LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
AULA DE EDUCACIÓN PERMANENTE
PRIMERA PARTE:
RUPTURA Y CONTINUIDAD EN LA DEFINICIÓN DEL ESTADO LIBERAL
SEGUNDA PARTE:
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1843-1868)
TERCERA PARTE:
LOS LÍMITES DE LA SOCIEDAD ABIERTA
CUARTA PARTE:
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO DEMOCRÁTICO (1868-1874)
LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1898)
Paralelamente a la implantación del liberalismo político, la economía española experimentó
una serie de cambios importantes debido al establecimiento de un modelo económico
capitalista y al inicio de la Revolución Industrial. Pero el proceso de cambio económico fue lento,
en comparación con otros países, debido:
-a las malas comunicaciones,
-a la falta de capital para
invertir,
-al analfabetismo,
-al lento crecimiento de la población, etc.
A finales del s. XIX. España
seguía teniendo una economía básicamente agraria con un sector industrial limitado e incapaz
de competir en el mercado exterior. Por ello los gobiernos liberales, especialmente los
progresistas, adoptaron medidas políticas para acelerarlo:
- Mediante las desamortizaciones (1836 y 1855) se produjo el cambio en la propiedad de
la tierra.
- La construcción del ferrocarril (Ley de Ferrocarriles de 1855) permitió la mejora de las
comunicaciones y el desarrollo de las infraestructuras.
- La modernización del sistema financiero:
1 - Creación y consolidación de la Bolsa.
2 - Ley de Bancos de Emisión (1856), por la que se permitió crear bancos
privados que se establecieron en las principales ciudades españolas (Banco de
Zaragoza, Santander, Bilbao…). El Banco Español de San Fernando pasó a
denominarse “Banco de España”, que quedó configurado como banco nacional
y mantuvo el monopolio de emisión de papel moneda.
3 - Ley de Sociedades de Crédito (1856), permitió la entrada de las compañías
financieras extranjeras en el sistema económico español, lo cual favoreció su
intervención en algunas infraestructuras que exigían disponer de importantes
cantidades de capital.
4 - En 1868 se adoptó la peseta como nueva unidad del sistema monetario.
- La política comercial fue en general proteccionista: protegió la producción industrial
nacional (sobre todo la textil) frente a productos extranjeros.
PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS.
La gran transformación económica de este periodo fue el proceso de desamortización
que (aunque se dieron algunos precedentes) realizaron los gobiernos progresistas durante el
reinado de Isabel II (1833-1868) con el objetivo de convertir la tierra en un bien de propiedad
privada y de libre disposición. Se inició con la desamortización eclesiástica de Mendizábal y se
completó con la llevada a cabo por Madoz durante el Bienio Progresista, que afectó sobre todo
a los bienes de los municipios.
Las desamortizaciones y el cambio en la propiedad se llevaron a cabo con las siguientes
medidas liberales progresistas:
• Abolición de los señoríos jurisdiccionales que poseía la nobleza, que pasan a
convertirse en propiedades privadas, incluso en aquellos casos en que la nobleza sólo
tenía la jurisdicción, es decir el derecho a nombrar alcaldes, recibir algunos tributos, etc.
Esto supuso que muchos campesinos, que carecían de documentos legales de
propiedad, se vieron privados de sus derechos sobre la tierra que cultivaban y se
convirtieran en asalariados o jornaleros.
• Desaparición de los mayorazgos: tradicionalmente en la nobleza heredaba sólo el hijo
mayor que no podía vender ni dividir el patrimonio. Ahora las propiedades se
desvinculan y pueden comprarse y venderse, lo que permite sacar a la venta muchas
tierras que estaban fuera del mercado.
• La desamortización: que supone la expropiación y venta, a particulares, en subasta
pública de las propiedades que estaban fuera del mercado (amortizadas) y que
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pertenecían a la Iglesia y a los municipios. Se pasa de la propiedad feudal de la tierra a la
propiedad capitalista:
- Desamortización eclesiástica de Mendizábal. Juan Álvarez de Mendizábal inició en
1836 la desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas que consistió
fundamentalmente en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia
(buena parte del clero regular apoyaba a los carlistas). Sus objetivos eran: sanear la
Hacienda pública y financiar la guerra contra los carlistas, así como crear una capa
social de nuevos propietarios rurales que sostuviesen la revolución liberal.
Los resultados no fueron todo lo positivos que se podría haber esperado ya que no
solucionó el grave problema de la deuda pública y, aunque hizo que el liberalismo
ganara adeptos, ganó muchos enemigos entre los católicos. Además, la mayor parte
de los bienes desamortizados fueron comprados por nobles y burgueses urbanos
adinerados. Los campesinos pobres no pudieron pujar en las subastas y vieron como
los nuevos propietarios burgueses les subieron los alquileres de las tierras.
- Desamortización general de Madoz (1855). La desamortización de Madoz se
conoce como general porque incluía todo tipo de tierras amortizadas: afectó a las
tierras de los municipios principalmente -“bienes de propios, tierras comunes y
baldíos” (montes, dehesas, prados)- y a las que quedaban en manos de la Iglesia.
Supuso prácticamente la liquidación de la propiedad amortizada. Los objetivos eran:
obtener dinero para financiar las inversiones públicas (especialmente la
construcción del ferrocarril) y reducir la deuda pública del Estado. La recaudación
fue muy superior a la de Mendizábal.
Sus resultados tampoco fueron muy positivos ya que arruinó a los ayuntamientos
que, entre otras cosas, estaban a cargo de la instrucción pública y perjudicó a los
vecinos más pobres que se vieron privados del aprovechamiento libre de las tierras
comunales.
El proceso desamortizador provocó que los beneficiarios fueran la burguesía y los
terratenientes locales que eran los que disponían de dinero para comprarlos. No se creó,
como se pretendía, un amplio grupo de pequeños propietarios, sino que se acentuó el
latifundismo y los campesinos se vieron privados del uso de las tierras comunales. No se
solucionó el eterno problema de la deuda pública y causó la ruina de los ayuntamientos.
Fue una oportunidad perdida para realizar una reforma agraria y para introducir
innovaciones técnicas agrarias significativas.
En cuanto a la producción agraria, se produjo un aumento de la producción,
especialmente de cereal, vid y olivo, por el aumento de la superficie cultivada y por la mayor
demanda de la población. El transporte por ferrocarril favoreció el comercio y una cierta
especialización regional. La ganadería, por el contrario, disminuyó por la abolición de la Mesta y
la sustitución de la lana por el algodón. Pero el aumento de la productividad fue escaso ya que
no hubo cambios en los sistemas y técnicas empleados. La política proteccionista que protegía
los cereales permitía que éstos fueran rentables para los grandes propietarios, a pesar de los
bajos rendimientos y de la excesiva cantidad de mano de obra utilizada, lo que no incentivaba la
modernización. Los excedentes agrarios fueron insuficientes para garantizar un crecimiento
sostenido de la población y las hambrunas fueron frecuentes. La situación de miseria de gran
parte del campesinado, además de generar una fuerte conflictividad social, impidió que éste
pueda demandar productos industriales y favorecer la industrialización.
LAS PECULIARIDADES DE LA INCORPORACIÓN DE ESPAÑA A LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.
La incorporación de España a la Revolución Industrial fue tardía, incompleta y
desequilibrada con respecto a otros países europeos. Las principales razones fueron:
- Los excedentes de la agricultura eran insuficientes para garantizar un crecimiento
elevado de la población y, de hecho, fueron frecuentes las hambrunas; por otra parte,
tampoco había una numerosa población urbana.
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- La debilidad del consumo interior, por el bajo poder adquisitivo de gran parte de la
población debido al estancamiento de la agricultura.
- La inestabilidad política: guerra de la Independencia, pérdida de los territorios
americanos y guerras carlistas.
- La escasez de materias primas, fuentes de energía –falta de cursos de agua importantes
para obtener energía hidráulica o carbón de mala calidad y difícil explotación- y el
atraso tecnológico.
- La falta de capitales privados para invertir en la industria (los que hay se destinan a
comprar deuda pública, tierras desamortizadas o a invertir en la Bolsa). Sólo en Cataluña
y en el Norte la burguesía invertía en la industria, en el resto del país serán capitales
extranjeros.
- Dependencia técnica, financiera y energética del exterior.
- Mercado interior desarticulado por la difícil orografía que dificultó y elevó el precio del
transporte. Falta de carreteras y desarrollo tardío y lento del ferrocarril.
- La política proteccionista de los gobiernos favoreció el inmovilismo al tener asegurados
los mercados nacionales frente a la competencia exterior.
- Escasa competitividad en el mercado internacional de los productos nacionales, de
menor calidad y más caros, debido en parte a la posición geográfica de España con
respecto a Europa.
Durante el siglo XIX España experimentó un proceso de aceleración industrial localizado en
el sector textil de Barcelona y el metalúrgico de Bilbao y Oviedo-Gijón. El desarrollo industrial se
centró en estas zonas costeras por su fácil accesibilidad por mar y su cercanía a los países
europeos más avanzados económicamente (Francia y Reino Unido). El resto de España quedó,
en gran medida, al margen del proceso de industrialización.
- La industria textil catalana: Se localizó en Barcelona y se centró en la producción de
tejidos de algodón. La prosperidad de este sector se debió, fundamentalmente, a tres
razones:
a. El temprano despegue industrial en Cataluña, que se inició en el siglo XVIII.
b. La iniciativa empresarial de la burguesía catalana, que supo modernizar sus
industrias con la incorporación constante de nuevas máquinas (máquinas de
vapor, Jenny…) y nuevas técnicas de producción.
c. La protección arancelaria, que permitió, tras la pérdida del mercado colonial
americano, orientar la producción al mercado nacional sin la competencia
inglesa.
- La industria siderúrgica: Utiliza carbón y hierro. El desarrollo siderúrgico español se vio
dificultado por la escasa calidad y alto coste del carbón español y la insuficiente demanda de
productos siderúrgicos por parte de la agricultura, la industria y sobre todo los transportes,
ya que para la construcción del ferrocarril se utilizaron materiales de hierro importados. Su
localización fue cambiando a lo largo del siglo. Se pueden distinguir tres etapas:
1. Etapa andaluza (1830-1860): Los primeros intentos de crear una siderurgia
moderna se hicieron en Málaga, aprovechando sus yacimientos de hierro, pero
esta iniciativa acabó fracasando porque utilizaba carbón vegetal, más caro y de
menor rendimiento. Tuvo su apogeo durante las guerras carlistas, que impedían
la explotación de la minería del norte, pero los elevados costes la llevaron a la
quiebra.
2. Etapa asturiana (1860-1880): los yacimientos de hulla en Asturias (Mieres y
Langreo) favorecieron la localización de siderurgias en la zona, a pesar de la
escasa calidad y poder calorífico, la producción de hierro creció con rapidez.
3. Etapa vizcaína (desde 1880): Vizcaya se convirtió en el centro de la siderurgia
española por la abundancia de hierro y la actividad de la empresa Altos Hornos
de Vizcaya. La clave del éxito estuvo en los “fletes de ida y vuelta” en barco: se
exportaba mineral de hierro vasco a Gran Bretaña y se compraba carbón de
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Gales – más barato y de mayor poder calorífico que el asturiano-. El desarrollo
de la siderurgia vasca permitió la expansión de otros sectores como el naval.
- La minería. España era rica en reservas de hierro, plomo, cinc, cobre (Río Tinto) y mercurio
(Almadén). Pero la explotación minera no alcanzó su apogeo hasta el último cuarto del siglo
XIX, debido al aumento de la demanda internacional, los avances técnicos que abarataron la
extracción y el endeudamiento de la Hacienda española. Durante el Sexenio Democrático
(1868-1874) se aprobó una legislación minera, “Ley de Bases sobre Minas” de 1868, que
permitía la venta o concesión de los yacimientos mineros (que pertenecían al Estado), a
distintas compañías, fundamentalmente extranjeras a cambio de una compensación
monetaria; esto provocó una “desamortización” del subsuelo español. A partir de 1868 la
exportación de minerales representó una de las principales partidas dentro de nuestro
comercio exterior.
- Otras industrias de consumo como la de alimentación, calzado, cerámica, vidrio, se
desarrollaron en este periodo pero su producción era de pequeña escala, con bajos índices
de capitalización y, en algunos casos, con sistemas de producción más artesanales que
industriales.
La industria española se vio sometida a la alternancia de políticas económicas
proteccionistas (predominantes) y librecambistas. Tras el desastre del 98 se perdió el monopolio
del mercado colonial, y cayeron las exportaciones, por lo que se implantó el proteccionismo y se
pidió un nuevo arancel para los productos agrarios e industriales.
MODERNIZACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS: EL IMPACTO DEL FERROCARRIL.
La expansión del tendido ferroviario fue un factor clave de modernización como en el
resto del mundo. España llegó con retraso al nuevo medio de transporte y la primera línea fue la
construida entre Barcelona y Mataró en 1848, seguida por la de Madrid-Aranjuez (1851), pero
la construcción era muy lenta por la falta de iniciativa y de capitales.
La construcción del ferrocarril, muy cara debido al relieve montañoso de la Península, se
aceleró con la Ley General de Ferrocarriles de 1855 que favoreció la creación de sociedades
anónimas ferroviarias que se encargaran de construir y explotar los diferentes tramos de la red.
Para ello se dieron subvenciones a los inversores, se eximió de aranceles la importación de
materiales ferroviarios y se permitió la entrada de capitales extranjeros, sobre todo franceses,
ante la falta de recursos internos.
El Gobierno del Bienio Progresista (1854-56) del reinado de Isabel II, responsable de la
Ley General de Ferrocarriles de 1855, estaba dispuesto a proporcionar todos los recursos y
facilidades necesarios para alcanzar lo que consideraba un objetivo prioritario, por lo que
aprobó otra serie de leyes para proporcionar los recursos necesarios: la Ley de desamortización
general de Madoz (que proporcionaría fondos al Estado con que poder atender ayudas y
subvenciones); la Ley de Bancos de Emisión y la Ley de Sociedades de Crédito (que facilitaría su
financiación, dando entrada a compañías financieras extranjeras). Sin embargo, faltó una buena
planificación a escala nacional, muchas concesiones respondieron a influencias caciquiles más
que a la importancia de los recorridos y se construyó con cierta precipitación ya que el negocio
era construir y cobrar subvenciones.
El resultado fue un rápido ritmo de construcción, entre 1855 y 1864 entraron en
funcionamiento 4.500 kilómetros de vía, con una media de 430 km. anuales. El ferrocarril
español presenta dos características:
- Una estructura radial, con el centro en Madrid de donde partían las líneas hacia las costas y
fronteras. Este diseño dificultaba las comunicaciones entre las zonas más industrializadas y
pobladas.
- Un ancho de vía (de 23 cm) mayor que el europeo (para salvar la difícil orografía española),
que dificultó las comunicaciones ferroviarias con Europa.
El ritmo se frenó como consecuencia de la crisis de 1866 (uno de los antecedentes de la
revolución de 1868), cuando se constató la poca rentabilidad de las inversiones ferroviarias
debido al escaso número de viajeros y mercancías. Esto provocó la caída del valor de las
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acciones y la quiebra de empresas y bancos, lo que paralizó la construcción ferroviaria durante
10 años. En 1866 la red había alcanzado los 5.145 kilómetros de extensión.
El último impulso constructor del siglo XIX comenzó con la Restauración, en 1876, y
coincidió con el desarrollo de la minería, con lo que una gran parte de los nuevos tramos
conectaba las zonas mineras con el resto del país. El tráfico de mercancías y personas se
incrementó notablemente.
El ferrocarril jugó un papel fundamental en la articulación de un mercado nacional al
conectar las distintas regiones, uniendo centros de producción y de consumo e incrementando
intercambio de productos agrarios e industriales. El ferrocarril hará también posible el desarrollo
urbano y la gran emigración del campo a las ciudades que se empieza a producir a finales de
siglo. Pero será una oportunidad perdida para el desarrollo de la industria siderúrgica al
favorecerse la importación de hierro extranjero (ya que la realidad era que la industria española
no podía abastecer la demanda y el ritmo de producción que la construcción del ferrocarril
requería).
Se produjeron también otros avances en transportes y comunicaciones. Se extendió la
navegación a vapor, se modernizó el correo, apareció el telégrafo, el alumbrado eléctrico y los
tranvías urbanos. La modernización era palpable en las ciudades, pero no en el medio rural.
TRANSFORMACIONES SOCIALES. CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL
A LA SOCIEDAD DE CLASES. GÉNESIS Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA.
I. El crecimiento demográfico.
Durante el siglo XIX la población española creció, pero lentamente. Se pasó de 10 millones
a principios del s. XIX a 18,5 millones a finales de siglo. Se mantuvo el régimen demográfico
antiguo, caracterizado por:
- Altas tasas de natalidad.
- Altas tasas de mortalidad (sobre todo infantil) debido a las crisis de subsistencias
(escasez de alimentos), a la falta de higiene y a las enfermedades infecciosas (cólera, tifus,
difteria, fiebre amarilla, tuberculosis), ambas muy relacionadas con la pobreza de la
mayoría de la población. En momentos puntuales, la mortalidad se elevaba como
consecuencia de las guerras (de Independencia, carlistas, de Cuba, etc.) y las epidemias.
- La esperanza de vida no superaba los 35 años de media.
La mayor parte de la población trabajaba en el sector agrario (más del 70%) y vivía en el
campo, pero, desde los años sesenta se incrementó el éxodo rural debido al estancamiento del
mundo agrario y las expectativas de trabajo que ofrecían las ciudades. La tendencia fue el
abandono de la Meseta Central (salvo la ciudad de Madrid) para concentrarse en las áreas
industriales periféricas y en la costa mediterránea y atlántica meridional. Este movimiento de
población tuvo como consecuencia un importante crecimiento urbano, que fue mayor en
Madrid, Barcelona o Bilbao, ciudades en pleno crecimiento industrial.
Empieza una importante emigración exterior: el crecimiento demográfico y la escasez de
cambios en la agricultura llevaron a muchos españoles a emigrar a otros continentes. Los
emigrantes partían, principalmente, desde Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias, zonas con
escasez de tierra y de puestos de trabajo, en dirección a América y, en particular, a Argentina,
México, Cuba y Brasil. Las migraciones transoceánicas seguirán siendo muy importantes en el
primer cuarto de siglo XX. Otro destino importante fue la colonia francesa de Argelia
(principalmente desde el sureste del país).
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II. De la sociedad estamental a la sociedad de clases.
Durante siglos, la sociedad española mantuvo una estructura estamental que apenas
experimentó modificaciones. En el siglo XIX, sobre todo a partir de 1833 (muerte de Fernando
VII), se produjo una paulatina desaparición de la sociedad estamental que fue sustituida por una
sociedad de clases. La sociedad deja de dividirse en estamentos cerrados, con derechos y
obligaciones diferentes, y se estructura en una sociedad de clases, donde el criterio de división
de la población es fundamentalmente el nivel de renta. Esta nueva sociedad permitió mayor
movilidad social, bien por el éxito en los negocios, bien por la carrera administrativa o, sobre
todo, militar. Podemos dividirla en los siguientes grupos sociales:
1. La clase alta o dirigente. Era el nuevo bloque social dominante, aunque minoritario en
número, acumuló grandes propiedades y el establecimiento del sufragio censitario le otorgó el
monopolio del poder político. Formaron una oligarquía resultado de la fusión de:
a. La antigua aristocracia. Perdió sus privilegios estamentales, pero mantuvo su poder
económico e influencia social. Conservó sus tierras, convertidas en propiedad privada,
y adquirió nuevas propiedades con la desamortización. Algunos nobles se pasaron al
mundo de los negocios y de las finanzas, pero la mayoría vivía de las rentas de sus
propiedades agrícolas. Participaron en la vida política a través del Senado y, durante el
reinado de Isabel II, constituyeron un grupo de gran influencia en la corte que formaba
parte de las “camarillas” que rodeaban a la reina. La pequeña nobleza, los hidalgos,
desaparecieron como grupo.
Aunque muchos eran liberales en política, desde el punto de vista religioso y social
eran conservadores.
b. La alta burguesía. Vinculada al proceso de modernización económica, estaba formada
por la burguesía terrateniente y rentista, que adquirió propiedades desamortizadas, la
burguesía financiera (de hombres de negocios, comercio, banca) y los grandes
industriales textiles, siderúrgicos y navieros. A los que hay que añadir los altos mandos
militares y los profesionales alto nivel. No desplazó a la aristocracia como clase
dominante sino que se identificó con ella, emparentando por la vía del matrimonio y
compartiendo sus gustos y estilo de vida; la propia monarquía premiaba el ascenso
social con la concesión de títulos nobiliarios. Con la excepción de algunos hombres de
negocios catalanes y vascos no hay en ellos un carácter emprendedor orientado a
generar riqueza.
Desde una poderosa situación económica, defendía el liberalismo político (a través del
sufragio censitario y la defensa de la propiedad privada), y el progresismo cultural,
mientras que compartía con la nobleza sus gustos y estilo de vida.
c. El clero. Como consecuencia del desarrollo de la revolución liberal, el clero perdió una
parte de sus propiedades (desamortizaciones) y el diezmo, pasando a depender del
Estado para el mantenimiento del culto y de los sacerdotes; además, las órdenes
religiosas fueron reducidas drásticamente. A pesar de ello, mantuvo su influencia
social y en la educación.
2. Las clases medias: Integrada por la mediana y pequeña burguesía que residía en las ciudades
o por los labradores propietarios medianos en el ámbito rural. Era un grupo menos numeroso
que en otros países –en torno al 5% de la población- y agrupaban a un conjunto heterogéneo de
propietarios rurales, mandos intermedios del ejército, profesionales liberales de menor nivel
(abogados, periodistas, médicos, etc.), pequeños comerciantes, empresarios y funcionarios.
Era un grupo que se encontraba a caballo entre la élite, a la que admiraba, y el proletariado,
al que miraba con desconfianza. Constituyeron un grupo muy influyente, porque formaban la
administración tanto local como estatal y en gran medida controlaban los servicios básicos y la
actividad productiva.
Su ideología alternaba entre la conservadora-moderada (apoyando un gobierno fuerte que
defienda el orden y la propiedad) y el progresismo. En la periferia, siguen opciones nacionalistas
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(Lliga catalanista, PNV…). Muchos fueron evolucionando hacia posturas democráticas y se
convierten en los principales defensores del republicanismo de carácter laico.
El ejército será uno de los grupos sociales más importantes de la vida española en el siglo
XIX, cuyo protagonismo político y social se debió a los numerosos pronunciamientos.
3. Las clases populares, constituían la inmensa mayoría de los españoles y el grupo social más
desfavorecido.
a. La población campesina. Era el grupo más numeroso, con dos tercios de la población
total, y era bastante heterogénea. El mantenimiento de formas anacrónicas de
propiedad (latifundio y minifundio) y de sistemas de producción anticuados hizo que la
vida del campesinado español fuera muy dura y el mundo rural siguiera anclado en el
pasado. A mediados de siglo la mitad de la población rural era jornalera y sometida al
paro estacional, especialmente en la zona centro y sur. Una minoría eran arrendatarios
y el resto propietarios.
Los campesinos fueron los grandes sacrificados de las reformas liberales, ya que no se
reconocieron sus derechos sobre las tierras señoriales ni se les facilitó el acceso a las
propiedades desamortizadas y perdieron los derechos comunales. Las difíciles
condiciones de vida en el campo generaron una fuerte conflictividad social y
favorecieron la emigración a las ciudades.
b. La población urbana: era menos numerosa pero importante. En ella se integraban
trabajadores de los talleres artesanales, empleados, criados, servicio doméstico,
mendigos, etc.
Con la aparición de la industria, surge un nuevo grupo social, el proletariado, que
trabaja en la industria por un salario. Su número era escaso y se concentraba en las
fábricas textiles de Barcelona, y en la siderurgia de Vizcaya. Sufrían malas condiciones
de vida: bajos salarios, sin prestaciones sociales (invalidez, enfermedad, vejez…),
miseria, hacinamiento, largas jornadas, etc. Recurren a las huelgas y van a ir
desarrollando una conciencia de clase que dará lugar a la aparición de las primeras
organizaciones obreras y sindicatos.
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