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LA GUERRA DE FRANCO



El general Francisco Franco y su curiosa hoja de servicios (y XIV)

11 febrero, 2020 at 8:30 am

El joven teniente/capitán en una obra reciente

Ángel Viñas

Hemos llegado al final de esta serie sobre las iniciales aventuras de Franco en las ensangrentadas tierras de Marruecos. En un momento de ella un amable lector, Txema Prada, me llamó la atención sobre una obra, que yo conocía pero que, por desgracia, no tenía en mi biblioteca, ya un poco depauperada. A mi no se me ha ocurrido escribir nada sobre las guerras de Marruecos, de las que confieso no tener demasiada idea. He editado las memorias del general Antonio Cordón que sirvió en el Protectorado  y, como tantos otros de mi generación, he leído un par de veces el tomo II de La forja de un rebelde, de Arturo Barea. Pero el Señor Prada me sugirió que echara un vistazo la biografía del Padre Hilari Raguer[1],  excelente amigo mío, sobre el general Batet. La he pedido. Suelo hacerlo cuando me meto en camisa de once varas y me falta bibliografía secundaria.

 

No sé si el general Fontenla la conoce. Está basada en el archivo de la familia (el general Domingo Batet fue fusilado por no sublevarse en 1936 y  al que, si bien Laureado con la Cruz de San Fernando, Franco se negó obstinadamente a gracia). En tal archivo figuran varios documentos sobre la guerra de Marruecos redactados a principios de los años veinte. Alguien que escriba sobre ella y que no sea un pseudohistoriador -en el sentido habitual del término, no en la acepción extraña que utiliza nuestro estimado general- debe servirse de los mismos para identificar pistas, contrastar con otros testimonios, en definitiva hacer un análisis sistemático de un tipo de fuentes que no estaban destinadas a la publicación y que, por consiguiente, revelan los pensamientos íntimos de un protagonista que vivió una parte de aquella guerra colonial.

Señalo esto porque las notas que de la misma se deprenden de tales apuntes se refieren tanto a Franco como al conjunto de la oficialidad española y a las tropas “especiales” (Tercio y Regulares) así como a las expedicionarias peninsulares. Se recoge el ambiente. Se citan nombres y situaciones. Son como una reflexión que, todavía con el conflicto en marcha se hacía el entonces comandante Batet. Uno diría que es un tipo de EPRE interesante y como en ella aparece Franco me sorprende que el general Fontenla, historiador objetivo y analítico según su propia autodefinición, no la haya utilizado, siquiera con fines críticos. Pero, como es sabido, cada autor establece su tema y sus límites.

En lo que se refiere a Franco, el comandante Batet, abordó un tema relacionado con la gesta del Biutz y sus consecuencias que hemos visto en los posts anteriores. Se trata de unas notas sobre el Ejército de África escritas a mano en casi dos docenas de cuartillas y que datan, según señala Raguer, de 1923. En ellas  su autor se refirió a las demoras y chanchullos de la sedicente Justicia militar, con nombres y apellidos de jefes, es decir, de comandantes a coroneles. Con la Comandancia General y la Alta Comisaría prestándose de buena gana a encubrir o desvirtuar alguno que otro. Esto es verosímil que pasara en muchos Ejércitos de la época. No hay que pensar que el español fuese una excepción. Cabría, por ejemplo, señalar ejemplos como el italiano en Libia o, mucho más tarde, en Etiopía.

Pero, en sus recuerdos el comandante Batet fue a más. Cuando el general en Jefe, Burguete, se desplazó a Melilla tuvo que dictar dos órdenes generales, una sobre la forma de prestar el servicio de descubiertas, seguridad, convoyes, etc (en el que el teniente y luego capitán Franco se había hecho, al parecer, un nombrecito como hemos visto en posts anteriores) y otra sobre la obligación de permanecer en Melilla de los jefes y oficiales “de las tropas llamadas pomposamente de choque”. Poco después empezaron a incumplirse de manera un tanto tímida. En cuanto Burguete volvió a la Península, lo hicieron descaradamente. Es en este contexto digamos un tanto laxo en el que Batet hizo una referencia a Franco. La reproduzco literalmente:

“El comandante Franco del Tercio, tan traído y llevado por su valor, tiene poco de militar, no siente satisfacción de estar con sus soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza para curarse enfermedad voluntaria, que muy bien pudiera haberlo hecho en el campo, explotando vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día en bares y círculos. Oficial como este, que pide la Laureada y no se la conceden, donde con tanta facilidad se han dado, porque solo realizó el cumplimiento de su deber, militarmente ya está calificado”.

Este parrafito se refiere, pues, al período en el que ya Franco había pasado al Tercio, se pavoneaba de su ascenso (no logrado tanto por méritos de guerra como por influencias de Palacio) y describe un comportamiento que quizá pudiera caracterizarse com poco edificante. Batet no achacó a Franco que fuese a casas de lenocinio, como algún otro héroe de la época, pero sí se refirió también a la Laureada. Si se daba con cierta “facilidad” por utilizar el término por él utilizado, ¿qué cabría decir de lo que en un post anterior he calificado de “lluvia de condecoraciones”?.

Sorprende, pues, que el general Fontenla, que sabe de las guerras de Marruecos mucho más que servidor, en su hagiografía de Franco como militar no se haya apresurado, documentos en ristre y la tizona desenvainada, a desmentir tales alegaciones sobre su héroe.

Batet destacó el heroismo y la abnegación de muchos jefes y oficiales, que cumplían con su deber pero no le tembló la pluma al comparar tales conductas “con la del teatral y payaso Millán, que tiembla cuando oye el silbido de las balas y rehuye su puesto (el coronel Serrano Oribe (sic) del 60 y el Gral Berenguer Dn. Federico pueden dar fe de ello, si quieren estar bien con su honor y su conciencia) y explota de la manera más inicua una herida que en cualquier otro hubiera sido leve y por condescendencias de médico lleva a ser grave…”

¡Caramba! Ahora resulta que Millán Astray, superior de Franco, se comportaba de manera indecorosa. No extrañará que terminaran siendo compinches.

¿Ah, y el valor ante el enemigo? Algo que hay cualificar. De dos formas. Una a tenor de la cual  “algunos oficiales de Regulares y del Tercio se sienten valientes a fuerza de morfina, cocaina o alcohol; se baten, sobre todos los primeros, en camelo: mucha teatralidad, mucho ponderar los hechos y mucho echarse para atrás y a la desbandada cuando encuentran verdadera resistencia. De la confianza que inspiran los Regulares y Fuerzas Indígenas lo demuestra que cuando hay una posición de verdadero compromiso la fían a batallones peninsulares, tan despiadadamente y con tanta injusticia tratados por Berenguer…” Esta segunda forma la repite en otro párrafo de la siguiente forma:

“Los militares verdad, los que sienten la profesión sin alharacas, sin teatralidad, cumpliendo sus deberes seriamente, amantes del soldº, posponiendo su propio bien al de los demás (…) hay que buscarlos en las tropas peninsulares. Entre los de Marruecos haríamos excepción del Coronel Serrano Orive, Tte. Coronel Carrasco y volverían a lo que antes eran, muchos, todos los que ostentan empleos por méritos en África…”

Quizá en algún momento lea el libro sobre las guerras de Marruecos del general Fontenla. Si lo hago comprobaré si a él ha incorporado testimonios de esta índole y también en qué medida ha hurgado en los archivos. En mi último viaje he leído el capítulo que dedica al Ejército de aquella época el que fue ministro de Agricultura durante la guerra civil, el comunista Vicente Uribe, en sus memorias. Suenan más a Batet que a la hoja de servicios de Franco (versión del coronel Carvallo de Cora).

Ahora continúo mi periplo pero trataré de abordar el segundo momento estelar en la carrera de Franco: de rebelde general a Generalísimo. Serán menos posts, pero no por ello carentes de interés. Al amparo de las controversias que ha despertado la película de Amenábar no he visto que nadie lo haya abordado como lo hará servidor. Y, como siempre, utilizaré fuentes fácilmente identificables e identificadas. No como el general Fontenla.

 

FIN



Ana Martínez Rus Universidad Complutense de Madrid.

Francisco SÁNCHEZ PÉREZ (coord.): Los mitos del 18 de Julio, Barcelona, Crítica, 2013, 480 páginas, por Ana Martínez Rus (Universidad Complutense de Madrid) anamrus@ucm.es


https://e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV/article/download/1883/892/

Golpe de Estado contra la Segunda República en España


La sublevación militar contra la Segunda República que estalló en la península el 18 de julio fue encabezada por los generales Mola, Queipo de Llano y Franco.
Golpe de Estado 18 de julio 1936

El 18 de julio de 1936, un grupo de militares rebeldes liderados por Emilio Mola, Francisco Franco y Gonzalo Queipo de Llano ejecutó un golpe de Estado contra el gobierno de la Segunda República. Este evento marcó el inicio de una serie de acontecimientos que culminaron en la Guerra Civil Española, un conflicto que dividiría al país durante tres años y cuyas consecuencias se sentirían durante décadas. El golpe de Estado en España fue un momento crucial en la historia del siglo XX, reflejando las tensiones polític

 

Contexto Político y Social del Golpe de Estado de 1936

Divisiones en la Sociedad Española y el Ejército

A mediados de la década de 1930, España era un país marcado por profundas divisiones sociales y políticas. La Segunda República, proclamada en 1931, intentó implementar reformas que buscaban modernizar el país, pero estas medidas generaron resistencia en sectores conservadores y tradicionales. La polarización entre la izquierda y la derecha se intensificó, afectando también al ejército, que estaba dividido entre quienes apoyaban al gobierno republicano y aquellos que veían en él una amenaza para sus intereses. Esta fractura en el tejido social y militar sentó las bases para el golpe de Estado de 1936.

El ejército, tradicionalmente un pilar del conservadurismo en España, se encontraba dividido en su lealtad. Mientras algunos oficiales permanecían fieles a la República, otros conspiraban para restaurar un orden más autoritario. Esta división reflejaba tensiones más amplias en la sociedad española, donde las reformas republicanas en áreas como la educación, la tierra y el poder de la Iglesia habían generado tanto entusiasmo como oposición. Las tensiones se exacerbaron por la creciente violencia política, que incluía enfrentamientos entre grupos paramilitares de ambos bandos.

El golpe de Estado fue, en parte, una respuesta a este clima de confrontación. Los conspiradores, entre los que se encontraban Mola, Franco y Queipo de Llano, argumentaban que la República era incapaz de mantener el orden y que solo una intervención militar podría salvar a España del caos. Sin embargo, la falta de consenso dentro del ejército sobre el curso de acción adecuado complicó sus planes desde el principio, contribuyendo a la posterior guerra civil.

18 de julio: Golpe de Estado contra la Segunda República
18 de julio de 1936, golpe de estado en España contra la Segunda República.

El Asesinato de José Calvo Sotelo: Catalizador del Golpe

Uno de los eventos que precipitó el golpe de Estado fue el asesinato de José Calvo Sotelo, líder de Renovación Española y destacado político de derecha. Su muerte, a manos de agentes de la Guardia de Asalto leales a la República, fue vista como un acto de provocación por los sectores conservadores y militares, quienes lo usaron como justificación para acelerar sus planes de sublevación. El asesinato de Calvo Sotelo se convirtió en un símbolo del desorden y la violencia que caracterizaban a la España de la época.

Calvo Sotelo era una figura prominente y su asesinato tuvo un profundo impacto en la opinión pública. Para muchos en la derecha, su muerte fue la prueba definitiva de que el gobierno republicano había perdido el control y que la violencia política era una amenaza inminente para la estabilidad del país. Los conspiradores del golpe aprovecharon este sentimiento de indignación y miedo para reunir apoyo entre los militares y otros sectores descontentos.

Este asesinato no solo sirvió como catalizador del golpe, sino que también ilustró las profundas divisiones ideológicas en España. Mientras que para algunos era una víctima de la represión gubernamental, para otros representaba la resistencia a las reformas republicanas. En este contexto de polarización extrema, el golpe de Estado fue visto por sus promotores como una acción necesaria para restaurar el orden y la estabilidad en un país al borde del colapso.

Líderes Principales del Golpe de Estado

El Papel de Emilio Mola

Emilio Mola, conocido como el "Director", fue uno de los principales arquitectos del golpe de Estado de 1936. Desde su puesto en Navarra, Mola elaboró un plan detallado para coordinar la sublevación militar en toda España. Su visión era clara: establecer un gobierno autoritario que pudiera restaurar el orden y preservar los valores tradicionales frente a lo que él percibía como la amenaza del comunismo y el anarquismo. Mola jugó un papel crucial en la planificación del golpe, asegurándose de que los conspiradores estuvieran preparados para actuar de manera simultánea en varias regiones.

Mola entendía la importancia de la coordinación y la sorpresa para el éxito de la sublevación. A través de una red de contactos militares y civiles, buscó asegurar que las guarniciones en todo el país se levantaran al unísono, minimizando la posibilidad de una respuesta organizada por parte del gobierno republicano. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, la falta de cohesión y las diferencias entre los propios conspiradores complicaron la ejecución del plan.

A pesar de las dificultades, Mola sigue siendo una figura central en la historia del golpe de Estado. Su capacidad para unir a diversos grupos bajo un objetivo común y su habilidad para planificar una operación de tal envergadura son reconocidas como factores clave en el inicio de la Guerra Civil Española. Aunque no vivió para ver el final del conflicto, su legado perdura como uno de los instigadores del cambio radical en la política española.

Francisco Franco y su Ascenso

Francisco Franco, inicialmente un actor secundario en la conspiración, emergió como uno de los líderes más influyentes del golpe de Estado. Franco, que había ganado notoriedad por su papel en la guerra de Marruecos, fue llamado a unirse a la sublevación debido a su reputación como un comandante eficaz y respetado. Aunque al principio dudaba en comprometerse plenamente, finalmente se unió a los conspiradores, lo que resultó crucial para el éxito del levantamiento en el norte de África y su posterior expansión a la península.

El papel de Franco en el golpe se consolidó rápidamente. Su habilidad para manejar situaciones complejas y su capacidad para tomar decisiones estratégicas le permitieron ganar el apoyo de otros líderes militares y políticos. A medida que la sublevación se desarrollaba, Franco se convirtió en el rostro visible del movimiento, uniendo a las diversas facciones bajo su liderazgo y estableciendo una estructura de mando unificada que sería esencial durante la guerra civil.

Franco no solo fue un líder militar eficaz, sino que también demostró ser un astuto político. Supo navegar las complejas dinámicas internas del bando sublevado, consolidando su poder y eventualmente estableciéndose como el líder indiscutible del régimen franquista que gobernaría España durante décadas. Su ascenso durante el golpe de Estado marcó el comienzo de una era de dictadura que transformaría profundamente la sociedad española.

Queipo de Llano y su Influencia Regional

Gonzalo Queipo de Llano, otro de los líderes clave del golpe de Estado, desempeñó un papel crucial en la sublevación en el sur de España. Queipo de Llano era conocido por su carisma y su habilidad para movilizar a las tropas, lo que le permitió asegurar el control de Sevilla, una de las ciudades más importantes en la estrategia de los sublevados. Su influencia regional fue determinante para consolidar el poder del bando nacionalista en Andalucía, una región estratégica tanto por su ubicación como por sus recursos.

Queipo de Llano utilizó la radio como una herramienta poderosa para difundir propaganda y mantener la moral alta entre sus seguidores. Sus discursos, a menudo incendiarios y llenos de retórica beligerante, se convirtieron en un elemento clave de la guerra psicológica contra el gobierno republicano. A través de sus emisiones, logró proyectar una imagen de fuerza y determinación que inspiró a los sublevados y sembró el miedo entre sus oponentes.

Aunque su estilo era controvertido, no cabe duda de que Queipo de Llano tuvo un impacto significativo en el curso del golpe de Estado y en la guerra civil que siguió. Su capacidad para asegurar el sur de España y su habilidad para utilizar los medios de comunicación como arma fueron factores cruciales en el éxito inicial de la sublevación. Sin embargo, su relación con otros líderes del golpe fue a menudo tensa, reflejando las complejidades internas del bando nacionalista.

Desarrollo del Golpe de Estado: Claves del 18 de Julio

Inicio de la Sublevación en Melilla

El golpe de Estado de 1936 comenzó oficialmente en la noche del 17 de julio en Melilla, un enclave español en el norte de África. Aquí, las fuerzas militares, conocidas como los regulares, se levantaron contra el gobierno republicano, tomando el control de las guarniciones locales. Este levantamiento inicial fue un momento crucial en la estrategia de los conspiradores, ya que Melilla era un punto estratégico para el traslado de tropas y recursos hacia la península ibérica.

La sublevación en Melilla fue rápida y efectiva, gracias en parte a la sorpresa y a la falta de resistencia organizada por parte de las fuerzas leales a la República. Los conspiradores habían planeado meticulosamente este primer movimiento, asegurándose de que las comunicaciones y los transportes estuvieran bajo su control. Este éxito inicial en el norte de África proporcionó un impulso significativo al golpe, permitiendo el traslado de tropas experimentadas a la península, donde continuarían las operaciones militares.

El levantamiento en Melilla también sirvió como un catalizador para otras sublevaciones en el resto del país. A medida que las noticias del éxito inicial se difundían, otras guarniciones comenzaron a unirse al golpe, extendiendo la insurrección a lo largo de España. Sin embargo, este fue solo el comienzo de un conflicto que se desarrollaría de manera mucho más compleja en los días y semanas siguientes, a medida que el gobierno republicano intentaba organizar su respuesta.

Golpe de Estado contra la Segunda República en España.
Republicanos cargando un cañón. Imagen: Pascual Marín — Wikipedia. Golpe de Estado contra la Segunda República en España.

Expansión y Resistencia en la Península

Tras el éxito inicial en Melilla, el golpe de Estado se extendió rápidamente a la península ibérica. El 18 de julio, varias guarniciones en ciudades clave como Sevilla, Valladolid, Burgos y Pamplona se levantaron en armas, intentando tomar el control de estas áreas estratégicas. Sin embargo, la expansión del golpe no fue uniforme, y en muchas ciudades, las fuerzas leales a la República ofrecieron una resistencia significativa, complicando los planes de los sublevados.

La resistencia republicana fue particularmente fuerte en ciudades como Madrid y Barcelona, donde las fuerzas gubernamentales y las milicias populares lograron mantener el control. Esta resistencia inicial fue crucial para evitar que el golpe triunfara de inmediato, permitiendo al gobierno republicano organizar sus defensas y movilizar a la población en defensa de la República. La capacidad de las fuerzas leales para resistir el avance de los sublevados fue un factor determinante en el desarrollo del conflicto.

A pesar de la resistencia, los sublevados lograron establecer un control significativo en varias regiones del país, creando una división geográfica que sería característica de la guerra civil. La península se convirtió en un campo de batalla donde ambos bandos luchaban por el control de territorios estratégicos, en un conflicto que rápidamente se extendió más allá de un simple golpe militar para convertirse en una guerra civil a gran escala.

Descoordinación en los Cuerpos Armados

Uno de los principales obstáculos que enfrentaron los conspiradores del golpe de Estado fue la descoordinación entre los diferentes cuerpos armados implicados. Aunque el plan inicial era lograr una sublevación coordinada en todo el país, las diferencias en la planificación y la ejecución de las operaciones militares resultaron en una falta de cohesión que debilitó el impacto del golpe en sus etapas iniciales.

La descoordinación se hizo evidente en el hecho de que no todas las guarniciones militares se unieron al golpe simultáneamente. En algunas ciudades, los oficiales locales dudaron en actuar sin recibir órdenes claras, mientras que en otras, las fuerzas leales a la República lograron neutralizar la sublevación antes de que pudiera consolidarse. Esta falta de sincronización permitió al gobierno republicano ganar tiempo para organizar su respuesta y movilizar a sus partidarios.

Además, la comunicación entre los líderes del golpe fue limitada, lo que contribuyó a la confusión y la falta de dirección unificada. Esta descoordinación no solo impidió que el golpe lograra un éxito inmediato, sino que también sentó las bases para un conflicto prolongado, ya que ambos bandos se vieron obligados a revaluar sus estrategias y adaptarse a una situación en constante cambio.

Respuesta del Gobierno de la Segunda República

Medidas Preventivas y Reacción Inicial

Ante la amenaza inminente del golpe de Estado, el gobierno de la Segunda República había tomado varias medidas preventivas para intentar sofocar la sublevación. Sin embargo, la velocidad y la magnitud del levantamiento sorprendieron a las autoridades republicanas, que se vieron obligadas a reaccionar rápidamente para evitar el colapso del gobierno. La primera respuesta fue emitir un comunicado a todas las guarniciones del país, alertando sobre la sublevación y pidiendo lealtad a la República.

El gobierno también intentó movilizar a las fuerzas de seguridad, como la Guardia de Asalto, para contrarrestar el avance de los sublevados. Estas fuerzas, aunque leales, a menudo se encontraron superadas en número y en armamento, lo que complicó su capacidad para sofocar la insurrección en varias regiones. A pesar de estos desafíos, el gobierno republicano logró mantener el control en áreas clave, lo que fue crucial para la continuación de la resistencia.

La reacción inicial del gobierno fue, en muchos aspectos, improvisada, reflejando la falta de preparación para un levantamiento de tal envergadura. Sin embargo, la capacidad de las autoridades para movilizar rápidamente sus recursos y coordinar una respuesta fue un factor clave que impidió que el golpe triunfara de inmediato, permitiendo que la República se mantuviera en pie durante los primeros días críticos del conflicto.

Comunicación y Control de la Información

Uno de los aspectos más importantes de la respuesta del gobierno republicano al golpe de Estado fue su manejo de la información. Conscientes de que el control de la narrativa era crucial para mantener el orden público y evitar el pánico, las autoridades implementaron un apagón informativo, limitando la difusión de noticias sobre la sublevación y emitiendo comunicados oficiales que minimizaban la gravedad de la situación.

El gobierno republicano utilizó los medios de comunicación a su disposición para proyectar una imagen de control y autoridad. A través de la radio y la prensa, se difundieron mensajes que aseguraban a la población que la sublevación estaba siendo controlada y que el gobierno estaba tomando todas las medidas necesarias para restablecer el orden. Esta estrategia tenía como objetivo mantener la moral alta entre los ciudadanos y evitar que los sublevados utilizaran la propaganda para ganar apoyo.

A pesar de estos esfuerzos, el control de la información fue un desafío constante para el gobierno republicano. Las comunicaciones eran a menudo interrumpidas por los sublevados, y las noticias sobre los enfrentamientos se filtraban rápidamente, alimentando rumores y aumentando la tensión en todo el país. Sin embargo, la capacidad del gobierno para mantener un cierto grado de control sobre la información fue un factor importante en su capacidad para resistir el golpe inicial y organizar una defensa efectiva.

Golpe de Estado contra la Segunda República en España.
Trinchera nacional en El Escorial, Madrid (enero de 1937). Imagen: Concern Illustrated Daily Courier - Wikipedia. Golpe de Estado contra la Segunda República en España.

Consecuencias Inmediatas y Larga Duración

Caos en las Calles y Enfrentamientos Iniciales

El golpe de Estado de 1936 sumió a España en un caos inmediato, con enfrentamientos violentos estallando en las calles de numerosas ciudades. Las fuerzas leales a la República y los sublevados se enfrentaron en duros combates, mientras la población civil se encontraba atrapada en medio de la violencia. En muchos lugares, las milicias populares se unieron a las fuerzas gubernamentales, formando barricadas y luchando para defender sus barrios de los avances de los sublevados.

El caos en las calles fue exacerbado por la falta de coordinación entre las fuerzas leales y la escasez de armamento adecuado. A pesar de estos desafíos, la resistencia republicana logró mantener el control en varias ciudades clave, impidiendo que el golpe se convirtiera en una victoria rápida para los sublevados. Este caos inicial fue un presagio de la brutalidad y la complejidad del conflicto que seguiría.

Los enfrentamientos iniciales también tuvieron un impacto significativo en la población civil, que se vio obligada a adaptarse rápidamente a las nuevas realidades de la guerra. La vida cotidiana se vio interrumpida, y muchos ciudadanos se encontraron desplazados o en peligro debido a la violencia. Este clima de inseguridad y miedo sería una característica constante de la guerra civil, afectando a millones de personas en toda España.

Formación de un Gobierno de Emergencia Nacional

Ante la gravedad de la situación, el gobierno de la Segunda República decidió formar un gobierno de emergencia nacional para coordinar la respuesta al golpe de Estado. Este nuevo gobierno incluía a representantes de diversas facciones políticas, uniendo a socialistas, comunistas y republicanos en un esfuerzo conjunto para defender la República. La formación de este gobierno fue un intento de consolidar el poder y garantizar una respuesta unificada al desafío planteado por los sublevados.

El gobierno de emergencia nacional se enfrentó a numerosos desafíos desde el principio. La falta de recursos, la desorganización y las divisiones internas complicaron sus esfuerzos para coordinar una defensa efectiva. Sin embargo, la capacidad de las autoridades para reunir a diversas facciones bajo un mismo objetivo fue un logro significativo, demostrando la determinación de la República para resistir el golpe.

A pesar de las dificultades, el gobierno de emergencia nacional logró implementar varias medidas cruciales, como la reorganización de las fuerzas armadas leales y la movilización de recursos para apoyar la resistencia. Estos esfuerzos fueron esenciales para mantener la moral y la cohesión entre los defensores de la República, permitiendo al gobierno continuar la lucha en los meses y años siguientes.

Convocatoria de Huelgas Generales

En respuesta al golpe de Estado, los sindicatos y las organizaciones de trabajadores convocaron huelgas generales en todo el país. Estas huelgas fueron una demostración de solidaridad con el gobierno republicano y un intento de paralizar las actividades económicas en las áreas controladas por los sublevados. La convocatoria de huelgas generales reflejaba el profundo apoyo popular a la República y la determinación de la clase trabajadora para resistir el golpe.

Las huelgas generales tuvieron un impacto significativo en el desarrollo del conflicto. En muchas ciudades, la paralización de los servicios y la industria complicó los esfuerzos de los sublevados para consolidar su control. Además, las huelgas sirvieron como una herramienta de movilización, permitiendo a los defensores de la República organizarse y coordinar sus esfuerzos de manera más eficaz.

Sin embargo, estas huelgas también enfrentaron desafíos considerables. En las áreas controladas por los sublevados, las represalias contra los huelguistas fueron comunes, y muchos trabajadores se encontraron en peligro debido a su participación en las protestas. A pesar de estos riesgos, la convocatoria de huelgas generales fue un elemento clave de la resistencia republicana, demostrando la capacidad de la población para unirse en defensa de sus derechos y su gobierno.

El Inicio de la Guerra Civil Española

Por qué el Golpe de Estado No Triunfó Completamente

El golpe de Estado de julio de 1936 no logró triunfar completamente debido a una serie de factores que complicaron su ejecución y permitieron a la República resistir. Uno de los principales motivos fue la falta de coordinación entre los conspiradores, lo que resultó en sublevaciones no sincronizadas y una respuesta más efectiva de las fuerzas leales al gobierno. Además, la resistencia en ciudades clave como Madrid y Barcelona fue crucial para impedir que los sublevados consolidaran su control.

Otro factor importante fue el apoyo popular a la República, que se manifestó en la movilización de milicias y la convocatoria de huelgas generales. La capacidad de la población para organizarse y resistir el golpe fue un elemento clave que impidió un triunfo rápido de los sublevados. Además, la intervención de las fuerzas leales, aunque a menudo mal equipadas, fue suficiente para mantener el control en áreas estratégicas y evitar que el golpe se extendiera sin oposición.

Finalmente, las divisiones internas dentro del bando sublevado también jugaron un papel en su fracaso inicial. Las diferencias en objetivos y estrategias entre los líderes del golpe complicaron sus esfuerzos para establecer un mando unificado, lo que debilitó su capacidad para coordinar sus acciones de manera efectiva. Estos factores combinados aseguraron que el golpe de Estado no lograra sus objetivos inmediatos, abriendo el camino a un conflicto prolongado.

El Camino hacia un Conflicto Prolongado

La incapacidad del golpe de Estado para triunfar rápidamente condujo a España a un conflicto prolongado que se convertiría en la Guerra Civil Española. A medida que el golpe se transformaba en una guerra abierta, ambos bandos se vieron obligados a reorganizar sus fuerzas y estrategias para enfrentar un conflicto de larga duración. La guerra civil se caracterizó por su brutalidad y la participación de diversas facciones, tanto nacionales como internacionales, que complicaron aún más la situación.

El conflicto se desarrolló en múltiples frentes, con batallas libradas en toda la península ibérica. La intervención de potencias extranjeras, como Alemania e Italia en apoyo de los sublevados y la Unión Soviética en apoyo de la República, añadió una dimensión internacional a la guerra, convirtiéndola en un precursor de las tensiones que estallarían en la Segunda Guerra Mundial. La guerra civil también se convirtió en un campo de pruebas para nuevas tácticas y tecnologías militares, que serían utilizadas en conflictos posteriores.

A medida que la guerra se prolongaba, las divisiones internas dentro de ambos bandos se intensificaron, complicando aún más la situación. La falta de recursos, la destrucción de infraestructuras y el sufrimiento de la población civil contribuyeron a crear un clima de desesperación y agotamiento que afectó a todos los involucrados. La Guerra Civil Española se convirtió en un símbolo de las luchas ideológicas del siglo XX, dejando un legado duradero en la historia de España y el mundo.




Acción Española

Emblema de 'Cultura Española'

Acción Española fue el nombre que recibió una sociedad cultural constituida en Madrid en octubre de 1931, a los pocos meses de proclamarse la República del 14 de Abril, y fue el nombre de una revista doctrinal católico-monárquica cuyo primer número apareció en diciembre de 1931, independiente de la sociedad cultural, aunque promovida por el mismo grupo de personas.

La revista Acción Española se publica, primero quincenal y después mensualmente, hasta el inicio de la guerra civil, salvo tres meses de suspensión gubernativa, de agosto a noviembre de 1932, como represalia por la fracasada intentona del general Sanjurjo. El último número regular publicado fue el 88, junio de 1936.

En los primeros meses de la guerra fueron asesinados tres de los colaboradores más asiduos de la revista: José Calvo Sotelo, Víctor Pradera y Ramiro de Maeztu, su director; y en marzo de 1937, poco antes de la unificación, se publica en Burgos un número 89, de más de cuatrocientas páginas, refrendado por un autógrafo del Jefe del Estado y la bendición del Primado de España, que ofrece una antología de textos aparecidos en la revista y un ensayo crítico sobre su significación: «España como pensamiento», por José Pemartín (ver también la organización temática que ofrece en el esquema que acompaña ese ensayo: «Pensamiento hispánico antirrevolucionario de Acción Española».)

El proyecto de esta revista ya estaba en marcha a principios de 1931, y vinculaba principalmente a tres personas: Ramiro de Maeztu Whitney, Eugenio Vegas Latapie y Fernando Gallego de Chaves Calleja (Marqués de Quintanar y Conde de Santibáñez del Río). Maeztu había sugerido que la revista se llamase Hispanidad, pero aunque se prefirió el calco del nombre de la organización francesa que servía de modelo, desde la primera página de Acción Española inició Maeztu («La Hispanidad») la expansión de la Idea cuya apropiación por parte de los católicos venía postulando desde la Argentina el presbítero Zacarías de Vizcarra.

«El domingo 11 de enero [de 1931], don Ramiro de Maeztu me escribió una carta, autógrafa, que decía así: 'Querido Vegas: le he estado hoy esperando porque quería hablarle, entre otras cosas, de nuestro proyecto de Revista por la que también se interesa el Marqués de Quintanar. Si no le es imposible, vaya esta noche a la casa del Marqués de Quintanar, Plaza de Santa Bárbara, 8. Le abraza su buen amigo, Ramiro de Maeztu.' Esta carta viene a ser, en cierto modo, el documento fundacional de la revista y sociedad Acción Española. Por ella puede verse bien claro que ambos veníamos ocupándonos del tema, por el cual se interesaba el marqués de Quintanar. A última hora de la tarde de aquel domingo acudí por vez primera al domicilio de quien había de ser fundador de Acción Española. La entrevista se desarrolló en los términos más cordiales, llegando a un total y absoluto acuerdo. El único problema que no pudimos resolver, de momento, fue el de la financiación. Claro es que las ideas que cada uno de nosotros teníamos no coincidían por completo, como era natural; pero había entre nosotros muchos puntos de vista comunes. El marqués de Quintanar poseía una formación muy sólida y un gran conocimiento de las doctrinas del integralismo portugués y de su jefe, Antonio Sardinha. Maeztu pensaba, más bien, en una revista de carácter hispanoamericano, hasta el punto de que proponía el título Hispanidad. Yo, en cambio, me proponía hacer una revista política, de lucha, aunque eminentemente doctrinal, de acuerdo con el pensamiento de los grandes maestros del tradicionalismo español.» (Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona 1983, pág. 88.)

El primer número de la revista aparece con fecha 15 de diciembre de 1931, figurando como director «El Conde de Santibañez del Río», título nobiliario que servía de alias literario a Fernando Gallego de Chaves Calleja, más conocido en su entorno como Marqués de Quintanar, y así figura en la revista hasta el número 27 (16 abril 1933). Desde el número 28 (1 mayo 1933) se produce una reorganización, pasando «El Conde de Santibañez del Río» a figurar como Fundador, y apareciendo Ramiro de Maeztu como director. Con ese número se reparte una hoja suelta en la que podía leerse:

«A nuestros amigos: ACCIÓN ESPAÑOLA se ve precisada a dirigir a sus lectores, a sus amigos, un llamamiento.
Nacida en momentos de angustia nacional, ACCIÓN ESPAÑOLA se propuso como tarea el renacimiento de la fe en los destinos patrios, y la elaboración de una doctrina, sobre la que llegado el momento, pueda asentarse firmemente la obra del que la Providencia nos tenga reservado para caudillo y guía.
Sin doctrina sólida y verdadera, los mejores propósitos están condenados al fracaso. Golpes de Estado y cambios de gobernantes se han repetido con frecuencia en los últimos cien años, sin conseguir evitar que España continuara suicidándose lentamente, como ya en 1911 decía Menéndez y Pelayo.
Al campo de batalla de las ideas hemos salido con la pretensión de hacer luz y denunciar los engaños, con absoluto desinterés, ajenos a toda indicación de partido o de bandería, al servicio solamente de la Verdad.
No nos ha faltado el aliento de nuestros amigos: contamos con cerca de tres mil lectores en España y en la América española. Pero nos faltan medios materiales, y por eso nos dirigimos en demanda de auxilio a cuantos quieran cooperar a nuestra obra.
ACCIÓN ESPAÑOLA no es un negocio particular; nació al impulso vehemente de su fundador el Conde de Santibáñez del Río, que –caso poco frecuente- acudía así a hacerse cargo de su parte de tarea en la función directora a que le llamaban su inteligencia y su nombre. Pero ACCIÓN ESPAÑOLA no fué nunca una propiedad particular; como bien común de todos los españoles, a él confiado, la consideró siempre su fundador; y en ostensible demostración de ello acaba y de cederla a una Sociedad civil titulada CULTURA ESPAÑOLA, presidida por D. Ramiro de Maeztu y formada por el Conde de Santibáñez del Río, D. José María Pemán, D. Jorge Vigón, el Marqués de las Marismas, el Marqués de la Eliseda, D. Luis Vela y el que firma estas líneas. Esta Sociedad aspira a ser como el Consejo de Administración que represente a todos los que comparten nuestras mismas ideas, a quienes correspondería así, en cierto modo, el carácter de propietarios, asegurado por el acuerdo que se tomó en la primera sesión celebrada por la Junta de la Sociedad que, a la letra dice: «Se acuerda, así mismo, que en ningún caso se repartirán beneficios entre los socios, dedicándolos, caso de haberlos, al fomento indefinido de los fines de esta Sociedad»; fines que se concretan, según consta en la escritura fundacional a la difusión de la cultura tradicional española.
Para poder subsistir ACCIÓN ESPAÑOLA necesitaría elevar el precio de la suscripción, en términos que vedarían su lectura a gran parte de nuestros amigos. Pero no es sólo esto; sino que nuestro propósito alcanza a la introducción de mejoras en nuestras colaboraciones, incorporando a las que ya vienen prestándose otras valiosísimas nacionales, y trayendo a las páginas de la revista el pensamiento de las primeras figuras de la intelectualidad alemana, francesa, inglesa, italiana y portuguesa, que hoy toman parte en la liza contrarrevolucionaria. Pero la debida retribución de unos y otros y la manifiesta necesidad de ofrecer a nuestros investigadores y estudiosos un aliciente, exterior a su propia vocación y a su consagración al trabajo, exigen recursos de que no disponemos.
Queremos crear una editorial que ponga al alcance de todas las manos los libros que sirven nuestra causa; y no es preciso decir lo que esto demanda.
Nuestra empresa requiere medios materiales abundantes, y en petición de ellos acudimos a nuestros lectores. Todos pueden ayudarnos de un modo o de otro.
El que menos, puede auxiliarnos difundiendo entre sus amistades nuestra revista; un grado más consistirá ya en buscar nuevos suscriptores, ¿quién no puede proporcionarnos siquiera uno? De este modo en poco tiempo tendríamos doblada nuestra suscripción y la revista en condiciones normales de vida.
Otro medio de favorecernos consiste en conseguirnos anunciantes. Buscad anunciantes para nuestra Revista y comprad a los que en ella se anuncien.
Habrá también quien pueda ayudarnos económicamente, con pequeñas o grandes cantidades; no hay para nosotros donativo pequeño. En estos momentos, quienes comulguen con nuestras ideas y puedan ayudarnos, no lo hagan, traicionan a España.
No consideraremos tampoco ningún donativo grande, porque los horizontes de nuestros proyectos son dilatadísimos y para realizarlos no nos parece excesiva ninguna cantidad. No llamaremos Mecenas a quienes nos apoyen. Les llamaremos, más sencilla y más exactamente, patriotas. Madrid 1 de Mayo de 1933. Eugenio Vegas Latapié.
Nota. Estando «ACCIÓN ESPAÑOLA» en período de reorganización, suplica a sus abonados perdonen las deficiencias administrativas que surjan.»

Para seguir la historia de Acción Española se hace imprescindible la lectura de las memorias políticas de Eugenio Vegas Latapie –tres volúmenes: Planeta, Barcelona 1983; Tebas, Madrid 1987 y Actas, Madrid 1995– (descontando siempre los excesos de protagonismo achacables a la natural subjetividad de todo memorialista). Leánse como ejemplo los equilibrios previos a la asunción por Ramiro de Maeztu de la dirección de la revista:

«En la última página del número 24 de Acción Española se anunciaba que la redacción y administración de la revista quedarían instaladas en un piso de la Glorieta de San Bernardo, a partir del siguiente número. El traslado fue acompañado de una drástica organización de los servicios administrativos, exigidos por la crítica situación económica en que nos hallábamos. El plan de austeridad implicaba, por de pronto, la supresión de todo el personal remunerado, cuyas funciones serían realizadas gratuitamente por algunos socios.
Cometí la torpeza de citar a la misma hora a los tres funcionarios retribuidos, designados por Quintanar entre amigos y allegados, para exponerles las razones que obligaban a reducir al mínimo los gastos. Con ellos cité también al conserje y a un joven ayudante administrativo. Acudieron todos puntualmente a la cita y se reunieron en la habitación habilitada para oficinas. En un despacho próximo nos encontrábamos algunos directivos de Cultura Española. Cuando me disponía yo a ir a entrevistarme con los funcionarios convocados, para hacerles ver la imperiosa necesidad de proceder a drásticas economías, llegó Maeztu y preguntó qué sucedía. Le explicamos brevemente la cuestión, que ya le era conocida, y se brindó él a notificar su cese al personal. Salió Maeztu de la habitación en que estábamos reunidos los directivos y cuando aún no había transcurrido un minuto volvió a entrar diciendo: «Ya está.» Le preguntamos asombrados cómo se había producido todo con tanta rapidez y con inmensa ingenuidad nos contestó: «Pues muy sencillamente. Les he dicho: quedan ustedes despedidos.» Y, al ver nuestro asombro e incluso consternación, agregó: «Me ha sido muy placentero.»
Tan poco diplomática actuación de Maeztu produjo la dimisión fulminante del marqués de Quintanar de la dirección de la revista, como gesto público de solidaridad con sus amigos, tan secamente despedidos. Se nos planteó entonces el problema de la designación del nuevo director. Ocioso es decir que el nuevo nombramiento había de ser tratado y resuelto en junta de socios, a la que pertenecía Maeztu. Pero no recuerdo por qué razón se retrasó algo el abordar el tema cuando recibí un día, en mi casa, una carta de Maeztu redactada en términos afectuosos, pero dolidos; tras de algunas reticencias, que me resultaron incomprensibles, me anunciaba que no volvería a nuestras diarias reuniones, aunque seguiría escribiendo en la revista, si aceptábamos su colaboración. La lectura de aquella carta me dejó sumido en la más completa confusión. No entendía nada. ¿Qué podía haber sucedido para que Maeztu me notificara su apartamiento de nosotros? Por más que hacía examen de conciencia, a ese respecto, no lograba percibir la más débil luz que me sacara de la oscuridad en que me hallaba sumido. Y como mi conciencia se encontraba absolutamente tranquila, me resolví a atacar de frente la enigmática cuestión; es decir, a presentarme en casa de Maeztu para suplicarle que me pusiera sus cartas boca arriba, puesto que yo no tenía ninguna encubierta. No fiando en la destreza de mi gestión, rogué a José Ignacio Escobar que me acompañara e interpuse su influencia para esclarecer y resolver el asunto.
Después de saludarnos afectuosamente, mostrándole la carta que me había escrito, le manifesté mi sorpresa. Después de una serie de rodeos y divagaciones, terminó don Ramiro por confesar que la carta era consecuencia de unas palabras de Eliseda referentes al nuevo director de la revista. Por lo visto, encontrándose pocos días antes a solas con Eliseda, por habernos retrasado los demás contertulios de Cultura Española, le dijo que había que ir pensando en la designación de nuevo director, a lo que Eliseda le respondió que la cosa había sido ya decidida con el nombramiento del portero. Tales palabras fueron interpretadas por Maeztu en el sentido de que, antes de nombrarle a él, preferíamos a cualquiera, cuando la realidad es que en alguna ocasión llegó a insinuarse la conveniencia de colocar a un «hombre de paja» al frente de la revista, en evitación de posibles futuras persecuciones. Sin duda alguna eso es lo que Eliseda quiso decir.
Desvanecido en el acto el equívoco y restablecida la más completa cordialidad, allí mismo rompí la carta recibida y decidí, precisamente, que fuese Maeztu el nuevo director de Acción Española.» (Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona 1983, págs. 171-172.)

El número 33 (16 de julio de 1933) incorpora tres novedades: el rediseño de la cubierta de la revista (que se explica en el número 36: «Nuestra portada») con elementos más modernos en la línea del cubismo; la incorporación del emblema de Cultura Española: caballero lector jinete en su caballo bajo la cruz-espada de Santiago, al que se invoca al modo clásico, «¡Santiago y cierra España!»; y en la contracubierta el lema que adoptó la revista: «Una manu sua faciebat opus et altera tenebat gaudium.»

cubierta de Acción Española hasta el número 32, 1 julio 1933cubierta de Acción Española desde el número 33, 16 julio 1933

«8. Acción Española (AE). En otoño de 1930 establecieron contacto entre sí tres personas que habían de ser los fundadores y adalides de la revista «Acción Española» y de la sociedad cultural del mismo nombre.
Estas personas eran: el escritor Ramiro de Maeztu, que acababa de regresar de Argentina –donde había sido embajador de España durante los años 1928 y 1929–; el marqués de Quintanar, ingeniero de caminos, muy conocedor y entusiasta del partido integralista portugués fundado por el malogrado Antonio Sardinha; y, por último, Eugenio Vegas Latapié, auditor de guerra, letrado del Consejo de Estado y, a partir de noviembre de ese mismo año, presidente de la juventud monárquica de Madrid. Vegas era un incansable propugnador de los principios básicos del Derecho Público Cristiano y muy conocedor de la «Acción Francesa» que había revitalizado la doctrina y la organización monárquica en Francia, constituyendo en frase del cardenal Gharost «el único movimiento serio y eficaz contra los principios de la Enciclopedia y de la Revolución francesa que había existido en Francia desde 1789».
Pensando en la necesidad de fundar una escuela, lo más científica posible, de pensamiento contrarrevolucionario, pronto llegaron a un acuerdo sobre la posibilidad de publicar una revista doctrinal que defendiera y propagara los principios católicos y monárquicos; pero hubieron de aplazar sus proyectos por no contar con los recursos económicos precisos. Interim aceptaron la oferta de los directivos del diario madrileño de la tarde La Nación para publicar cada quince días con el nombre de «Contrarrevolución» cuatro páginas encartadas en dicho diario. El anuncio-programa que se publicó en La Nación terminaba con estas palabras: «¡Viva España! y para que España viva ¡Viva el Rey!». Esta consigna revelaba que los fundadores de la «Contrarrevolución» consideraban a la monarquía no como un fin en sí misma, sino como medio o instrumento para el mejor servicio de España. La súbita proclamación de la República impidió que el anunciado proyecto se hiciera realidad. El 15-XII-1931 salió el primer número de la revista «Acción Española» merced a haberse aplicado a su puesta en marcha parte de una cantidad donada al general Luis Orgaz para sus trabajos de propaganda monárquica en el ejército y a las inquietudes y entusiasmos del teniente auditor del cuerpo jurídico-militar D. Eugenio Vegas Latapié, que soñaba con crear una revista de gran altura intelectual que expusiera y propagara los principios fundamentales del Derecho Público Cristiano. En frecuentes diálogos con Ramiro de Maeztu, con el padre Félix García y con el padre Gafo había tratado sobre este asunto aprobado por todos ellos; siendo así que la presentación programática de la revista –que no estaba firmada– fue hecha por Ramiro de Maeztu en el editorial que encabezó el primer número. Por este trabajo su autor obtuvo el premio «Luca de Tena» de 1931. Este artículo figura también como «proemio» en la obra de Maeztu Defensa de la Hispanidad.
La revista comenzó siendo quincenal, pero más tarde se convirtió en mensual. Su director era el marqués de Quintanar. Tras el editorial-manifiesto, la revista emprendió su tarea, proclamando desde el primer momento que pensaba contar con todos los medios para su propósito. Luis María Ansón en su libro Acción Española ha hecho un apretado estudio de los trabajos aparecidos en ella.
La obra de la publicación fue continuada y prolongada en la asociación que, con el mismo nombre de Acción Española, se fundó para dar conferencias y cursillos. En torno a ella se fueron agrupando todos los elementos intelectuales más salientes, tanto del campo monárquico alfonsino –que, como es lógico, constituían su mayor número– como del tradicionalista (Víctor Pradera, conde de Rodezno, Javier Reyna –Fabio en el Siglo Futuro–, Marcial Solana, González de Amezúa), de la recién nacida Falange (Eugenio Montes, Sánchez Mazas, Ledesma Ramos, Giménez Caballero, Aguado), y también algunos pertenecientes a Acción Popular y El Debate (marqués de Lozoya, González Ruiz, Fernández Ladreda).
La revista se publicó desde diciembre de 1931 a junio de 1936, viéndose interrumpida su publicación –por clausura gubernativa– en agosto de 1932 como consecuencia del fracasado movimiento militar del 10 de agosto de ese mismo año que acaudillaba el general Sanjurjo. Por lo demás, la revista se publicó ininterrumpidamente y con progreso constante tanto en el número de suscriptores –pasaban de 2.000– como en el de colaboradores. Las ciudades españolas que contaron con mayor número de suscriptores fueron: Madrid, Barcelona, Bilbao y Santander. También fue importante la penetración en la casi totalidad de las repúblicas hispano-americanas y en Filipinas, destacando, entre sus colaboradores del otro lado del Atlántico, el mejicano Alfonso Junco y el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra.
Al reinaugurarse los locales de Acción Española, el 3-V-1934, se publicó una nota en la que se decía: «Nuestra labor será, como ya fue, al margen de todo partido político, pura y estrictamente cultural. Por ese rodeo que va desde la Logia hasta la Institución Libre de Enseñanza, a la tribuna, a la prensa y a la calle, llegó el enemigo a la Revolución. Por un parecido rodeo debemos llegar a la Contrarrevolución nosotros». Firmaban José María Pemán, presidente; Pradera, Ruiz del Castillo y Sáinz Rodríguez, vicepresidentes; Ramiro de Maeztu, el marqués de Lozoya, Calvo Sotelo, Ibáñez Martín, González de Amezúa, Juan Antonio Ansaldo, el marqués de Quintanar, Manuel Pombo Polanco, vocales; Eugenio Vegas, secretario; marqués de la Eliseda, tesorero; Javier Vela del Campo, contador.
Se anunciaban los primeros cursillos que se desarrollarían en la sociedad: marqués de Lozoya, Semblanza de Felipe II; Ramiro de Maeztu, Historia del Liberalismo; Marqués de la Eliseda, Economía y nuevo Estado; Jorge Vigón, La religiosidad en el ejército. También anunciaban que darían conferencias Esteban Bilbao, José Calvo Sotelo, José Yangüas Messía y José Ignacio Escobar.
El día 8 de mayo se celebró la sesión de apertura de Acción Española. Sáinz Rodríguez dijo entre otras cosas: «Acción Española ha logrado reunir a un grupo de intelectuales en torno a una idea de la cultura nacional.»
El último número de «Acción Española» corresponde al mes de junio de 1936. El de julio estaba compuesto y en espera de ser tirado al producirse el Alzamiento Nacional; por lo que desaparecieron la composición y los originales en la imprenta. El editorial se debía a la pluma de Ramiro de Maeztu que refutaba una carta del filósofo francés Jacques Maritain, la cual se reproducía íntegramente. También figuraban entre los originales de este número, destruido antes de nacer, el primer capítulo de un libro titulado Romance del Escorial, escrito por un joven religioso agustino, el padre Conrado Rodríguez, asesinado en los comienzos de la guerra de la liberación.
Bibliografía.: J. Arrarás, Historia de la segunda República española, 2 vols., Madrid 1956; V. Marrero, Maeztu, Madrid 1955; L. M. Ansón, Acción española, Zaragoza 1960; E. Vegas Latapié, Recuerdos de los últimos años de Pradera: diario ABC 16-XII-1973; id., Escritos políticos, s. l. ni a.; A. Fontán: Los católicos en la Universidad Española, Madrid 1961; M. Ramírez Jiménez, Los grupos de presión en la segunda República española, Madrid 1969; Antología de Acción Española, Burgos 1937; R. de la Cierva, Historia básica de la España actual, Barcelona 1974; J. M. García Escudero, Historia política de las dos Españas, II, Madrid 1975. Eugenio Vegas Latapié.» (apartado octavo, firmado por Eugenio Vegas Latapié, de la entrada «Partidos Políticos Católicos» del Suplemento I, CSIC, Madrid 1987, págs. 588-589, al Diccionario de Historia Eclesiástica de España, dirigido por Aldea & Marín & Vives.)

Confirmación de la importancia que se atribuye al papel jugado por Acción Española la encontramos en los abundantes estudios que se le han dedicado (al margen de la menor o mayor calidad, sectarismo, parcialidad o progresismo de los mismos). Mencionemos los de Luis María Ansón (Acción Española, Zaragoza 1960), Raul Morodo ('Acción Española', orígenes ideológicos del franquismo, Tucar, Madrid 1980, 410 págs.), Javier Badía (La revista 'Acción Española', aproximación histórica y sistematización de contenidos, Pamplona 1992) y Pedro Carlos González Cuevas ('Acción Española', teología política y nacionalismo autoritario en España, 1913-1936, Tecnos, Madrid 1998, 411 págs.).

  • Rodríguez, A. P. (2017). Salazar y Franco: la alianza del fascismo ibérico contra la España republicana: diplomacia, prensa y propaganda. Trea.





Los inicios de la Administración











LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL DURANTE EL FRANQUISMO Por JUAN BENEYTO PÉREZ SUMARIO 1. LA ASOCIACIÓN HISPANO-ITALIANA «CARDENAL ALBORNOZ».—2. LA ASO CIACIÓN HISPANO-GERMANA.—3. EL CENTRO EUROPEO DE DOCUMENTACIÓN E INFORMACIÓN (CEDÍ).—4. EL COMITÉ INTERNACIONAL PARA LA DEFENSA DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA. 1. LA ASOCIACIÓN HISPANO-ITALIANA «CARDENAL ALBORNOZ» 

 Como la mejor manera de distraerse —y aun de divertirse, en el sentido etimológico— es cambiar de ocupación, yo, que he trabajado todos los días de mi vida, y en casi todas las horas de cada día, cuando vacaba del quehacer burocrático o de la actividad docente me consolaba de no tener tiempo per dido dedicando éste a una tarea social o cultural, ligado o no a instituciones y mecanismos intermediadores. Bajo la II República sonaron las sociedades de amistad (los Amigos de la Unión Soviética, por ejemplo) y seguían reso nando como presentes ciertas entidades de expansión cultural ligadas a otros países, como la Alianza francesa o la Sociedad italiana «Dante Alighieri». Con la guerra civil, a un lado y al otro de las líneas de fuego alzaron sus voces empresas semejantes. Yo viví —incluso como protagonista— alguno de los esfuerzos de la España nacional por influir —o por dejar de ser influida— culturalmente. Ya en Burgos, en 1938, la agudeza política de Ramón Serrañor Suñer se dio clara cuenta de la utilidad que podían prestarnos tales mecanismos. Por 14 Revista de Estudios Políticos (Nueva Época) 197 Núm. 71. Enero-Marzo 1991 IUAN BENEYTO PÉREZ lo pronto, sugirió la organización de una entidad ítalo-hispánica... Poco des pués será promotor de otra hispano-germana. Empecemos por la primera. Andábamos por la capital del Arlanzón, cerca de los Servicios centrales de Prensa y Propaganda, recién unificados éstos en una Subsecretaría dentro del Ministerio del Interior, José Antonio Giménez Arnáu, que fue el primer director del Servicio de Prensa; Luis Moure-Mariño, que trabajaba con To var en la Radiodifusión, y yo, antiguos colegiales de Bolonia. Pensó Serrano que podíamos reunimos cuantos teníamos relación con Italia por haber estu diado allá —y entre ellos él mismo, que frecuentó el Colegio. Nos propuso fundar una Asociación con el nombre del Cardenal Albor noz, agrupando en ella a cuantos estudiaron en Italia, y principalmente con nosotros a los sacerdotes becarios del Colegio de San José en Roma y a los artistas pensionados en la Escuela española de la misma capital de Italia. Un clérigo ilustre, don Miguel de los Santos Díaz y Gomara, obispo de Carta gena, fuera entonces de su sede y muy pronto Administrador apostólico de la de Barcelona, representaría la rama eclesiástica, y otra no menos ilustre persona, Enrique Pérez Comendador, haría lo propio con los artistas. Se me encargaron los estatutos correspondientes y designamos una Comisión gesto ra. Están en ella, además de los citados Giménez Arnáu, Moure y yo, Alfonso García Valdecasas, Jaime Blay, Jaime Soler Murillo, Jorge Garzolini Ziffer, Antonio Reverte Moreno y Ramón Martínez Arturo. Agregamos un profesor de italiano que andaba por allá, Camilo Llovera, y me encargaron de la Se cretaría. La sesión constitutiva se celebra el 28 de enero de 1938, nombrán dose la correspondiente Junta directiva, incorporándose a don Miguel de los Santos Díaz y Gomara y a don Enrique Pérez Comendador. Se inician los trabajos de difusión de la iniciativa y se encomiendan a Eugenio Montes unas conferencias sobre las relaciones ítalo-hispánicas. En septiembre de aquel mismo año se preparó, se firmó y se envió a la Universidad de Bolonia un pergamino conmemorativo del 850 aniversario de la fundación de aquel Ateneo. La acción se amplía con el traslado a la capital. Aunque ya en Burgos se prepararon ediciones, fue terminada la guerra cuando la Asociación pasa por un brillante período. Por lo pronto se le cede local en el Palacio del Congreso de los Diputados, un salón de Comisiones donde nos reunimos más de una vez, pues los actos sociales los celebrábamos fuera, y donde dejamos a beneficio de los futuros Padres de la Patria una hermosísima Enciclopedia italiana, obra del editor Treccani y obsequio del país hermano, que me fue entregada con testimonio fotográfico por el conse jero cultural Amor Bavaj. Y se empieza a cumplir con las tareas reglamen tarias. 

 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL La Asociación hispano-italiana debería ocuparse de propiciar intercam bios, organizar conferencias, editar libros y dar a la luz una revista, Boletín o Anuario. Empezamos con esto último: un Anuario cultural ítalo-español editado en Valladolid. En Madrid celebramos la primera fiesta patronal, el 23 de noviembre, día de San Clemente, en cena de etiqueta en el Hotel Ritz, con la presencia de los ministros de Asuntos Exteriores y de Educación, del Patrono de sangre del Colegio y generalmente con la excusa del Cardenal Primado en la ocasión. Para las publicaciones contamos con la ayuda de Nicomedes Ruiz y Sanz de la Peña, que desde la rectoría de la Casa de Cervantes y la dirección de la Editorial Santarén nos ayudó generosamente a que saliesen a la calle el Anuario cultural ítalo-español, los dos primeros volúmenes de la Colección Cardenal Albornoz, la antología mussoliniana de Spinetti, Espíritu de la Re volución fascista, y el sustancioso libro de Arrigo Solmi Origen y formas del Nuevo Estado. Quedaron pendientes muchos proyectos: figuraban en las se ries previstas la historia del Cardenal por Juan Ginés de Sepúlveda, la histo ria de las relaciones hispano-italianas que nos prometió Carmelo Viñas, la del Mediterráneo del italiano Pietro Silva. (Fuera de la serie habíamos publi cado ya en el año 1939 El Estado Nuevo y sus bases jurídicas, obra del rector romano Giorgio del Vecchio. Se le paga con ejemplares de la obra: le envia mos ciento cincuenta. Me acusa recibo el 21 de julio y expresa su esperanza de que con ello sirva a España, «en cuya grandeza confía».) Antonio Luna propuso la traducción del Tratado de relaciones internacionales de Rapisardi Mirabelli..., y hasta creo que se dispusieron a la tarea Pedro Rodríguez Ponga y Luis Horno Liria. En cuanto a conferencias, en 1940-41 se dieron una docena de ellas entre noviembre y junio: nos ilustraron con sus saberes don Elias Tormo, el Mar qués de Lozoya, don Lorenzo Riber, el Padre March —que preparaba un gran libro sobre Luis de Requesens y nos ofreció las primicias—, los profe sores italianos Vené y Zanotti, el incansable Ernesto Giménez Caballero, pre ocupado por la maternidad romana..., y es claro que también algunos cole giales como Antonio Luna, José Beltrán de Heredia y yo mismo. Por lo demás, la Asociación salió a las primeras páginas de la prensa en razón del alto despliegue de su acción social. Terminada la guerra civil y aún abierta la europea, el viaje del Presidente de la Academia italiana, Luigi Fe derzoni, en los últimos días de febrero de 1940, tuvo particular importancia. Recibido en Barcelona por Luis Simarro, antiguo colegial, habló en la Aso ciación sobre «Cuestiones del Mediterráneo» y seguidamente se le ofreció una cena en el Palacio del Senado..., en la que el obispo Díaz y Gomara nos 199 JUAN BENEYTO PÉREZ absolvió —él incluido— de la infracción del precepto de ayuno y de absti nencia. En su discurso, Simarro propuso que Italia crease en Sevilla una réplica de la Fundación albornoziana, y Manuel Aznar y Rafael Sánchez Mazas exaltaron en sendos artículos la amistad ítalo-española. Jesús Rubio nos per mitió gozar del arte de los violinistas y violonchelistas que estaba reunien do —Ruiz Cassau, Meroño, Aroca...— para forjar la Orquesta Nacional. Fue una gran noche la de aquel miércoles de Cuaresma. ¡Y espléndido menú servido por Clodoaldo Cortés! En tal ambiente tampoco se puede dejar en olvido la actitud siempre cor dialísima del General Gámbara, último combatiente y primer embajador cer ca de la entonces admirada Italia fascista, y cuando Adriano del Valle exal taba a los latinos del Este con su homenaje al Conducator rumano. José Ma ría Pemán había publicado el Poema de la bestia y del ángel, que tan iró nicos comentarios provocaba en algunos de nosotros. La España sujeta al mando de Francisco Franco durante la guerra mun dial tenía reducidas sus relaciones en el terreno de la Cultura a lo que le procuraban los dos regímenes aparentemente similares. En Cine no recibía mos más noticiarios que los de LUCE (L'Unione Cinematográfica Educativa), italiana, y de UFA, la conocida empresa cinematográfica alemana que había pasado del grupo Hugenberg al Ministerio de Educación Popular. Mis relaciones personales con los italianos me permitieron ayudar a algu nos amigos artistas, que se encontraban sin materiales para su trabajo. Re cuerdo el caso de Juan Cabanas, autor del dibujo del nuevo escudo nacional y jefe del Departamento de Plástica en Burgos: el 6 de julio de 1942 me pide que gestione del Agregado comercial italiano «muestras de tela, pinturas y pinceles para óleo, con indicación de precios y modo de pago». El titular del puesto, Giancola, me atiende puntualmente. (El tema es interesante por ser situación ilustrada en los papeles del propio Franco. Luis Suárez publica la noticia de que cuando, dos años y medio antes, el 7 de febrero de 1940, el Caudillo visitó el Museo del Prado, su Director, don Fernando Alvarez de Sotomayor [Suárez lo llama Enrique], le planteó las dificultades que encon traban en ese terreno los artistas españoles, y dice que Franco prometió auto rizar una importación de pinturas y de aceites. El 17 de mayo de aquel mis mo año insiste Sotomayor, dirigiéndose al Jefe de la Casa Civil, Julio Muñoz de Aguilar, para que urgiese a Franco el cumplimiento de aquella promesa... No debió de conseguirlo cuando un hombre tan bien situado como Cabanas tiene que acudir a mí.) Por otra parte, la consideración del Director General de Relaciones Cul turales, Marqués de Auñón, hacia la Asociación Cardenal Albornoz me llevó, 

LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL como secretario de ésta, a participar en calidad de Miembro de la Junta que con el mismo rótulo de la Dirección General funcionaba en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Fue así una proyección particularmente destacada del mecanismo que establecimos en Burgos. También el Instituto Italiano de Cultura se mantuvo en relación con la Asociación. Ettore de Zuani nos invi taba a todos los actos. Durante la guerra exterior no dejamos de preocuparnos por Italia y por Bolonia. Yo mismo di una conferencia transida de emoción por haber con templado las fotografías del Neptuno protegido por sacos terreros. Pero, ade más, los colegiales nos interesamos por la suerte de una ciudad que era vista como objetivo militar. En 1944, la guerra había llegado al norte de Italia. El 31 de octubre nos convocó el Rector, don Manuel Carrasco, antes de la fiesta patronal, con urgencia... Propuso Carrasco, y aceptamos todos, una acción colectiva sobre los Rectorados de las Universidades de los países beli gerantes, y ante la previsión de un ataque aliado insistimos cerca de Oxford y de Cambridge. Estos dos hicieron suya nuestra petición y la transmitieron al Mariscal Montgomery. Y pudimos comprobar que, gracias a ese gesto, la ciudad de Bolonia, cuna del renacimiento jurídico, fue respetada por las bom bas. (Por otro lado, también los albornocianos ayudamos económicamente: la Asociación abrió una suscripción y con su producto adquirió y envió ví veres para atender a los necesitados de Bolonia.) Al terminar la guerra mundial las cosas se fueron complicando. Porque mientras allá, en Italia, había triunfado la democracia, aquí seguía la dicta dura. Pero si los españoles somos comprensivos, los italianos son muy pers picaces. Su larga experiencia histórica de tener que seguir siendo católicos estando sujetos al feudalismo pontificio les ha dado un particular sentido para adaptarse y situarse. Entonces vino aquí un artista en la política, el mar qués Tomasso de Gallaratti-Scotti. No se podía seguir hablando de muchas cosas, pero sí de literatura, de arte, de cultura en cualquier sentido. El nuevo Embajador creó una Academia Hispano-Italiana. Fundada el 9 de mayo de 1945 en sesión constitutiva a la que asistimos el Conde de Romanones y los profesores Ballesteros, Pérez Bustamante y yo, por parte española, y por la italiana, Hipólito Galante, Mario Penna y Attilio Venturi, dejando de lado a Ettore de Zuani, activísimo Director del Instituto de Cultura durante el fascismo. Sin una gran labor, pero con sucesivas, vivas y cordiales reuniones, esta institución resultó eficaz durante algunos años. Al propio tiempo, el Instituto encontró la cabeza equilibrada de Mario Penna y cultivó también más espectáculos, algunos tan sugestivos como la Mandragora de Maquiavelo o La torre sul pollaio de ítalo Calvino, con la co laboración siempre aplaudida del gran Fernando Fernán Gómez. 201 JUAN BENEYTO PÉREZ La Asociación, a su vez, fue evolucionando. Tornó a sus raíces puramente académicas y abandonó toda actividad sociocultural. Seguimos en buenas relaciones con quien tanto nos había ayudado y con sus sucesores los minis tros de Asuntos Exteriores, que eran invitados a nuestra reunión anual. En realidad, el ala artística apenas tuvo despliegue, y la clerical se redujo a for malizar una cierta relación con el Obispo-Patriarca, que nos cedía la Capilla de Palacio para la Misa del día de San Clemente. Por lo demás, renovamos nuestra fidelidad a los maestros de Bolonia. Conseguimos un doctorado honoris causa en Salamanca y una alta conde coración en Madrid para Antonio Cicu, el catedrático que dominaba con su prestigio la labor inicial de la mayor parte de los civilistas españoles. Era el mes de marzo de 1950. A los actos de Salamanca siguieron los de Madrid, e incluso los contactos personales: yo lo llevé a almorzar a mi casa, y allí es donde sorprendió a Elvira su avaricia en dispensar palabras... También en 1950 vino Felice Battaglia, rector de Bolonia. A Battaglia le hice invitar por la Facultad de Ciencias Políticas, a la que yo estaba adscrito. Habló el 3 de noviembre. Y me señaló el deseo de conversar con Ortega; hice seguidamente la gestión, y sin tardanza conseguí, en veinticuatro horas, la entrevista. Acudimos a su salón de Bárbara de Braganza número 18. Fue, como siempre con don José, un rato delicioso. El retrato de Galileo que pre sidía el local era una incitación a la referencia italiana. Ortega estimaba mu cho aquella pintura: procedía de los muebles de un buque italiano que, tras el naufragio, se ofreció en venta. Había sido comprado por los padres de Orte ga y a éste le gustaba contemplarlo. También a Battaglia y a mí, que aprove chamos la oportunidad tras el elogio del dueño de la casa. Y en seguida la conversación entró a fondo en el tema entonces más candente: el existencia lismo. Battaglia señalaba los antecedentes ofrecidos por Kierkegaard y Ortega subrayaba que él mismo había expuesto ideas semejantes. Lo que ocurre, decía, es que cualquier cosa que se haga en Europa no logra extenderse si no pasa por París. ¡Sin Sartre —concluía— nadie se hubiese fijado en esa co rriente filosófica! Battaglia completaba la tesis con su erudición: las ideas de los juristas ingleses no las recibe Europa sino al través de Voltaire... Y Or tega ampliaba el área del proceso: lo mismo sucedió con las modas. La apa rición de los vestidos cómodos frente a la indumentaria cortesana: nacen en Inglaterra, pero no se difunden hasta que no se lanzan desde París. Con Battaglia —y con Tina, su mujer— fuimos Elvira y yo a mostrarles museos y lugares interesantes. Una tarde nos sentamos a merendar en Garibay, salón de té promediada la Gran Vía, y a Battaglia le sorprendió oír comenta rios sobre el Régimen que en Italia no se hubiesen tolerado. Le expliqué que entre nosotros se distinguía mucho lo hablado de lo escrito. Acaso —le dije— 202 

LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL por lo de que las palabras se las lleva el viento. (Bien que acaso eso serviría para hacerlas llegar a la persona interfectada. También, al contrario, «las pa redes oyen»...) En fin, saltó el filósofo del Derecho: ¡Habría que explicarlo por el reconocimiento de un ius murmurandi! Años después, en 1957, siendo director del Instituto Italiano Arnaldo Bascone, rindió homenaje al Cardenal Albornoz, con ocasión del Centenario de sus Constituciones: hubo un acto solemne en el Instituto, donde yo hablé, y se descubrió un hermoso mural de Arturo Peirot. Como se ve, fueron por mi parte muchos años de relación con la cultura italiana. Y así no es de extrañar que me llegasen un buen día las insignias de una alta condecoración; pero resultó que ya la tenía concedida anterior mente. Me dijeron que no importaba, que pidiese que me la canjeasen. Pero no tuve éxito en la gestión. Quedamos así los albornocianos, o «bolonios», como más corrientemente se nos llama, encontrándonos el 23 de noviembre y recordando al Fundador. Por cierto que en 1951, tras la cena de protocolo, acordamos pedir al Rector de la Universidad que se erigiese al Cardenal Albornoz el proyectado monu mento previsto en los planes de la Ciudad Universitaria. Se le había atribuido asiento entre las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras; se urgía ante la proximidad del VII Centenario y firmamos la solicitud el Patrono de san gre, Duque del Infantado, y yo, como Secretario de la Asociación. Era una vieja promesa: arrancaba de 1925, con ocasión de la visita de Alfonso XIII al Colegio. El Rey recordó que en la Ciudad Universitaria de su iniciativa se había proyectado tal monumento, y como se expresó el deseo de ver en Bolonia, en el Colegio, una réplica, el propio Rey aprovechó su paso para colocar la primera piedra... (Tampoco lo logramos en 1967 cuando reitera mos la petición... Y ni siquiera la Casa de la Moneda quiso que los españoles lo recordásemos al franquear las cartas: la petición de la Comisión del Cen tenario, presidida por el Subsecretario de Educación, fue desoída... ¡Triste prueba del olvido de los españoles hacia quien más hiciera por nuestra cul tura!) Y como alguna vez he reseñado cartas gastronómicas, podemos recor dar aquí que en un momento de esplendorosa celebración de San Clemente, en los años cincuenta, no sólo hubo visitas al Conde de Romanones, como cole gial más antiguo, sino que nos invitaron sucesivamente el Patrono de sangre, el Ministro de Asuntos Exteriores, el Cardenal Primado y el Embajador de Italia (que es quien ha continuado haciéndolo). El Duque del Infantado nos llevó al Castillo de Viñuelas y nos ofreció «silla de ciervo» de la misma finca; el Ministro de Asuntos Exteriores, a su Palacio de Viana, y el Cardenal, al suyo de Toledo. Tampoco estuvo mal esta comida: entremeses y huevos «al 203 JUAN BENEYTO PÉREZ estilo de la casa», perdiz «a nuestra manera» y tarta, helados, frutas, café de Cuba, habanos —supongo que de igual procedencia— y licores tales como Calisay, Cointreau, Chartreusse y Bénédictine, con predominio de éstos, como es lógico en sede eclesiástica, pero sin que faltase el coñac Carlos I. La Em bajada italiana suele hacernos recordar la cocina que tan gustosamente sabo reamos en Bolonia, esa deliciosa pasta que culmina en las lasañas y los ravio li, con el parmesano y el chianti. Desligado de la atención a la empresa, con activo sucesor en la Secretaría y siempre con Decanos y con Bimbos, no he dejado de sentirme no sólo albor nociano, sino hispano-italiano. Acudí siempre a las llamadas de la Embajada: el 1 de febrero de 1965 presentaba la exposición de revistas en la Biblioteca Nacional y ante el Ministro de Información. Desde 1982 formo parte del Consejo directivo de un Instituto de estudios garibaldinos que aviva en Saratoga el profesor Antonio P. Campanella y man tengo el vínculo con trabajos sobre Garibaldi en España, y aún hago la his toria de su Catalejo: recorriendo lo que pudo ser el avatar del primer anteojo que el Héroe utilizara en su travesía como piloto del Virgen de Gracia entre Mahón y Valencia. 

 2. LA ASOCIACIÓN HISPANO-GERMANA Sobre el esquema de la Asociación Cardenal Albornoz, me propuso Ra món Serrano Suñer la creación de una entidad cultural hispano-germana. Fue poco después del término de nuestra guerra, ya instalados en Madrid y Serra no Ministro del Interior, con Antonio Tovar de Subsecretario de Prensa y Propaganda y yo, en su Departamento, jefe del Servicio de Coordinación. Debo poner particular énfasis en historiar su proceso porque, contra lo que han pensado y dicho algunos, no fue tanto un enlace con la cultura alemana cuanto un filtro para la misma. Serrano conocía muy bien las aspiraciones de los dirigentes nazis, que habían potenciado las antiguas organizaciones hispanistas, especialmente el Iberoamerikanisches Instituí de Hamburgo, y que buscaban senderos que los acercasen al camino real abierto hacia América con el Consejo de la Hispa nidad. (Recordemos que Manuel Halcón, el Canciller de este organismo, ha bía acompañado a Serrano en su viaje a Berlín y que la prensa alemana lo señalaba como hombre de futuro político.) Klaus J. Ruhl, en su libro Spanien in zweiten Weltkrieg (Hamburgo, 1975), atribuye la creación a Erich "W. Gar demann, y en ese error sigue Luis Suárez cuando estudia a Franco y su tiem po (Madrid, 1984), al afirmar que la Asociación fue establecida «bajo la política de Ribbentrop». Gardemann fue, en efecto, hombre fuerte en la Emba jada alemana, consejero en ella entre 1941-1943, en actitud crítica frente a su jefe, Von Stóhrer. Puedo asegurar, porque soy testigo de ello, que la Aso ciación nace y actúa precisamente para evitar las presiones alemanas y para encauzar las relaciones culturales. Así, no tiene nada que ver con la oficina de que dispone Gardemann. Yerra Suárez al domiciliar ésta en Pinar, 5, que es la sede de la Asociación, mientras el despacho de Gardemann estaba en Juan Bravo, 6 —local que luego pasó, porque era propiedad alemana confis cada, al Sindicato de la Marina Mercante y ahora aloja a la Asociación de la Prensa de Madrid—. El hotel de Pinar fue alquilado al marqués del Sacro Lirio, por gestión personal mía y para el Ministerio, es decir, con cargo al Patrimonio del Estado. Así pasó luego al Círculo Jaime Balmes y finalmente al Club Internacional de Prensa. Son cosas distintas. Con muy diferente fina lidad, pues, según señala Ruhl, la misión del organismo regido por Garde mann consistía en establecer contacto con los camisas viejas de la Falange para inclinarles a favor de los intereses del III Reich. La Asociación se relacionaba con los institutos alemanes de proyección cultural exterior, y especialmente con el citado de propia sede no sólo en Hamburgo, sino en Berlín, aquí bajo la presidencia del primer embajador alemán cerca de Franco, el General Von Faupel. También nos relacionamos con el Instituto germano-español, de vieja tradición en Madrid, entonces re mozado e instalado en el Paseo de la Castellana esquina al del Cisne. Con Gardemann no teníamos sino los contactos de carácter social propios de una personalidad de la representación diplomática de su país, y acudimos una sola vez a su villa «Encarnita Enea», en pleno Chamartín, guiados por car teles personalmente mantenidos en su difícil itinerario. Creo que el propósito de Serrano al crear la Asociación Hispano-Germana buscó ofrecer un reverso a la acción militar que aparentemente unía a nues tros dos pueblos, y así llevó, a la Presidencia al General Moscardó, que du rante aquellos años fue Jefe de la Casa Militar del Caudillo, Jefe directo de las Milicias y por breve tiempo Capitán General de Cataluña. El Ministerio del Interior alquiló el chalet del Marqués del Sacro Lirio, aunque éste hubie ra preferido venderlo. (No pedía más que trescientas mil pesetas... Cuando lo comenté con mi padre, me autorizó a comprarlo..., pero llegué tarde. No había entonces mejor inversión del dinero: me lo señalaba el gran arquitecto Muguruza: un chalet en El Viso costaba sesenta mil pesetas.) Serrano, una ve2 logrado el local en alquiler, encargó las obras conducentes a su adapta ción: se amplió la parte trasera para cocinas y habitaciones (pues se había pensado utilizarla como residencia de invitados) y la anterior fue habilitada para recibir, con varios salones... Pero la Asociación empezó a trabajar en 205 JUAN BENEYTO PÉREZ seguida, aun sin local social, utilizando a esos efectos el Hotel Ritz. En éste, ya en el otoño de 1941, celebramos un importante acto social con la confe rencia del escritor Colin Ross, a la cual asistieron numerosas personalidades, entre las cuales ocuparon la presidencia el Ministro de Educación, Ibáñez Martín; el Vicesecretario, Arias Salgado; el General Asensio —que poco des pués sería Ministro del Ejército—; Antonio Tovar, que acababa de dejar la Subsecretaría de Prensa y Propaganda; Antonio Luna, recién nombrado Di rector de Radio Nacional... Remodelado prontamente y amueblado bajo el cuidado de la señora Starch de Gracia (madre del sociólogo y politólogo Juan Linz), el chalet de Pinar, 5, sirvió para reuniones sociales, exposiciones y conferencias. Una de las prime ras de éstas la dio Ernesto Giménez Caballero. En una foto del acto se ven en primera fila a doña Mercedes Gabrois de Ballesteros y al General Mor cardó. Ernesto viste uniforme de Falange y se muestra esperanzado por la Europa prevista por Hitler. Entre tanto fui testigo de una curiosa anécdota: Serrano era Ministro del Interior, y era claro que no podía interferir en las competencias del de Asuntos Exteriores, no debiendo recibir comisiones ex tranjeras; pero era Presidente de la Junta Política, y esto le autorizaba a ha cerlo. Vinieron unos estudiantes alemanes, y Serrano los recibió en el Minis terio, pero no podía decirse así..., y la nota informativa los dio por atendidos en el local de la Asociación, que estaba totalmente en obras. El General Mos cardó, Presidente, me llama extrañándose de no haber sido invitado o al me nos avisado. Le expliqué la situación y la comprendió, según era lógico... y cortés. Conservo un ejemplar del primer número del Boletín de la Asociación, dirigido por un comité en el que, conmigo, figuran Antonio Tovar y Pedro Laín. Es de noviembre de 1943 y recoge noticias de actividades sociales y del viaje de los esposos Faupel. Pero no todo fue actividad intelectual. Disponíamos de una cocina mo dernísima, regalo de los alemanes. Nos preocupamos de encargar una vajilla con el distintivo del centro, pero dudamos en decidirnos sobre él. Nos ase soró el Marqués de Lozoya, con sus saberes de historia y de arte, pero sirvió de poco... porque nos vino la vajilla antes de encargarla, y con los emblemas de los nazis y de los falangistas cruzados. (Con tal solución pudimos utilizarla muy poco tiempo. Terminada la guerra ya no era posible exhibir cruces ga madas... y al final la regalamos a unas monjitas muy necesitadas, que debie ron enterarse de nuestro embrollo y la pidieron.) También proyectamos pu blicar una revista, aunque no pasamos de discutir su cabecera. Pilar Primo de Rivera, que había mostrado su predilección por los topónimos al rotular el centro de la Sección Femenina de la Falange como Medina, propuso, no sin razón, Aquisgrán. 206 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL Pero quizá lo que prodigamos fueron los conciertos. Mi secretaria estaba pendiente de pedir a la casa Hazen aquellos pianos Pleyel que se cedían por la cortesía de citarlos en los programas. Una vez intervino Lola Rodríguez de Aragón, y otras —pero no precisamente aquélla— Federico Sopeña... Formaron en la Asociación Hispano-Germana influyentes políticos, inte lectuales y hombres de negocios. Fueron miembros numerarios de ella el Ge neral Fernández Ladreda, catedrático en Oviedo y muy pronto Ministro de Obras Públicas en Madrid; Carlos Rein, ingeniero agrónomo y también pron tamente elevado a la Jefatura del Departamento de Agricultura, tras haber ocupado la secretaría política del Ministro del Movimiento, José Luis Arrese; Antonio Correa Veglisson, gobernador civil de Barcelona; José Vera Sales, delegado de la importante empresa alemana Siemens; Juan de Leyva y Andía, subcomisario de Abastecimientos; el Marqués de Lozoya, Director general de Bellas Artes; Pilar Primo de Rivera, Delegada nacional de la Sección Fe menina, que había visitado en Hamburgo, en 1937, el Instituto Iberoameri cano; Antonio Tovar, recién salido de la Subsecretaría de Prensa y Propa ganda; Pedro Laín, que todavía abanderaba la filosofía oficial... El Presidente no fue Serrano, como con la Cardenal Albornoz; prefirió a una figura militar, y ninguna más arriba entonces que el héroe del Alcázar. Le recuerdo sobre todo como amigo, hombre sincero, cordial, abierto... Acu día a despachar con él cuando era jefe de la Casa Militar en Palacio, en la planta baja; cuando fue jefe de las Milicias de Falange, en la Secretaría Gene ral, planta quinta... Allí precisamente le solíamos esperar mirando al través del cristal de los balcones en frías mañanas de invierno: llegaba por la Cibe les en coche descubierto, desafiando al frío, con silenciosa queja de sus jóve nes ayudantes. Eran éstos los tenientes coroneles José Carvajal y Rafael Mo reno, ambos de afectuoso trato conmigo, así como su eficaz secretario el también teniente coronel Joaquín Vierna. Tomó Moscardó con gran interés la tarea de Presidente. Estuvo visitando los campamentos de la División Azul y fue atendido en Berlín por el General Faupel, Presidente del Instituto His panoamericano. Había pasado ya a la reserva, tras haber sido Capitán Gene ral de Cataluña, cuando, cuidando su salud en el balneario de Fortún, el 26 de noviembre de 1946, me escribe estimulándome a vitalizar también la Asociación: hay que buscar —me cuenta, casi como en plan de rehabilita ción personal— vigor, agilidad, perseverancia. Era la época en que los alemanes no solamente eran buscados por su an terior adscripción: algunos que no fueron nazis tuvieron que esconderse. (Re cuerdo la anécdota de Petersen, pastor por Asturias..., casado —siendo tes tigo Moscardó— con Isabel Guitarte. Un día el General me empezó a contar que llegaba de la boda, pero interrumpió la charla súbitamente... Y ya no se 207 JUAN BENEYTO PÉREZ habló más de ello. Se había excedido en su amistad conmigo, y yo lo com prendí. Y es claro que callé la noticia.) A Moscardó le sucedió en la Presidencia don Agustín Muñoz Grandes, antiguo jefe de la División Azul, pero estábamos en un mundo distinto: ya no cabía exaltar los talantes precedentes, aunque a don Agustín le gustaba insistir sobre ellos. Despachaba con él en nuestro Pentágono, el edificio cas trense del chaflán entre Vitrubio y Castellana. Guardo muy buen recuerdo de su trato y siempre fue un gran amigo. Su secretario, Justo Pastor, era ade más persona conocida mía por alternar aquel puesto con el de jefe del Depó sito de Publicaciones del Instituto de Estudios Políticos. No hay apenas nada que contar de aquella última etapa. De la primera, lo más memorable fue el viaje de los esposos Von Faupel. El primero, embaja dor en la España franquista, como ya señalamos, y ella, activa y aguda obser vadora... y consejera. Pero ya estábamos en el ocaso de la ascensión bélica alemana. Elvira y yo los acompañamos, junto con el matrimonio Laín, a To ledo, y con el Marqués de Lozoya, a Segovia. Aquí almorzamos en el Mesón de Cándido. Era el 18 de mayo de 1943. Los dos firmaron el tarjetón-recuer do en la Casa y Edith se tituló hija adoptiva de Segovia. El Marqués hizo un amable pero ya doliente brindis: Por una paz gloriosa. Anécdota también relacionada con los alimentos. El día en que almorzaron en casa, ella, Edith, quedó extrañada —es decir, admirada— de lo que les dimos. Preguntó si es que había muchas facilidades para abastecerse, y Elvira le explicó el juego de los mercados. Entonces nos describieron la cena en la casa del Secretario ge neral del Movimiento, José Luis Arrese. Se ve que el ministro, fiel cumplidor de las normas, sujetó su carta al suministro derivado de la cartilla, y es claro que los antiguos embajadores parecieron decepcionados con Arrese y encan tados con nosotros. Aun así, no debieron quedar muy convencidos, porque en mayo siguiente, con ocasión de almorzar en casa los dos entonces ayudan tes de Faupel —el diplomático Hoffmann y el profesor Von Merkats—, que hacían un viaje que resultó el último en tiempo de guerra (pues precisamente estando ellos almorzando me telefoneó Gullino para comunicarme el alto el fuego, en llamada que hube de silenciar ante mis huéspedes), nos confesaron que aunque venían invitados oficialmente, se trajeron un buen suplemento dietético. También sobre abastos cabe recordar que en una de las sesiones de la Junta directiva de la Asociación, uno de sus miembros —creo que don José Vera— advirtió a Juan de Leyva, subcomisario del ramo, que consideraba peligroso que entre los cereales que se mezclaban para componer la harina distribuida por el Servicio Nacional del Trigo figurasen los yeros, que eran causantes del deterioro de ciertas fibras del cerebro, y eso lo sabían algunos 208 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL palurdos de la Mancha, que los daban a sus hijos para rehuir el servicio mi litar, pues sometiéndose una temporada a tal dieta se conseguía la declara ción de inútil. Mi amistad con los alemanes no me dejó escapar del hábito de recibir recomendaciones. El 24 de julio de 1942 hube de interesarme para que un hijo de los Loewe, que estaba en el frente, lograse permiso para pasar unos días en Madrid, con su madre, que iba a ser objeto de una intervención qui rúrgica. Y aun en 1944, mi compañero de la Universidad de Salamanca Ci riaco Laguna me hizo gestionar el envío de los once volúmenes del impor tante tratado de medicina infantil de Pfaundler, el Handbuch der Kinder heilkunder. Siempre tuve amigos en la Embajada, con Von Stóhrer o con Dieckhoff, embajadores, o con Von Bibra y Von Heyden-Rynsch, consejeros, y es claro que con Lazar, jefe de prensa, o con Petersen, encargado del área cultural. Carezco de datos, salvo algunas invitaciones de cierta Asociación hispa norrumana «Trajano», activa entre los años 1943-44, regida por Al Busuiu ceanu, que cultivaba el recuerdo de la relación entre los dacios y los tarra conenses... Hubo conferencias, como la del propio Busuiuceanu, y exposicio nes como la de Alexis Macedowski, entre marzo de 1943 y mayo de 1944. Así como los italianos reaccionaron de inmediato, los alemanes, cierta mente desconcertados —y aun, mejor dicho, descuartizados— tardaron en mostrarse de nuevo presentes. Tiene ahí mérito la acción de Hans Jurestchke, quien, al frente de la delegación de la Sociedad Goerresiana, y acogiéndose a la hospitalidad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, montó de momento la que podríamos llamar única tienda de aquella siempre viva y admirada cultura. Por lo demás, el cuadro cultural inglés se vio vivificado con el impulso del embajador Victor Mallet y la eficacísima labor del casi español Walter Starkie, en tanto que Francia tuvo dos grandes colaboradores en sus emba jadores: Paul Guinard en cultura y Marcelino Defourneaux en prensa. Volvían a sonar las músicas de antaño. Hasta hubo una duquesa —la de Almazán— que estrenó una obra en el teatro de la Zarzuela, La gran men tira, con la explicación previa de que no era de clave. El final de la guerra europea —y mundial— no resultó decisivo para el cambio político esperado. Se iniciaron las conspiraciones, pero Franco supo mantenerse hasta lograr ser el monarca español que sujetó por más tiempo en su mano el timón de nues tra navecilla... 209 14 JUAN BENEYTO PÉREZ 3. EL CENTRO EUROPEO DE DOCUMENTACIÓN E INFORMACIÓN (CEDl) Mis antiguas relaciones con maestros alemanes me condujeron de nuevo a aquella gran tierra. Al enviar a mi maestro Claudius von Schwerin un tra bajo mío me llegó como respuesta la noticia de su muerte. Me la daba su cuñada Marta Ferrini, viuda de un hermano de Claudio que fue atropellado en Munich por un vehículo militar aliado. Poco después, la propia Marta, secretaria del Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad, debió de hablarle de mí a su director, el doctor Reinfelder, y éste me invitó a parti cipar en un próximo curso. Acepté la fecha de junio de 1951 y lo hice a fines de mes, exponiendo en tres lecciones el panorama del humanismo jurídico en torno a Guillermo Budeo. Asistía a mis conferencias el Cónsul español, Félix Coronas, y en la segunda se excusó de poder estar presente en la tercera porque tenía que acudir a recibir a Alfredo Sánchez Bella, director del Insti tuto de Cultura Hispánica, que le había señalado su deseo de pasar unos días en Munich para saber «qué podría hacerse con Europa». Las consecuencias del viaje de Sánchez Bella no las tardaría en ver yo mismo. Consistieron en la fundación del Centro Europeo de Documentación e Información (CEDÍ), cuya sesión preparatoria se produjo en el inmediato mes de agosto con una reunión en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander. Me encontraba allí dirigiendo el Curso de Periodismo y nos sorprendió advertir que sin petición previa incluían vino en el servicio del comedor del Palacio de la Magdalena, que era habitualmente un extra, y tal abundancia de fruta que hubo de llamarnos la atención... Pregunté y supe que había sido exigencia de Alfredo, que consideraba que ante la llegada de los europeos importaba hacer ver que el vino y la fruta estaban en todas las mesas. El CEDÍ fue un mecanismo más de carácter social intermediador. No figuré en él ni siquiera como uno de sus miembros, pues se me invitaba de modo regular. La organización logró consolidarse durante el largo período de mando de Martín Artajo en Asuntos Exteriores y también, en ese año 1951, por el acceso al Gobierno de Ruiz-Giménez. Nos atendía generalmente el Alcalde de Madrid, que solía dar una recepción, al principio en la Casa Consistorial y luego en los jardines de la Rosaleda, en el Porque del Oeste. Aun en las primeras, pero ya hacia 1954, el representante alemán, entonces ministro de la República Federal, Hans Joachin von Merkatz, al que yo siem pre saludaba como nuevo amigo, aunque los dos nos sabíamos viejos en muy distintas circunstancias, hubo de hacer este reconocimiento. Me acercaba al Conde de Mayalde, alcalde, y Von Merkatz estaba junto a él e interrumpió 210 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL mi saludo confesando que me conocía «desde diez años atrás». Más tarde le encontré de nuevo en otra asociación —el Comité de Defensa de la Civiliza ción Cristiana— y, en fin, en 1963, en la capital de la isla de Las Palmas, en el Hotel de Santa Catalina... Estaba pasando una temporada de descanso, bien merecido por su esfuerzo de inamovible ministro —casi un veintenio— del Gobierno federal bajo el predominio de la democracia cristiana, según la tradición alemana y por invitación del Gobierno español... Acababa de llegar de Lanzarote y nos insistió en que no perdiésemos la ocasión de visitar, al estar tan cerca, aquella maravillosa isla de los volcanes. A Von Merkatz debemos, pues, Elvira y yo la gran fortuna de visitar Lanzarote..., que en tonces todavía no era abordable sino en un DC-3 que hacía escala en Fuerte ventura y ni siquiera llevaba azafata. íbamos solos el piloto y tres o cuatro pasajeros. Las atenciones recibidas en Arrecife borraron el mal rato de la travesía. Al cabo de unos años, Sánchez Bella quedó como miembro de honor vita licio, mientras la presidencia también vitalicia y honoraria fue atribuida al Archiduque Otto de Habsburgo, quedando la efectiva para el Marqués de Valdeiglesias. La Junta acabó consolidándose con los nombres de Hans Joachim von Merkatz por la República Federal, Edmond Michelet por Fran cia, John Rodgers por el Reino Unido, Adriano Moreira por Portugal y Al berto Martín Artajo por España. El Secretariado general fue desempeñado por Georg von Gaupp-Berhansen, teniendo como adjunto al Príncipe Hein rich von Stanhemberg, entregándose la Tesorería a otro Príncipe, el de Liech tenstein. La organización exterior se articulaba con organizaciones nacionales paralelas, tales como el Comité belga, el Centro técnico francés, el March Club londinense y el Centro lisboeta. A los efectos de la influencia política, el CEDÍ mostró su eficacia al ver llevados a miembros suyos a puestos de la alta administración del Estado. Recuerdo que en la IX Reunión de la primera semana de julio de 1960, en el Valle de los Caídos estuvieron presentes dos ministros extranjeros como Von Merkatz, alemán, y Terrenoire, francés. Este desempeñaba la cartera de Información y llegó algo tarde por cruzarse en la carretera con un viaje del Caudillo. Esto dio motivo a algunas observaciones sobre la política de Prensa y Propaganda, en relación con la propia imagen del Jefe del Estado. Nor malmente, al menos desde la IV Reunión, en 1955, los congresos se reunían en El Escorial, y hasta se llevó al logotipo del CEDÍ el perfil del Monasterio. Entre las sesiones solíamos dar algún paseo, incluso alejándonos del centro urbano. En la reunión de 1961, una tarde fuimos por la carretera de Avila, coincidiendo con Manuel Fraga, Federico Silva y Jesús Fueyo. En conversa ción relativamente seria, estas tres personalidades se preguntaban quién iba 211 JUAN BENEYTO PÉREZ a recibir la invitación de Franco para acceder a un ministerio... En realidad los tres tenían las calidades que se podían exigir: Fraga fue el primero en llegar, en 1962; Silva le siguió, en 1965... Fueyo quedó fuera. Y era preci samente Jesús quien nos explicó aquella tarde los mecanismos de acceso al poder en la España de Franco: se entraba —explicó— por los caminos blan dos (por los obispos o por las damas) y se salía por los duros (por presión de los generales). Sánchez Bella ha calificado al CEDÍ de instrumento para-establecer coin cidencias políticas en el área europea. Subraya la presencia de los socialcristia nos bávaros y la coalición popular francesa, así como la proximidad de otros democristianos, pero dice que faltó decisión para dar el salto, concentrán dose el esfuerzo en torno al principio monárquico... (No era mucho, pues —recordando sus palabras de 1951—, lo que se había podido hacer «con Europa».) 4. EL COMITÉ INTERNACIONAL PARA LA DEFENSA DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA Si del CEDÍ no fui sino un partícipe, de otra organización semejante, el Comité Internacional para la Defensa de la Civilización Cristiana, llegué a ser Jefe de Estudios. Este Comité, que pronto suprimió las referencias defensivas para centrarse en el concepto de civilización, arranca de un proyecto italiano, el Centro internacional de realismo social Pro-Deo, fundado en 1945, cerca de la Universidad Internacional, promovida por el P. Morlion, pero de ma nera inmediata del ensayo francés rotulado nada menos que Centro para la Expansión y la Defensa de la Civilización Cristiana, estimulado por su secre tario general, Pierre André Simón. Ambas iniciativas resultaron particular mente recogidas por los mecanismos de relación social ligados a la democra cia cristiana alemana, pero su verdadera dimensión se debe a la voluntad y competencia del ministro español José Solís, quien se dio cuenta de las tareas de contacto informal que dicho Comité podría llevar a cabo sin menoscabo de las posiciones oficiales y con resultados a menudo tangibles. El arranque español de esta institución se sitúa en la asamblea celebrada en Madrid, a finales de enero de 1968, no sin la eficaz colaboración de Ma nuel Fraga, en aquel momento Delegado Nacional de Asociaciones. A esta reunión acuden personalidades tales como el francés Antoine Pinay, el ita liano Caetano Martino y el alemán Hermann Lindrath, y España participaba con dos ponencias —de Jesús Fueyo una y otra mía—, cuyos contenidos son ampliamente recogidos por la Prensa. El alemán Lindrath es elegido Presi dente, y Pinay, Martino y Solís, Vicepresidentes. A su lado aparecen Her 212 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL mann Puender, también alemán; Marie-Héléne Cardot, francesa; Francesco Leone, italiano; Félix Hurdes, austríaco... Sigue de Secretario general el acti vísimo Georg Jaeschke. Ese mismo año, a mediados de noviembre, los direc tivos internacionales se reúnen en el viejo Palacio del Senado, y tras aquel cambio de impresiones se produce la constitución del grupo español. En efecto, convocados por Solís y bajo su presidencia, coincidimos en el Palacio de la Trinidad, el 7 de diciembre, el general Muñoz Grandes, el em bajador Antonio Garrigues, Gregorio Marañón, Manuel Fraga, Manuel del Valle Pando y yo mismo. Se acuerda quedar constituidos como comisión ges tora de la sección española del Comité y se encarga de la Secretaría al citado Valle. Se propone sean invitados a secundar la iniciativa a Joaquín Ruiz-Gi ménez, Pedro Gamero del Castillo, Antonio Luna, Alfonso García Valdeca sas, Jesús Fueyo, Florentino Pérez Embid, Emilio Romero... Finalmente —casi un año más tarde, el 16 de noviembre— se constituye dicha sección. Pero los meses pasados no se perdieron: se había conseguido un local digno, en zona muy céntrica y comunicada: un cómodo entresuelo amueblado bajo la dirección de Miguel García de Sáez —lo que vale decir que más que deco rosamente—. Allí quedó formalizada la institución, con una junta presidida por Solís, con tres vicepresidentes —Muñoz Grandes, Fraga y Marañón—, un director de estudios —el que recuerda todas estas cosas—, un secretario general, el ya mencionado Valle Pandó? y unos vocales, que son casi literal mente los que figuran en la anterior propuesta. La sección española del Comité por la Civilización Cristiana desarrolló una importante labor con cursos, conferencias y publicaciones dentro de Es paña, siendo de notar los trabajos de 1962 y 1963, en los que participaron —con sus lecciones— Manuel Fraga, José María Valiente, Carlos Ruiz del Castillo, Salvador Lissarrague, Eugenio Vegas, Joaquín Ruiz-Giménez, Carlos Ollero, Juan Iglesias, Pedro Rodríguez Ponga, Federico Silva y Antonio Luna. Mas fue la relación exterior lo descollante. Así, en 1961 acudimos a Bonn para aprobar los Estatutos. Fue una jor nada emocionante, pues coincidió con el levantamiento del muro de Berlín. Y se decide publicar un Boletín, dependiente de la Secretaría general y con H. Gehle como redactor-responsable. (El Boletín aparece pendiente de la «autodeterminación para todos los pueblos», que no en vano surgía en tan triste contexto.) Precisamente el Presidente Adenauer nos había citado, en su residencia, en la primera hora de la tarde del 13 de agosto. Y se produjo un inesperado retraso... Cuando llegó Adenauer, bajo la emoción de las circunstancias nos explicó lo sucedido. Había tenido que aprobar el texto del discurso de su ministro de Asuntos Exteriores, Ausk, quien señalaba que el muro construido 213 JUAN BENEYTO PÉREZ para dividir la capital significaba la ruptura de la posición aliada, que era conjunta en la administración de Berlín, además de constituir un ataque a los derechos de los ciudadanos berlineses, contra los términos del acuerdo de 20 de junio de 1949 firmado entre las cuatro potencias ocupantes... Por ello se reservaba elevar su protesta por la vía apropiada. Adenauer nos recorda ba que, justamente seis años antes, en visita a Moscú, se había mostrado enemigo de la división de Alemania, que estimaba contraria a las leyes divi nas y humanas y a la misma Naturaleza... Estaba visiblemente impresionado y tuvimos que recortar nuestras conversaciones. El grupo español fue aten dido por la Embajada, que nos ofreció una cena en la residencia de Bad Godesberg. Estuvo presente el ministro alemán de Agricultura, y Solís me encargó que le explicara la construcción de pantanos en España, que creaba nuevos regadíos. Hubo de hacerlo durante la cena, y todos los comensales siguieron con interés su desarrollo, porque el ministro alemán no dejó de hacer observaciones. Dijo, por ejemplo, que antes de establecer nuevos re gadíos había que saber qué se tenía que cultivar. ..ya quién se le venderían los productos. Señaló el mal ejemplo turco..., donde se habían construido pantanos y se había almacenado en ellos el agua... antes de programar las acequias. En otro orden, no olvido una pequeña observación del represen tante protestante en el Comité alemán: había visto una estola convertida en abrazadera de la falda de las cortinas, junto a una puerta de paso, y preguntó si no era para nosotros un objeto sagrado. En 1962 estuvo Solís en París en una reunión de los directivos interna cionales, con la presencia de la recién surgida sección norteamericana, que envió al general C. A. Willoughby, entre los días 8 y 9 de diciembre. Se tra taba de emprender una acción de gran envergadura. Me llegó el rumor de que se estudió «el problema de Europa» y de que los reunidos se mostraron atraídos por una fórmula europeísta: había que apoyar un gobierno fuerte en Alemania, mediante firme colaboración francesa y con miras a reconstruir la unidad de Europa, pues a pesar del hecho soviético aún existía un senti miento occidental paneuropeo. En 1963 se planteó la colaboración portuguesa. Quienes habían acudido al Congreso de Madrid por parte de Portugal pidieron los estatutos de la sec ción, y se les enviaron, en el mes de junio, junto con las actas del Congreso. Manifestaron su deseo de constituir allá un mecanismo similar. Debió de ser decisivo un cambio de impresiones entre el ministro Solís y su colega luso José-Joáo Goncalves de Proenca. Solís me pide que acuda personalmente a hablar con el ministro portugués y lo hago en los primeros días de septiem bre. En Lisboa no puedo dar con él; además, en el Ministerio tratan de re huirle complicaciones, pues está de vacaciones. Todo se resuelve cuando les 214 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL digo que es un encargo directo del ministro español: se me abren las puertas, me facilitan un coche para alcanzar a Goncalves de Proenca en su lugar de descanso... Estaba en la residencia sindical de Sao Pedro do Sul, al norte del país, a unos trescientos kilómetros de Lisboa. Se muestra muy interesado por el tema y de acuerdo con cuanto le sugiero. De regreso, al día siguiente —pasé la noche en la residencia sindical—, me entrevisté en Lisboa con otras personalidades. Las convoco, para almorzar con ellas, en el Círculo Eca de Queiroz. Acuden Carlos Eduardo de Soveral, profesor en Porto; Antonio María de Mendoza Lino Netto, mi antiguo alumno de Madrid y entonces director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales; J. Goncalves... Veo también, aunque no había sido citado, al ex ministro de Educación Leite Pinto y a algún periodista amigo de los que solían acudir al Círculo. Entre los días 14 a 16 de octubre se reunió el Comité central en Lucerna. No pudo acudir Solis por la parte española e intervino en su nombre Gregorio Marañón. Yo presenté una comunicación sobre la lucha espiritual Este-Oeste. En 1964 acudimos a una importante reunión en Viena. Allí teníamos un valedor, el ex presidente del Parlamento Félix Hurdes, pero no fue él sola mente, sino muchos ilustres compatriotas suyos quienes nos atendieron. Las sesiones se celebraron en el Palacio Balfly o Casa de Austria de la Josefs platz. También lo fuimos por nuestro embajador, Juan Sebastián de Erice, que nos llevó a almorzar a la Embajada, invitando igualmente al arzobispo y otras personalidades. En 1966 tuvo lugar una asamblea general en Lisboa. Fue el resultado de las gestiones iniciadas desde años atrás de visitas en Madrid. Las sesiones de este congreso lisboeta fueron muy densas y tan minuciosas como corres ponde al gusto portugués. La asistencia fue numerosa: hubo no sólo europeos —incluso servios, ucranianos y rumanos (nada menos que un obispo orto doxo)—, sino americanos, argentinos, brasileños, chilenos... Por Estados Uni dos no estuvo Willoughby, sino Austin J. App. Italia reapareció en Francesco Leoni y con el obispo canciller del Cardenal Tisserant, Tito Mancini. Ocu pamos los días 27 a 31 de marzo, en el Hotel Estoril-Sol, sobre aquella deli ciosa playa, pero sin tiempo para verla. El Gobierno portugués nos atendió gentilmente, ofreciéndonos sendas recepciones en el Castillo de San Jorge y en los Palacios de Sintra y de Queluz. Las sesiones concluyeron con una decla ración de principios y de propósitos, que hicimos pública, en conferencia de prensa, al día siguiente de la clausura. Uno de aquellos días el embajador de España, Ibáñez Martín, me despertó a las seis de la mañana para rogarme que le excusase ante Solís porque tenía que marchar de inmediato a Madrid, pues había fallecido Albareda, secretario del Consejo Superior de Investiga ciones, organismo del que seguía siendo presidente el embajador. También se 215 JUAN BENEYTO PÉREZ habló de ciertos contactos con la Casa del Conde de Barcelona. Algunos con gresistas trataron de visitarle, y no sé si lo consiguieron, y aun se dijo del propio Solís. En la Embajada no faltaban reticencias sobre ambos supuestos. El Comité de Civilización Cristiana, como finalmente acabó denominán dose, dejando el lamentable sustantivo de «defensa», tuvo siempre base ale mana. Mientras la democracia cristiana fue poder en la República Federal se contó con la colaboración tudesca. (Baste recordar las numerosas reunio nes allá celebradas.) Luego faltaron ayudas y se desmoronó la organización, pero nunca demostraron desdén por ella los alemanes. Sí, al contrario, fran ceses e italianos, que habiendo sido los iniciadores se fueron separando. (Prueba también que nunca hubo asambleas en Roma ni en París.) Los fran ceses suelen abandonar las iniciativas cuando pierden su conducción; los italianos, en este caso, se dejaron llevar por las tesis integristas: sustituyeron nuestra organización abierta por un cerrado Instituto San Pío V «para la de fensa de los valores cristianos». El Reino Unido no tuvo nunca presencia relevante. Los Estados Unidos se acercaron de manera marginal, según seña laré en seguida. Los españoles nos mantuvimos en la línea y correspondimos en toda ocasión. Así, importa recordar que incluso cuando ya andaba des montándose aquel mecanismo, atendimos a Adenauer en su visita a España, en febrero de 1967. Correspondió al Comité tenerle por huésped en la visita que hizo al Escorial y Solís le ofreció un almuerzo en el Hotel Felipe II, tras el recorrido del Monasterio, que, bajo la sabia guía del Marqués de Lozoya, le ocupó la mañana. En aquel momento, «el Viejo» —como le llamaban sus compatriotas— estaba sujeto a cuidados y vigilancias: al llegar al hotel, antes del almuerzo, pasó un cuarto de hora en su habitación para recibir unas inyecciones... Estuvo admirable en sus palabras, al terminar la comida, y claro y despierto en su conversación, pero no le faltaba imaginación para cubrir sus fallos. El Marqués de Lozoya nos contaba que al término de su recorrido por el Monasterio se sentó en un banco del templo y pidió que el órgano le ofreciese algo de música... ¿Fue afición melódica o habilidad para cubrir su propio cansancio? A principios de 1962 me indicó Solís que visitase al Caudillo para ha blarle del Comité de Civilización Cristiana. Debió de ser en los primeros días del año, pocas semanas después del accidente —o sabotaje— que en las vís peras de la Navidad le produjo una fractura metacarpiana y ciertos daños en la falange del índice de la mano izquierda. Expliqué a Franco la organización y los propósitos del Comité y le vi seguir con interés lo que se refería a la oposición Este-Oeste, así como a la actitud de los alemanes y el despegue de franceses e italianos. Yo había recibido por aquellos días alguna información sobre el libro del general Willoughby relativo a la importancia de España en 216 LAS ASOCIACIONES DE AMISTAD INTERNACIONAL la estrategia occidental y me dio la impresión de que no sólo no era desco nocido por Franco, sino que le importaba mucho. (Más tarde, tras la publi cación de los documentos de su archivo por Luis Suárez, he sabido que Willoughby envió a Franco el ejemplar número seis de la edición de su libro Bailen and the Spanish Bridgehead. Se trata de un estudio sobre dos fechas significativas, 1808 y 1948. Con Bailen y la cabeza de puente española, Charles H. Willoughby trata de demostrar que España es indispensable para la estrategia de cualquier conflagración. Compara a Napoleón con Hitler y con Franco, y es hombre tan admirador de éste, que recomendaba a sus ofi ciales del Pentágono el Diario de una bandera, escrito por Franco cuando era jefe de la Legión.) No he tenido relación con organizaciones norteamericanas, y esta infor mación sobre Willoughby es accidental, aunque me interesó mucho la actitud de Mac Arthur, de quien había sido jefe de Estado Mayor, con los datos que mi primo Jaime Jorro, conde de Altea y entonces cónsul en San Francisco, me daba sobre la bienvenida dada allí al jefe relevado por Truman. Conocí también casualmente a una delegación de los Caballeros de Colón, que más bien me dejaron una impresión negativa. El Gobierno español atendió, ter minada la guerra, a un gran número de jóvenes de países cristianos ocupados por la Unión Soviética, entre ellos los rumanos. Con su ascendencia tarraco nense, se consideraban casi hispanos y no sólo latinos, y pensaban que una vez preparados académicamente en España podrían ser útiles más allá del Atlántico. El director del Colegio Santiago, Czieker, en una recepción que dio a dicha delegación, propuso que los Caballeros de Colón, organización cristiana yanqui, les ayudase a establecerse en las tierras de América. Nos enteramos entonces de que tan considerada Orden limitaba su objetivo a la ayuda mutua de los inscritos en la misma. El carácter abierto —y hasta crítico— de nuestro grupo se mantuvo en toda ocasión: recordemos las mesas redondas celebradas, como aquella de abril de 1969, con partícipes como el P. Albarracín, el pastor protestante Cardona, el mahometano Mones y el ortodoxo ruso Stawrowski, bajo mi siempre alada batuta. Y el propio Solís acudió el 2 de mayo de ese mismo año a la reunión de la Iglesia evangélica mundial «Billy Graham»... He contemplado como espectador, sencillamente, las actividades del Con sejo de la Hispanidad y los quehaceres cumplidos por su sucesor el Instituto de Cultura Hispánica. Ya en 1938 se inició una acción española sobre el mundo hispanoamericano con el viaje de Ibáñez, Montes y Marquina. Desde 1951, la cultura hispánica se ofrece como cobertura de la idea germinal del 217 JUAN BENEYTO PÉREZ caballero español, según la teorización de Maeztu y de Morente. Las confe rencias de éste en Buenos Aires tratan de ofrecer una alternativa a la oposi ción Este-Oeste o aun a la de socialismo-capitalismo. Manuel Fraga y Alfredo Sánchez Bella, y algo después Blas Pinar y Gregorio Marañón, fueron impul sores de una corriente que, en lo que toca a prensa y propaganda, ha dejado durante varios lustros unos Cursos de Documentación y de Información para Periodistas Hispanoamericanos de indudable trascendencia. En ellos he teni do yo también durante más de un decenio una presencia casi ritual por mis puestos en la Escuela de Periodismo y en el Consejo de Prensa. Pocos han sido los hispanoamericanos asistentes a tales cursos que no me oyeron en mis conferencias o conversaron conmigo. Los acompañé incluso en la proto colaria visita al General Franco, en el Pardo, al término de cada curso. Y es claro que también en los almuerzos del colegio mayor o en las tertulias del Club de Prensa. En ese ambiente recuerdo la presencia de alguna persona lidad joven y esperanzadora, como aquel Juan Carlos Goyeneche, jefe de Cultura de la municipalidad de Buenos Aires, que nos exponía sus impresio nes de la Roma fascista y aun de su audiencia con el Duce. Nos contó, por ejemplo, una fabulosa anécdota sobre el buen estado físico de Mussolini, cuando ya empezaba a decirse que decaía: cansaba cada mañana a dos mu jeres y un caballo

LOS AMIGOS DE FRANCO.

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ALEMANIA E ITALIA CON LOS FRANQUISTAS.

Mientras Gran Bretaña y Francia "mareaban la perdiz" a través del Comité de No Intervención y no enviaban ayuda a la República, Alemania e Italia comenzaron a colaborar de forma evidente en favor de los sublevados. Ninguno de los dos países estaba obligado a hacerlo pero entendieron que esta colaboración les traería pingües beneficios. La idea la de colaborar de forma intensa de modo que la victoria franquista fuera rápida y sin mayor gasto y que les permitiera tener un aliado en la Europa más occidental. El resultado no fue el esperado y el conflicto se alargó mucho más de lo que ambas potencias esperaban, pero una vez afianzado el conflicto, estaba claro que su ayuda era indispensable para la victoria de Franco, con lo que el abandono era impensable.

Sin duda uno de los momentos más trágicos de toda la guerra civil fue el bombardeo de Guernika, una pequeña población, símbolo del pueblo vasco que, en aquel momento se encontraba completamente indefensa. El siguiente vídeo narra de forma clara y cruda cómo se vivió aquel momento. Merece la pena, sobre todo por la narración en primera persona de alguno de sus protagonistas


LAS DOS REUNIONES DE SALAMANCA


Las reuniones de Salamanca de 1937 fueron un paso clave en la formación de un partido único que apoyaría a Franco, la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). Este partido se formó a través de la unión de la Falange Española y la Comunión Tradicionalista. 
El contexto de las reuniones:
  • La Guerra Civil Española:
    Las reuniones se llevaron a cabo en medio de la Guerra Civil, donde el régimen de Franco ganaba terreno. 
  • La necesidad de un partido único:
    La Falange Española y la Comunión Tradicionalista, aunque con diferentes orígenes y ideologías, se vieron en la necesidad de unirse para consolidar el apoyo a Franco y la causa nacionalista. 
  • El Decreto de Unificación:
    La fusión de ambas organizaciones se materializó mediante el Decreto de Unificación de abril de 1937, que establecía la creación de la FET y de las JONS. 
El papel de Franco:
  • Jefe Nacional:
    Franco fue nombrado Jefe Nacional de la nueva organización, aunque en un papel simbólico, con el control real en manos de las dos organizaciones fusionadas. 
  • Apoyo incondicional:
    El nuevo partido se convirtió en un importante soporte político para Franco, ayudando a consolidar su poder y a extender la ideología franquista. 
La ideología franquista:
  • Anticomunismo y nacionalismo:
    La FET y de las JONS compartían con Franco una ideología basada en el anticomunismo y el nacionalismo, excluyendo a los partidos y movimientos de izquierda.
  • Fascismo y autoritarismo:
    El régimen franquista adoptó elementos del fascismo, caracterizados por un fuerte centralismo, represión de la disidencia y culto a la personalidad. 
En resumen, las reuniones de Salamanca fueron un paso clave en la consolidación del régimen franquista, a través de la creación de un partido único que apoyaría la causa de Franco y la expansión de la ideología franquista. 

SERRANO SUÑER LLEGA A BURGOS. FEBRERO DE 1937-

1.- SALAMANCA EN LA GUERRA CIVIL

Tras la sublevación de 1936, Franco creó en Salamanca un Estado totalitario sometiendo a organizaciones y  partidos bajo su persona. Mediante decreto, unos quedaron prohibidos y otros fusionados. La ciudad vivía en un inicial caos institucional. Al atardecer, las calles permanecían a oscuras tras el toque de queda hasta la madrugada. No había tráfico y los cristales de las ventanas se protegían del estruendo de los bombardeos de aviones republicanos. Los vecinos terminaron por acostumbrarse al incesante sonido de las sirenas.

Regían los dictados de la guerra. Los edificios y toda clase de pertrechos eran incautados por las nuevas autoridades, que se hacían rodear de grupos armados, en la mayoría de los casos, simple pistoleros. Las luchas entre clanes y el Ejército eran frecuentes. Surgieron reinos de taifas en los que se entremezclaban y convivían sátrapas, advenedizos, buscadores de fortuna e idealistas como Manuel Hedilla, persona íntegra, pero sin habilidad política en la oposición a Franco. Para éste, Hedilla no era más que un obstáculo para apropiarse de Falange, con cuyas bases quería constituir un partido nacional único.

Bajo los soportales de la Plaza Mayor bullía un hormiguero de soldados, camisas azules, boinas rojas y enfermeras uniformadas. Así lo veía el escritor soriano Dionisio Ridruejo: “En Salamanca empecé a oír canciones alemanas con la música adaptada y otras italianas. La diversidad de las fuerzas llamadas nacionales era de evidencia muy viva. Quedaban uniformes caqui con la cruz de la vitoria, boinas rojas, antes de que fueran de uso general, lo que nunca sucedió del todo, gorrillas legionarias verde oliva, candoras, tarbus, zaragüelles, alquiceles, gorrillos de borla, que algunos sustituían por un crucifijo oscilante, camisas negras, esvásticas y todo lo demás. No eran raras las broncas. De los nuevos se les recelaba. A los alemanes se les tenía respeto, pero sin efusión. Con los italianos pasaba lo contrario. Habían entrado en España muy fanfarrones. Luego, tenían éxito con las chicas y hasta enternecían a las mamás hablando de las suyas y enseñando fotografías. Los machos ibéricos reaccionaban con celos y actitudes de superioridad”.

A escasos metros, el Gran Hotel se convirtió en un microcosmos donde se hablaban cinco idiomas. Había sido inaugurado en 1930 con 114 habitaciones y un comedor para 300 comensales. Allí se alojaban los diplomáticos con sus esposas, que tenían chóferes vestidos con chupas de cuero. La ciudad se había convertido en un escaparate de la parafernalia bélica. En aquel mundillo pululaban espías y agencias internacionales de prensa. Entre las mesas del hall del hotel proliferaban las tertulias, algunas vespertinas, como la habitual de Carmen Polo de Franco y el grupo de esposas de anteriores políticos conservadores y de ganaderos de toros bravos, entre las que se difundían noticias falsas para influir en el devenir de la guerra o doblegar voluntades, lo que Unamuno denominaba “la cuernocracia” en su acepción ambivalente.

Los rumores pasaban con prontitud del Gran Hotel al Café Novelty, bajo los soportales de la Plaza Mayor, donde falangistas de última hora y antiguos dirigentes de Gil Robles reconvertidos al nuevo régimen, hacían el resto para hacerlos llegar a oídos de sus receptores. Así surgió el bulo de que algunos falangistas querían asesinar a su jefe, Manuel Hedilla, con el fin de amedrentarle y forzarle a entregar su partido a Franco. El desenlace de aquel rumor fue más allá de lo previsto y se saldó con dos muertos por disparo de pistola. Estos acontecimientos históricos no estuvieron exentos de motivaciones personales que se remontan varios años atrás durante la Dictadura y la República.

 

2.- QUEIPO DE LLANO CONTRA JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA

En 1923, el general Queipo de Llano, consuegro de Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la República y anterior ministro de Alfonso XIII, quiso entrar en política concurriendo a las elecciones por el distrito salmantino de Sequeros, lo que vio abortado al proclamarse ese año la Dictadura por el general Miguel Primo de Rivera en connivencia con el rey Alfonso XIII.

De convicciones republicanas y resentido, se tornó un activista contrario dictador y al monarca que le apoyaba. No cesó de conspirar en cuanto tuvo la ocasión. En 1928 promovió la Asociación Militar Republicana, costándole que el General le pasara a la reserva “por indisciplinado, díscolo y difícil de ser mandado”. Pero, a comienzos de 1930, Primo de Rivera fue destituido. Su política social y de obras públicas ya no interesaban a los amigos del Rey que le auparon, que sólo pretendían pagar pocos impuestos y tener sujeta a la clase obrera para tenerla a su disposición.

Significativo fue el suceso ocurrido el 11 de febrero de 1930. Una vez caído el Directorio Militar, Queipo de Llano fue repuesto en su cargo. A diario acudía a la tertulia del Café Lyon d’Or, en la calle Alcalá 18 de Madrid, donde no esgrimía otro tema que el de insultar al General depuesto. En ese trance llegó a escribir una carta muy vejatoria a José Primo de Rivera, hermano del dictador.

Enterados los hijos de éste, José Antonio y Miguel y el primo de ambos, Sancho Dávila, acudieron al Café en busca de Queipo. No conociéndole, preguntaron por él a un camarero que les condujo a Queipo, que se hallaba sentada en un sillón. Sin previa presentación, José Antonio le mostró la carta y le preguntó si él era el autor, a lo que el interpelado le contestó que sí con malos modos. Al instante, José Antonio le propinó un fuerte empujón al militar, que se levantó y fue sujetado por varios amigos. Amenazaron a José Antonio con bastones, a lo que su hermano y su primo respondieron saltando sobre ellos para propinarles una sarta de puñetazos.

Queipo se quedó rezagado. Pero, José Antonio pudo llegar hasta él infligiéndole un certero golpe en la cara que le hizo caer al suelo sin sentido. Al instante fueron detenidos. Dándose la circunstancia de que los tres agresores eran militares universitarios de complemento, comparecieron ante un tribunal castrense que les expulsó del Ejército. Una vez proclamada la Republica en 1931, Queipo siguió dando muestras de desprecio hacia el padre de José Antonio y el Rey. Continuamente se paseaba en el automóvil blindado del General. Otras veces, montaba el caballo favorito del monarca exiliado. Queipo de Llano era un provocador nato.

 

3.- FRANCO CONTRA JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

Algo similar sucedió con Franco. En febrero de 1936 el Frente Popular arrasó en las Elecciones Generales, en las que el recuento del distrito de Cuenca fue impugnado. Como resultado de un recurso electoral, la Junta del Censo resolvió que los comicios debían repetirse en esa provincia en el mes de mayo. El llamado Bloque de Derechas presentó una candidatura unitaria nueva en la que aparecían José Antonio Primo de Rivera y el General Franco, que no habían concurrido en las elecciones anuladas.

El fin que ambos pretendían era el mismo: conseguir la inmunidad parlamentaria mediante la obtención del acta de Diputado. El primero se hallaba preso en la Cárcel Modelo de Madrid por tenencia ilícita de armas y buscaba ser excarcelado. El segundo, que había sido destinado con carácter forzoso a las Islas Canarias como Capitán General por el Gobierno de la República para mantenerle lejos del poder, intentaba estar cerca de Madrid y actuar con libertad en el levantamiento militar en ciernes.

La candidatura fue hecha pública el 26 de abril y ese mismo día renunció el general Franco. El motivo de tan súbita retirada fue que el falangista José Antonio se negó con rotundidad a ir en la misma candidatura con un militar a quien consideraba que, igual que Queipo de Llano, había sido desleal con su padre. No obstante, la candidatura fue impugnada porque no se podía presentar una lista con candidatos que no hubieran participado la vez anterior, según dictaminó la Junta del Censo. En consecuencia, la candidatura no fue considerada en el recuento y ninguno de los dos aspirantes consiguió el escaño, quedando entre ellos una irreversible enemistad.

Ya iniciada la guerra y recluido en la cárcel de Alicante, ni Queipo de Llano ni Franco hicieron lo suficiente por impedir el fusilamiento de José Antonio. Los esfuerzos realizados por el médico Agustín Aznar y Rafael Garcerán, pasante de su bufete de Madrid y antiguo militante socialista en la República, resultaron infructuosos, a pesar de que cabía la posibilidad de un intercambio de prisioneros con un hijo de Largo Caballero. Franco vio entonces la oportunidad de apropiarse de Falange, el partido fundado por José Antonio, mediante una burda estratagema que desembocó en los llamados “Sucesos de Salamanca”.

 

4.- LA SUBLEVACIÓN MILITAR. EL ACUERDO DE SALAMANCA

En abril de 1936, el general Emilio Mola, conocido como ‘el Director’ planeó junto con otros Generales, entre ellos Franco, un alzamiento militar contra el Gobierno de la Republica. Siendo evidente que el apoyo civil era imprescindible, se puso en contacto con José Antonio Primo de Rivera. Al hallarse encarcelado, tuvo que hacerlo a través de su colaborador Rafael Garcerán, consiguiendo que le cediera varios miles de falangistas para la operación. Más tarde, muerto el fundador de Falange, su sucesor Manuel Hedilla corroboró con Mola el acuerdo de colaboración.

Franco dio comienzo a los planes de Mola el 18 de julio sublevándose en Canarias. Seguidamente, Mola convoca a los Generales a una reunión en Burgos para crear una Junta de Defensa Nacional, sin que consiga un acuerdo sobre quien la lideraría. A falta de un mando único, la cúpula militar, compuesta por diez generales y dos coroneles, se reúne dos meses después en Salamanca, en un barracón de la finca de San Fernando, propiedad del ganadero Antonio Pérez-Tabernero Sanchón, en Matilla de los Caños, a 37 kilómetros de la capital, donde se había improvisado un aeródromo en el paraje denominado Campo del Hospicio o de San Fernando.

El encuentro duró tres horas y media. La propuesta con el nombre de Franco fue aprobada con la oposición del general Cabanellas, que presidía el acto, y el rechazo del punto que decía que “el Generalísimo tomará la gestión de todas las actividades nacionales: políticas. económicas, sociales y culturales mientras dure la guerra”. El encuentro estuvo rodeado de alta tensión. Franco salió de ella antes de finalizar para acudir a Toledo, donde el asedio del Alcázar estaba llegando a su fin. El resto de militares permaneció una hora más en la finca. Allí su propietario les ofreció en ágape en medio de un silencio roto por escasas palabras.

Mola tuvo que ceder en sus posiciones en la creencia de que así sería más eficaz para acabar la guerra cuanto antes, reservándose la función posterior de formar un gobierno. Pero se equivocó. A partir de ese momento Franco se autoproclamó Caudillo y jefe del Estado, logrando la aquiescencia de los generales mediante las presiones ejercidas por su hermano Nicolás, al que nombró secretario de su Cuartel General y de la Junta Técnica del Estado.

Pocos meses después, tras establecerse Mola en el Ayuntamiento de Valladolid, moriría en un accidente de aviación poco claro, similar al del general Sanjurjo en Portugal. Desde entonces, ha llamado la atención de los historiadores la paulatina desaparición de todos aquellos, militares o civiles, que hubieran podido hacerle sombra a Franco y sobre la injustificada y excesiva duración de la guerra. Franco no volvió a subir a un avión en su vida. Siempre viajó en automóvil blindado.

 

5.- LA JEFATURA PROVISIONAL DE FALANGE

Por lo que respecta a Falange, ante la premura de los acontecimientos, el 2 de setiembre es convocada una junta extraordinaria en la Universidad Literaria de Valladolid en la que, en ausencia del fundador encarcelado, a propuesta de Agustín Aznar, se confiere la jefatura nacional provisional a Manuel Hedilla Larrey, natural de Ambrosero (Cantabria), marinero, jefe de personal de los talleres de la Vidriera Montañesa de Santander y antiguo enlace entre Falange y el Ejército por encargo de José Antonio. Aquella Junta estaba compuesta por Francisco Bravo, Andrés Redondo, Jesús Muro, José Sáinz y José Moreno.

Hedilla se consideraba a sí mismo un proletario. No era extraño porque entre los primeros falangistas había antiguos socialistas y comunistas. Era un sindicalista con ambiciosas pretensiones de reformas sociales para los trabajadores, algo que, por el momento, no entraba en la agenda de Franco. Estaba rodeado de “camisas viejas” afiliados en la República y de un aluvión de recién llegados, o “camisas nuevas” de difícil integración. Mantener la autoridad sobre ellos era un reto. Antes de conseguirlo y creyéndose con suficiente legitimidad, Hedilla cometió la torpeza de entrevistarse con José Antonio de Sangróniz para proponer al Caudillo la unidad de acción: que Franco ostentara la suprema jefatura del Ejército, en tanto que Falange se encargaría de la organización política y civil del nuevo Estado. Los planes de Franco eran muy diferentes. Con Hedilla no contaba.

Sangróniz era una persona muy próxima a Franco, hasta el punto de que éste utilizó su pasaporte en julio de 1936 para trasladarse de Canarias a Marruecos. Dionisio Ridruejo le describía como “un hombre de mundo, aficionado a la historia, muy ingenioso y verdadero especialista en frases agudas de corte un poco cínico”. En Salamanca se había hecho cargo de la Secretaría Diplomática, desplazando al diplomático de carrera Francisco Serrat y Bonastre. Tenía un despacho junto al de Franco, con un antiguo taquígrafo de las Cortes y una mecanógrafa, que se convirtió en una constante tertulia de quienes esperaban a ser recibidos. Por su parte, Serrat se sentía relegado y desairado cuando hablaba con Franco. Le describía como una persona caótica: “vaguedad de pensamiento, falta de energía, languidez en la conversación e interrupciones telefónicas”.

 

6.- ESTABLECIMIENTO DE FRANCO EN SALAMANCA

Burgos era la capital de la España sublevada. Pero, Franco se planteó la conveniencia de situar su centro de mando y residencia en Salamanca. Era una elección geoestratégica debida a la proximidad con Portugal, un Estado corporativo de partido único, presidido por Oliveira Salazar, que ofrecía apoyo logístico al ejército franquista. Le dejó utilizar todas sus vías de comunicación, lo que suponía una garantía de suministro de armas y una salvaguarda en caso de retirada.

El 3 de octubre se instala en el Palacio Episcopal, frente a la Catedral Vieja, tras habérselo cedido el Obispo Pla y Deniel que se trasladó al Palacio de Calatrava. El prelado, conocido como “Su Menudencia” por su corta estatura, no sólo dio toda clase de facilidades a Franco, sino que le legitimó con una carta pastoral encomiástica titulada Las Dos Ciudades, publicada en el Boletín Oficial del Obispado. Camilo José Cela decía de él : “Monseñor Pla y Deniel declaró que la Guerra era una Cruzada contra los hijos de Caín y los obispos se retrataron saludando brazo en alto, como los funcionarios y los intelectuales».

Para la ubicación de los servicios oficiales se produjo se procedió a la ocupación de los edificios más seguros y señoriales. La Catedral Vieja fue utilizada como bunker ante previsibles ataques de la aviación. A ella se accedía por un pasadizo subterráneo desde el edificio del Palacio Episcopal, en cuyo jardín trasero se construyó un refugio antiaéreo. El Servicio de Prensa se estableció en el Palacio de Anaya, frente a la Catedral Nueva. En el Ayuntamiento, con Francisco del Valle Marín, comandante del ejército, nombrado alcalde de forma directa, se organiza la Comisión de Víveres, que recogía toda clase de donativos. En el Palacio de Castellanos, en la calle San Pablo, se sitúa el servicio de Seguridad y la Guardia Civil. La escolta, en el Palacio de Monterey. En cuanto a las embajadas de Alemania e Italia, quedaron instaladas en la Hospedería del Colegio Fonseca. Otras muchas mansiones más fueron requisadas.

 

7.- FALANGE. CALLE TORO 52

Por otro lado, Falange se instala primeramente en la calle Consuelo 20, junto a la Torre del Clavero, una antigua casona que pronto resultó insuficiente para una inimaginable avalancha de afiliados. Hubo de trasladarse a la calle Toro 52, a un edificio propiedad del ganadero Juan Cobaleda, que daba a la Plazuela de Santa Eulalia y a la calle Deán Polo Benito, donde también tenía despacho el jefe nacional, Manuel Hedilla. Su servicio de propaganda quedó inicialmente ubicado en la finca Arauzo, junto a Peñaranda de Bracamonte, propiedad de Ricardo Soriano (el primer promotor turístico de Marbella), donde los domingos se reunían los dirigentes para distribuir sus misivas entre veintisiete periódicos como si de una agencia se tratara.

El 22 de noviembre, los dirigentes falangistas tienen noticia del fusilamiento de José Antonio acaecido en la cárcel de Alicante. La orden de ejecución había sido dada por el jefe de la policía alicantina José González Prieto, un comunista salmantino que antes de que finalizara la guerra huyó a Moscú. Temen lo peor, que la militancia en el frente se desmoralice y que Franco aproveche la situación para disolver el partido. Por ello, acuerdan ocultar la noticia. Pero fue en vano. Entre los nuevos militantes abundaban infiltrados que sacaban buen rendimiento de los secretos.

Advertido Franco, su primera medida fue publicar un decreto de unidad de mando sobre todos los que combatían en el frente con diversas jefaturas. Falangistas, tradicionalistas y otros grupos paramilitares lucharían bajo la jerarquía militar. La reacción de esos grupos armados fue la de oponerse y mantener conversaciones secretas entre ellos para neutralizarlo. Pero, no prosperó. Franco pronto tuvo conocimiento de esos encuentros, lo que le condujo a decretar la fusión forzosa de falangistas y tradicionalistas. Previamente urdió un plan: primero, dividirles; luego, unificarlos bajo su persona. Una maquinación que como militar africanista le había dado buenos resultados con los cabecillas de las tribus rebeldes de Marruecos.

 

8.- MANUEL HEDILLA. EL FALANGISTA PROLETARIO

El jefe nacional de Falange, Manuel Hedilla, esencialmente era un obrero. Había obtenido el título de maquinista naval en la escuela de la empresa Euskalduna y trabajó en la Constructora Naval. Más tarde, cuando contrajo matrimonio con Elena Arde, se trasladó a Cuenca para abrir un taller de reparaciones. Según Ridruejo, “era grande, reposado y de pocas palabras; no tenía énfasis ni presunción y parecía tener una ambición comedida, a pesar de las muchas exhortaciones que, para promoverle al caudillaje, recibía de casi todos sus satélites o colaboradores personales”.

Como avezado activista, Hedilla molestaba al nuevo régimen y a parte de sus compañeros que terminaron confabulándose contra él. Repetidas veces dio públicas muestras de su ideología. El 24 de diciembre de 1936 se dirigió por Radio Salamanca a toda la militancia para pedirles condescendencia y “generosidad con los campesinos por ser todos españoles y hermanos nuestros”, añadiendo: “todos sabemos que en los pueblos hay derechistas peores que los rojos”. En la mañana siguiente inauguró un comedor para niños de familias necesitadas, a cuyo acto asistió Carmen Polo, que tenía una agenda propia para sus actos benéficos. Hedilla siempre dio mayor relevancia a la labor social que a la política.

Un mes después, envió otra misiva por la misma emisora a los obreros republicanos, diciéndoles: “Voy a dirigirme a vosotros, obreros y campesinos, con una familiaridad y una autoridad que difícilmente tendría otra voz de la España Nacional que nacen de mi condición de obrero”. Y les anunciaba que Falange les acogería con todas las mejoras sociales que habían obtenido en la República. Se les aplicaría la justicia social “bien distinta a la caridad burguesa”. En otra ocasión, por Radio Castilla de Burgos, ofreció “los brazos abiertos al obrero campesino” y conminó a todos por las ondas “a impedir con energía que nadie sacie odios personales y que nadie castigue o humille a quien por hambre o desesperación haya votado a las izquierdas”.

Aquellas alocuciones, que eran preparadas en su casa por su secretario particular, el periodista santanderino Víctor de la Serna, hijo de la escritora Concha Espina, también aparecían en la prensa extranjera, como La Gaceta de Colonia de Alemania, que recogía el ideario de Hedilla con puntos que chirriaban a los oídos de los promotores del golpe: “Facilitar al campo todo cuanto el industrialismo, el gran capital financiero, el caciquismo rural y la llamada política agraria le venían robando”.

Se mostró contrario a la saca de presos para ser ejecutados sin un juicio sumario e impidió muchos fusilamientos. Víctor de los Ríos le hizo una entrevista en la que aseveraba: “Prefiero a los antiguos marxistas arrepentidos que a los derechistas maleados por la política y el caciquismo”. Y al embajador italiano Roberto Cantalupo le aseguró que “él y sus seguidores era republicanos y toleraban a Franco sólo mientras durara la guerra”. Esa conciencia de clase suponía un obstáculo en el acercamiento a Franco que le consideraba excesivamente obrerista en su nuevo régimen.

El enfrentamiento fue creciendo hasta incurrir en el desacato. El Caudillo le prohibió difundir por radio el discurso que José Antonio había pronunciado el 2 de febrero de 1936  en el Cine Europa de Madrid, en el que abogaba por el desmontaje revolucionario del capitalismo. A pesar de ello, distribuyó veinticinco mil ejemplares en papel. Tomó por la fuerza la emisora de Radio Castilla de Burgos y dio lectura al discurso conmemorativo del aniversario. La hostilidad entre ambos llegó a tal grado que el “camisa vieja” Alcázar de Velasco propuso a Hedilla varias veces acabar con Franco, a lo que rotundamente se opuso.

Hedilla se sentía desbordado. De seis mil “camisas viejas” que conformaban la militancia en el momento del alzamiento pasó a cientos de miles en los cinco primeros meses, muchos de ellos en busca de fortuna y prebendas políticas. La guerra dificultaba el filtro de los nuevos afiliados, socialistas y anarquistas en gran parte. Mejor resultado dio su coordinación con civiles y militares, sobre todo, con el general Mola, ganando carisma entre las bases de la organización. Se convirtió en un líder entre los grupos civiles que trabajaban dentro de la República, principalmente en Madrid, lo que el general Mola llamaba “la Quinta Columna” del Ejército.

Con Mola tuvo una gran amistad después de una violenta discusión por el fusilamiento de presos en la carretera de Irún, junto a la frontera francesa. Le dijo que los muertos eran afiliados a sindicatos o partidos de izquierdas que no habían cometido ningún delito. Aquello era una mancha en la contienda civil y un desprestigio internacional. Pero, Hedilla estuvo solo frente al aparato franquista, que veía cómo Falange se convertía en un estado paralelo: un conjunto de milicianos con prensa, propaganda, cuarteles y procedimientos propios.

 

9.- MUERE DON MIGUEL DE UNAMUNO

Cuando don Miguel de Unamuno fallece en Salamanca, el último día de 1936, coexistían dos jefaturas, la militar de Franco y la paramilitar de Manuel Hedilla. Ambas eran fuerzas armadas, si bien, la segunda con armamento ligero. Entre ellas no había coordinación, sino rivalidad. Hedilla quería hacerse con el estamento civil y cualquier movimiento suyo era visto con recelo por Franco, que trató de atraer a determinados falangistas a su Cuartel General para debilitarle.

Uno de ellos fue el escritor Ernesto Giménez Caballero que el 7 de noviembre de aquel año fue recibido por Franco. Él mismo lo narra: “Era el segundo piso, y último, su despacho. Al abrirme la puerta para ‘franquearme’ el paso, me encontré al General de espaldas al balcón que daba a la plaza frente a la Catedral y no lejos de Anaya, palacio dieciochesco, que lo convertiría en Ministerio de Propagada, germen del actual de Cultura. Franco, vestido de uniforme caqui, pantalón largo, el fajín algo ceñido y papeles en las manos, se volvió para saludarme… Me propuso que me ocupara de la Prensa y Propaganda bajo Millán Astray”.

Continúa Giménez Caballero: “Otro incidente con los falangistas joseantonianos, por no haber hablado yo en un mitin con los brazos remangados. Hedilla debió meterme, a petición mía en el calabozo (sic), de donde Millán Astray quiso sacarme a tiros con sus legionarios. Al fin llegó Ramón Serrano Suñer a Salamanca y pudimos hacer un secretariado político con el que abordamos la unificación de los tradicionalistas, haciendo yo el discurso que leyó Franco. Por lo que los joseantonianos me quisieron matar. Me salvaron Ridruejo y Foxá. Hube de marcharme a Pamplona para hacerme alférez provisional y estar en el frente, más seguro que en Salamanca”.

Giménez Caballero debía su carrera profesional a Unamuno. En 1935 se había presentado a una cátedra de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. El Rector presidía el tribunal y se la concedió por llevar la contraria al resto de miembros, que se decantaban por otros candidatos de entre unos trescientos, incluso desoyendo las presiones del presidente del Gobierno, Niceto Alcalá Zamora. Así se lo reconoció Giménez Caballero a Quiroga Pla, el yerno de Unamuno, según relata en su obra Retratos Españoles. Como simultaneaba aquellas oposiciones con el I Congreso de Falange, se presentó a las pruebas con una pistola guardada. Pero ya antes, desde el año 1923, había recibido apoyo de Unamuno, cuando éste le lanzó a la fama alabando su primer libro Cartas Marruecas, que criticaba la política española en el norte de África.

Comenzada la Guerra Civil, consiguió huir de Madrid para marchar a Salamanca. En los dos meses que transcurrieron desde su llegada hasta la muerte de Unamuno, no se puso en contacto con él, ni fue a visitarle a su casa, donde estaba recluido desde su enfrentamiento con Millán Astray. Unamuno podía salir a la calle, pero siempre acompañado por alguien. Y no faltaron falangistas de letras que se prestaron a ello, como el gallego Eugenio Montes, catedrático de instituto, o Víctor de la Serna, el hijo de la escritora Concha Espina, que durante muchos años había mantenido correspondencia con el Rector.

Para el Cuartel General de Franco, se trataba de que Unamuno no huyera. Para estos falangistas, más bien era una cuestión de seguridad. En aquel semestre, murieron todos los fundadores de Falange. José Antonio, Ramiro Ledesma Ramos y Julio Ruiz de Alda fueron asesinados. Onésimo Redondo murió en combate en Labajos. Simultáneamente, en la zona sublevada fueron fusilados el alcalde salmantino Casto Prieto Carrasco, el diputado José Andrés Manso, el pastor protestante Atilano Coco y el Rector de la Universidad de Granada, Salvador Vila. Todos ellos amigos muy cercanos de Unamuno. Cualquier exaltado hubiera podido dar muerte a don Miguel en plena calle de no haber tenido protección personal. En cuanto a la actitud de Giménez Caballero fue más que pusilánime.

 

10.- EL SEPELIO DE DON MIGUEL DE UNAMUNO

Las exequias de don Miguel de Unamuno se convirtieron en un campo de batalla entre el Cuartel General y Falange. Franco indicó a Millán Astray que los actos de entierro y funeral se ciñeran al ámbito estrictamente familiar, limitándose a dar la noticia por la radio y a publicar una breve nota necrológica en la prensa.

Manuel Hedilla no aceptó las imposiciones de Franco. Dada la personalidad del difunto, ordenó que el sepelio tuviera un mayor rango y encargó la organización a Víctor de la Serna. Envió una comunicación de su decisión a Franco, de la que éste no se dio por enterado. Ante la posibilidad de que el 1 de enero de 1937 pudiera convertirse en un choque frontal entre ambas partes, Hedilla decidió no estar presente en los actos y envió una carta de pésame a la familia Unamuno.

Encargó al antiguo anarquista Maximiano García Venero que escribiera con prontitud un artículo laudatorio de la vida y obra de Unamuno y que acudiera a El Adelanto para que saliera a la calle a primera hora de la mañana, antes de que fuera enterrado. Así lo hizo Venero bajo el seudónimo de Tresgallo de Souza para no implicar a sus familiares que se hallaban en zona republicana. Por otro lado, cuando por la noche Ernesto Giménez Caballero se disponía a dar lectura del parte del Cuartel General, se encontró con la sorpresa de que la emisora de radio sufrió una extraña avería y no lo pudo retrasmitir.

Al día siguiente, numerosos falangistas acudieron a la casa de la calle Bordadores para sacar el féretro de Unamuno. A hombros lo hicieron el escritor y cineasta Antonio de Obregón, el aragonés Emilio Díaz Ferrer, el tenor Miguel Fleta y el propio Víctor de los Ríos para llevarlo a la cercana iglesia de la Purísima. Encabezaban el duelo Fernando y Rafael, hijos de Unamuno, y los catedráticos Esteban Madruga y José María Ramos Loscertales, escoltados por los bedeles de la Universidad, seguidos por todos aquellos que había firmado su destitución.

A la entrada del templo, el coro universitario, dirigido por Bernardo García-Bernalt entonó un réquiem. No había ninguna representación oficial del Cuartel General. Tan sólo, mezclado entre centenares de salmantinos, sentado en un banco, se hallaba Giménez Caballero, que por una vez acudió a ver a Unamuno, a despedirse a título personal, tras pedir permiso a Millán Astray. En el cementerio, después de un ritual falangistas que el Rector nunca hubiera querido, sus restos fueron depositados en el nicho 340 de la galería Este.

En aquel primer día del año 1937 quedó patente el enfrentamiento larvado que existía entre Manuel Hedilla y el sector del falangismo que contemporizaba con Franco. Un día después aparecía en La Gaceta Regional el artículo de Ernesto Giménez Caballero, lo que provocó una fuerte discusión entre ellos. Algunos, como García Venero, llegaron a sacar las pistolas.

 

11.- RADIO NACIONAL Y LA PRENSA SALMANTINA

El 19 de enero de 1937, en medio de una gran nevada, se inaugura Radio Nacional en el Palacio de Anaya como medio de propaganda. En su primera intervención Franco pronunció un encendido discurso y la artista Celia Gámez cantó un chotis. Millán Astray contaba con la colaboración de Ramón Rato, Pedro Aparicio, Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, Agustín de Foxá y Rafael Duyos, entre otros. Antonio Tovar sería su director, posteriormente nombrado Rector de la Universidad de Salamanca. Se trataba de una emisora Telefunken-Lorenz con una potencia de veinte kilovatios, que el gobierno alemán regaló a Franco, después de haber sido usada durante los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.

Franco delegó el control de la actividad por las ondas en su hermano Nicolás. La arenga denominada Habla España, estuvo a cargo del conocido locutor Fernando Fernández de Córdoba, famoso por sus grandilocuentes partes de guerra, que a las diez de la noche hacía que los salmantinos estuvieron pendientes de la radio. Éste fue también el que el 1 de abril de 1939, con impostado énfasis, comunicó por las ondas el final de la guerra mediante su famosa frase: «Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares». Millán le había conocido casualmente a través del cronista Víctor Ruiz Albéniz en la guerra de Marruecos. Le siguió Vicente Gay, como delegado de prensa y propaganda, incidiendo en “la campaña difamatoria de los comunistas rusos”. La estancia de esta emisora en la capital charra duró solamente un año, hasta que fue trasladada a Burgos y Madrid. Franco utilizó sibilinamente Radio Nacional en contra de la Falange de Manuel Hedilla.

Millán Astray también estaba a cargo del Servicio de Prensa Extranjera, que se ubicaba en la planta baja del Cuartel General. En su equipo figuraban Gonzalo de Aguilera y Munro, un aristócrata salmantino que hablaba inglés francés y alemán, tan histriónico como él, y Luis Antonio Bolín, corresponsal de ABC en Londres, al que nombró Capitán Honorífico de la Legión por haber alquilado en la capital británica el avión Dragón Rapide a la Olley Company para trasladar a Franco desde Canarias hasta Marruecos e iniciar la sublevación. El 11 de julio de 1936 Bolín contrató como piloto al capitán Bebb y solicitó al mayor Hugh Pollard, a su hija Diana y a la amiga de ésta Dorothy Watson que fuera a bordo para dar el aspecto de un viaje turístico.

Desde 1933, la confabulación contra la República en el Reino Unido había ido creciendo. El hispanista Gabriel Jackson así lo describía: “Durante generaciones, Inglaterra había sido el mercado más importante de los vinos españoles de calidad. Capitales ingleses y españoles compartían el control de muchas empresas mineras y metalúrgicas en el País Vasco. Los españoles adinerados se codeaban con los residentes veraniegos ingleses en San Sebastián y Biarritz. Hacia el 25 de julio, Juan March y Gil Robles establecieron sus cuartes generales en Lisboa. El primero era propietario del Kleinwort Bank de Londres, a través del cual financió la compra de material de guerra para el ejército insurgente”.

En cuanto a la prensa salmantina, los rotativos La Gaceta Regional y El Adelanto fueron incautados por orden de Millán Astray. El primero se adhirió a las nuevas autoridades desde sin objeción. El monárquico José María Gil-Robles ostentaba la presidencia del consejo de administración. En el inicio de la Guerra, éste se hallaba en Biarritz. En agosto de 1936 pudo pasar por Salamanca camino de Portugal. Pero al ser suprimido su partido, allí quedó en situación de exiliado. El redactor jefe del periódico era Francisco Bravo Martínez, que el año anterior había conspirado contra el gobierno de la República en la reunión que José Antonio Primo de Rivera promovió en el Parador de Gredos, y acababa de salir de la cárcel acusado de comprar armas en Portugal, junto con el salmantino Ramón Laporta. Distinto fue el caso de El Adelanto, propiedad de la liberal familia Núñez, cuyo redactor José Sánchez Gómez, perteneciente a la Acción Republica de Manuel Azaña, había sido detenido y posteriormente fusilado en La Orbada. El periódico estuvo cerrado durante seis días hasta que cambió su línea editorial.

 

12.- LAS CONVERSACIONES EN PORTUGAL

El falangista Sancho Dávila, opositor a su jefe Hedilla, se reunió a sus espaldas en Portugal con Manuel Fal Conde y Tomás Domínguez Arévalo, Conde de Rodezno, representantes del Tradicionalismo en el exilio y partidarios de entregar la corona española al pretendiente Javier de Borbón Parma. El punto elegido fue el palacio de los Alburquerque en Insua, en Penalva do Castelo, entre Guarda y Viseu. Ambas partes pretendían constituir un Gobierno común con fuerzas civiles sin intervención del Ejército.

El resultado del encuentro enojó tanto a Franco como a Hedilla. Al primero, porque ya meses antes Fal Conde quiso crear un centro de requetés en Toledo, denominado Real Academia Militar Carlista y fue llamado por Franco a Salamanca para comunicarle, a través del general Dávila, que lo consideraba un golpe de estado encubierto y que le daba 48 horas para dejar la sede de la Casa de las Conchas y salir del país o sería encarcelado.

Y las conversaciones de Portugal también indignaron a Hedilla, porque ponía en peligro ese mismo proyecto que él tenía para Falange en Salamanca. A esto se le sumó otro imponderable: Benito Mussolini le envió a su observador en la guerra, Roberto Farinacci, para expresarle su deseo de que, habiendo abdicado el Rey Alfonso XIII, la corona española recayera de nuevo en la dinastía italiana de Saboya, continuando así la línea abierta por el rey Amadeo I.

 

13.- LLEGADA DE SERRANO SÚÑER A SALAMANCA

Tras conseguir huir de la cárcel Modelo de Madrid, el 20 de febrero llega a Salamanca Ramón Serrano Súñer, acompañado por su esposa Zita Polo, hermana de Carmen Polo. En la prisión tuvo que presenciar el fusilamiento de Fernando Primo de Rivera, hermano de José Antonio, y de otros políticos, como Ruiz de Alda o Melquiades Álvarez. Alegando motivos de enfermedad, había sido ingresado en una clínica privada madrileña, de donde el doctor Gregorio Marañón le ayudó a escapar para refugiarse en la Embajada de Holanda.

A Salamanca llegó, a través de Francia, subiéndose a un barco argentino en Alicante, para unirse a Franco en el Cuartel General. Estaba muy demacrado. Acababa de enterarse que sus hermanos José y Fernando, con quienes siempre estuvo muy unido, habían sido asesinados por radicales en Madrid. Su rostro mostraba la expresión del trauma. Fue íntimo amigo y compañero de estudios de José Antonio y esa circunstancia hizo a creer a los falangistas que facilitaría su comunicación con Franco, hasta entonces inexiste. Pero no fue así.

Serrano Súñer había sido Abogado del Estado y tenía una amplia experiencia parlamentaria como ex diputado democristiano de Gil-Robles. Se propuso la creación de un nuevo Estado con base política y jurídica, para que el golpe militar no resultara una dictadura de corte sudamericano. Se convirtió en la persona de contacto para la gestión de los asuntos políticos, recibiendo a sus interlocutores en la pequeña capilla del Palacio Episcopal. Allí fraguó el estrambótico plan para liderar un Movimiento Nacional mediante la unión explosiva de falangistas (republicanos y revolucionarios) con tradicionalistas (monárquicos y conservadores). Ante el fracaso de Nicolás Franco, y al igual que años antes hiciera el general Primo de Rivera, Serrano retoma la iniciativa de crear un partido único con apoyo del policía Mauricio Carlavilla y de quien fuera biógrafo de José Antonio, Felipe Ximénez de Sandoval.

Entre los Franco no faltaron las rivalidades familiares. Nicolás hacía negocios con la compra del armamento y eso enojaba a Serrano Súñer y a Zita Polo. Por su parte, la esposa de Nicolás Franco, Isabel Pascual de Pobil, recibía numerosos regalos que Carmen Franco entendía qué les correspondía a ellos. Franco zanjó la situación enviando a su hermano como embajador a Lisboa, la capital oficiosa de los políticos antirrepublicanos.

Nicolás Franco era la antítesis del Caudillo. Le gustaba la buena vida y su función era la de tratante y conseguidor. Estaba casado en segundas nupcias con la hermana de Concha, su primera esposa, de la que enviudó. En Salamanca vivió en el Gran Hotel, en la casa de doña María la Brava de la Plaza de los Bandos y en el Cuartel General o Palacio Episcopal. En la pugna con Serrano, Franco se decantó por su cuñado, que le sustituyó en el cargo de secretario general. En el tiempo en que las tres familias vivieron en aquel palacio, su convivencia resultó difícil. Franco se instaló en la planta principal, dejando las superiores para su hermano Nicolás y su cuñado Serrano Súñer. En la planta baja se encontraban las dependencias administrativas y el cuerpo de guardia.

 

14.- CREACIÓN DE UNA ACADEMIA PARAMILITAR EN LAS VEGUILLAS

Italia y Alemania reconocen al nuevo régimen. Envían a Salamanca a sus embajadores, Roberto Cantalupo y Wilhelm von Faupel que presentan sus credenciales a Franco los días 1 y 3 de marzo, en la Plaza Mayor con gran solemnidad y despliegue militar, en medio de una muchedumbre que abarrotaba balcones y soportales. Al ágora llegaban los embajadores escoltados por la guardia mora a caballo del Jalifa, alto comisario de España en Marruecos, exóticamente ataviados con turbantes y capas azules.

En el salón de plenos, adornado con dos grandes tapices traídos de Zamora, Franco recibió a los dos embajadores junto a Mola, Queipo de Llano, las autoridades provinciales y Sangróniz como introductor. La presencia de italianos y alemanes en Salamanca fue distinguida por el gobierno franquista poniendo el nombre de Avenida de Italia y de Alemania a dos de sus calles. Todos ellos se alojaban en lugares estratégicos de la ciudad: Hotel Las Torres, Palacio de Anaya, Plaza de Los Bandos, Hotel Pasaje, Palacio de Figueroa…

Ambos trataban de controlar al partido falangista y, a través de él, a Franco. Con ayuda de ellos, el 15 de marzo, Hedilla promueve la creación de la Academia de Pedro Llen en una finca propiedad del ganadero Antonio Pérez Tabernero en Las Veguillas, cerca de Salamanca. Se trataba de un centro de formación militar de cuadros de Falange, escogidos de entre aquellos que tuvieran un buen historial de guerra con un mínimo de tres meses. Su fin era burlar la subordinación al Ejército mediante milicianos jerarquizados y tenía la misma estructura que las que el general Luis Orgaz había creado para la formación de los alféreces provisionales. A su vez, la aviación de la Legión Cóndor alemana ya se había establecido en Negrillos, otra finca próxima del Marqués de Llén en Carrascal del Obispo.

Hedilla encargó la dirección de la academia al cineasta Carl von Haartman, un aristócrata finlandés, sobrino del héroe de la independencia finesa mariscal Mannerheim, que había luchado como oficial de caballería contra los rusos con el apoyo de los alemanes. Hedilla siempre sospechó de él que se fiaba demasiado de Franco, que pretendía cerrar el centro porque estaba en manos de los instructores alemanes de Faupel, expertos instructores en logística y en el uso del armamento. Haartman había actuado en 1930 en la película bélica Ángeles del Infierno, de Howard Hughes, basada en la aviación militar y, en 1936, quiso participar en una guerra real. Así, apareció en Burgos, donde conoció a José Antonio Serrallach Juliá, mano derecha de Hedilla, recién llegado de Alemania, del que se servía como traductor para tratar con los alemanes. El 8 de abril finalizó la primera promoción de 90 alumnos que recibió formación militar suficiente para incorporarse al frente.

 

15.- ÚLTIMO INTENTO DE HEDILLA POR IMPEDIR EL FINAL DE FALANGE

La Junta Provisional falangista considera inminente el intento de desarticulación de Falange por Franco. Como medida desesperada, acuerda por mayoría, pero con la oposición de Hedilla, enviar a Franco la propuesta de “recabar para Falange la tarea política de la Gobernación del país, salvo los departamentos de Guerra y Marina, que serían competencia del Ejército”. El santanderino se temía la reacción del Caudillo que, ciertamente, recibió la misiva con estupor, pues no estaba dispuesto a compartir el poder con nadie.

Siguiendo con su plan de “dividir y vencer”, Franco cita al Conde de Rodezno en su Cuartel General de Salamanca para anunciarle que proyectaba la fusión de tradicionalistas y falangistas, a lo que éstos eran favorables, según le dijo, manifestándole su opinión de que la masa izquierdista se estaba afiliando a Falange mientras que los conservadores lo hacían a los tradicionalistas. Eso significaba que nuevamente estaba apareciendo en España la eterna división entre izquierdas y derechas y la reiterada lucha de clases con la que quería acabar. Por ello, le anuncia que unificaría por decreto todas las fuerzas existentes en la zona nacional para que se lo comunicara a sus superiores, Fal Conde y el regente don Javier de Borbón, que esperan noticias en San Juan de Luz (Francia). Éstos convocan una asamblea el 14 de abril en Pamplona para debatir sobre los planes de unificación de Franco que, ellos creían, contaba con la aquiescencia de numerosos falangistas.

Hedilla, que se encuentra en San Sebastián, tiene conocimiento de las artimañas de Franco y de que entre sus filas había traidores que desde hacía tiempo maquinaban contra él y monta en cólera. Da instrucciones a sus hombres para la detención en Salamanca de Agustín Aznar, Sancho Dávila y Rafael Garcerán, pues daban muestras de que la unificación suponía para ellos la oportunidad de ejercer la política profesional en el nuevo régimen franquista.

A partir de entonces, toma precauciones. Se hizo acompañar de una guardia pretoriana, y ordenó que diariamente se le diera información del entorno de esas personas. Previendo conflictos y, habiendo llegado a sus oídos el rumor difundido de un atentado contra él, consiguió que el General Sagardía retirara del frente a un grupo de incondicionales suyos, entre los que se encontraba el farmacéutico cántabro Alonso Goya, para destinarlo a su seguridad personal.

Se entrevista con Vicente de Cadenas, al que haría jefe del Servicio de Prensa de la calle Zamora de Salamanca. Cadenas le convence de que convoque un Consejo Nacional extraordinario en Burgos el día 25 de abril, y no en la sede oficial de Salamanca, dada la gravedad de la situación que se percibía, para disolver la Junta provisional y nombrar un jefe nacional que, obviamente, sería Hedilla, pues una vez definitivo su nombramiento, resultaría más fácil pactar con Franco.

Ya en Salamanca, el día 15 de abril, Hedilla se cita con Sangróniz como representante del Cuartel General. Le da a conocer su plan de que los falangistas se hicieran cargo de la organización política del nuevo Estado, correspondiéndole a ellos el papel de estamento civil. Sangróniz no se muestra receptivo. Al contrario, le manifiesta que Serrano Súñer quería hablar con él acerca de la fusión de falangistas y requetés, pero que no se intranquilizara porque él sería nombrado secretario general de ese nuevo partido unificado.

Posteriormente, se produce el encuentro entre Hedilla y Serrano Súñer, persona intrigante y decisivamente influyente en su cuñado, para hacerle saber los deseos de Franco: todas las fuerzas políticas se fusionarían en un partido único, cuya jefatura sería asumida por el Caudillo. Hedilla lo rechaza. El falangista percibe en las palabras de Serrano un tono muy despectivo hacia él, porque le consideraba un mero líder obrero. En cierta ocasión, Hedilla cometió el error de quien no es político. Serrano fue a entrevistarse con él y le hizo esperar inútilmente unos minutos, lo que Serrano consideró un desaire y se marchó.

 

16.- COMIENZAN LOS RUMORES SOBRE POSIBLES ATENTADOS

Esa mañana alguien filtra a la prensa extranjera un documento de cinco folios, escrito con una máquina alemana, sobre unas conversaciones entre falangistas y requetés para llegar a un acuerdo contra Franco, que tendrían lugar dos días después en el Hotel Avenida de Lisboa. Se atribuyó a Serrano Súñer, Nicolás Franco y al comandante jurídico Lorenzo Martínez Fusset la autoría de estar pasando dicha declaración de mano en mano por toda la ciudad, por la que, se suponía que rechazaban los planes de Franco y pretendían la reinstauración de la Monarquía.

Por la tarde acaeció un suceso que apuntaba a un intento de asesinato de Franco. José Antonio Serrallach, secretario de Hedilla, doctor en química y creador de la mercromina, acudió en busca de una cantidad ingente de bromuro a los laboratorios de la Facultad de Ciencias de la Universidad, en el Palacio de Anaya, justo donde se elaboraban los gases asfixiantes para ser utilizados en caso de que el enemigo atacara con ellos.

A cargo del laboratorio estaba Sarvapoldi Hammaralt, un hindú británico al servicio de Nicolás Franco que sabía leer las comunicaciones secretas escritas con tinta invisible. Hammaralt se alarmó al no saber qué utilidad se le daría al pedido y, según dijo, acababa de captar una emisión en árabe de la zona republica arengando a la guardia mora a matar a Franco. Apresuradamente, se lo comunicó a su superior, transmitiéndole que aquel bromuro, que estaba destinado a la guerra química, tenía capacidad para hacer dormir a todas las personas del Cuartel General y que podían ser objeto de un atentado. Rápidamente, Nicolás Franco ordenó a todos los farmacéuticos de Salamanca que no expidieran bromuro a nadie.

Serrallach, conocido como «el alquimista” y propietario de la farmacéutica barcelonesa Lainco, presentado a Hedilla por el embajador alemán Faupel, fue detenido, quedando abortado su cometido, que no era otro que preparar gases lacrimógenos para entrar por la noche sin ruido de disparos en la Junta de Mando falangista y detener a Sancho Dávila. Algunos historiadores han visto en Serrallach a un agente al servicio de Hitler para controlar al nuevo régimen español. De hecho, Hedilla tenía en su poder un ejemplar de la obra Mein Kampf con una dedicatoria personal del propio Hitler.

 

17.- SARVAPOLDI HAMMARALT Y EL ALMIRANTE CANARIS

Sarvapoldi Hammaralt, había llegado a Salamanca procedente de Alemania. Con cierta habilidad, se presentó en el Cuartel General manifestando que sólo sabía hablar alemán, que necesitaba la ayuda de algún intérprete. Consiguió llegar hasta  Franco a través de su hermano Nicolás, convenciéndoles de que podía crear oro sintético para financiar la guerra. Por la codicia del incauto hermano del Caudillo le asignaron como intérprete al mismo con el que contactaban con la Legión Cóndor.

Nunca consiguió lo que prometió, pero Hammaralt continuó trabajando en el laboratorio porque sabía manejar los reactivos para leer los comunicados escritos en tinta simpática. El hindú infundía tanta confianza que entraba con absoluta naturalidad y sin cortapisa en todos los edificios oficiales y estaba al corriente del movimiento de las tropas. Por eso, se puso ten nervioso cuando vio por los laboratorios a José Antonio Serrallach, estudiante de Química en Alemania como él. Podía haberle desenmascarado.

En aquellos momentos apareció por Salamanca el almirante alemán Wilheim Canaris, viejo amigo y consejero de Franco. Ambos ya se habían conocido en la República a través de Gil-Robles. Las visitas de Canaris a España habían sido continuas en tiempos de Alfonso XIII y del general Primo de Rivera. Actuaba de intermediario entre empresarios españoles y alemanes. Dado que hablaba el castellano con fluidez por el largo tiempo que estuvo en Sudamérica, en 1935 se le asignó el espionaje alemán en la península.

A la vista de la gran cantidad de armamento y asesores rusos que estaba recibiendo el ejército republicano, Franco había solicitado ayuda militar de Alemania en la guerra. Canaris se desplazó en 1936 a Salamanca y le convenció de que la mejor propuesta era la ofrecida por Hitler: la creación de una fuerza aérea permanente bajo mando alemán, que sería la Legión Cóndor. Esta unidad fue creada el 30 de octubre de ese año y se componía de cuatro escuadrillas de doce aviones cada una.

Pero. además, Canaris se interesó por los servicios de inteligencia españoles, comprobando que no era los adecuados al momento. En el Cuartel General eran muy rudimentarios. Carecían de medios para transcribir mensajes cifrados. El general Mola, antiguo director general de Seguridad de la República, se hallaba en Pamplona y había perdido el control de la información que antes manejaba desde el Gobierno. Paradójicamente, era Falange la que poseía una gran red de confidentes, prácticamente, en cada pueblo. Pero esa información no la compartía con Franco, con quien mantenía un recíproco espionaje que tanto les incordiaba.

Como consecuencia de una necesaria reorganización, el comandante Antonio Sarmiento León-Troyano, una persona poco conocida hasta entonces, se hizo esencial. Este oficial de Ingenieros asumió el Servicio de Cifras y Comunicaciones. Tomó a su cargo las funciones de escucha, criptografía y desencriptación, mostrando una gran destreza con los últimos adelantos que Alemania iba facilitando al ejército de Franco en cuanto a espionaje.

Es ese contexto, con ocasión de otra visita posterior de Canaris, cuando el almirante es alertado de la presencia de Hammaralt en Salamanca, ya conocido por la inteligencia alemana, que se hallaba investigando con los químicos españoles sobre el gas mostaza. El militar alemán comunicó enseguida a Franco que el hindú había estudiado Química en Alemania. También, que  fue expulsado del país bajo sospecha de ser un espía de Inglaterra especializado en guerra química y de que podía haber informado sobre los avances de Hitler en ese tipo de armas.

Tan pronto como Hammaralt supo de la llegada de Canaris a Salamanca desapareció sin dejar rastro. Aquel suceso no se pudo esclarecer porque no había relaciones diplomáticas con Inglaterra, únicamente representaciones oficiosas: sir Robert Hadgson en Salamanca y Jacobo Fit-James Stuart y Falcó, Duque de Alba, en Londres. No obstante, nunca más se supo de aquel espía. Todo apunta a que, por el conocimiento que tenía de la estrategia franquista, fuera eliminado.

En cuando al almirante Canaris, que no había pertenecido al partido nazi, en 1945 fue ejecutado por alta traición por Hitler, al descubrirse que formaba parte de la operación Valquiria cuyo fin era asesinarle. Para Franco, Canaris había sido un buen amigo y concedió una pensión vitalicia a la viuda del almirante, que había quedado en una difícil situación.

 

18.- EL ENFRENTAMIENTO CON MANUEL HEDILLA SE CONSUMA

Los rumores arreciaban. Serrano Súñer, de acuerdo con Franco, fomenta la división entre los falangistas haciendo circular bulos de ruptura entre ellos, de enfrentamientos y posteriores fusilamientos de los perdedores. El éxito de aquel enredo estaba asegurado al poner al frente del servicio del espionaje a Lisardo Doval Bravo, comandante de la Guardia Civil famoso por su dura represión en la Revolución de Asturias en 1934, que consideraba a los falangistas como “rojos camuflados”. Serrano le otorgó plenos poderes para fichar a delatores entre los partidarios de Hedilla y vigilar estrechamente su academia paramilitar de Llen. Doval, que era un especialista en difundir falsedades, propagó el bulo de que un grupo de falangistas conducidos por Agustín Aznar se habían confabulado contra Hedilla para matarle.

Aquellos habladurías pusieron en marcha el levantamiento del llamado “Grupo de Madrid”, que se reunió en el Gran Hotel y elaboró un documento que entregarían a Manuel Hedilla, haciéndole saber que quedaba destituido y que sus funciones pasaban a una junta compuesta por Agustín Aznar, Sancho Dávila, y José Moreno, participando como secretario Rafael Garcerán. Todos ellos tenían en común ser universitarios, haber tenido trato directo o ser familiares de José Antonio y considerar izquierdista a Manuel Hedilla.

Posteriormente, comunicaron el contenido de dicho documento a Franco para tenerle al corriente, aunque, hay versiones que aseguran que fue el propio dictador quien les hizo entrega del escrito redactado por personas de su círculo. En cualquier caso, fue distribuido por toda la ciudad como un panfleto que, obviamente, pronto llegó a manos de su destinatario.

El 16 de abril, Hedilla realizó una reunión de urgencia en su despacho de la calle Toro a la que asistieron sus incondicionales Víctor de la Serna, Serrallach, García Venero y el escolta Goya. Después de leer aquel libelo, esperaron a la llegada del embajador alemán Faupel, que se hallaba en el bunker de Pelagarcía, junto a la finca Gargabete. En las dependencias de Faupel en el palacio de Orellana de la calle San Pablo, a la vista de que había sido escrito con una máquina alemana, llegaron a la conclusión de que el autor era Rafael Garcerán.

Hedilla convocó una sesión extraordinaria para el día 25 cuyo fin era tomar una decisión acerca de “la aguda crisis de autoridad, disciplina y relajación” de la organización. A la hora señalada, llegaron los sediciosos y sus escoltas madrileños fuertemente armados, con la orden de matar a Hedilla si se producía algún tumulto. Pero, a pesar de que éste conocía las intenciones de los conjurados, ordenó que se les permitiera la entrada en la sala de juntas.

En medio de un encuentro frío y hostil sin apenas palabras, le hacen entrega de un pliego de cargos en el que se le acusaba de “ineptitud manifiesta” y el acuerdo de destitución, que le leyeron en presencia de José Sáinz. Hedilla les contestó que lo rechazaba porque sólo el Consejo Nacional que le nombró podía cesarle. Sus opositores se negaron a salir de la sede. Hedilla no quiso responder a la provocación y abandonó el lugar para evitar un enfrentamiento armado, pues en el local había almacenado un gran número de ametralladoras y bombas de mano procedentes de la fábrica de Artillería de Sevilla.

Sospechando que la sedición procedía del propio Franco, se dirigió al Cuartel General para entrevistarse con él. Franco ya era conocedor de todo y no quiso recibirle. En su lugar lo hizo el teniente coronel Antonio Barroso, a quien pidió soldados para desalojar a los rebeldes de la sede de Falange, pero lo rechazó. Barroso le ofreció quedarse allí aquella noche bajo su protección. Hedilla no lo aceptó porque era consciente de que el dictador quería retenerle y le urgía recuperar la sede que había sido tomada por los sediciosos. Dio la orden a Ramón Laporta, jefe provincial de Salamanca, de que reuniera a sus hombres para tomar la Junta de Mando. Laporta previamente lo intentó mediante diálogo, pero no tuvo éxito.

 

19.- INTENSO TIROTEO EN LA CALLE CONCEJO 3

Esa noche, con el objeto de expulsar a los rebeldes que habían ocupado la sede de la calle Toro, alegando Hedilla que quería anticiparse a quienes querían matarle, envió a Serrallach y a Goya a Las Veguillas para reclutar a un grupo de falangistas armados de la academia de Pedro Llen. Su director, Von Hartman se mostró reticente y les pidió que llevaran la orden por escrito. En ese lapso de tiempo aprovechó para llamar al Cuartel General y comunicar a Franco que algo estaba sucediendo. Pero el Caudillo prefirió hacer oídos sordos y no intervenir hasta ver el final del conflicto que él mismo había creado.

Tras volver con la orden firmada, Serrallach únicamente consiguió el apoyo de cuatro alumnos santanderinos antiguos subordinados de Goya. Entretanto, un grupo de otros seis falangistas recién graduados de la academia se habían desplazado hasta la vivienda de Hedilla para recibir instrucciones. Von Haartman consiguió tomar la sede de la calle Toro y desarmó a los falangistas sublevados que encontraron, poniendo en su lugar a los alumnos de Pedro Llen.

A continuación, Hedilla ordenó a su guardaespaldas Goya que detuviera a Sancho Dávila y Rafael Garcerán, los dos más accesibles en ese momento, disparando a matar si oponían resistencia. Obvió a Aznar porque sabía que ese día dormía en el cuartel de Falange. Goya marchó con una patrulla armada de Llen en busca de Sancho Dávila a la pensión La Macarena donde se alojaba, en la calle Concejo 3, segundo piso, junto a la Plaza Mayor.

Sancho Dávila compartía habitación con Antonio Luna, un falangista con un característico ojo nublado. Ambos habían cenado con Garcerán, que posteriormente se marchó. El jurídico militar Antonio Bremón, también hospedado allí, se ofreció a acompañarle hasta su domicilio, pues había oído en el Gran Hotel que algo se estaba tramando. Garcerán no lo consideró necesario y partió con su chófer. No obstante, esa noche tuvo la precaución de dormir con un arma bajo la cama.

Sancho Dávila también había sido advertido. Pero, confiado, cometió el error de enviar a Sevilla a su escolta personal, compuesta por seis falangistas, y se quedó solamente con dos, Juan Pérez Velázquez y Manuel Peral Peral, este último, antiguo socialista protegido por Dávila. Luna había dejado su pistola sobre la mesilla. Dávila, junto a la almohada. Los dos mencionados guardaespaldas dormían en una habitación contigua provistos de pistolas y bombas de mano.

A las dos de la madrugada, Alonso Goya llamó al sereno municipal para que le abriera la puerta del zaguán y a la criada de la pensión, haciéndoles creer que iban por orden de Franco. Entró con López Puertas y el médico Tomás Rodríguez López, que le acompañaba por si tenía que prestar auxilio a posibles heridos. Otros cuatro cadetes esperaban en el exterior como refuerzo. Goya les indicó que todos llevaran pistola y dos bombas de mano Lafitte de las reglamentarias del Ejército. Tras colocarles estratégicamente, les dio las instrucciones: si Dávila se negaba a acompañarlos, deberían encañonarle con la pistola y si se producía algún altercado, lanzarían las bombas de mano. Deberían estar situados de manera que, en su caso, no se pudiera saber quién era el autor de los disparos.

Goya entró en la habitación con López Puertas. Encontró a Dávila durmiendo en su cama y le arrebató la pistola. Enseguida se reconocieron, porque ambos habían compartido cárcel en la Modelo de Madrid y refugio en la embajada de Cuba. Goya le dijo que le acompañara porque Hedilla quería hablar con él, a lo que Dávila le contestó: “Yo no salgo porque me queréis pasear, criminales”. Refiriéndose a Hedilla con duras palabras, rehusó cualquier acercamiento. Goya le insistió en que sólo se trataba de una orden superior. Siguió negándose. Goya sacó la pistola y le encañonó, mandándole poner las manos en alto y que le siguiera.

El guardaespaldas de Dávila, Manuel Peral, salió al pasillo lanzando una bomba de mano para impedir la entrada a los que esperaban en el zaguán. Entró en la habitación y, sin mediar palabra le descerrajó un tiro en la cabeza a Goya con su pistola Astra 400, con entrada occipital y salida por la cara, cayendo al suelo inmóvil junto a la cama de Dávila, momento en que éste corrió a coger la pistola. Estalló otra bomba de mano y la confusión fue total. El tiroteo era muy intenso. Con puntería certera, López Puertas disparó a Peral, que cayó hacia atrás. Dávila se tuvo que volver para quitarle la pistola a Puertas, que se le había encasquillado en la recámara, retorciéndole el brazo con fuerza para que soltara el arma. Entre ambos se entabló una lucha cuerpo a cuerpo. Los acompañantes de Goya que esperaban en el rellano subieron las escaleras y entraron disparando a los guardaespaldas de Dávila que les repelieron. Los descargadores de las pistolas terminaron vacíos. Los hedillistas se abalanzaron sobre Sancho Dávila inmovilizándole y haciéndose con la situación. Una vez preso, le condujeron a la calle Toro maniatado, semidesnudo y con un capote, donde les esperaba el comando de Llen con Haartman.

El golpe había quedado abortado. Peral se desangró en la calle, muriendo tres días después en el Hospital Provincial a causa de dos disparos recibidos, según el informe de Pablo Beltrán de Heredia y Velasco, doctor de la Beneficencia que había sido movilizado como capitán médico. En la inscripción de defunción se dice que murió a consecuencia de “enfisema de origen traumático”. Antonio Luna salió indemne al haber permanecido en todo momento detrás de un armario atemorizado.

Hedilla no improvisaba, pero su actuación fue torpe y mal planificada, en parte debido a la rapidez con que los hechos se producían. Sabía que sería una detención sangrienta y que Sancho Dávila y Garcerán hacía una semana que lo esperaban. Por ello, llevó al médico Rodríguez López para auxiliar a los heridos. Pero, no pensaba en un resultado tan trágico. El doctor sólo pudo constatar la muerte de Goya. Cuando acudió la Policía también les acompañaban otros dos médicos camuflados enviados por Hedilla.

Al lugar acudió un capitán de la Guardia Civil y varios números para impedir que la gente se acercara hasta que se tomara una decisión por el Juez Militar. El togado ordenó la detención de los falangistas que en ese momento se hallaran en el lugar: Gregorio Arranz Alonzo, Santiago Corral Gómez, Fernando Ruiz de la Prada, Daniel López Puertas y Juan Pérez Velázquez. El teniente coronel Antonio Barroso designó al forense Tomás Rodríguez López para la realización de la autopsia en el depósito, y no permitiera que los dos cadáveres fueran movidos de aquel lugar.

Pero, el hedillista García Venero se negó en rotundo a la autopsia. Sólo dejó realizar una única inspección ocular. A la llegada del forense los allí presentes acordaron que simplemente se certificara la defunción y, de acuerdo con Hedilla, que “se le entierre sin ningún examen ni peritaje”. Previamente, el cuerpo de Goya fue trasladado a la sede de la calle Toro, controlada por el comando de Llen, para que recibiera honras fúnebres. Por el contrario, el cadáver de Peral fue abandonado. Este andaluz natural de Fiñana (Almería) recibió sepultura en el cementerio de Sevilla, donde vivía con su familia antes de ser llamado por Sancho Dávila. Le trasladaron al depósito donde estuvo solo durante catorce horas.

Los detenidos por la Guardia Civil estuvieron de acuerdo en manifestar que agresores y agredidos eran camaradas y sin hostilidades previas. Nadie quería condenar a Sancho Dávila por la muerte de Goya por ser primo del fundador de Falange. El Cuartel General de Franco nombró juez instructor a Rodrigo Zaragoza, comandante de la Guardia Civil, poniendo a todos ellos bajo la justicia militar en tiempo de guerra.

 

20.- FRANCO ENCUENTRA CIERTA DOCUMENTACIÓN

Después de la muerte de Goya, dejando su cadáver en el suelo, López Puertas y los cadetes corrieron en dirección al domicilio de Garcerán, una casa requisada en la Avenida de Mirat 15, para aprehenderle. Garcerán ya estaba avisado de lo sucedido en la calle Concejo. Los cadetes llamaron a la puerta golpeándola con la culata del fusil. Al verlos llegar, se puso fuera de sí y empezó a dispararles con su pistola desde la ventana, siendo respondido igualmente con disparos.

La situación se alargó hasta el amanecer, con la condescendencia de la Guardia Civil de Doval, a la que Goya acusaba de haber matado a Calvo Sotelo. La madre, la esposa, dos hermanas, la sirvienta, una niña, la familia entera pedía socorro por los balcones. Incluso apareció un cura que embrolló la situación. Tuvieron que desistir a la vista de la aglomeración de gente que se estaba formando en la calle. Llegó la fuerza pública a la que los hedillistas dijeron: “Deténganle. Es un loco que dispara a los que pasan por la calle”. Sin embargo, todos sin distinción fueron arrestados.

En el registro posterior en la casa de Garcerán, junto a una copia de los cargos presentados contra Hedilla, la Guardia Civil encontró documentación referente a la propuesta conjunta del General Mola y Hedilla para formar un Gobierno al margen de Franco, la asignación de futuros cargos ministeriales y notas sobre la reinstauración de la Monarquía en España. Según aquellas instrucciones, en un momento posterior al golpe estado, el rey Alfonso XIII abdicaría en favor de su hijo don Juan, que tenía veinte años, aunque de momento no reinaría, sino que lo haría un consejo de regencia presidido por el General Sanjurjo. Se nombraría jefe de Gobierno al abogado José Calvo Sotelo, quien ya había sido ministro de Hacienda con el General Miguel Primo de Rivera. Se trataba de retornar a una situación similar a la anterior dictadura.

Franco estaba ganando la partida. Los generales Sanjurjo y Mola morirían en sendos extraños accidentes de aviación en el primer año de la guerra. Sólo le faltaba postergar a los ideólogos de aquel plan pro monárquico. Siguiendo lo planeado, el director de la Academia Llen, Karl von Haartman, que estuvo observando aquellos acontecimientos a escasos cien metros, corrió apresurado al Gran Hotel a informar a las agencias de prensa extranjera del balance de los sucesos acaecidos aquella noche. Allí le estaban esperando para apresarle. Franco ya se dispuso a divulgar el Decreto de Unificación por el que se hacía con el mando único de falangistas y carlistas, aparentemente, para poner coto a los desórdenes y disputas de sus miembros.

Mientras tanto, el cuerpo de Goya, cántabro nacido accidentalmente en Camagüey (Cuba), fue depositado en un ataúd y llevado a la sede de Falange, por donde fueron pasando multitud de allegados y curiosos. Había muerto tres días después de su llegada de Burgos, donde habitualmente vivía. Para el último adiós, accedieron numerosos cargos falangistas nacionales y provinciales, incluso del bando opuesto. Hubo que controlar la entrada, obligando a la multitud a ir saliendo sin dilaciones. Pasadas unas horas, Hedilla ordenó desalojar el local y llamó a un cura para las preces. Posteriormente encargó a García Venero que de madrugada lo enterrara reservadamente en el cementerio siguiendo la consigna del Comisario de Policía: “sin bombo ni platillo antes de que salga el sol”. Únicamente asistieron dos cargos oficiales: el teniente coronel Antonio Barroso en representación de Franco y Ramón Laporta por Hedilla.

El cuerpo fue depositado en un nicho cercano al de Unamuno. En su acta de defunción no consta que se hiciera ninguna diligencia judicial, sino tal sólo que la causa de la muerte fue por “herida por arma de fuego en la cabeza”. En última instancia la autopsia fue realizada en el depósito municipal concluyendo que la verdadera causa fue por el impacto por la espalda de una bala de nueve milímetros con el resultado de muerte instantánea. En el ambiente salmantino no había sensación de sorpresa. Los alumnos de Llen solían reunirse en un bar de copas de la calle Deán Polo Benito, a pocos metros de la sede falangista, y desde hacía días los viandantes les preguntaban que cuándo detendrían a los conspiradores.

 

21.- LA SUPRESIÓN DE FALANGE

Abierto el camino para la eliminación de Falange como partido, Franco promulgó un decreto de unificación de falangista y carlistas, creando así un ente híbrido cuya jefatura ejercería él mismo, para convertirlo en lo que posteriormente denominó Movimiento Nacional.

Tratando de impedir esa operación, Hedilla adelantó la convocatoria extraordinaria del Consejo Nacional al 18 de abril en Salamanca, que se celebró durante dos días. Se tomaron medidas de seguridad extremas, de tal modo que no sólo se controló el acceso al local de la Junta, sino la ciudad entera, a veces, exigiendo la Policía salvoconductos. De hecho, un grupo de pistoleros vestidos de paisano fueron detenidos tras haberles incautado una lista negra de cuarenta hedillistas que debían ser eliminados. Por su parte, Franco controló los movimientos de los falangistas y les obligó a pedir una autorización especial para la celebración del acto.

En la sala se respiraba cierto malestar por ausencia del difunto Goya y de su ejecutor Sancho Dávila. Hedilla solicitó la asistencia de éste y que fuera conducido por la Guardia Civil para que diera cuentas de su actuación, lo que fue denegado por el comisario de Policía que lo mantenía en los calabozos. En cuanto a Garcerán, se rechazó su entrada. Hedilla indicó a García Venero que, cuando volviera del entierro del infortunado Goya, no entrara en el Consejo para que no se hablara de lo sucedido. Actuó como secretario Vicente Cadenas, que conservó las actas tomadas mediante taquigrafía por José Antonio Ximénez de Sandoval, biógrafo del fundador de la Falange y diplomático al que Hedilla había encargado los servicios exteriores.

Hedilla comenzó por relatar su versión de aquellos desdichados acontecimientos. Leyó el pliego de cargos que le habían entregado los sublevados exigiéndole que abandonara su despacho, lo que calificó de “golpe de mano”, de lo que Franco había estado al corriente por la Policía. Tuvo información de que numerosos falangistas estaban concentrados en pueblos cercanos a Salamanca a la espera de las órdenes de Sancho Dávila, provistos de ametralladoras, granadas, esposas y tres automóviles. En la calle Concejo había encontrado un cesto lleno de bombas de mano. Asimismo, habían llegado a Salamanca tres pistoleros, al tiempo que un grupo armado se concentraba en las calles de la capital charra para asaltar la sede del Mando y asesinarle junto a una lista negra de sus hombres. Todos iban de paisano para pasar desapercibidos, pudiendo ser detenidos varios de ellos.

Según siguió exponiendo, realizaron diversas reuniones conspiratorias. El grupo de sediciosos irrumpió en su despacho para leerle el acuerdo de expulsión. El líder falangista llamó a José Sáinz para que presenciara la lectura de las acusaciones que le iban a formular, entre otras, “ineptitud manifiesta a causa de su analfabetismo, lo que le hacía caer en manos de desaprensivos”. Los rebeldes alegaron además que había circulado por Salamanca el rumor de la inminente formación de un Gobierno presidido por el General Mola del que Hedilla sería ministro, por lo que acordaron sustituirle por un triunvirato que asumiera sus funciones. Hedilla les replicó que era Franco quien realmente quería asumir el mando.

El grupo estaba compuesto por hombres con bombas de mano, ametralladoras y fusiles. Hedilla se vio obligado a abandonar el lugar, en cuyo momento los sublevados aprovecharon para informar a la prensa de que había dimitido. Hedilla acabó su informe diciendo que esa misma noche Franco se proponía asumir el mando falangista. Finalmente sometió a votación la elección de un jefe nacional del partido con carácter definitivo, resultando elegido él por 10 votos a favor, 4 en contra y 8 en blanco, tras lo cual, nombró varios cargos de su confianza, entre ellos, a José Sáinz en lugar de Agustín Aznar, que junto a José Moreno habían sido detenidos por los hedillistas.

 

22.- LA ENTREVISTA DE MANUEL HEDILLA CON FRANCO

Hedilla no consiguió entrevistarse con Franco hasta por la tarde para comunicarle la composición de la nueva cúpula del partido, después de que por la mañana hubiera rehusado recibirle hasta no tener información directa por los disidentes, a quienes sí había dado audiencia. Franco aprovechó la ocasión para comunicarle oficialmente su proyecto de unificación de falangistas y tradicionalistas en una única institución en la que Hedilla sería el jefe nacional. (La noticia le produjo cierta alegría durante tres días, hasta que le avisaron de que dicho cargo sería asumido personalmente por el propio Franco, relegándole a él a las funciones de secretaría).

Previamente a la llegada de Hedilla al Cuartel General, Franco había encargado al comandante Doval que congregara a una multitud de personas bajo el balcón, frente a la catedral, para darles a conocer la unificación. El oficial consiguió la movilización ordenada mediante llamadas telefónicas y la ayuda de la Policía. Por indicación del teniente coronel Antonio Barroso, Hedilla había acudido acompañado por los dirigentes falangistas Roberto Reyes y Martín Ruiz Arenado. Era una tragicomedia. Franco quería que acudieran tres de ellos, para que los convocados en la calle vieran que no había un único líder, sino tres. Se mantenía su principio de “divide y vencerás”, que utilizó tanto en sus campañas militares, como para ir acabando con sus compañeros del alto mando del Ejército.

El séquito entró en el salón. Hedilla se extrañó de verlo lleno de cables y micrófonos dispuestos para una retransmisión radiofónica. Franco les esperaba con su cuñado Serrano Suñer, su hermano Nicolás Franco, Fusset y Sangróniz. Tras abrazar efusivamente a Hedilla, se dispuso a leerle el Decreto de Unificación que Serrano Súñer había redactado en base al ideario falangista e imposiciones del Caudillo.

Finalizada la lectura, Barroso comunicó a Franco que el pueblo le estaba aclamando en la calle. Entre efusivas ‘vivas’, éste salió al balcón del Palacio Episcopal acompañado por Hedilla e hizo público la promulgación del Decreto que leyó el periodista Fernando Fernández de Córdoba. Lo mismo se repitió en Radio Nacional en su sede del Palacio de Anaya, donde Franco leyó el discurso encomiástico que Serrano Súñer habían encargado a Ernesto Giménez Caballero, calificándose a sí mismo como “elegido de Dios”.

Lo que a Hedilla le había sucedido sin percatarse, fue que había asumido la jefatura del mando de Falange por la mañana para entregársela a Franco por la tarde, sellándolo mediante un melodramático abrazo en el balcón a la vista del pueblo y los corresponsales de prensa. Todo sucedió muy rápido, pero hábilmente calculado. Era la jugada de Franco para sustituirle, una transmisión forzosa de poderes por la que también mantenía la disciplina civil en aquel estado de guerra. A partir de entonces, Franco empezó a usar en los actos oficiales dos nuevas enseñas, el yugo y las flechas de los falangistas y la boina roja requeté de los carlistas.

El 20 de abril es publicado en el Boletín Oficial del Estado el Decreto 255 por el que se disuelve cualquier partido político y se unifica en una sola organización a falangistas y requetés. Todas las milicias armadas pasaban a estar controladas por el Ejército. A las ocho de la noche Hedilla recibe en su casa un sobre con el Decreto de Unificación detallado, redactado varios días antes por Serrano Súñer con correcciones del propio Caudillo y la conformidad de los generales Mola y Queipo de Llano. Una hora después Franco ordena su difusión por Radio Nacional. La victoria de Hedilla en la junta extraordinaria nacional de su partido había resultado un fiasco.

El líder falangista no entendía nada. Con el fin de aclarar puntos y coordinar la unificación ordenada, vuelve a entrevistarse infructuosamente con Franco, que le recibe con afabilidad, pero sin aclararle su situación personal. El tono que Franco adoptaba siempre en sus conversaciones era sagazmente moderado. El escritor italiano Indro Montanelli se entrevistó con él en Salamanca y, acerca del trato recibido, manifestaba: “El Franco de los días de la Guerra Civil era conversador y campechano. Era difícil reconocer en él al astuto y despiadado ex jefe del Tercio”.

 

23.- DETENCIÓN DE MANUEL HEDILLA

El 21 de abril, el Cuartel General hace saber al falangista la decisión concluyente: no será el jefe nacional, ni por delegación de Franco como había creído, sino el secretario general de un consejo meramente honorífico. Con ello el dictador quería deshacerse de todos aquellos que provenían de la República. Los que se mostraran disidentes serían enviados al frente. Hedilla lo rechazó por considerarlo una traición y se mostró definitivamente en rebeldía. Franco responde dictando varias órdenes en calidad de Jefe del Estado y Jefe de Falange y de las JONS. En ellas, se conminaba a los jefes provinciales a no obedecer más órdenes que las suyas. Los “camisas viejas” acusaron a Hedilla de haberse vendido al Caudillo. Paradójicamente, mientras numerosos compañeros suyos le exigían que no aceptara ningún cargo de Franco, todos ellos hicieron luego lo contrario.

Un día después, Franco continúa con sus maniobras. Nombra una junta política, con Hedilla a la cabeza, de lo que éste se enteró por la prensa, y detiene a todos los disidentes, entre ellos, Agustín Aznar y Sancho Dávila. Hedilla se hallaba en medio de un fuego múltiple, entre el Ejército, los falangistas disidentes y los “camisas viejas” en torno a la hermana de José Antonio, Pilar Primo de Rivera, que le acusaba de entregar a Franco la obra de su hermano.

Pilar pide a Hedilla que no acepte ningún cargo del Caudillo y se una a los llamados “rebeldes de San Julián”, lugar junto a la Gran Vía donde se encontraba la delegación de la Sección Femenina. Atendiendo su petición, Hedilla envía telegramas a todos los jefes provinciales con la consigna de que sólo obedezcan las órdenes de sus jefes directos, no las de Franco. A continuación, se reúne con los embajadores de Italia y Alemania, que le aconsejan que vuelva a hablar con él. Siguiendo sus sugerencias, acude por tercera vez al Cuartel General donde recibe un ultimátum: o acepta el cargo que se le ofrece tras la unificación o va a la cárcel. Al ver el cariz que iba tomando aquel conflicto, las embajadas italiana y alemana ofrecen auxilio a Hedilla para salir de España. Pero él se niega a recibir dicha ayuda.

 

24.- MANUEL HEDILLA ES CONDENADO A PENA DE MUERTE

El líder falangista se mantiene aferrado a su jefatura nacional en posición de clara desobediencia. Por medio de López Bassa hace saber a Franco que rechaza el cargo. Para éste supuso un inesperado e imprevisible contratiempo, la reacción de un hombre que no se vendía, y comienza una feroz persecución contra él y sus seguidores. Disuelve la academia de Pedro Llen y traslada a Ávila su personal entre amagos de revuelta. El jefe falangista es detenido por Lisardo Doval, junto a otros treinta falangistas más, un día antes de los bombardeos de Guernica, e internado en la cárcel de Salamanca, donde convivió con otros presos políticos, como el ex ministro salmantino Filiberto Villalobos.

Las primeras acusaciones que el juez militar, Rodrigo Zaragoza, formula contra él fueron: detener ilegalmente a Sancho Dávila, utilizar camiones del Gobierno para el traslado de sus cadetes, utilizar los laboratorios de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca para fabricar un gas especial para asaltar el cuartel de Franco, asesinar a Peral e intento de derrocar al Caudillo para hacerse con la Jefatura del Estado. Zaragoza fue sustituido por José Jiménez de la Orden, que además le imputa haber mantenido conversaciones con Indalecio Prieto. Todos los que apoyaron a Hedilla fueron encarcelados por “rojos”. Haartman también fue retenido en el Gran Hotel más de un mes, hasta que Faupel pudo sacarle.

El grueso de los falangistas aceptó sin dudarlo las condiciones impuestas por Franco y Serrano Súñer. Paulatinamente, lo fueron haciendo la facción madrileña y los “camisas viejas”. Serrano se convirtió en el nuevo secretario general de la organización en lugar de Manuel Hedilla, que seguía en prisión. Con el Decreto 255 de Unificación comenzó el camino hacia el Movimiento Nacional. Había nacido el franquismo. En la primera reunión política de la nueva FET con el Caudillo como presidente, liberó a los anteriores disidentes de Hedilla encarcelados y asignó cargos a todos, que los fueron aceptando. Por su lado, los carlistas también se incorporaron.

Entretanto, Hedilla recibió dos sentencias de sendos consejos de guerra celebrados en el cuartel Julián Sánchez “El Charro” de Salamanca, en el que no se le puso un banquillo para sentarse y tuvo que estar esposado y a pie firme durante varios días. En la primera se le acusó de un delito de adhesión a la rebelión, recayéndole la pena capital. Por la segunda, considerado inductor de la muerte de Goya, fue condenado a 20 años de reclusión.

El embajador Faupel presentó una protesta ante el Caudillo porque “Hedilla era el único representante de los trabajadores en la España Nacional. Su ejecución daría muy mala imagen internacional y se crearía un mártir”. Pero, Franco y Faupel se aborrecían mutuamente. El alemán era un prestigioso General cuyos conocimientos militares hacían que no viera con buenos ojos a Franco, al que no tenía por capacitado para el puesto que ocupaba, y a su vez éste no soportaba que el alemán siempre se relacionara directamente con los falangistas sin su conocimiento.

Faupel siempre trató de manejar los hilos de las autoridades sublevadas para reducir a Franco a su función militar y dar el poder civil a Falange. Cuando llegó a Salamanca fue recibido con ceremoniosidad, ofreciéndosele un homenaje en el Teatro Coliseum, con la presencia de Carmen Polo y Millán Astray, en el que se proyectó la película Camino de Héroes y Ernesto Jiménez Caballero y Víctor de la Serna pronunciaron sendos discursos. Pero, con el trascurso de los días, Franco estimó que se había entrometido demasiado en sus asuntos. Le retiró el plácet y pidió a Alemania su relevo, que fue aceptado y sustituido por Eberhard von Stohrer que, a diferencia de Faupel, no era un militar, sino un diplomático de carrera.

En Salamanca y varias provincias fueron procesados más de un centenar de hedillistas, entre ellos, el sindicalista Marciano Durruti, que fue fusilado en León. (Su hermano, el mítico líder anarquista Buenaventura Durruti, había aparecido muerto en Madrid el 20 de noviembre de 1936, el mismo día que José Antonio era fusilado en la cárcel de Alicante. Esa muerte, que no fue en acto de guerra, sino por un disparo de arma corta salido de su entorno, nunca fue esclarecida).

 

25.- PETICIONES DE CLEMENCIA

Posiblemente, Pilar Primo de Rivera se sintiera indirectamente responsable de la situación de Hedilla, pues ella le empujó a no doblegarse ante Franco. Por ello, se apresuró a pedir a Carmen Polo la libertad de los encarcelados. Ésta le facilitó una rápida audiencia con Franco. El falangista Dionisio Ridruejo, que acababa de llegar de Valladolid, se ofreció a acompañarla al Cuartel General. Una vez allí, subieron por la escalinata por la que se accede a las dependencias desde la puerta principal, cuyos peldaños estaban flanqueados por la guardia mora con sus albornoces azules. Llegaron a un despacho a través de una puerta de dos batientes. Al fondo vieron el gran tapiz en el que personas armadas se ocultaban.

Relata Ridruejo que a él no le permitieron acceder con Pilar y ésta tuvo que entrar sola. Pero, al momento se presentó Serrano Suñer para decirle que sus ayudantes habían cometido un error porque no le habían reconocido y se interesó por el motivo de su visita. El soriano le contestó que era para protestar por la injustificada detención de Hedilla, y advertirle a Franco que no debía prescindir de los «camisas viejas» para sustituirlos por “personas poco prestigiosas, nada queridas o completamente nuevas en Falange” porque el peligro de rebelión era patente. Serrano le oyó con atención y le manifestó que lo primero era ganar la guerra y dejar aparcadas las diferencias. No obstante, le añadió: “Lo que usted dice, tiene interés, pero sería necesario repetirlo ahí dentro”. El cuñado de Franco desapareció y al poco rato le invitó a pasar.

Era la primera vez que Dionisio Ridruejo veía a Franco. Le sorprendió encontrarse con una persona tímida y sin arrogancia, lo contrario de lo que pudiera pensarse. Cuando le expuso su contrariedad por la detención del jefe falangista, Franco le interrumpió diciéndole. “Ah, ¿Pero han detenido a Hedilla? Aún no me lo han comunicado. He dado orden a los servicios de información para que investiguen los sucesos de estos días y obren en consecuencia. Sin duda, han encontrado algo contra él”. Ridruejo pasó a exponerle su opinión sobre cómo debía ser el futuro de la organización política, de acuerdo con el borrador que Hedilla había preparado en su casa.

Franco actuó como lo hacía habitualmente: escuchó en silencio y con aparente interés. Se mordisqueaba nerviosamente los labios y dirigía al entorno su característica mirada que sobrecogía a Pilar Primo de Rivera. (Arturo Barea describió en el exilio aquella mirada en su obra La Ruta: “Yo he visto a asesinos ponerse lívidos sólo porque Franco los ha mirado una vez de reojo”). Ridruejo no obtuvo ningún resultado de la conversación. Muy al contrario, una vez en la calle, Severino Aznar, padre de Agustín Aznar, le advirtió que si no se marchaba por la tarde sería detenido por el comandante Doval. Obviamente, Ridruejo partió de nuevo hacia Valladolid.

Doval era un personaje muy denostado y muy temido por considerarse que fue el responsable de la muerte del periodista Luis de Sirval, por informar en 1934 sobre la Revolución de Asturias. Franco estimó que el éxito de la operación contra Falange se debió en gran parte a él y le recompensó nombrándole Jefe de Seguridad de la Residencia y Sede del Generalísimo en Salamanca en Salamanca y posterior jefe de los servicios secretos.

Todos los detenidos fueron siendo liberados paulatinamente, excepto Hedilla, porque Serrano le consideraba un obstáculo en sus aspiraciones a liderar el Partido, otorgándole exclusivamente la conmutación de la pena de muerte. Respecto de Sancho Dávila, salió de la cárcel gracias a Queipo de Llano, a pesar de la mutua animadversión que se tenían desde 1930 por la afrenta personal que junto a José Antonio protagonizaron en el Lyon d’Or. En 1936 las tornas habían cambiado. Una vez que Dávila salió de la cárcel de Madrid, regresó a Sevilla donde tenía gran predicamento. Siendo jefe territorial de Andalucía, se hizo rodear de comunistas y anarquistas que actuaban como confidentes. Controlaba la región en su ámbito civil, como Queipo en el militar. Entre ambos se impuso el pragmatismo.

Hedilla cumplió cuatro años en las cárceles de Puerto de Santa María, Cádiz y Las Palmas. A su salida, el gobierno le ofreció la Secretaría de la Delegación Nacional de Sindicatos, que se hallaba vacante. Pero lo rechazó una vez más y fue confinado en Palma de Mallorca, donde permaneció hasta que Franco levantó el destierro en 1946. En ese puesto fue nombrado Raimundo Fernández Cuesta, un “camisa vieja” converso. Cuando murió en 1970 en Denia, su primera esposa, Elena Arce, ya había fallecido muy joven en Madrid a consecuencia de las circunstancias vividas.

 

26.- PILAR PRIMO DE RIVERA Y MERCEDES MILÁ

En otoño de 1936, Pilar Primo de Rivera se había establecido en la Plazuela de San Julián 16, junto a la Gran Vía de Salamanca, que sería su domicilio y la jefatura de la Sección Femenina, celebrando el primer Consejo Nacional el 6 de enero de 1937. (Antes, estuvo en el Colegio Trilingüe, hoy desaparecido y remplazado por la Facultad de Física de la Plaza de la Merced). En dicho lugar se recolectaba todo el material que era enviado a sus enfermerías en el frente de guerra, como ropa, jabón o máquinas.

Su secretaria fue María de la Mora Maura, conocida como “Marichu”, nieta del conservador Antonio Maura y hermana de Constancia de la Mora, una comunista divorciada que trabajaba en el servicio de prensa del gobierno republicano. También se encontraba allí, Dolores Primo de Rivera, prima de Pilar, que meses después se casaría en el convento de San Esteban de Salamanca con Agustín Aznar, el principal opositor a Manuel Hedilla. Por tanto, Pilar Primo de Rivera no sólo conocía el complot que se planeaba contra él, sino que, con toda probabilidad, todos ellos pretendían que Aznar fuera el sucesor de José Antonio. Sin embargo, Hedilla acudía a aquel lugar con frecuencia para programar los actos sociales a los que asistía con Pilar.

Aquella casa, en la que se refugiaban los que habían conseguido huir de Madrid, se convirtió en el centro de reunión de los opositores a Franco, cuando éste se hizo con el Partido mediante el Decreto de Unificación. Un momento álgido fue cuando Pilar quiso formar un Servicio autónomo de Enfermeras. Se topó con la decisión de Franco de crear una Inspección General, centralizando todos los Servicios Femeninos, cuya dirección confirió a la catalana Mercedes Milá, la primera mujer que el Caudillo integró en el Cuartel General.

Milá ya había ejercido como secretaria de la Inspección de la Escuela de Instructoras de Sanidad durante la República. Con el alzamiento militar de 1936, se trasladó a Salamanca para ponerse a disposición de Franco, que le encargó la dirección de enfermería de los hospitales. Su amistad con el dictador se debía a que su padre, José Luis Milá, fue comandante de Marina en Ceuta, coincidiendo con Franco cuando éste comandaba la Legión. Una beca de la Fundación Rockefeller le había permitido realizar un curso para directoras de Escuelas y Hospitales en el Belford College de la Universidad de Londres, con cuya cualificación desarrolló una excepcional labor.

Pilar Primo de Rivera habían presionado a Hedilla para que no cediera ante Franco. Pero tras su detención, la hermana del fundador de Falange se plegó inmediatamente a los planes del dictador, e incluso, tuvo que pedir ayuda a Serrano Súñer para no ser encarcelada. Así recordaba Pilar aquellos días: “Marichu y yo, inmediatamente después de oír por la radio la noticia de la unificación, salimos para Salamanca, que encontramos toda en ebullición por este motivo, y decidimos oponernos también nosotras. La plazuela de San Julián se convirtió en un foco de rebeldía a donde acudían los disconformes. Empujado quizá por todos los falangistas, entre ellos por mí, Hedilla se volvió atrás, y eso le costó el cese y la cárcel. Hedilla fue condenado a muerte, pero Serrano Suñer consiguió la conmutación, que yo también traté de gestionar con una visita a doña Carmen Polo, quien me contestó que estuviese tranquila, porque estando aquí Ramón los falangistas tienen un defensor bien seguro”.

 

27.- LO QUE LAÍN ENTRALGO VIO EN SALAMANCA

El médico y ensayista Pedro Laín Entralgo estuvo en Salamanca entre los días 15 a 18 de abril. Tenía el encargo de comunicar a la territorial de Navarra el devenir de la Unificación y nos describe detalles del ambiente salmantino. Ya la entrada en la ciudad le resultó dificultosa por los extremados controles militares que encontró en la carretera de Valladolid hasta llegar al Gran Hotel, donde recibiría puntual información.

La noche del día 17 visita a Hedilla en su casa en la Avenida de Mirat, donde hacía algunos días que había fallecido su hijo Rafael. Describe cómo la puerta estaba abierta y a oscuras. En aquel estado de guerra las calles carecían de iluminación previniendo ataques nocturnos de la aviación. Nada más entrar notó como alguien le encañonaba con una pistola en el vientre exigiéndole que se identificara. Eran milicianos de Llen que le cachearon y apuntándole con el arma le condujeron hasta la estancia de Hedilla.

Laín recuerda su aspecto: “Era un hombre fornido con rostro de expresión opaca y dura, mas no desagradable, vestido de otro modo, la estampa de un obrero acomodado”. Hedilla le comunica que ya no necesita el apoyo de los navarros porque los disidentes han sido eliminados, pero su ánimo es apesadumbrado por el coste. La muerte de dos compañeros fue un alto precio. Laín también conocía a Sancho Dávila del que recordaba su carácter impulsivo y que siempre lucía en el cinto una gran pistola con el mango blanco de nácar brillante.

Laín Entralgo ya había estado en Salamanca el mes anterior en ayuda del prestigioso investigador Jiménez Díaz. Cuando se produjo la sublevación militar, éste se hallaba en Londres dando conferencias. A su vuelta a España fue retenido en San Sebastián y se sintió amenazado por sus propios compañeros médicos, principalmente por el doctor Enrique Suñer, que en aquel momento estaba encargado de la depuración de los profesores universitarios. Algunos amigos, entre ellos, el psiquiatra López Ibor, le llevaron a Pamplona donde permaneció escondido por temor a represalias. López Ibor comprendió que Jiménez Díaz no podía permanecer en esa situación, máxime cuando su trabajo era muy necesario, y propuso a Laín que fuera a Salamanca para lograr una entrevista con Franco.

Así lo hizo Laín, desplazándose al Cuartel General salmantino para hablar con Serrano Súñer, quien le recibió en su despacho, en el coro de la capilla del palacio episcopal. En la larga espera, recuerda que en la antecámara también se hallaba el fundador de la Legión, Millán Astray, entonces dirigiendo el aparato de propaganda de Radio Nacional, para despachar asuntos ordinarios con Franco. Tras recibirle Serrano, le dejó a la espera de noticias. Pocos días después, el Caudillo llamó a Jiménez Díaz para ofrecerle el cargo de coronel de Sanidad Militar. El investigador le hizo una contraoferta: crear un hospital civil al servicio del Ejército en el Gran Casino de San Sebastián, lo que fue aceptado por Franco.

 

28.- SALAMANCA SEGÚN AGUSTÍN DE FOXÁ

Al establecerse Franco en Salamanca, a la ciudad llegó un aluvión de gentes de toda procedencia, que convirtieron la ciudad en un centro de propaganda, espionaje y contraespionaje. Había una aparente normalidad, en la que incluso Franco asistía como padrino a la boda de Gonzalo Montenegro y María Teresa Hurtado. El Gran Hotel, con sus intrigas y secretismo ofrecían el guion de la película Casablanca. A ratos, el desenfadado general Millán Astray entonaba canciones de la Legión invitando a los asistentes a cantar con él, mientras agitaba la pistola con la mano.

En las mesas del Café Novelty se creaban tertulias, como las mantenidas por los escritores Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo y Antonio Tovar, a veces entreveradas por el último chascarrillo de Millán. Algunos, como Agustín de Foxá, conseguían encontrar un resquicio de serenidad en ese bullicioso lugar para escribir alguna novela. Foxá nos relató en su obra Madrid, de Corte a checa cómo era el paso de las horas en aquella Plaza Mayor:

“Al anochecer llegaban a Salamanca. Era imposible encontrar habitación. La gente se arracimaba en el Gran Hotel, en el Hotel Novelty. Porque la ciudad había crecido desmesuradamente. Allí se había fijado la capital trashumante del nuevo Estado. Y los altos funcionarios de la diplomacia, pagados en oro, y los jefes del Ejército, dormían en pensiones modestas, en cuartos de estudiantes, con patronas, junto a lecherías y hueverías.

Contemplaron al día siguiente el asombro de la plaza, y los blancos turbantes de los moros bajo los soportales, los requetés y los soldados. Confiterías de tocino de cielo con retratos patrióticos y alegorías, donde aparecían los generales enlazados en la bandera, con la Virgen del Pilar en el centro. Retratos de José Antonio, de uniforme, con los brazos hacia atrás, y tarjetas postales en colores. Tiras de papel en los cristales de los escaparates, para que la vibración de los bombardeos no los quebrara. Legionarios rubios, voluntarios italianos y aviadores que traían al hall del Gran Hotel fotografías de los incendios de Madrid. También marineros del Canarias o del Baleares, enfermeras, y las boinas verdes de Renovación, con la corona de oro, y el hermano del Jalifa que iba en auto al Cuartel General.

En las librerías, volúmenes de la guerra: La Defensa del AlcázarLa Gesta Heroica de EspañaEl Sur de España en la Conquista de Madrid. En el hall del Gran Hotel reuníanse los oficiales del Estado Mayor y las grandes familias huidas de la zona roja que contaban su historia. Había sobre la alfombra una armadura, junto a la vitrina, con zarcillos charros, que reunía en su lanza un ramillete de banderas de los países que habían reconocido a Franco: la nazi, la italiana, la portuguesa y la de Guatemala.”

(Año y medio tardó Franco en tener su primer Gobierno. Lo creó el 30 de enero de 1938. Estuvo compuesto por militares, monárquicos, carlistas y falangistas conversos. Su formación supuso la disolución de la Junta Técnica del Estado que había sido trasladada de Salamanca a Burgos)

(Portada. Archivo de la Guerra Civil. Calle Gibraltar 2. Salamanca)

 

 

Cuartel General de Franco en Salamanca

 

Placa rememorativa de la estancia de Franco en Salamanca

 

Gran Hotel. Salamanca

 

Hotel Novelty

 

 

Manuel Hedilla Larrey. Jefe provisional de Falange

 

General Emilio Mola

 

Recibimiento de Franco en Salamanca. 1 octubre 1936

 

Adhesión a Franco en la Plaza Mayor

 

Franco en un discurso patriótico

 

Palacio de Anaya. Centro de Prensa y Radio Nacional

 

General Millán Astray

 

Agustín Aznar. Jefe de Milicias Falangistas

 

Francisco Bravo Martínez. Jefe Provincial de Falange

 

Manuel Fal Conde. Dirigente Carlista

 

Conde de Rodezno. Diputado tradicionalista

 

 

Calle Toro. Salamanca

 

Sede de Falange. Calle Toro – Plazuela de Santa Eulalia

 

Wilheim Faupel. Embajador de Alemania

 

Roberto Cantalupo. Embajador de Italia

 

Guardia mora esperando la salida de Franco

 

Salida de Franco del Cuartel General

 

Desfile de tropas en la Plaza Mayor

 

Salida de Franco del Ayuntamiento de Salamanca

 

Salida de Franco del Ayuntamiento seguido por Queipo de Llano

 

Franco abandona la Plaza Mayor

 

El féretro de don Miguel de Unamuno sale de su casa de la calle Bordadores

 

Exequias por don Miguel de Unamuno

 

Entierro de don Miguel de Unamuno

 

Ernesto Giménez Caballero. Encargado de Propaganda

 

Ramón Serrano Súñer

 

Nicolás Franco

 

José Antonio de Sangróniz. Encargado de la Diplomacia

 

Carl von Haartman. Director de la Academia de Llen

 

Calle Concejo 3. Escenario de tiroteos entres falangistas

 

Bomba de mano Lafitte usada por los falangistas

 

Manuel Hedilla despachando con José Antonio Serrallach

 

Almirante Wilheim Canaris

 

Sancho Dávila, primo de José Antonio

 

Rafael Garcerán, pasante de José Antonio

 

Avenida de Mirat, donde vivía Rafael Garcerán

 

Alonso Goya, guardaespaldas de Manuel Hedilla

 

Entrevista del embajador Faupel con Franco

 

Lisardo Doval Bravo, comandante de la Guardia Civil

 

Marciano Durruti, hermano de Buenaventura Durruti

 

Pilar Primo de Rivera

 

Mercedes Milá Nolla

 

Plaza de San Julián. Sede de la Sección Femenina

 

Millán Astray condecora a los soldados portugueses, los ‘viriatos’

 

Despedida de la Legión Cóndor en León. Hotel Olidén

 

 

Archivo de la Guerra Civil. Salamanca. Centro Documental Memoria Histórica


El término "El triunfo definitivo. 
La unificación desde arriba" 
se refiere a la consolidación del régimen franquista en España tras la victoria en la Guerra Civil Española en 1939. Significa que Franco, tras haber liderado el bando nacionalista, logró la victoria y, a partir de ese momento, estableció un régimen dictatorial que buscaba la unidad y la homogeneización del país desde el centro, con el apoyo de la Iglesia y la autoproclamación como 
El triunfo definitivo implica la victoria militar y la posterior imposición de un nuevo orden político, social y cultural en España. 
La unificación desde arriba se refiere a la estrategia de Franco de construir un Estado centralizado y autoritario, donde la autoridad se concentraba en la figura del Caudillo y la unidad se imponía desde arriba, a través de la represión, la censura y la propaganda. 
En resumen, este concepto describe el proceso de cómo Franco, tras la guerra, se consolidó en el poder, estableciendo una dictadura con el objetivo de crear un nuevo estado unificado y homogéneo, con la Iglesia y el partido único como pilares fundamentales. 

La afirmación de que la Guerra Civil Española fue una cruzada y no una guerra civil, es una perspectiva que fue promovida por algunos sectores de la Iglesia Católica, particularmente durante la guerra y en los años posteriores a la victoria franquistaEsta idea se fundamenta en la percepción de que la guerra fue una lucha religiosa contra el Frente Popular, que se veía como una amenaza a la Iglesia Católica y al orden cristiano. 
El punto de vista de la Iglesia:
  • Si bien la carta no declara formalmente la guerra como una cruzada, sí la describe como un "plebiscito armado" y expresa el apoyo de la Iglesia a la causa de la "cruzada".
  • Otros prelados:
    Algunos obispos, como Enrique Pla y Deniel, declararon abiertamente la guerra como una cruzada en sus sermones y discursos.
  • La visión de Franco:
    La propaganda franquista también utilizó la idea de la "cruzada" para legitimar el golpe de Estado y la posterior dictadura. 
La postura de la Santa Sede:
  • Distancia del Vaticano:
    El Vaticano no se pronunció explícitamente a favor de la "cruzada", aunque la Iglesia Católica en España sí apoyó activamente el bando nacional. 
  • Este cardenal disidente, expresaba que la guerra no era una cruzada, sino una "locura", y que era necesario encontrar una solución pacífica. 
La realidad histórica:
  • Una guerra civil:
    La Guerra Civil Española fue un conflicto interno entre dos bandos con visiones políticas y sociales contrapuestas, con el Frente Popular republicano y el bando nacionalista franquista. 
  • El papel de la Iglesia:
    La Iglesia Católica desempeñó un papel importante en el conflicto, apoyando al bando nacional y buscando legitimar su victoria. 
  • La "cruzada" como propaganda:
    La idea de la "cruzada" fue utilizada como herramienta de propaganda por el bando nacional para justificar la guerra y movilizar a la población. 
En resumen: Si bien algunos sectores de la Iglesia Católica y el franquismo vieron la Guerra Civil como una "cruzada", la realidad histórica es que fue un conflicto interno con múltiples causas, entre ellas, el enfrentamiento entre el Frente Popular y el bando nacionalista. La idea de la "cruzada" fue una interpretación propagandística, utilizada para legitimar el golpe de Estado y la dictadura franquista. 

 


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