y aprenden los estudiantes
Un grupo de unos 30 psicólogos estadounidenses especializados en educación recibieron el encargo de laAmerican Psychological Association (APA) para proponer unos principios que, procedentes de la ciencia psicológica, fueran útiles para la docencia.
Trabajando en equipo terminaron eligiendo 20 principios de los que vamos a comentar los ocho que se refieren a cómo aprenden los estudiantes.
El informe fue publicado en 2015 y hay una versión en español realizada por el Prof. Javier Tourón:
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