LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX



LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX



AULA DE EDUCACIÓN PERMANENTE

  • UC3M Senior 
  • Aula de educación permanente

PRIMERA PARTE:

RUPTURA Y CONTINUIDAD EN LA DEFINICIÓN DEL ESTADO LIBERAL

  • El diálogo entre cambios y pervivencias en la España del siglo XIX.
  • La nación en armas (1808-1814).
  • El proyecto reformista del Estado josefino.
  • La nación en las Cortes de Cádiz.
  • El retorno del Estado absoluto (1814-1820).
  • El desmoronamiento del Estado transoceánico: la emancipación americana.
  • El liberalismo en el poder. Trienio liberal (1820-1823).
  • El Estado absoluto y la transición. Entre las resistencias, la reforma o la ruptura (1823-1834).
  • La Guerra Carlista (1833-1840).
  • El régimen del Estatuto. De la reforma a la ruptura (1834-1836).
  • La ruptura liberal (1836-1840).
  • La Regencia de Espartero.

SEGUNDA PARTE:

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1843-1868)

  • Moderantismo y liberalismo.
  • La construcción política y administrativa del Estado liberal.
  • Teoría y práctica del régimen constitucional. Parlamento, Gobierno, Palacio.
  • La alternativa progresista y la superación de su proyecto político (1854-1858).
  • La Unión Liberal en el poder (1858-1863). El liberalismo pragmático.
  • La evolución del mercado nacional. Entre una economía cerrada y la apertura al exterior.
  • Las comunicaciones en la construcción del Estado y en la formación del mercado nacional.

TERCERA PARTE:

LOS LÍMITES DE LA SOCIEDAD ABIERTA

  • El componente humano en la sociedad española: régimen demográfico y movilidad espacial.
  • La reordenación de las elites del dinero y del poder. Los millonarios del siglo XIX. Las clases medias.
  • El pueblo como categoría colectiva del siglo XIX. Artesanos, tenderos y jornaleros.
  • Del mecenazgo de la Corte al del Estado liberal. Los espacios de sociabilidad cultural.

CUARTA PARTE:

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO DEMOCRÁTICO (1868-1874)

  • La crisis de los años 60. La revolución de septiembre de 1868.
  • El diseño de la democracia (octubre 1868-junio 1869).
  • La Regencia de Serrano (junio 1869-diciembre 1870).
  • La monarquía democrática (enero 1871-febrero 1873).
  • Las repúblicas (febrero 1873-enero 1874).1874: La República interina. Entre la indefinición y la consolidación del proyecto canovista.

LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1898)

  • El ordenamiento del sistema político de la Restauración: la constitución de 1876.
  • Los progresos en la modernización del Estado. La labor de Sagasti.
  • Los límites de la modernización. El déficit de ciudadanía. Orden social, caciquismo y práctica.
  • En los umbrales de la II Revolución Industrial. El desarrollo de la siderurgia vasca.
  • La quiebra de la España transatlántica. La guerra de Cuba.



  • El diálogo entre cambios y pervivencias en la España del siglo XIX.


Paralelamente a la implantación del liberalismo político, la economía española experimentó una serie de cambios importantes debido al establecimiento de un modelo económico capitalista y al inicio de la Revolución Industrial. Pero el proceso de cambio económico fue lento, en comparación con otros países, debido:
-a las malas comunicaciones, 
-a la falta de capital para invertir, 
-al analfabetismo, 
-al lento crecimiento de la población, etc. 

A finales del s. XIX. España seguía teniendo una economía básicamente agraria con un sector industrial limitado e incapaz de competir en el mercado exterior. Por ello los gobiernos liberales, especialmente los progresistas, adoptaron medidas políticas para acelerarlo: 
- Mediante las desamortizaciones (1836 y 1855) se produjo el cambio en la propiedad de la tierra. 
- La construcción del ferrocarril (Ley de Ferrocarriles de 1855) permitió la mejora de las comunicaciones y el desarrollo de las infraestructuras. 
- La modernización del sistema financiero
1 - Creación y consolidación de la Bolsa. 
2 - Ley de Bancos de Emisión (1856), por la que se permitió crear bancos privados que se establecieron en las principales ciudades españolas (Banco de Zaragoza, Santander, Bilbao…). El Banco Español de San Fernando pasó a denominarse “Banco de España”, que quedó configurado como banco nacional y mantuvo el monopolio de emisión de papel moneda. 
3 - Ley de Sociedades de Crédito (1856), permitió la entrada de las compañías financieras extranjeras en el sistema económico español, lo cual favoreció su intervención en algunas infraestructuras que exigían disponer de importantes cantidades de capital. 
4 - En 1868 se adoptó la peseta como nueva unidad del sistema monetario. 
- La política comercial fue en general proteccionista: protegió la producción industrial nacional (sobre todo la textil) frente a productos extranjeros. 

PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS. 

La gran transformación económica de este periodo fue el proceso de desamortización que (aunque se dieron algunos precedentes) realizaron los gobiernos progresistas durante el reinado de Isabel II (1833-1868) con el objetivo de convertir la tierra en un bien de propiedad privada y de libre disposición. Se inició con la desamortización eclesiástica de Mendizábal y se completó con la llevada a cabo por Madoz durante el Bienio Progresista, que afectó sobre todo a los bienes de los municipios. Las desamortizaciones y el cambio en la propiedad se llevaron a cabo con las siguientes medidas liberales progresistas: 
• Abolición de los señoríos jurisdiccionales que poseía la nobleza, que pasan a convertirse en propiedades privadas, incluso en aquellos casos en que la nobleza sólo tenía la jurisdicción, es decir el derecho a nombrar alcaldes, recibir algunos tributos, etc. Esto supuso que muchos campesinos, que carecían de documentos legales de propiedad, se vieron privados de sus derechos sobre la tierra que cultivaban y se convirtieran en asalariados o jornaleros. 
• Desaparición de los mayorazgos: tradicionalmente en la nobleza heredaba sólo el hijo mayor que no podía vender ni dividir el patrimonio. Ahora las propiedades se desvinculan y pueden comprarse y venderse, lo que permite sacar a la venta muchas tierras que estaban fuera del mercado. 
• La desamortización: que supone la expropiación y venta, a particulares, en subasta pública de las propiedades que estaban fuera del mercado (amortizadas) y que 1 pertenecían a la Iglesia y a los municipios. Se pasa de la propiedad feudal de la tierra a la propiedad capitalista: - Desamortización eclesiástica de Mendizábal. Juan Álvarez de Mendizábal inició en 1836 la desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas que consistió fundamentalmente en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia (buena parte del clero regular apoyaba a los carlistas). Sus objetivos eran: sanear la Hacienda pública y financiar la guerra contra los carlistas, así como crear una capa social de nuevos propietarios rurales que sostuviesen la revolución liberal. Los resultados no fueron todo lo positivos que se podría haber esperado ya que no solucionó el grave problema de la deuda pública y, aunque hizo que el liberalismo ganara adeptos, ganó muchos enemigos entre los católicos. Además, la mayor parte de los bienes desamortizados fueron comprados por nobles y burgueses urbanos adinerados. Los campesinos pobres no pudieron pujar en las subastas y vieron como los nuevos propietarios burgueses les subieron los alquileres de las tierras. - Desamortización general de Madoz (1855). La desamortización de Madoz se conoce como general porque incluía todo tipo de tierras amortizadas: afectó a las tierras de los municipios principalmente -“bienes de propios, tierras comunes y baldíos” (montes, dehesas, prados)- y a las que quedaban en manos de la Iglesia. Supuso prácticamente la liquidación de la propiedad amortizada. Los objetivos eran: obtener dinero para financiar las inversiones públicas (especialmente la construcción del ferrocarril) y reducir la deuda pública del Estado. La recaudación fue muy superior a la de Mendizábal. Sus resultados tampoco fueron muy positivos ya que arruinó a los ayuntamientos que, entre otras cosas, estaban a cargo de la instrucción pública y perjudicó a los vecinos más pobres que se vieron privados del aprovechamiento libre de las tierras comunales. El proceso desamortizador provocó que los beneficiarios fueran la burguesía y los terratenientes locales que eran los que disponían de dinero para comprarlos. No se creó, como se pretendía, un amplio grupo de pequeños propietarios, sino que se acentuó el latifundismo y los campesinos se vieron privados del uso de las tierras comunales. No se solucionó el eterno problema de la deuda pública y causó la ruina de los ayuntamientos. Fue una oportunidad perdida para realizar una reforma agraria y para introducir innovaciones técnicas agrarias significativas. En cuanto a la producción agraria, se produjo un aumento de la producción, especialmente de cereal, vid y olivo, por el aumento de la superficie cultivada y por la mayor demanda de la población. El transporte por ferrocarril favoreció el comercio y una cierta especialización regional. La ganadería, por el contrario, disminuyó por la abolición de la Mesta y la sustitución de la lana por el algodón. Pero el aumento de la productividad fue escaso ya que no hubo cambios en los sistemas y técnicas empleados. La política proteccionista que protegía los cereales permitía que éstos fueran rentables para los grandes propietarios, a pesar de los bajos rendimientos y de la excesiva cantidad de mano de obra utilizada, lo que no incentivaba la modernización. Los excedentes agrarios fueron insuficientes para garantizar un crecimiento sostenido de la población y las hambrunas fueron frecuentes. La situación de miseria de gran parte del campesinado, además de generar una fuerte conflictividad social, impidió que éste pueda demandar productos industriales y favorecer la industrialización. LAS PECULIARIDADES DE LA INCORPORACIÓN DE ESPAÑA A LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. La incorporación de España a la Revolución Industrial fue tardía, incompleta y desequilibrada con respecto a otros países europeos. Las principales razones fueron: - Los excedentes de la agricultura eran insuficientes para garantizar un crecimiento elevado de la población y, de hecho, fueron frecuentes las hambrunas; por otra parte, tampoco había una numerosa población urbana. 2 - La debilidad del consumo interior, por el bajo poder adquisitivo de gran parte de la población debido al estancamiento de la agricultura. - La inestabilidad política: guerra de la Independencia, pérdida de los territorios americanos y guerras carlistas. - La escasez de materias primas, fuentes de energía –falta de cursos de agua importantes para obtener energía hidráulica o carbón de mala calidad y difícil explotación- y el atraso tecnológico. - La falta de capitales privados para invertir en la industria (los que hay se destinan a comprar deuda pública, tierras desamortizadas o a invertir en la Bolsa). Sólo en Cataluña y en el Norte la burguesía invertía en la industria, en el resto del país serán capitales extranjeros. - Dependencia técnica, financiera y energética del exterior. - Mercado interior desarticulado por la difícil orografía que dificultó y elevó el precio del transporte. Falta de carreteras y desarrollo tardío y lento del ferrocarril. - La política proteccionista de los gobiernos favoreció el inmovilismo al tener asegurados los mercados nacionales frente a la competencia exterior. - Escasa competitividad en el mercado internacional de los productos nacionales, de menor calidad y más caros, debido en parte a la posición geográfica de España con respecto a Europa. Durante el siglo XIX España experimentó un proceso de aceleración industrial localizado en el sector textil de Barcelona y el metalúrgico de Bilbao y Oviedo-Gijón. El desarrollo industrial se centró en estas zonas costeras por su fácil accesibilidad por mar y su cercanía a los países europeos más avanzados económicamente (Francia y Reino Unido). El resto de España quedó, en gran medida, al margen del proceso de industrialización. - La industria textil catalana: Se localizó en Barcelona y se centró en la producción de tejidos de algodón. La prosperidad de este sector se debió, fundamentalmente, a tres razones: a. El temprano despegue industrial en Cataluña, que se inició en el siglo XVIII. b. La iniciativa empresarial de la burguesía catalana, que supo modernizar sus industrias con la incorporación constante de nuevas máquinas (máquinas de vapor, Jenny…) y nuevas técnicas de producción. c. La protección arancelaria, que permitió, tras la pérdida del mercado colonial americano, orientar la producción al mercado nacional sin la competencia inglesa. - La industria siderúrgica: Utiliza carbón y hierro. El desarrollo siderúrgico español se vio dificultado por la escasa calidad y alto coste del carbón español y la insuficiente demanda de productos siderúrgicos por parte de la agricultura, la industria y sobre todo los transportes, ya que para la construcción del ferrocarril se utilizaron materiales de hierro importados. Su localización fue cambiando a lo largo del siglo. Se pueden distinguir tres etapas: 1. Etapa andaluza (1830-1860): Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se hicieron en Málaga, aprovechando sus yacimientos de hierro, pero esta iniciativa acabó fracasando porque utilizaba carbón vegetal, más caro y de menor rendimiento. Tuvo su apogeo durante las guerras carlistas, que impedían la explotación de la minería del norte, pero los elevados costes la llevaron a la quiebra. 2. Etapa asturiana (1860-1880): los yacimientos de hulla en Asturias (Mieres y Langreo) favorecieron la localización de siderurgias en la zona, a pesar de la escasa calidad y poder calorífico, la producción de hierro creció con rapidez. 3. Etapa vizcaína (desde 1880): Vizcaya se convirtió en el centro de la siderurgia española por la abundancia de hierro y la actividad de la empresa Altos Hornos de Vizcaya. La clave del éxito estuvo en los “fletes de ida y vuelta” en barco: se exportaba mineral de hierro vasco a Gran Bretaña y se compraba carbón de 3 Gales – más barato y de mayor poder calorífico que el asturiano-. El desarrollo de la siderurgia vasca permitió la expansión de otros sectores como el naval. - La minería. España era rica en reservas de hierro, plomo, cinc, cobre (Río Tinto) y mercurio (Almadén). Pero la explotación minera no alcanzó su apogeo hasta el último cuarto del siglo XIX, debido al aumento de la demanda internacional, los avances técnicos que abarataron la extracción y el endeudamiento de la Hacienda española. Durante el Sexenio Democrático (1868-1874) se aprobó una legislación minera, “Ley de Bases sobre Minas” de 1868, que permitía la venta o concesión de los yacimientos mineros (que pertenecían al Estado), a distintas compañías, fundamentalmente extranjeras a cambio de una compensación monetaria; esto provocó una “desamortización” del subsuelo español. A partir de 1868 la exportación de minerales representó una de las principales partidas dentro de nuestro comercio exterior. - Otras industrias de consumo como la de alimentación, calzado, cerámica, vidrio, se desarrollaron en este periodo pero su producción era de pequeña escala, con bajos índices de capitalización y, en algunos casos, con sistemas de producción más artesanales que industriales. La industria española se vio sometida a la alternancia de políticas económicas proteccionistas (predominantes) y librecambistas. Tras el desastre del 98 se perdió el monopolio del mercado colonial, y cayeron las exportaciones, por lo que se implantó el proteccionismo y se pidió un nuevo arancel para los productos agrarios e industriales. MODERNIZACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS: EL IMPACTO DEL FERROCARRIL. La expansión del tendido ferroviario fue un factor clave de modernización como en el resto del mundo. España llegó con retraso al nuevo medio de transporte y la primera línea fue la construida entre Barcelona y Mataró en 1848, seguida por la de Madrid-Aranjuez (1851), pero la construcción era muy lenta por la falta de iniciativa y de capitales. La construcción del ferrocarril, muy cara debido al relieve montañoso de la Península, se aceleró con la Ley General de Ferrocarriles de 1855 que favoreció la creación de sociedades anónimas ferroviarias que se encargaran de construir y explotar los diferentes tramos de la red. Para ello se dieron subvenciones a los inversores, se eximió de aranceles la importación de materiales ferroviarios y se permitió la entrada de capitales extranjeros, sobre todo franceses, ante la falta de recursos internos. El Gobierno del Bienio Progresista (1854-56) del reinado de Isabel II, responsable de la Ley General de Ferrocarriles de 1855, estaba dispuesto a proporcionar todos los recursos y facilidades necesarios para alcanzar lo que consideraba un objetivo prioritario, por lo que aprobó otra serie de leyes para proporcionar los recursos necesarios: la Ley de desamortización general de Madoz (que proporcionaría fondos al Estado con que poder atender ayudas y subvenciones); la Ley de Bancos de Emisión y la Ley de Sociedades de Crédito (que facilitaría su financiación, dando entrada a compañías financieras extranjeras). Sin embargo, faltó una buena planificación a escala nacional, muchas concesiones respondieron a influencias caciquiles más que a la importancia de los recorridos y se construyó con cierta precipitación ya que el negocio era construir y cobrar subvenciones. El resultado fue un rápido ritmo de construcción, entre 1855 y 1864 entraron en funcionamiento 4.500 kilómetros de vía, con una media de 430 km. anuales. El ferrocarril español presenta dos características: - Una estructura radial, con el centro en Madrid de donde partían las líneas hacia las costas y fronteras. Este diseño dificultaba las comunicaciones entre las zonas más industrializadas y pobladas. - Un ancho de vía (de 23 cm) mayor que el europeo (para salvar la difícil orografía española), que dificultó las comunicaciones ferroviarias con Europa. El ritmo se frenó como consecuencia de la crisis de 1866 (uno de los antecedentes de la revolución de 1868), cuando se constató la poca rentabilidad de las inversiones ferroviarias debido al escaso número de viajeros y mercancías. Esto provocó la caída del valor de las 4 acciones y la quiebra de empresas y bancos, lo que paralizó la construcción ferroviaria durante 10 años. En 1866 la red había alcanzado los 5.145 kilómetros de extensión. El último impulso constructor del siglo XIX comenzó con la Restauración, en 1876, y coincidió con el desarrollo de la minería, con lo que una gran parte de los nuevos tramos conectaba las zonas mineras con el resto del país. El tráfico de mercancías y personas se incrementó notablemente. El ferrocarril jugó un papel fundamental en la articulación de un mercado nacional al conectar las distintas regiones, uniendo centros de producción y de consumo e incrementando intercambio de productos agrarios e industriales. El ferrocarril hará también posible el desarrollo urbano y la gran emigración del campo a las ciudades que se empieza a producir a finales de siglo. Pero será una oportunidad perdida para el desarrollo de la industria siderúrgica al favorecerse la importación de hierro extranjero (ya que la realidad era que la industria española no podía abastecer la demanda y el ritmo de producción que la construcción del ferrocarril requería). Se produjeron también otros avances en transportes y comunicaciones. Se extendió la navegación a vapor, se modernizó el correo, apareció el telégrafo, el alumbrado eléctrico y los tranvías urbanos. La modernización era palpable en las ciudades, pero no en el medio rural. TRANSFORMACIONES SOCIALES. CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES. GÉNESIS Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA. I. El crecimiento demográfico. Durante el siglo XIX la población española creció, pero lentamente. Se pasó de 10 millones a principios del s. XIX a 18,5 millones a finales de siglo. Se mantuvo el régimen demográfico antiguo, caracterizado por: - Altas tasas de natalidad. - Altas tasas de mortalidad (sobre todo infantil) debido a las crisis de subsistencias (escasez de alimentos), a la falta de higiene y a las enfermedades infecciosas (cólera, tifus, difteria, fiebre amarilla, tuberculosis), ambas muy relacionadas con la pobreza de la mayoría de la población. En momentos puntuales, la mortalidad se elevaba como consecuencia de las guerras (de Independencia, carlistas, de Cuba, etc.) y las epidemias. - La esperanza de vida no superaba los 35 años de media. La mayor parte de la población trabajaba en el sector agrario (más del 70%) y vivía en el campo, pero, desde los años sesenta se incrementó el éxodo rural debido al estancamiento del mundo agrario y las expectativas de trabajo que ofrecían las ciudades. La tendencia fue el abandono de la Meseta Central (salvo la ciudad de Madrid) para concentrarse en las áreas industriales periféricas y en la costa mediterránea y atlántica meridional. Este movimiento de población tuvo como consecuencia un importante crecimiento urbano, que fue mayor en Madrid, Barcelona o Bilbao, ciudades en pleno crecimiento industrial. Empieza una importante emigración exterior: el crecimiento demográfico y la escasez de cambios en la agricultura llevaron a muchos españoles a emigrar a otros continentes. Los emigrantes partían, principalmente, desde Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias, zonas con escasez de tierra y de puestos de trabajo, en dirección a América y, en particular, a Argentina, México, Cuba y Brasil. Las migraciones transoceánicas seguirán siendo muy importantes en el primer cuarto de siglo XX. Otro destino importante fue la colonia francesa de Argelia (principalmente desde el sureste del país). 5 II. De la sociedad estamental a la sociedad de clases. Durante siglos, la sociedad española mantuvo una estructura estamental que apenas experimentó modificaciones. En el siglo XIX, sobre todo a partir de 1833 (muerte de Fernando VII), se produjo una paulatina desaparición de la sociedad estamental que fue sustituida por una sociedad de clases. La sociedad deja de dividirse en estamentos cerrados, con derechos y obligaciones diferentes, y se estructura en una sociedad de clases, donde el criterio de división de la población es fundamentalmente el nivel de renta. Esta nueva sociedad permitió mayor movilidad social, bien por el éxito en los negocios, bien por la carrera administrativa o, sobre todo, militar. Podemos dividirla en los siguientes grupos sociales: 1. La clase alta o dirigente. Era el nuevo bloque social dominante, aunque minoritario en número, acumuló grandes propiedades y el establecimiento del sufragio censitario le otorgó el monopolio del poder político. Formaron una oligarquía resultado de la fusión de: a. La antigua aristocracia. Perdió sus privilegios estamentales, pero mantuvo su poder económico e influencia social. Conservó sus tierras, convertidas en propiedad privada, y adquirió nuevas propiedades con la desamortización. Algunos nobles se pasaron al mundo de los negocios y de las finanzas, pero la mayoría vivía de las rentas de sus propiedades agrícolas. Participaron en la vida política a través del Senado y, durante el reinado de Isabel II, constituyeron un grupo de gran influencia en la corte que formaba parte de las “camarillas” que rodeaban a la reina. La pequeña nobleza, los hidalgos, desaparecieron como grupo. Aunque muchos eran liberales en política, desde el punto de vista religioso y social eran conservadores. b. La alta burguesía. Vinculada al proceso de modernización económica, estaba formada por la burguesía terrateniente y rentista, que adquirió propiedades desamortizadas, la burguesía financiera (de hombres de negocios, comercio, banca) y los grandes industriales textiles, siderúrgicos y navieros. A los que hay que añadir los altos mandos militares y los profesionales alto nivel. No desplazó a la aristocracia como clase dominante sino que se identificó con ella, emparentando por la vía del matrimonio y compartiendo sus gustos y estilo de vida; la propia monarquía premiaba el ascenso social con la concesión de títulos nobiliarios. Con la excepción de algunos hombres de negocios catalanes y vascos no hay en ellos un carácter emprendedor orientado a generar riqueza. Desde una poderosa situación económica, defendía el liberalismo político (a través del sufragio censitario y la defensa de la propiedad privada), y el progresismo cultural, mientras que compartía con la nobleza sus gustos y estilo de vida. c. El clero. Como consecuencia del desarrollo de la revolución liberal, el clero perdió una parte de sus propiedades (desamortizaciones) y el diezmo, pasando a depender del Estado para el mantenimiento del culto y de los sacerdotes; además, las órdenes religiosas fueron reducidas drásticamente. A pesar de ello, mantuvo su influencia social y en la educación. 2. Las clases medias: Integrada por la mediana y pequeña burguesía que residía en las ciudades o por los labradores propietarios medianos en el ámbito rural. Era un grupo menos numeroso que en otros países –en torno al 5% de la población- y agrupaban a un conjunto heterogéneo de propietarios rurales, mandos intermedios del ejército, profesionales liberales de menor nivel (abogados, periodistas, médicos, etc.), pequeños comerciantes, empresarios y funcionarios. Era un grupo que se encontraba a caballo entre la élite, a la que admiraba, y el proletariado, al que miraba con desconfianza. Constituyeron un grupo muy influyente, porque formaban la administración tanto local como estatal y en gran medida controlaban los servicios básicos y la actividad productiva. Su ideología alternaba entre la conservadora-moderada (apoyando un gobierno fuerte que defienda el orden y la propiedad) y el progresismo. En la periferia, siguen opciones nacionalistas 6 (Lliga catalanista, PNV…). Muchos fueron evolucionando hacia posturas democráticas y se convierten en los principales defensores del republicanismo de carácter laico. El ejército será uno de los grupos sociales más importantes de la vida española en el siglo XIX, cuyo protagonismo político y social se debió a los numerosos pronunciamientos. 3. Las clases populares, constituían la inmensa mayoría de los españoles y el grupo social más desfavorecido. a. La población campesina. Era el grupo más numeroso, con dos tercios de la población total, y era bastante heterogénea. El mantenimiento de formas anacrónicas de propiedad (latifundio y minifundio) y de sistemas de producción anticuados hizo que la vida del campesinado español fuera muy dura y el mundo rural siguiera anclado en el pasado. A mediados de siglo la mitad de la población rural era jornalera y sometida al paro estacional, especialmente en la zona centro y sur. Una minoría eran arrendatarios y el resto propietarios. Los campesinos fueron los grandes sacrificados de las reformas liberales, ya que no se reconocieron sus derechos sobre las tierras señoriales ni se les facilitó el acceso a las propiedades desamortizadas y perdieron los derechos comunales. Las difíciles condiciones de vida en el campo generaron una fuerte conflictividad social y favorecieron la emigración a las ciudades. b. La población urbana: era menos numerosa pero importante. En ella se integraban trabajadores de los talleres artesanales, empleados, criados, servicio doméstico, mendigos, etc. Con la aparición de la industria, surge un nuevo grupo social, el proletariado, que trabaja en la industria por un salario. Su número era escaso y se concentraba en las fábricas textiles de Barcelona, y en la siderurgia de Vizcaya. Sufrían malas condiciones de vida: bajos salarios, sin prestaciones sociales (invalidez, enfermedad, vejez…), miseria, hacinamiento, largas jornadas, etc. Recurren a las huelgas y van a ir desarrollando una conciencia de clase que dará lugar a la aparición de las primeras organizaciones obreras y sindicatos. 

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